29 de diciembre, día de la biodiversidad, por José Santamarta

La pérdida de la diversidad genética, de especies y de ecosistemas es uno de los mayores peligros para el futuro de la humanidad

El 29 de diciembre de 2000, día mundial de la biodiversidad, se celebra
coincidiendo con el archivo del proceso por la catástrofe de Doñana (el
mayor desastre ecológico en la historia reciente de España), el fracaso de la
Cumbre de La Haya sobre Cambio Climático (una de las mayores amenazas
para el futuro de la biodiversidad), la discusión sobre el Plan Hidrológico
Nacional (los embalses y el trasvase del Ebro previstos en el PHN afectarían
negativamente a nuestra diversidad biológica) y el proceso imparable de
construcción de nuevas infraestructuras de transporte, como autovías,
autopistas y líneas de alta velocidad. Otras de las amenazas más insidiosas es el desarrollo de los cultivos transgénicos, y que puede tener graves
consecuencias a lo largo del siglo que entra, si la presión ciudadana no frena
su desarrollo.
Cada año desaparecen miles de especies y con ellas nuevas posibilidades de
culturas agrícolas, productos industriales o medicinas para curar las
enfermedades. Con la pérdida de diversidad, aumenta la uniformidad, la
dependencia de unas pocas variedades de plantas para alimentarnos, y sobre
todo crece la vulnerabilidad ante las plagas y las enfermedades. La
biodiversidad se pierde debido al deterioro y fragmentación de los hábitats, a
la introducción de especies, la explotación excesiva de plantas, animales y
peces, la contaminación, el cambio climático, la agricultura (reducción de las
variedades empleadas, plaguicidas) y repoblaciones forestales con
monocultivos de rápido crecimiento.
A las consecuencias indeseables del desarrollo económico, del crecimiento
demográfico, de la desigual distribución de la renta y del consumo
insostenible de recursos, hay que añadir las causadas por las nuevas
biotecnologías y el desarrollo de la ingeniería genética, el reducido espectro
de productos agrícolas, forestales y pesqueros comercializados, y las
políticas económicas que no atribuyen su debido valor a los recursos. La
mayor parte del germoplasma de las especies y variedades agrícolas y
ganaderas puede llegar a desaparecer.
Las especies inventariadas alcanzan la cifra de 1.750.000, pero algunos
autores señalan que probablemente superen los 111 millones de especies,
aunque la cifra media hoy se estima en 13.620.000 especies, según la biblia
de la biodiversidad, el Global Biodiversity Assessment, informe de 1.140
páginas publicado en inglés por el PNUMA en 1995. Pero lo único seguro es
que nadie sabe cuántas especies existen.
Entre las especies ya descritas hay 270.000 plantas, 4.300 mamíferos, 9.700
aves, 6.300 reptiles, 4.200 anfibios, 19.000 peces, 72.000 hongos (se cree
que el número de especies debe superar el 1,5 millones), 1.085.000
artrópodos (950.000 insectos descritos, aunque el número de especies debe
ser superior a 8 millones), 5.000 virus y otras 4.000 bacterias (una ínfima
parte de los más de 400.000 virus y 1 millón de bacterias que se cree que
existen).
Los bosques tropicales, que sólo cubren el 7 por ciento de las tierras
emergidas, albergan entre el 50% y el 90% del total de las especies. El
promedio de extinción era de una especie de mamíferos cada 400 años y de
una especie de aves cada 200 años, pero las extinciones documentadas en los últimos 400 años indican que han desaparecido 58 especies de mamíferos y 115 de aves.
Estas cifras representan solo las extinciones conocidas. Las poblaciones
afectadas pueden resistir durante algunas generaciones, pero están
condenadas a la desaparición cuando su número total cae por debajo de un
punto que no puede soportar la dureza de una sequía, una enfermedad, una
depredación y otras clases de fenómenos. Una especie debe tener una
población de al menos varios miles de individuos para sobrevivir a largo
plazo. Alrededor del 12 por ciento de las especies de mamíferos y el 11 por
ciento de aves fueron clasificadas como especies en peligro en 1990.
El 90 por ciento de nuestra alimentación procede de 15 especies de plantas y
8 especies de animales. El arroz, según la FAO, aporta el 26% de las
calorías, el trigo el 23% y el maíz el 7%. Las nuevas especies sustituyen a
las nativas, uniformizando la agricultura y destruyendo la diversidad
genética. Sólo en Indonesia se han extinguido 1.500 variedades de arroz en
los últimos 15 años.
A medida que crece la uniformidad, aumenta la vulnerabilidad. La pérdida
de la cosecha de la patata en Irlanda en 1846, la del maíz en Estados Unidos
en 1970 o la del trigo en Rusia en 1972, son ejemplos de los peligros de la
erosión genética y muestran la necesidad de preservar variedades nativas de
las plantas, incluso para crear nuevas variedades mejoradas y resistentes a
las plagas.
El trigo hoy cultivado en Canadá tiene genes procedentes de 14 países y los
genes de los pepinos de EE UU proceden de Birmania, India y Corea, genes
adquiridos sin ninguna contrapartida económica, a diferencia de las semillas
mejoradas que exporta EE UU, por no hablar de las semillas transgénicas.
Las multinacionales de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón pretenden
obtener gratis, sobre todo en los países del Tercer Mundo, los recursos
genéticos, para luego venderles a precios de usura las semillas, animales o
medicamentos obtenidos, en base a la "propiedad intelectual". La ingeniería
genética supondrá la pérdida de miles de variedades de plantas, al cultivarse
sólo una pocas con una alta productividad, por no hablar de otros muchos
peligros, agravando los efectos de la revolución verde de las décadas
pasadas.

