De un vistazo y muchas aristas. Lo que dejó Río + 20

Río + 20, la Cumbre Oficial que debía proponer soluciones para las múltiples crisis socioambientales que enfrentamos, dejó un sabor amargo a todos los pueblos: los gobiernos del mundo demostraron ser absolutamente incapaces de formular políticas (aquello para que son elegidos) que respondan a los acuciantes problemas con que la humanidad se enfrenta.

Del otro lado, muy lejos del Río Centro, los pueblos tuvimos nuestra propia cumbre, la Cumbre de los Pueblos, donde actividades autogestionadas, plenarios, asambleas y multitudinarias marchas marcaron el ritmo de nuestras búsquedas. Compartimos algunas de las muchas aristas de estos contrastantes mundos.

 

La Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable (CNSD), mejor conocida como Río+20, vino y se fue. Pudo haber sido un acto importante. En lugar de ello, estableció un nuevo estándar en cómo hacerse irrelevante. La receta es sencilla: pretenda usted que nunca ha oído hablar de la crisis global.

 

El documento final de la UNCSD no menciona ni una sola vez la crisis económica y financiera global. Poco importa que la crisis ya se convirtió en la Segunda Gran Depresión. De alguna manera, los funcionarios del Programa de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente (PNUMA) consideraron que ese tema no era relevante en una conferencia sobre sustentabilidad.

 

El PNUMA buscó sacar adelante su iniciativa sobre la economía verde. En el informe presentado en Río se le define como una economía en la que aumenta el bienestar, disminuye la pobreza y mejora el medio ambiente. Se trataría de una economía socialmente incluyente, con bajas emisiones de gases invernadero y gran eficiencia en el uso y manejo de recursos.

 

Para transitar hacia una economía verde se necesita invertir anualmente el 2 por ciento del PIB mundial (entre 2010-2050) en 10 sectores clave. Es una cantidad importante. ¿Dónde se pueden encontrar esos recursos? El PNUMA responde sin rubor: en el sector financiero. Según esta agencia el sector financiero tiene a su disposición una montaña de recursos y cada vez está más interesado en una cartera de inversiones que minimiza el costo ambiental y social, al mismo tiempo que capitaliza con tecnologías verdes.

 

La amistad del PNUMA con el sector financiero se confirma cuando se mencionan los mercados e instrumentos que ahora estarían del lado de la justicia y la salud ambiental: bonos verdes, bonos de carbono, REDD+, y activos de propiedad verde, etc. Ahí está: la financiarización de la naturaleza. Nunca se le ocurrió a los funcionarios del PNUMA que el desarrollo de estos mercados novedosos proviene de la búsqueda de espacios de rentabilidad en un mundo en el que la economía real permanece estancada.

 

El PNUMA en Río ha buscado tapar el sol con un dedo. Ha querido ignorar el hecho de que el sector financiero es el epicentro de la crisis global. El colapso de la economía mundial se mantiene en buena porque la opacidad de las operaciones financieras aceleró el contagio al principio y ahora impide reactivar el mercado interbancario. Alejandro Nadal, Río+20: sumisión al poder financiero, La Jornada, 27 de junio, 2012.

 

Una vez más, se pone en venta: las personas y la naturaleza. El acuerdo, como ya se esperaba, está muy lejos de la acción necesaria para abordar las crisis planetarias que afrontamos, y no contempla ninguna de las soluciones planteadas por la sociedad civil en la Cumbre de los Pueblos. Esta declaración de mínimos se debe principalmente a la influencia que ejercen los lobbies empresariales en Naciones Unidas, tal y como ha estado denunciando Amigos de la Tierra con su informe “Liberamos a la ONU de la cooptación empresarial”. Por lo contrario, la sociedad civil ha hecho su parte saliendo a la calle para exigir un acuerdo justo, y junto a algunos países del Sur Global han impedido una declaración, que nos hubiera colocado en una situación mucho peor que la de hace 20 años.

 

Amigos de la Tierra ha desempeñado un papel clave en la Cumbre alternativa. Este espacio apoyado por unas 200 organizaciones de la sociedad civil, durante 9 días (y no sólo tres como la cumbre), ha dado respuestas a las crisis, debatiendo y proponiendo ideas para el cambio que necesitamos. “Entre las propuestas, la Soberanía alimentaria, la justicia climática y económica, se han constituido como parte de las soluciones al panorama medioambiental y social, presente y futuro, señaló Nnimmo Bassey, presidente de Amigos de la Tierra Internacional.

