Con la activista chilena Pancha Rodríguez, referente de la lucha de las mujeres campesinas en América Latina

Viajó a Uruguay para exponer la posición de las organizaciones campesinas frente a lo que considera la “fuerte agresión del capital” en América Latina y, sobre todo, compartir su visión acerca de cuál debe ser la “respuesta de lucha” de la gente organizada. En diálogo con la diaria, también analizó la situación de su Chile natal: en particular, del movimiento de mujeres, del avance en materia de derechos y de la vuelta de la derecha al gobierno. Sabe de lo que habla. Tiene en su haber más de cuatro décadas de militancia socialista y feminista.

Hoy integra la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas –que llegó a presidir hace 20 años– y es también una de las fundadoras de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC)-Vía Campesina. Se llama Francisca Rodríguez, pero todo el mundo la conoce como Pancha.

–¿Cuál es el trabajo que hace la CLOC en la región?

–Nosotros nos definimos desde hace ya varios años como un grupo de campesinos que caminamos, marchamos y luchamos junto a la Vía Campesina en América Latina, contra el neoliberalismo y a favor de generar una alternativa al sistema. En América Latina los campesinos luchamos por abrir paso al socialismo. ¿Cuál socialismo? Uno que tenemos que construir de cara a la nueva situación, al progreso y a la evolución que va teniendo la sociedad. Nos falta todavía definir, paso a paso, ese caminar, y de esas falencias que tenemos se aprovecha el capital, que se va a apoderando de nuestro discurso, de nuestra consigna, que es “Contra el capitalismo, contra el imperio, por la tierra; América lucha”. El capital se va apoderando incluso de nuestras demandas, para revertirlas y ponerlas a su servicio. Por ejemplo, en Chile, cuando Sebastián Piñera fue presidente, vistió a todo el gabinete de rojo y las banderas del gobierno eran rojas. Esto, por supuesto, provoca confusiones en la gente, que está muy dominada por los medios de comunicación, sobre todo, por la televisión, el cable, la CNN, que no son precisamente quienes propician las propuestas del pueblo, sino que van buscando cuáles son los caminos para coartar la lucha de los pueblos.

–¿Cómo afecta el ascenso, en los últimos años, de gobiernos de derecha en varios países de América Latina?

–Es un golpe fuerte que va minando la firmeza y aplastando los sueños de los pueblos. Y lo importante acá es cómo te repones del dolor. Te da mucha rabia, te da mucha decepción, pero después te paras y sabes que tu lucha tiene que ser más fuerte todavía. Que nosotros tenemos que ser capaces de construir movimientos amplios, unitarios. Que no es posible que hoy en día la izquierda esté fragmentada, cuando la derecha se une, y lo hace precisamente para arrebatarnos una parte de los sectores populares. Y para eso han usado todo. O sea, la descomposición social es producto de las políticas del capital. Este sistema necesita la corrupción para sobrevivir. Son herramientas del capital. Entonces nuestra lucha tiene que tener esa mirada. Tenemos que hacer una tremenda valorización de los conocimientos que los jóvenes tienen, sobre todo la destreza a la hora de manejar la tecnología. Pero también tenemos que lograr que los jóvenes sean capaces de reconocer el saber que hay en los viejos que han hecho todo un camino y una vida de lucha. Ese es nuestro legado para ellos. Cuando se vaya complementando con el conocimiento, con la destreza de la juventud, sumados su vigor, su audacia y su fuerza, creo que vamos a lograr esos cambios que queremos. Es un proceso de construir relaciones intergeneracionales, de la misma forma que vamos construyendo relaciones intergénero. No es fácil. Nosotros vivimos la época de las dictaduras y después vivimos lo que llamamos el “veranito de San Juan”: lograr gobiernos progresistas. Hoy en día, estamos viviendo otra vez los golpes de Estado, los golpes blandos, los golpes sociales, que son lo mismo que los golpes militares. Son más perversos incluso, porque cuesta identificarlos claramente, que la gente entienda que este es un golpe de Estado, que este es un golpe a la lucha de los pueblos, que es un golpe a los gobiernos progresistas.

–¿A qué países se refiere, específicamente?