Proteger la biodiversidad

Existen dos planteamientos para conservar la biodiversidad: proteger las
especies y las poblaciones individuales o proteger los hábitats en los que
viven. Lo esencial es la conservación de ecosistemas enteros, asegurando su
funcionalidad. Los esfuerzos dirigidos hacia las especies y las poblaciones,
aunque son importantes, exigen una gran cantidad de tiempo y esfuerzo; las
medidas incluyen la protección legal de las especies individuales, planes de
gestión y una conservación ex situ, es decir, proteger las poblaciones de
animales y plantas en zoos y bancos de semillas. La conservación ex situ
sirve tanto de seguro contra la pérdida de la diversidad genética y de
especies en la naturaleza como de semillero para reintroducir o reforzar las
poblaciones silvestres. Además, los bancos de semillas son una fuente de
diversidad genética para la investigación agrícola.
El Convenio sobre la Diversidad Biológica se firmó en junio de 1992 en la
Conferencia de Río y entró en vigor el 29 de diciembre de 1993; aunque EE
UU no lo ha ratificado. Su objetivo es cubrir el vacío existente a nivel
internacional en el campo de la biodiversidad. El Convenio prevé programas
de cooperación y de financiación para proteger la biodiversidad, y en su
artículo 6 contempla la necesidad de que "cada Parte Contratante...elaborará
estrategias, planes o programas nacionales para la conservación y la
utilización sostenible de la diversidad biológica".
La Conferencia de las Partes del Convenio se ha reunido en varias
ocasiones, la primera en Nassau, en las Bahamas, del 28 de noviembre al 9
de diciembre de 1994, y la segunda en Yakarta, Indonesia, entre el 6 y el 17
de noviembre de 1995, donde se decidió que Montreal, en Canadá, fuese la
sede permanente del Convenio, e igualmente se aprobó desarrollar un
protocolo de bioseguridad, que finalmente fue aprobado el 29 de enero de
2000. Dentro del Convenio igualmente debe desarrollarse un problemático
protocolo sobre bosques, que fue uno de los temas que quedaron fuera de la
Cumbre de Río de 1992, y otro sobre los derechos de los agricultores en el
mantenimiento de los recursos genéticos.

Causas de la pérdida de biodiversidad

España cuenta con una gran diversidad de fauna y flora, pero su estado de
conservación es lamentable, y son numerosas las especies en peligro o
amenazadas, como pone de manifiesto el proyecto Hispanat del antiguo
ICONA: el 12% de las plantas vasculares y el 26% de las especies de
vertebrados están incluidas en las categorías extinguida, en peligro,
vulnerable o rara de la UICN. Un total de 209 especies de flora y 43
especies de vertebrados se encuentran en peligro de extinción.
En España se han extinguido varias razas de vacuno, y son muchas las
especies ganaderas y plantas cultivadas en peligro de extinción. Al igual que
en toda Europa, la naturaleza y los ecosistemas originales han sufrido las
consecuencias del desarrollo: deforestación, pérdida de biodiversidad,
alteración de los ciclos hidrológicos, desertización, erosión, suelos
contaminados, contaminación atmosférica, litoral esquilmado por la
especulación urbanística y la pesca excesiva, cursos de agua contaminados,
generación anual de cerca de 270 millones de toneladas de residuos (de ellos
más de 3 millones de toneladas son residuos tóxicos y peligrosos), difusión
de sustancias tóxicas y bioacumulativas como los organoclorados o las
sustancias radiactivas, acuíferos contaminados por nitratos y procesos de
eutrofización.
Desde 1950 han desaparecido el 50 por ciento de los humedales. Se han
construido decenas de miles de kilómetros de carreteras por las que
circulaban millones de vehículos. Entre 1970 y 2000 la demanda de
transporte de viajeros y de mercancías se ha triplicado. El parque de
vehículos superó los 22 millones antes del año 2000, y nadie sabe cuando se
alcanzará el nivel de saturación. Un total de 1.015 embalses con capacidad
para almacenar 53 km3 de agua han inundado 3.000 kilómetros cuadrados, y
un total de 3,6 millones de hectáreas de regadío consumen ineficientemente
el 80% de los usos consuntivos del agua (24.000 Hm3 sobre un total de
30.494). Más de 500.000 pozos bombean cerca de 5.500 Hm3 al año.
Se consumen anualmente 1,8 millones de toneladas de fertilizantes químicos
y más de 70.000 millones de pesetas de productos fitosanitarios. La quema
de rastrojos es una práctica generalizada, a pesar de que causa numerosos
incendios forestales, perjudica la conservación de los suelos, aumenta la
erosión y perjudica la infiltración del agua de lluvia.
En el periodo 1961-2000 se han quemado en España 3 millones de hectáreas
de superficie arbolada. El 18% del territorio sufre una erosión superior a las
50 toneladas anuales de suelo por hectárea, y sólo el 3% de la superficie del
país está ocupada por bosques espesos. Entre 1940 y 1994 se han repoblado
2,9 millones de hectáreas con pinos y 450.000 hectáreas con eucaliptos, y
prácticamente nada con frondosas autóctonas.

