Argentina: La construcción de la necesidad del ajuste y la deuda (ecológica)

Idioma Español
País Argentina

Frente a la incapacidad del gobierno del PRO, la crisis cambiaria puede expresar otra cuestión. El avance de "los mercados" para imponer el ajuste como receta inevitable, que va más allá de la figura del Presidente. Y así la puerta abierta a una profundización del extractivismo, en particular del energético, con la excusa de la necesidad de pagar una deuda pública que se acrecienta.

Por Eduardo Soler

La alta suba del dólar parece poner en el centro de la escena la falta del capacidad del gobierno en un asunto del que se dicen expertos: los mercados. En un país con una economía periférica y dependiente, anclada en el modelo extractivista, no alcanzan las relaciones públicas o el voluntarismo -si fuera sincero- para frenar una corrida cambiaria. Si no se aborda la cuestión estructural, sólo queda pensar que el escenario de la devaluación del peso, en el marco de las negociaciones con el FMI, anticipan la postulación de un "ajuste obligado" y la ampliación de la deuda (pública, social, ecológica).

Bastó que el Presidente Mauricio Macri se mostrara en un breve video grabado para anunciar una renegociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), para que "los mercados" acrecentaran la desconfianza ante el gobierno de Cambiemos. La primera lectura sería el costo político frente a un gobierno que comete errores y no puede llevar adelante sus políticas. Aunque este elemento resulta sin dudas incuestionable, la lógica en la cual se va sumiendo nos habla también de otra cuestión. La única solución posible, ahora, sería profundizar el ajuste fiscal.

En este sentido, un artículo publicado hoy por La Nación tituló " escenas de desconcierto en la Casa Rosada". Se menciona que luego de la devaluación acelerada por el video "el daño a la palabra presidencial era irreparable". La nueva obsesión del gobierno sería la "recuperación de la confianza" por parte de los mercados y que la negociación del adelanto al FMI no será gratis: "El costo adicional que esperan en el Gobierno es una mayor exigencia de ajuste para el próximo año". ¿Son entonces malas noticias para el gobierno?

Frente a esta interpretación obvia de la ineficiencia del equipo económico, por el evidente desgaste político que sufre el Presidente a meses de comenzar 2019 como un año electoral, un análisis complementario se hace posible. El ajuste siempre trae un "costo político", sobre todo en la Argentina post crisis del 2001 y los recuerdos más o menos frescos de sus circunstancias. Por ello durante las campañas electorales el PRO siempre aseguró que no iban a realizar ajustes y aún en la actualidad tratan al menos de aminorar su alcance en el discurso público.

¿Cuál es la forma de realizar este ajuste? Intentando salvaguardar la imagen presidencial, si uno observa la línea argumentativa de la diputada Elisa Carrió al expresar su apoyo a Macri, vuelve a apuntar a una supuesta desestabilización como intento de un golpe cambiario: "Frente a la irracionalidad del mercado, racionalidad del gobierno", publicó. Más allá de la estrategia simple de la victimización, coloca al gobierno en un lugar a la defensiva, del cual "no tiene otra alternativa" más que aceptar el ajuste. O como lo dijera el propio Presidente: "No hay otro camino".

Estaríamos entonces transitando en una senda por el cual el gobierno hace el ajuste que no quisiera hacer, que se encuentra obligado por las circunstancias fiscales (atribuidas en parte a la "pesada herencia" y a la corrupción del gobierno anterior), pero también por la desestabilización que viene de los propios mercados. La apuesta a largo plazo, aunque con un muy alto riesgo, es que entonces el ajuste pareciera venir por sí solo, o mejor aún por imposición del FMI, al cual también se debió recurrir por estricta necesidad.

Un ajuste que no tiene responsables, que se ejecuta sin ejecutores. En tal idea, entonces, incluso no es necesario que el propio Presidente Macri pueda conseguir la relección para el año que viene. Si tal diagnóstico se impone, la necesidad del ajuste juega por sí misma, más allá del cambio de color político que traiga el 2019. La propia devaluación se convierte en una herramienta más que permite abaratar los "costos de producción#, al menos en una mirada global respecto a los salarios expresados en dólares.

En esta mirada, el dato que aporta el diario Clarín también es significativo: el 80 por ciento de quienes compraron dólares lo hicieron en operaciones de más de dos millones de dólares. La conclusión que se extrae es obvia: "los compradores no fueron ni jubilados ni asalariados" sino "grandes inversores saliendo de los bonos y yéndose al dólar". Muchos de ellos, aclara el periodista, amigos del Presidente o de los funcionarios.

Por tanto, sea una "traición" al estilo bolsillo mata corazón o un apriete para terminar con el gradualismo, lo cierto es que el propio Macri podría convertirse en una pieza descartable del mecanismo del ajuste como mano invisible del mercado. Con la aclaración que es un juego que el propio gobierno habilitó al desregular totalmente el mercado financiero.

