En lo profundo de la selva zapatista

Idioma Español
País México

Todos los verdes de la selva inundan los caminos. Para donde se mire hay amates, zapote, chicle y guanacaztle, ceibas y miles de chaniv que recuestan sus palos delgados sobre arroyos y ríos. La caoba y el cedro sólo muy arriba, allá en lo alto del cerro. Las maderas preciosas de la parte baja de la montaña se las acabaron desde hace tiempo los grandes aserraderos, primero privados y luego del gobierno

Gloria Muñoz Ramírez, Libertad de los Pueblos Mayas, Chiapas. Ni para qué explicar el nombre de Libertad de los Pueblos Mayas, es así porque así se entiende su lucha. Votaron las 18 comunidades zapatistas que lo conforman y le dejaron el nombre desde diciembre de 1994, cuando nació. Es uno de los 38 municipios rebeldes y su autonomía se despliega por lo profundo de la cañada tzeltal de Ocosingo y sobre las riberas de los ríos Jataté y Azul, hasta la entrada de Montes Azules y más adentro, donde descansa, aunque no en paz, la biodiversidad más rica y codiciada del país.

A orillas del río Jataté, cerca de la desembocadura con el Lacantún, llegando en lancha por Amatitlán o por Hermosillo, o a pie por la ribera, se encuentra la comunidad Miguel Hidalgo, viejo poblado rebelde, cuna de insurgentes y milicianos, cabecera municipal autónoma de Libertad de los Pueblos Mayas y falda de Montes Azules.

En la entrada un grupo teje sus redes para salir a pescar al día siguiente un poco de makabil, mojarras o bobos. Es primavera, se acerca la seca o cuaresma y el resto de la comunidad está rozando la milpa, alistándola para la siembra de mayo, con las primeras lluvias.

Apenas el año pasado, en pleno auge de una ofensiva más contra las comunidades asentadas en esta zona, el gobierno de Vicente Fox, con el pretexto de la protección ecológica de Montes Azules, encabezó una campaña para desalojar a los poblados indígenas de la región. El trasfondo de la maniobra era, y es, entregar la explotación de la biosfera a las empresas transnacionales.

La afirmación anterior podría ser sólo retórica antigubernamental, pero justo durante la visita a Miguel Hidalgo aparece un grupo de cuatro expedicionarios estadunidenses ataviados a la Indiana Jones y con equipos de montaña. El grupo se instala en el centro de la comunidad y sin permiso de sus moradores empieza a tomar fotografías de los niños y del paisaje.

"Somos de Estados Unidos, no somos enemigos", responden cuando se les increpa. Y después, a rajatabla, explican: "Estamos recorriendo algunas comunidades porque queremos organizar un proyecto de turismo de aventura... Venimos de hablar con el gobernador del estado y traemos permiso. Aquí es bonito, queremos que se conozca en nuestro país a estos indígenas, que la gente de allá venga. No queremos hacer daño". La comunidad los invita amablemente a retirarse. Emprenden la salida en plena lluvia. Atrás queda la comunidad con sus casi quinientos zapatistas y con la casita en construcción del consejo autónomo de Libertad de Los Pueblos Mayas.

A unos minutos de San Quintín, donde se asienta una de las principales bases militares que desde 1995 invaden la zona, se encuentra el desvío a Agua María. Una hora de camino de potreros y se asoman estas tierras recuperadas por los zapatistas en enero de 1994. Unas cien hectáreas, por lo menos, que pertenecían al rancho La Taberna.

El nombre de Agua María "se lo pusimos los zapatistas porque de por sí hay un manantial y una Virgen María en una cuevita dentro del agua. Ahí estaba cuando llegamos", cuentan los habitantes, los primeros que llegaron en 1996 y venían de San Marcos, en la misma selva. Apenas el año pasado llegaron los pequeños núcleos familiares procedentes de Primero de Enero y Santa Cruz, comunidades antes asentadas en la Reserva Integral de la Biosfera de Montes Azules y, por lo mismo, amenazadas de ser desalojadas.

La historia de las expulsiones forzadas y las migraciones de indígenas en busca de tierra se cuenta una y otra vez en esta zona. La vida es itinerante, un viaje constante: "Antes del 94 vivía yo en tierra fría, allá por el municipio de Chenalhó. Soy tzotzil de Los Altos, donde me ingresé a la organización zapatista. Allá no teníamos tierra y trabajábamos muy duro para conseguir la comida. Sabemos pues que hay compañeros que están adentro de la selva, y por eso vine a ver y pedí entrada en Santa Cruz, mero en Montes Azules. Ahí llegué con mi familia en el año 2000, pero luego de cinco años otra vez nos tuvimos que salir porque por allá estábamos muy solos y muy amenazados".

Agua María es actualmente habitada por siete familias, 64 personas en total, dedicadas todas a la siembra del maíz en colectivo, y a la crianza de ganado, los que tienen. Cuentan con una pequeña escuela autónoma llamada "Francisco Villa" y ya construyen una austera casa de salud. Hace tiempo que las mujeres se organizan en un colectivo de pollo y de ahí ya sacaron para poner una tiendita cuyas ganancias sirven, entre otras cosas, para los pasajes del promotor de salud cuando se va a tomar curso.

Los rugidos de los saraguatos acompañan la travesía hasta Nuevo Limar, a donde se llega después de dos días de camino por ríos, potreros y montañas altas. Una no se puede imaginar nada más verde y más profundo. Por acá todavía se encuentran monos, tigrillos, venados, dantas, jabalíes y tejones. También están el tucán, la guacamaya y el loro, la perdiz y el lorochango, que es un pajarito "negrito, pero que no espanta y canta bonito".

Se diría que nadie llegó antes a este recóndito lugar, pero es territorio indígena ancestral, ocupado la mayor parte de los últimos 1 500 años por los mayas y luego por el pueblo chol. Los zapatistas lo (re)fundaron en 1999, con la llegada de unas cuantas familias de Sabanilla. Llegaron primero a Nueva Esperanza, muy adentro de los Montes, en 1982. Poco después conocieron la organización zapatista y se integraron al trabajo clandestino. Son, pues, casi fundadores del ezln.

El peregrinaje posterior, por diferencias con un grupo que salió de la organización, los llevó a La Pimienta, donde permanecieron otros dos años, y luego salieron de ahí para fundar Nuevo Limar, en lo profundo de la selva. Eran en ese tiempo sólo nueve familias, 46 personas en total. A ellas se sumaron el año pasado 22 familias procedentes del poblado Doce de Diciembre. Ninguna piensa abandonar la biosfera. La cuidan y la respetan.

Sigue siendo un pueblo muy joven y en construcción, aunque ya tiene una pequeña escuela que, aunque sin paredes, funciona mejor que otras también autónomas. La salud la resuelven en su mayoría con las plantas medicinales que abundan en la montaña.

Tierra de tzeltales y tojolabales. También de choles y migraciones tzotziles. Tierra aún rica en árboles y plantas, en arroyos y grandes ríos navegables. Rebelde y digna. Militarizada y saqueada. Cuna de grandes culturas mesoamericanas ahora despojadas y cuna, también, del movimiento rebelde que ahora recorre el país entero.

Fuente: La Jornada, Suplemento Ojarasca 108 - abril 2006

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