Estrategia Española para Conservación y el Uso Sostenible de la
diversidad Biológica

Hoy sigue pendiente la aprobación de la estrategia de Biodiversidad,
prueba de la escasa atención del Ministro de Medio Ambiente por la
denominada Estrategia Española para la Conservación y el Uso Sostenible
de la Diversidad Biológica, que todavía se encuentra pendiente de
aprobación por el Consejo de Ministros. La Estrategia Española para la
Biodiversidad lleva dos años pendiente de su aprobación oficial por el
Consejo de Ministros, a pesar de su presentación pública en la anterior
legislatura.
España, con cuatro regiones biogeográficas (mediterránea, atlántica, alpina y
macaronésica), cuenta con el 40 por ciento de las especies de la UE y el 54
por ciento de los hábitats identificados como de interés comunitario (121
hábitats sobre un total de 226 tipos, según la Directiva Hábitats 43/92 CEE).
España cuenta con cerca de 80.000 taxones: 635 vertebrados, más de 50.000
invertebrados, 8.000 plantas vasculares, 15.000 hongos, 2.000 líquenes y
1.500 briofitas. Hay cerca de 1.500 endemismos vegetales, es decir, especies
que sólo existen en nuestro territorio. En toda Europa sólo se conocen
142.000 taxones, por lo que puede afirmarse que más del 50 por ciento de
las especies europeas están representadas en España, cifra que se eleva al 74
por ciento en el caso de las aves (368 especies) y al 79 por ciento de los
mamíferos (118 especies).
Igualmente nuestro país cuenta con 68 especies de peces, sobre un total de
150 en la Europa de los doce de la antigua UE, 56 especies de reptiles y 25
especies de anfibios.
En España es necesario que la Administración apruebe y desarrolle la
Estrategia Española para la Conservación y el Uso Sostenible de la
Diversidad Biológica, tal y como obliga el Convenio firmado y las ONG
deberían igualmente tener una participación y control más estricto. Desde
que en junio de 1992 el gobierno firmó el Convenio sobre la Diversidad
Biológica han transcurrido más de ocho años, y en ese periodo las sucesivas
administraciones lo único que han hecho es presentar una estrategia que aún
no ha sido aprobada.
La Estrategia no debe ser una mera recopilación de los planes y actuaciones
existentes, ni tampoco debe quedarse en un diagnóstico mas o menos
acertado de la situación de la diversidad biológica en España. Según el
Convenio firmado, cada Parte Contratante "integrará la conservación y la
utilización sostenible de la diversidad biológica en los planes, programas y
políticas sectoriales o intersectoriales". La conservación de los hábitats es
imprescindible para la preservación de la diversidad biológica. Se debe
ampliar la red de parques y espacios protegidos al 15 por ciento del
territorio, buscando un sistema de áreas representativo de nuestra diversidad
biológica, sin olvidar los valores paisajísticos, aunque lo fundamental es la
conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica en todo el
territorio, y no sólo en los espacios protegidos. Sólo el 5 por ciento del
territorio español corresponde a espacios naturales protegidos, área que no
obstante deja sin protección a una tercera parte de los espacios identificados
como de alto interés en el Proyecto Biotopos/Corine. La mitad de la
superficie protegida está en Andalucía, mientras que en el extremo opuesto
se encuentran las Comunidades Autónomas que apenas han protegido áreas,
como La Rioja, Galicia o Castilla-León.
Igualmente es necesario recuperar las vías pecuarias y los ríos, auténticos
corredores ecológicos verticales (las vías pecuarias) y horizontales (los ríos)
en la Península.
La conservación de la biodiversidad debe determinar todas las políticas
sectoriales (económica, agrícola, forestal, pesca, agua, transporte, energía,
turismo, urbanismo, comercio, industria, entre otras), dando prioridad
absoluta a la conservación in situ sobre los bancos genéticos (ex situ),
aunque éstos también son necesarios. Especial importancia merece la
conservación de la diversidad genética de la agricultura y de la ganadería,
tanto in situ como ex situ (bancos de germoplasma).