"¿Cuál es tu opción a no tomar deuda?". Una frase al pasar del diputado Juan Carlos Villalonga, de "Los Verdes" PRO, sigue por la misma línea argumentativa. En su discurso: "transitar de una democracia mafiosa a una república es políticamente costoso". Por eso mismo, se debe asumir el costo político de llevar adelante el ajuste que implica deuda externa con el FMI, porque esto financiará la "construcción de la República". En ese mismo acto, la potencia de la deliberación democrática queda diluida como tal, en tanto "no hay otra opción" ya no hay nada para discutir.

Ya hemos discutido también el argumento subsidiario del " ajuste como política ambiental", que intenta presentar la eficiencia y el ahorro como una meta ecológica. Pero cuando el ajuste implica la necesidad imperiosa de "tomar deuda", en una economía que se basa en el modelo extractivo para "generar divisas" (conseguir dólares), entonces solo nos queda esperar una profunzación de ese extractivismo. Es decir, el intento de avance sobre las fronteras de la soja, de la minería y -puntualmente- del fracking. Ellos son pensados como "recursos" y en tal sentido como commodities puesto que de ellos no se pondera su "valor de uso", sino sólo su "valor de cambio", mercantil.

En la visión del ecologista Eduardo Gudynas: "El Gobierno de Macri hunde a Argentina en una crisis económica fenomenal y su salvavidas apunta a más fracking y más soja. Otra vez la Naturaleza (y el pueblo) tienen que cargar con los desastres economicistas de esos pocos humanos que juegan con el poder". Está claro que el problema no es el dólar en sí mismo, sino que en el marco de una economía dependiente y extranjerizada, el movimiento de la divisa impacta en la inflación, y por este camino en la caída del salario real de los trabajadores, así como en la inestabilidad a las economías populares y comunitarias.

En efecto, la devaluación contribuye con las metas fiscales haciendo descender el salario real de modo más o menos gradual, y sin tener que ser anunciado como tal (no hace falta "bajar el suelo" como medida concreta, como cuando aún subsistía la convertibilidad). Sin embargo, tiene como contrapunto una mayor dificultad para pagar la deuda externa, porque la producción en pesos tiene un valor tendencialmente menor a poder cancelar los montos contraídos en dólares. En tales circunstancias, se acentúa una tendencia de la cual Argentina nunca se alejó por su matriz económica: "cambiar deuda por naturaleza".

Desde la Ecología Política, aquí se juega lo central del debate. La generación de la deuda, y luego las políticas destinadas a pagar la deuda, son un circulo vicioso que erosiona constantemente la calidad de la democracia argentina. En este punto, como discutimos en su momento, la política de "des-endeudamiento" llevada adelante por los gobiernos kirchneristas se posicionaba como una recuperación de soberanía. No obstante, realizada sin una auditoría y reconociendo por tanto su legitimidad, fue la derrota con los "fondos buitres" en 2014 la que en palabras de la entonces Presidente Cristina Fernández, posibilitó que la estrategia "se derrumbe como un castillo de naipes".

Tal política de "honrar la deuda", aunque fuera hecha desde una visión crítica, también hizo plantear como una necesidad inflexible el hecho de continuar con la sojización del país, que se acentuó en forma acelerada en la post-crisis del 2001 bajo el nuevo esquema de la post-convertibilidad. El país se reinsertó al mundo bajo la modalidad reinventada del modelo agro-minero exportador, al cual en los últimos años se sumó la apuesta de los hidrocarburos no convencionales como nuevo modo de obtener divisas. De hecho, en 2014 el acuerdo con el Club de París estaba orientado directamente a traer inversiones para explotar el yacimiento "Vaca Muerta".

Esta política se profundiza por el actual gobierno de Cambiemos. Por un lado, los tarifazos como intento de dolarización de las tarifas de los servicios públicos, en particular la luz y el gas, obedecen a plantear un supuesto "clima de inversiones" favorable para las compañías en pos del extractivismo energético. A su vez, la reducción o eliminación de retenciones como un gesto "al mercado" implica un mayor desfinanciamiento del Estado en la balanza externa y el aumento de la deuda pública: en dos años pasa de 250 mil a 335 mil millones de dólares, a lo cual se suma la deuda con el FMI de 50 mil millones. La devaluación hace que la carga de la deuda sobre el PBI alcance casi el 80 por ciento.

¿Cuál es la alternativa? Es claro que un país que no se base en un modelo extractivo debe apuntar a una mayor autosuficiencia. Ello implica una industrialización genuina, que sobre todo esté basada en la generación de conocimientos. Para ello las universidades deben ser apoyadas, y en todo caso revolucionarse pero no sólo "desde adentro" sino sobre todo territorializándose, fortaleciéndolo las tramas con sus comunidades y pueblos. Necesitamos Universidades que fomenten la soberanía alimentaria, basada en la agricultura campesina y familiar, y no un modelo de agro-negocios, que se cultiva sólo pensando en la meta de conseguir dólares.

Para ello, se debe criticar el discurso del ajuste ideológico (aquel que sentencia "no existe otra opción") y abrir la creatividad del diálogo comunitario autónomo, en donde algo podamos hacer.

Fuente: Comunicación Ambiental

Temas: Extractivismo

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