 

“Junto a nuestros aliados, continuaremos denunciando los procesos de toma de decisiones que vienen determinados por el sector privado, sin que se escuche al 99% de la gente”, señaló Lucía Ortiz, “la gente que está en la cumbre alternativa, pero también a los “indignados” de todo el mundo”, agregó.

 

La Declaración de Río+20 sigue considerando voluntaria la rendición de cuentas en materia de sostenibilidad por parte de las empresas, enfoque ya presente hace 10 años y que se ha demostrado absolutamente insuficiente para abordar correctamente los abusos y crímenes de las empresas.

 

De manera desafortunada, la Declaración de Río pone un acento desmesurado en la contribución del sector privado en cuanto a financiación: estipula que los gobiernos deberían apoyar iniciativas que “promuevan la contribución del sector privado” y sólo hace referencia a la movilización de fondos públicos en relación a acuerdos colaboración público-privado. La Cumbre de Río+20 condena a la gente y al planeta, Amigos de la Tierra, junio, 2012

 

En lugar de avanzar drásticamente para desarmar los mitos y falsedades de gobiernos y trasnacionales para seguir llenando impunemente de tóxicos la comida, el agua, el aire, los cuerpos y el ambiente, la conferencia quedó atrapada entre los países que querían volver más atrás de 92 (como Estados Unidos), los que pretendían avanzar en la falacia de la llamada “economía verde” (como Europa y otros) y muchos países del Sur que criticaron esa economía verde (lo cual teóricamente es bueno) pero lo hicieron porque lo ven como una “traba al desarrollo” y potencial fuente de nuevas condicionalidades para financiamiento. En el camino se retrocedió en principios básicos establecidos en Río 92, como el de “responsabilidades comunes pero diferenciadas” —que alude a que son principalmente los países más industrializados y sus transnacionales quienes se beneficiaron y crearon los problemas ambientales y deben asumir mayor responsabilidad por ello—; el derecho a la información y el de “el contaminador paga” (aún siendo un principio perverso, porque significa que los que tienen dinero se compran el derecho a contaminar). Para botón de muestra del tono de las negociaciones, baste decir que el capítulo sobre minería, una de las actividades más contaminantes del planeta, que en la última década ha avanzado vertiginosamente devastando aguas, tierras y territorios indígenas y campesinos, fue “coordinado” por Canadá, patria global de las mafiosas trasnacionales mineras. Como consecuencia, se borró la referencia a obligación de consulta previa a comunidades indígenas y locales (que igual aplica porque está asentada en otros convenios, pero significativamente quisieron eliminar del tema minería).

 

La única “novedad” de la conferencia fue el empuje a la llamada “economía verde”, que pretende aumentar los mercados financieros con la naturaleza y legitimar el uso de nuevas tecnologías para “resolver” los problemas, sin tener que tocar los patrones dominantes de producción y consumo.

 

No salió como mensaje limpio como pretendían sus principales promotores (gobiernos de Unión Europea, Korea, Programa de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente, PNUMA) en parte por la resistencia desde muchos países del Sur, pero también el planteo desconoce las causas de la crisis financiera, cuando se basa en aumentar los mercados financieros (de carbono, biodiversidad, servicios ambientales). Sin embargo, pese a la controversia, el documento de Río+20 llama a crear “ambientes propicios” legal y financieramente, da un concepto ambiguo de economía verde, que sin duda será interpretado por las trasnacionales, los gobiernos y las instituciones financieras internacionales según les convenga y aumenta las potestades del PNUMA.

 

Cabe destacar la reserva explícita de Bolivia en la plenaria final, que “rechaza la “economía verde” como modelo y herramienta para la privatización de la naturaleza y la sociedad [… y se reserva ante…] cualquier interpretación derivada como: mercantilización de funciones y ciclos de la naturaleza y pago por servicios ambientales…”

 

La tecnología como “solución” y una visión estrecha y lineal de la ciencia, quedó omnipresente en todos los temas, lo que convierte en más significativo que desde el Grupo ETC y organizaciones de la sociedad civil, logramos que se reconociera la necesidad de evaluar previamente a nivel nacional, regional e internacional a las nuevas tecnologías, “en vista del rápido desarrollo y despliegue de tecnologías que puedan tener efectos negativos, en particular sobre la biodiversidad y la salud, y otras consecuencias imprevistas”. Además, se reforzó el rechazo a la fertilización oceánica, una de las técnicas de geoingeniería más desarrolladas, abriendo camino para la prohibición de la geoingeniería en su conjunto, demanda asumida explícitamente desde la Cumbre de los Pueblos por Justicia Social y Ambiental.