Destrucción de hábitats

La destrucción del hábitat es la mayor amenaza actual para la biodiversidad.
Un estudio de Conservation International mostró que el 23,9% de los
sistemas biogeográficos de la Tierra han sido completamente transformados
por el hombre (el 36,3% si se excluyen las superficies heladas, de roca y los
desiertos), el 24,2% parcialmente y sólo quedan bien conservados el 51,9%,
cifra que se reduce a sólo el 27% si se exceptúan las superficies estériles.
Sólo quedan sin transformar el 51,9% de las tierras emergidas,
aproximadamente 90 millones de km2. Las áreas parcialmente transformadas
por las actividades humanas son 41 millones de km2 (24,2% de las tierras
emergidas), y las áreas totalmente transformadas por el hombre superan los
40 millones de km2, un 23,9% del total de las tierras emergidas. Sin
embargo, estas cifras son engañosas, al incluir extensas áreas de desiertos,
rocas o hielos, que no son habitables o tienen escasa importancia desde el
punto de vista de la diversidad biológica.
Si se excluyen las áreas desérticas, rocosas y heladas, las zonas no
transformadas por el hombre y por lo tanto con los ecosistemas y la
diversidad biológica bien conservadas, son sólo el 27%, mientras que las
parcialmente transformadas son el 36,7% y las totalmente transformadas
ascienden al 36,3%.
Las zonas sin transformar son la taiga y la tundra en las latitudes nórdicas,
los desiertos en África, Australia y el centro de Asia, y la Amazonia. Las
zonas más transformadas, sin apenas restos de la vegetación original y con
grandes pérdidas de diversidad biológica, son Europa, el Este de EE UU,
China y el Sureste asiático.
América del Sur, con el 62,5%, y Oceanía, con el 62,3%, son las dos
regiones mejor conservadas y menos transformadas, mientras que Europa es
el continente que menos hábitats ha conservado, con sólo el 15,6%. Las
zonas de Oceanía bien conservadas corresponden a los desiertos de
Australia, mientras que las regiones de América del Sur casi intactas
corresponden a la Amazonia, con bosques tropicales con una extraordinaria
diversidad biológica. África es la zona con más áreas parcialmente
transformadas, reflejo de una presión demográfica todavía baja, y de una
agricultura extensiva. Europa, con el 64,9%, es la región más humanizada,
más del doble que el siguiente continente, Asia, con el 29,5%.
**************
Referencias
*C.J. Bibby, N.J. Collar, M.J. Crosby, et al. (1992). Putting Biodiversity on
the Map: Priority Areas for Global Conservation (Consejo Internacional
para la Preservación de las Aves, Cambridge, U.K).
*Ehrlich, P. y Ehrlich, A. (1981). Extinction: The causes and Consequences
of the Diasappearance of species. Randon House, New York.
*Hannah, L. et al. (1993). Human Disturbance and Natural Habitat:
Biogeographic Province Analysis and References for a Global Data Set.
Conservation International, Washington, DC.
*MAPA (1996). Estrategia Nacional para la Conservación Integrada de la
Naturaleza (ENCINA), Madrid.
*MOPTMA (1995). Estrategia Nacional para la Conservación y el uso
sostenible de la diversidad biológica. Documento de trabajo, abril 1995,
Madrid.
*Ministerio de Medio Ambiente (1999). Estrategia Nacional para la
Conservación y el Uso Sostenible de la Diversidad Biológica.
*Ministerio de Medio Ambiente (2000). Estrategia Forestal Española.

*United Nations Environment Programme (1995). Global Biodiversity
Assessment. Cambridge University Press, Cambridge, U.K.
*Wilson, E.O. (1988). Biodiversity. National Academy Press, Washington.
*Wilson, E.O. (1992). The Diversity of Life. Harvard University Press.
*World Conservation Monitoring Centre (1992), Global Biodiversity: Status
of the Earth's Living Resources. (Chapman and Hall, Londres).
*WRI, WCU, y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente (1992), Global Biodiversity Strategy. WRI, Washington, D.C.
*Wynne et al (1995). Biodiversity Challenge. RSPB, Sandy.

*José Santamarta es director de World Watch

Para más información contactar con:
worldwatch@nodo50.org
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