–Estoy hablando de Brasil, de lo que significó Paraguay, de lo que ha sido el revés en Argentina. Te estoy hablando de lo que está pasando en Chile. Uno de los grandes problemas que enfrentamos en estos tiempos es la dispersión de la izquierda. No podemos seguir cuestionándonos entre nosotros; tenemos que buscar caminos comunes, construir espacios de unidad en los que podamos llevar adelante discusiones políticas e ideológicas. Tenemos que recuperar el debate político, porque hoy en día, si hay algo que nos ha arrebatado la derecha, ha sido precisamente la politización que tenían nuestros pueblos. Entonces pretenden tener ahora un pueblo despolitizado, y cuando hay un pueblo despolitizado está al arbitrio de los intereses del capital. Creo que estamos en un momento importante de reflexión. Para nosotros, hoy el gran reto es la formación política e ideológica de nuestra militancia, para poder hacer un trabajo abierto, fuerte y muy dirigido a los sectores populares. Tenemos que recuperar identidad. Y cuando estoy hablando de identidad es identidad de clase, porque la hemos perdido. Hoy en día, todo el mundo es clase media, y ni siquiera le alcanza para vivir a medias. Han cambiado el carácter de la pobreza para disfrazarla. Nosotros tenemos que aprender a tener una lectura diferente sobre estos cambios. Es nuestro desafío y es nuestra obligación.

–¿Qué ejemplos y acciones concretas podría mencionar en el marco de esta lucha “contra el capitalismo y el imperio”?

–Por ejemplo, la lucha por el derecho a la educación y a la educación gratuita, que unifica al pueblo. La lucha contra las AFP [Administradoras de Fondos de Pensiones] en Chile, contra los sistemas de captación de las pensiones y aprovechamiento. Son luchas comunes. Nadie podría, desde los sectores de izquierda, estar en contra. Pero cuando aparece la disputa por el poder, nos lo disputamos antes de preguntarnos para qué lo queremos. Ahí es donde tenemos que generar esta construcción de poder popular. Por eso hablamos de recuperar esta mirada desde el poder popular, donde las fuerzas radiquen en los pueblos organizados construyendo su nuevo destino. Porque tenemos muchos temas en común: la lucha contra el saqueo de nuestros territorios, por la defensa de nuestros recursos y bienes naturales, por defender lo que le pertenece a cada uno de nuestros países y a las futuras generaciones, la lucha contra el racismo y la discriminación, el mirar de una manera diferente e integral la avalancha de inmigrantes que tenemos actualmente en nuestros países. Entonces, creo que son muchas más las cosas que nos unen que las que nos desunen. Pero tenemos que mirarlo con altura, en función de la construcción de un proyecto popular alternativo que será diferente de acuerdo con las condiciones de cada uno de los países. Nosotros tenemos que empezar a soñar con esa sociedad que queremos. Todavía tenemos un gran peso frente a lo que significó la caída del socialismo. Digo la “caída” y no la “derrota”, porque el socialismo no está derrotado, está vivo. En nuestros corazones, en el pensamiento de la gente, en ese ideario del otro mundo que queremos. Por eso los campesinos hemos dicho que en América Latina dimos paso al socialismo. Y las mujeres nos pusimos de pie para decir que sin socialismo, no hay feminismo. Hoy en día, cuando hemos avanzado en la construcción de una nueva identidad y reconocimiento de la lucha de las mujeres, decimos: con feminismo, nosotras ayudaremos y aportaremos a la construcción de esa sociedad socialista que juntos tendremos que mirar.

–¿Cómo le parece que ha avanzado el movimiento feminista en América Latina, desde que empezó su militancia hasta estos días, y cuáles cree que son hoy los principales desafíos?

–Hay un avance importantísimo no solamente desde el punto de vista de la organización, sino que hay un reconocimiento de la contribución económica de las mujeres al desarrollo de la sociedad. Pero también hay un peso muy grande porque para nosotros todo este sistema capitalista, todo este desarrollo del que se habla, cae como una lápida sobre nuestras espaldas. Es decir, seguimos estando abrumadas por nuestra participación política, por el trabajo. Seguimos estando al frente del cuidado de la casa, seguimos siendo responsables del sostén de los hogares, y muchas veces nos hemos encontrado con que las mujeres tienen que esconder que ganan más que el marido para que no se depriman los hombres, porque el machismo es muy fuerte y porque el patriarcado es uno de los pilares que sostiene el sistema. El capitalismo tiene dos pilares fuertes para sostenerse: el apoliticismo y el patriarcado. Contra eso tenemos que dar una campaña feroz y derrotarlos. Las campesinas y las indígenas aportaremos desde un feminismo con identidad, y seremos una fuerza importante en la construcción de esta nueva sociedad.

–¿Qué pasa en Chile con los movimientos de mujeres y, específicamente, con los de mujeres campesinas e indígenas?

