Cuenta regresiva para Cancún, por Alejandro Nadal

La idea de una cuenta regresiva generalmente se asocia con la detonación de bombas. Pero hoy parece adecuado aplicarla a la quinta reunión ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que arranca el 10 de septiembre en Cancún

Hay demasiados conflictos latentes, listos para explotar o, por lo menos, hacer crisis y minar el proyecto privatizador de los amigos de la OMC.

Al igual que en las ministeriales anteriores, la falta de transparencia y de procedimientos democráticos marca los preparativos de esta reunión. Hace unas semanas se dio a conocer el borrador básico para la Declaración final de Cancún. Ese texto es todavía un esqueleto y debe ser completado antes de Cancún. Lo malo es que no fue generado por un proceso de consulta adecuado, y en la reunión del consejo general en la que se dio a conocer se observó un desacuerdo profundo entre países ricos y subdesarrollados. No es para menos. Desde la ronda Uruguay los países ricos se comprometieron a reducir el apoyo a sus productores agropecuarios y permitir el acceso a sus mercados. Diez años después el tema de las negociaciones agrícolas sigue siendo uno de los más contenciosos. Todavía en la reunión de Doha se fijó un plazo, que vencía en marzo de este año, para acordar las modalidades de negociación y las reducciones de esos apoyos. Pero el plazo expiró y todavía no hay acuerdo sobre metas cuantitativas de estas reducciones. En este capítulo el principal obstáculo está en Europa y Estados Unidos. La primera todavía no define la reducción de apoyos en el marco de su Política Agrícola Común, aunque hay algunos avances en materia de objetivos cuantitativos y calendarios. Y en Estados Unidos la aprobación de su farm bill aumentó dramáticamente los apoyos a los productores agrícolas y envenenó la atmósfera de las negociaciones. La controversia sobre cultivos transgénicos que enfrenta a Estados Unidos contra Europa no facilita las cosas. En Doha se fijó el compromiso de resolver (para diciembre de 2002) el espinoso asunto del acceso a medicamentos para países con poca o ninguna capacidad de producción farmacéutica en caso de emergencia. Pero Estados Unidos rechazó el proyecto de acuerdo en el último momento y las negociaciones permanecen estancadas. Para los estadunidenses ese acuerdo sólo debía cubrir un reducido número de enfermedades: sida, paludismo, tuberculosis y enfermedades infecciosas similares. Una definición más amplia fue considerada un freno al desarrollo de productos farmacéuticos. Por su parte, los países subdesarrollados prefieren no encerrarse en una estrecha lista de enfermedades. Para no quedar tan mal, Estados Unidos ofreció no demandar ante la OMC a los países "más pobres" que tengan que surtirse de medicamentos, pero sólo en las enfermedades de su corta lista. En la ministerial de Singapur, en 1996, se acordó ahondar en temas que tienen profundas implicaciones para el futuro de los países subdesarrollados. Destacan las relaciones entre comercio e inversiones, regímenes de competencia y contratos del sector público. Estos puntos se conocen ahora como los "temas de Singapur" y en Doha se impuso el compromiso de definir modalidades de negociación sobre estas materias. Su inclusión en la agenda de Cancún está rodeada de fuerte polémica, pues muchos países (Brasil, India) todavía consideran que lo primero que hay que definir es si deben colocarse en la mesa de negociación.

El Acuerdo Multilateral sobre Inversiones y Comercio (AMIC) es el tema más importante y está parcialmente cubierto en el acuerdo TRIM de 1994, pero ese arreglo sólo prohíbe medidas contrarias a los artículos III (trato nacional) y XI restricciones cuantitativas) del GATT. El AMIC con el que sueñan los países ricos impondría más restricciones a los países subdesarrollados e impediría a los receptores de inversiones extranjeras adquirir una capacidad tecnológica endógena. En combinación con un acuerdo sobre regímenes de competencia, el resultado será una camisa de fuerza para los subdesarrollados en materia de política industrial y tecnológica.

La mala noticia es que la burocracia de la OMC está atando los temas de Singapur a la negociación sobre agricultura. Eso debe rechazarse porque lo que está en juego en esos temas es demasiado amplio y no puede utilizarse como peón en el ajedrez de la OMC. Además, el compromiso de reducir los apoyos a la agricultura es una obligación vieja, ya usada como pieza de negociación en ocasiones anteriores.

En Cancún la aplanadora de los países ricos y sus trasnacionales impulsará las negociaciones en muchos otros temas contenciosos (propiedad intelectual, servicios, etcétera). Pero sólo tiene dos opciones: o arrollar con acuerdos espurios (como en Doha), que luego no pueden concretarse, o simplemente mantener vivas las negociaciones en todos los puntos problemáticos. La segunda vía les permitiría posponer la detonación de la bomba de tiempo que desde Seattle amenaza con socavar los cimientos de la OMC.

La Jornada, México, 6-8-03

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