 

La Cumbre de los Pueblos logró robar atención mediática con varias movilizaciones y una manifestación unitaria de todos los movimientos sociales con 80 mil personas. Lo más importante, sin embargo, fue la forma novedosa de participación real de miles de personas en plenarias temáticas —no de aclamación y masividad solamente, sino de reflexión y construcción detallada de diagnóstico y propuestas colectivas— que volvieron al centro del debate los temas de fondo: la crisis múltiples del sistema capitalista y las falacias de las falsas “soluciones”, como la economía verde. Primavera silenciosa menos 50, Silvia Ribeiro, investigadora del Grupo ETC, La Jornada, 30 de junio, 2012

 

Así como están las cosas sería quizá pertinente distinguir algunas estrategias de resistencia sabiendo que las negociaciones y los debates en las Naciones Unidas son apenas uno de los escenarios de esta problemática global, el más desgastado y ahora cooptado por el interés transnacional y la ideología del desarrollismo, se está convirtiendo peligrosamente en un lugar de palabras repetidas y vaciadas de contenido con altavoz. Una retórica difícil de asir y sobre todo de controlar desde la sociedad civil; sus resultados, cualquiera que fueran, podrán ser atrapados por el sistema de lucro.

 

Un otro escenario mucho más relevante es el de la economía que nos lleva a considerar seriamente el poder las corporaciones con sus negocios y sus reglas en todas partes, un terreno muy concreto de acción que debe recoger la experiencia de innumerables luchas exitosas en parar el poder corporativo y que está llevando a resistir la explotación minera, la mercantilización del agua, de la salud, de la vida. Este segundo escenario incluye la consideración de las economías no visibles que funcionan y dan vida a formas solidarias de organización social y que pocas veces son reivindicadas como caminos posibles para la restauración y resignificación de la economía y del tejido social.

 

Un tercer ámbito es el de los imaginarios, de las subjetividades, la cultura y por tanto uno de los más importantes porque acompañan los hábitos sociales y pueden ser engranajes de una vida o de consumo o de cuidado, de violencia o solidaridad, de dominio y sumisión o de democracia y participación. En este terreno la construcción de relaciones equitativas entre géneros, entre etnicidades, intergeneracionales y diversas podría contribuir sustancial-mente a una relación más armónica con la naturaleza o al menos preparar la subjetividad para ello.

 

Los intereses que están detrás de la economía verde no son algo etéreo y no porque no se los explicite dejarán de existir en su esencia. La economía verde es el nuevo ropaje del poder corporativo, lleva su nombre inscrito con sangre de los pueblos en la frente y es allí donde la resistencia al nuevo modelo será más eficaz. No en los foros ni declaraciones; no en el resultado de la negociación ni en discursos de resistencia abstracta sino en la defensa de los territorios, del agua, de las semillas, de los servicios públicos, de la vida, de la economía solidaria, del reconocimiento al trabajo impago de las mujeres, en la resistencia a la minería extractivista e irresponsable, a las plantas nucleares, al lucro de las empresas con la energía y el agua, en defensa de los pueblos en el día a día.

 

La Economía verde viene con nombre y apellido: se llama Poder Transnacional y nos hemos mirado frente a frente, los hemos frenado en varias partes del mundo, les hemos obligado a retirarse. La indignación y la conciencia sobre el daño que causan existe y es inmensa.

 

Es allí donde vamos a permanecer, pues nosotros y nosotras que no queremos convertirnos en sofisticados profetas del desastre, las palabras no nos satisfacen, buscamos ir más allá. Y ante el cinismo de la “sostenibilidad de la ambición”, nos otorgamos el derecho a redefinir la sustentabilidad como la tarea de resistir el modelo creando las bases de la justicia, equidad y cuidado, sentando bases éticas, principios de coherencia y ejemplos de consecuencia capaces de sembrar esperanza en nuestros hijos e hijas para el futuro. La Economía Verde viene con nombre y apellido: se llama Poder Corporativo, Elizabeth Peredo Beltrán, 27 de junio, 2012

 

Más de 80 mil hombres y mujeres formaron un mar de personas que, organizadas, cubrieron la Avenida Río Branco en el centro de Río de Janeiro, desde la iglesia de la Candelaria, hasta Cinelandia. La movilización global convocada por el Grupo de Articulación de la Cúpula de los Pueblos y conformada por diversos movimientos y por la población de Río de Janeiro, fue el marco para que se levantara la voz de los pueblos de todo el mundo contra la pobre parodia puesta en escena en la conferencia oficial, Río +20, por los jefes de Estado y las grandes corporaciones, incapaces de promover justicia social y ambiental.

