Cancún y un COP16 decisivo para la humanidad

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En el balneario mexicano de Cancún tendrá lugar del 29 de noviembre al 10 de diciembre de este año, la decimosexta Conferencia de las Partes (COP16) de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC). Durante doce históricos días en este paradisíaco lugar, se debatirá, en estricto apego a las implicancias del contenido de la agenda del evento, sobre el destino del homo sapiens sapiens.

 

El cambio climático o el calentamiento global antropogénico que desde principios de la década del 80, viene experimentando nuestro planeta y que ya muy pocos dudan, amenaza, de no revertirse las causas reales que lo provocan, con ocasionar un deterioro irreversible de los ecosistemas naturales y de las bases mismas de todo lo que solemos llamar como nuestra civilización.

 

Pese a la indudable gravedad del momento y que el tiempo para salvar al único hogar habitable que conocemos, se nos está agotando, las esperanzas que en Cancún se adopten los compromisos que hicieron falta en Copenhague hace un año y que los mismos sean aceptados como vinculantes por todas las naciones participantes, parecen esfumarse con rapidez injustificable. Las voces más optimistas confían en considerar a Cancún un éxito, si tan sólo se consiguen lo que ellos llaman con excesiva complacencia, como “resultados mínimos”.

 

Tal parece que otra vez, al igual que en la COP15 de Copenhague, las grandes corporaciones y los países más ricos y desarrollados del mundo, apelarán a los trucos, a las trampas y a los ardides, para evadir su gigantesca responsabilidad en las emisiones globales a la atmósfera de gases de efecto invernadero (GEI), resultantes de sus desenfrenados patrones de vida, producción y consumo. Seguirán oponiéndose a efectuar cambios en su sistema agrícola y alimentario de inequidad y despojo, a detener la deforestación creciente e irresponsable, a una disminución --no compensación-- sustantiva en la extracción y consumo de combustibles fósiles, a ponerle límites humanos a su ambición y codicia.

 

Con el desprecio habitual por el futuro de la Humanidad y su inveterada idolatría sólo por sus balances contables y sus sociedades despilfarradoras, harán de Cancún lo que han hecho siempre de estas reuniones: el escenario principal para hacer negocios a costa del desorden climático, que ellos mismos han provocado. Prometiendo claro está, que en la próxima cumbre a realizarse en Johannesburgo en el 2011, se acordarán cambios significativos en beneficio del clima mundial. Así, una vez más, se defraudará cínicamente el mandato del Plan de Acción de Bali, aprobado el 13 de diciembre del 2007.

 

La Cumbre de Cancún viene precedida de varios encuentros previos realizados en diversas partes del mundo, una vez finalizara en diciembre del 2009, la efectuada en Copenhague. En abril tuvo lugar en Cochabamba, Bolivia, con la asistencia de más de 30,000 personas, la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra. A esta se le suman los encuentros oficiales de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Protocolo de Kyoto, realizadas en la ciudad de Bonn entre mayo, junio y agosto; Tianjin, China, en los primeros días de octubre y, finalmente en ciudad México, con la reunión ministerial Pre-COP16 entre el 4 y 5 de noviembre.

 

Suficiente debate --tanto como los que hubo para la Cumbre del 2009-- ha existido para que Cancún transcurra sin tropiezos o escollos insalvables. Sin embargo, allí volverán a encontrarse, como sucedió entre el 18 y 29 de octubre de este año, durante la COP10 del Convenio de Diversidad Biológica en Nagoya, Japón, dos visiones distintas sobre las relaciones e interacciones que deben existir entre Naturaleza y seres humanos, sobre los problemas reales que aquejan a nuestro mundo, y, lo más importante, de cómo encararlos y resolverlos en beneficio de toda la humanidad.

 

Los países altamente desarrollados y sus voraces corporaciones transnacionales, a los que pueden estarse sumándose China, Brasil, India y Sudáfrica, gestores sobresalientes del cuestionado “Entendimiento de Copenhague”, de seguro insistirán en tierras mexicanas, en sus estrategias capitalistas sobre el clima, más destinadas al crecimiento de operaciones bursátiles, que a producir un impacto significativo en las emisiones a la atmósfera de GEI.

 

Monocultivos de árboles como sumideros de carbono, el mecanismo REDD (Reducción de Emisiones por la Deforestación y Degradación) con todas sus variantes, la producción de agrocombustibles, el patentamiento sobre “genes climáticos”, la geoingeniería y los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL), serán, sin duda alguna, las “soluciones” que puede permitirse el libre mercado, pero absolutamente ineficaces para detener y revertir los daños al clima de nuestro planeta. Resultaría más provecho entonces, considerar con seriedad y con la sensatez necesaria, las múltiples y variadas propuestas que un puñado de países progresistas y el movimiento social, popular, indígena y campesino, traen como mandato desde Cochabamba. Ello ayudaría a creer que Cancún, ha valido acaso la pena.

 

Como es de suponer, el cambio climático no amenaza y afecta a todos los países y regiones por igual. Contrariamente a lo que podría pensarse, los más afectados están siendo las poblaciones de los países pobres y de pequeñas islas como las Maldivas, Seychelles y Papúa Nueva Guinea, que ninguna o muy poca participación han tenido en el desarrollo de las causas de este problema. De allí la urgencia que en Cancún se establezcan de inmediato fórmulas eficaces de mitigación; lo mismo que planes realistas para reducir la vulnerabilidad de estas naciones y, principalmente, se adopten los compromisos de disminución de gases de efecto invernadero, que las actuales condiciones en el planeta están exigiendo. Aunque esto último, en la medida que se acerca la cita, parece cada vez más lejano.

 

Aún así, la Humanidad entera aguarda que la Cumbre de Cancún no sea sólo un encuentro para pronunciar discursos sensibleros, posar sonrientes para fotografías inmaculadas y tratar de engañarnos a todos con falsas promesas y acuerdos intrascendentes. Tenemos legítimo derecho a aspirar como latinoamericano, que en el año del centenario de la Revolución Mexicana y los dos siglos transcurridos de su heroica independencia, el Moon Palace Cancún y el Recinto Ferial Cancún Messe, no terminen transitando por la misma senda fracasada de los salones del Bella Center de Copenhague, hace un año. Asimismo, esperamos que Felipe Calderón ni por asomo, tenga una actuación tan patética e inmeritoria presidiendo esta Cumbre, como la que fuera exhibida por el Primer Ministro de Dinamarca, Anders Fogh Rasmussen durante la COP15. Nuestra América y el resto del mundo no se lo perdonarían.

 

Pedro Rivera Ramos - moc.liamtoh@85AREVIRORDEP

Temas: Crisis climática

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