–Lamentablemente –tengo que decirlo aunque me duela mucho–, el movimiento más grande de mujeres en Chile es precisamente el de las mujeres campesinas indígenas. Esto es porque nosotras no nos aislamos. Chile es un país aislado. La cordillera de los Andes es nuestro aislamiento, y nos han hecho creer que somos los mejores, un factor que permitió que nos convirtiéramos en el laboratorio del capitalismo en América Latina. Todos los programas con los cuales se han sustentado los gobiernos derechistas en el continente han sido hechos en Chile, y eso significó que nosotros fuéramos el jaguar de América, el país del éxito, lo cual ha convocado a tanto inmigrante. De verdad da mucha pena, porque nosotros no somos el país del éxito, somos el cautivo, el aislado. Somos un país al que le ha costado un poco levantar la cabeza y mirar por sobre nuestra cordillera para ver cómo se lucha en América Latina. Entonces, el movimiento más grande que podemos destacar en Chile es el del pueblo mapuche, la defensa por su territorio y contra lo que significan las plantaciones forestales, la expansión minera, la discriminación contra un pueblo que no ha dejado de batallar. También la lucha heroica de los estudiantes por el derecho a una educación libre; la lucha que convoca al pueblo contra las AFP y contra los sistemas previsionales mercantilizados; la lucha por la salud, un sistema que hoy en día está privatizado.

–¿Cree que un nuevo gobierno de Sebastián Piñera puede llegar a revertir los avances sociales que han tenido lugar en los últimos años, durante el gobierno de Michelle Bachelet?

–Sí, claro; lo han anunciado públicamente. El problema es que como ni siquiera el gobierno de Bachelet tiene los medios de comunicación, los avances no han tenido difusión y la gente no ha tenido la capacidad para entender. Lo van a entender después. Porque después todos lloramos sobre la leche derramada. El triunfo de la derecha en Chile supone un retroceso terrible, y es verdad que cuando pasan cosas así el movimiento popular se une. Lo vemos en Brasil, lo vemos en las grandes movilizaciones en Argentina, donde nos dio pánico el triunfo de la derecha porque es incomprensible, y eso te hace pensar que si nosotros no hacemos un fuerte trabajo político, de formación política, de recuperar la identidad de nuestro pueblo, claro que le abrimos camino a la derecha. Tenemos que empezar a cerrar esos caminos que se abren porque no tenemos todavía esa concepción fuerte e histórica que tuvo el movimiento con identidad de clase, con lucha de masas para construir unidad. Y tienes que entender, pues durante tantos años se nos habló de que era perverso hablar de revolución. La otra vez yo le decía al ministro de Agricultura que nosotros tenemos un frente de masas: el frente de asalariadas, el frente indígena, el frente de productoras. Y él me miró y me dijo: “¿Frente de masas? Hace tiempo que no escuchaba esa expresión”, y se largó a reír. Eso dijo nuestro actual ministro de Agricultura, que luchó contra la dictadura pero que en tiempos de los gobiernos de la Concertación fue uno de los negociadores de los tratados de libre comercio, que se han hecho todos a espaldas del pueblo y que, más que tratados, son las cadenas que tienen los pueblos hoy en día impuestas. Por eso nosotros estamos haciendo un llamamiento fuerte a nuestra lucha y resistencia contra la Organización Mundial del Comercio, contra los tratados de libre comercio. Estas tienen que ser campañas sostenidas por la democracia y contra el capitalismo. Tenemos que ponerle el nombre que tiene. El neoliberalismo parece un nombre hasta elegante. Es como disfrazar que hoy estamos bajo la bota capitalista y que esa bota es la que tenemos que sacar de nuestro continente.

–Ante este panorama, ¿cómo es su mirada sobre la América Latina del futuro?

–Yo soy optimista, porque pienso que tenemos una juventud que cuesta a veces entenderla pero que es maravillosa. Creo que tenemos una juventud que tiene muchos conocimientos, y nosotros tenemos que derribar la barrera intergeneracional, porque es un muro que nos pone trabas difíciles. Y creo que se va a lograr. Nosotros decimos que la soberanía alimentaria como un derecho de los pueblos es garante de la soberanía popular. Nosotros tenemos que garantizar la alimentación y el desarrollo de una agricultura campesina, con una producción acorde a la cultura de los pueblos, para poder impedir el avasallamiento que sufre hoy en día la industria de la alimentación, que está amarrada con la industria química, la farmacéutica, y que va en función de explotar las grandes riquezas nuestras. Hay que empezar por allí.

Fuente: La Diaria

Temas: Feminismo y luchas de las Mujeres

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