 

En un llamado a la unidad de toda la clase trabajadora mundial, el dirigente de la Vía Campesina, João Pedro Stédile, convocó al gran contingente a un pacto histórico: “proponemos el pacto de Río de Janeiro de los pueblos en lucha para que volvamos a nuestros lugares de origen y todos los días llevemos adelante luchas contra nuestros verdaderos enemigos”. Stédile alerta al mundo que los grandes contaminadores, usurpadores de los recursos naturales de los pueblos, que destruyen la vida en la Tierra tienen “¡nombre y apellido, es el capitalismo, las grandes transnacionales, Monsanto Cargill, los bancos!”

 

El líder de los Sin Tierra llama la atención sobre el momento que vivimos, de capitalismo en crisis, en que los capitalistas ganan aún más. Explicó que “...avanzan queriendo apoderarse de los recursos del mundo, para protegerse de la crisis y enseguida, con la privatización de la tierra, el agua y hasta el aire (con los créditos de carbono), retomar así sus ciclos de usurpación”. Sin embargo, frente a un contingente jamás visto en las luchas en las calles del país, desde 1989, dejó la esperanza de que nuevos tiempos se pueden estar anunciando, en los que los pueblos, “cansados de las políticas del neoliberalismo, caminan por sus propios medios”.

 

Los gritos de todas las comunidades, movimientos y pueblos en lucha se escucharon a lo largo de la manifestación que pautó el fin de este sistema de explotación del trabajo y de los recursos naturales hasta agotarlos; la construcción de nuevos paradigmas, como la alternativa de la Agroecología en la alimentación del planeta; los derechos, culturas y demandas de los pueblos. Aportando, lo que ella llamó “el calor revolucionario del Caribe”, Camille Chalmers, de Haití, fue enfática al exigir el fin del colonialismo en países como Curazao y Puerto Ricco, del neocolonialismo sufrido por Haití, y reclamó con firmeza: “¡las tropas de la ONU deben salir ya de Haití!”

 

Los miles de hombres y mujeres campesinos, urbanos, de todos los confines el planeta hacían coro en contra de la “Economía Verde” propuesta por los bancos y jefes de Estado para el planeta: el capitalismo travestido de sustentabilidad. Iniciativas como los REDD o la farsa de los créditos de carbono, que financializan la propia vida y el medio ambiente, fueron rechazadas por la población que converge hacia una plataforma mundial de soluciones ya presentadas y que los propios pueblos del mundo practican para “enfriar el planeta”, a partir de la agricultura campesina y un nuevo marco económico. Cumbre de los Pueblos lleva 80 mil hombres y mujeres a las calles por justicia social y ambiental, Vía Campesina, junio 2012

 

La relación inseparable entre los seres humanos y la Tierra, inherente para los pueblos indígenas debe ser respetada por el bien de las generaciones futuras y toda la humanidad. Instamos a toda la humanidad a unirse con nosotros para transformar las estructuras sociales, las instituciones y relaciones de poder que son la base de nuestra pobreza, opresión y explotación. La globalización imperialista explota todo lo que sostiene la vida y daña la tierra. Necesitamos reorientar totalmente la producción y el consumo en base de las necesidades humanas en lugar de la acumulación desenfrenada de ganancia de para unos pocos. La sociedad debe tomar control colectivo de los recursos productivos para satisfacer las necesidades de desarrollo social sostenible y evitar la sobreproducción, el sobreconsumo y la sobreexplotación de las personas y la naturaleza que son inevitables bajo prevaleciente sistema capitalista monopólico. Debemos enfocarnos en comunidades sostenibles con base en saberes indígenas y no en el desarrollo capitalista.

 

Exigimos que las Naciones Unidas, los gobiernos y las empresas abandonen las falsas soluciones al cambio climático, tales como las grandes represas hidroeléctricas, los organismos genéticamente modificados, incluyendo los árboles transgénicos, las plantaciones, los agrocombustibles, el “carbón limpio”, la energía nuclear, el gas natural, el fracturamiento hidráulico, la nanotecnología, la biología sintética, la bioenergía, la biomasa, el biochar, la geoingeniería, los mercados de carbono, los Mecanismos de Desarrollo Limpio y REDD+ que ponen en peligro el futuro y la vida tal como la conocemos. En lugar de ayudar a reducir el calentamiento global, envenenan y destruyen el medio ambiente y dejan que la crisis climática aumente exponencialmente, lo que puede dejar el planeta prácticamente inhabitable.

 

No podemos permitir que las falsas soluciones destruyan el equilibrio de la Tierra, asesinen a las estaciones, desencadenen el caos del mal tiempo, privaticen la vida y amenacen la supervivencia de la humanidad. La Economía Verde es un crimen de lesa humanidad y contra la Tierra.

 

Para lograr el desarrollo sostenible los Estados deben reconocer los sistemas tradicionales de manejo de recursos de los pueblos indígenas que han existido por milenios, sosteniéndonos aun durante el colonialismo. Es fundamental asegurar la participación activa de los pueblos indígenas en los procesos de toma de decisiones que les afectan y su derecho al consentimiento libre, previo e informado. Los Estados también deben proporcionar apoyo a los pueblos indígenas que sea apropiado a su sustentabilidad y prioridades libremente determinadas, sin restricciones y directrices limitantes.

 

Seguiremos luchando contra la construcción de represas hidroeléctricas y todas las formas de producción de energía que afectan a nuestras aguas, nuestros peces, nuestra biodiversidad y los ecosistemas que contribuyen a nuestra soberanía alimentaria. Trabajaremos para preservar nuestros territorios contra el veneno de las plantaciones de monocultivos, de las industrias extractivas y otros proyectos destructivos del medioambiente, y continuar nuestras formas de vida, preservando nuestras culturas e identidades. Trabajaremos para preservar nuestras plantas y las semillas tradicionales, y mantener el equilibrio entre nuestras necesidades y las necesidades de nuestra Madre Tierra y su capacidad de sostener la vida. Demostraremos al mundo que se puede y se debe hacer. En todos estos asuntos recopilaremos y organizaremos la solidaridad de todos los pueblos indígenas de todas partes del mundo, y todas las demás fuentes de solidaridad con los no indígenas de buena voluntad a unirse a nuestra lucha por la soberanía alimentaria y la seguridad alimentaria. Rechazamos la privatización y el control corporativo de los recursos, tales como nuestras semillas tradicionales y de los alimentos. Por último, exigimos a los Estados que defendían nuestros derechos al control de nuestros sistemas de gestión tradicionales y ofrezcan un apoyo concreto, tales como las tecnologías apropiadas para que podamos desarrollar nuestra soberanía alimentaria.

 

Rechazamos las promesas falsas del desarrollo sostenible y soluciones al cambio climático que solamente sirven al orden económico dominante. Rechazamos REDD, REDD+ y otras soluciones basadas en el mercado que tienen como enfoque nuestros bosques, para seguir violando nuestros derechos inherentes a la libre determinación y el derecho a nuestras tierras, territorios, aguas y recursos, y el derecho de la Tierra a crear y sostener la vida. No existe tal cosa como “minería sostenible”. No hay tal cosa como “petróleo ético”.

 

Rechazamos la aplicación de derechos de propiedad intelectual sobre los recursos genéticos y el conocimiento tradicional de los pueblos indígenas que resulta en la enajenación y mercantilización de lo Sagrado esencial para nuestras vidas y culturas. Rechazamos las formas industriales de la producción alimentaria que promueve el uso de agrotóxicos, semillas y organismos transgénicos. Por lo tanto, afirmamos nuestro derecho a poseer, controlar, proteger y heredar las semillas criollas, plantas medicinales y los conocimientos tradicionales provenientes de nuestras tierras y territorios para el beneficio de nuestras futuras generaciones. Declaración de Kari-oca 2, Conferencia Mundial de los Pueblos Indígenas sobre Río+20 y la Madre Tierra, Río de Janeiro, 18 de junio 2012

 

Fuente: GRAIN

Temas: Economía verde

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