Extracción petrolera en Colombia: Tragedia anunciada

Idioma Español
País Colombia

Crónica y fotoreportaje de la tragedia ambiental en Casanare, Colombia, donde la extracción petrolera ahuyentó el agua de las comunidades.

Compartimos una crónica desde CENSAT-Amigos de la Tierra Colombia, en torno a la declaratoria de calamidad climática en el departamento de Casanare, Orinoquía colombiana, que se grafica en una galería de imágenes. Esta “tragedia anunciada” está asociada a la intensa explotación petrolera en esa región colombiana, a costa de la escasez de agua para la producción de alimentos y las propias comunidades.

Al desatarse el revuelo mediático por la extrema sequía que se vive en el municipio de Paz de Ariporo-Casanare, Colombia, en medio de las fuertes imágenes que generan la indignación colectiva, la confusa disparidad de cifras oficiales y los diferentes pronunciamientos de pobladores, autoridades y organizaciones para denunciar la falta de atención inmediata, se han generado múltiples versiones acerca de las causas de esta tragedia y los culpables tras de ella.

Mientras los pronunciamientos desde el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (IDEAM) hablan de "una tragedia anunciada" a causa del cambio climático, cada vez más crecen las voces en contra de la exploración y explotación petrolera en la región. Sin embargo, son los pobladores de la región, quienes han visto las transformaciones territoriales a lo largo del tiempo y construido sus formas de vida e identidades culturales con arraigo a la sabana, quienes pueden dar señales claras sobre lo que sucede actualmente en los llanos orientales. Así que fuimos en busca de sus testimonios.

Desde la llegada a Yopal, se dejan sentir las fuertes transformaciones sociales y ambientales a causa de la explotación petrolera. Yopal es la ciudad de Colombia con mayor crecimiento poblacional y comercial en los últimos años, y con uno de los costos de vida más elevados del país. Sus calles están inundadas de hoteles y restaurantes para albergar a los contratistas y empleados de las diferentes empresas petroleras que se han asentado en la región. Sin embargo no hay suministro de agua potable desde hace tres años tras el colapso de dos plantas de tratamiento en los años 2012 y 2013 y la desestabilización geológica que sufrió la bocatoma del acueducto, luego de que en 1994 contratistas de la empresa BP realizaran exploración sísmica en la reserva forestal La Tablona donde está ubicada.

Mientras los habitantes de Yopal hablan sobre cómo ya se acostumbraron a hacer extensas filas frente a un carrotanque para conseguir el líquido vital, se hace expreso su temor de que lo que observan en los diarios y noticieros, como una realidad cercana pero ajena, se extienda por todo el departamento. Al mismo tiempo, allí en Yopal se reunían a puerta cerrada en las oficinas de Corporinoquía, la ministra de ambiente Luz Helena Sarmiento, los directores de diversas instituciones como el Instituto Von Humboldt, IDEAM y las autoridades departamentales. Al finalizar la reunión, durante una rueda de prensa, la ministra anuncia las inversiones que se harán en el marco de un nodo para enfrentar el cambio climático.

¿Para dónde se fue el agua?

Decenas de periodistas de medios locales y dos diputados del Casanare le preguntan sobre la relación que tiene el otorgamiento de licencias ambientales a diversas empresas petroleras por parte de la Agencia Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) y el poco seguimiento a los respectivos Planes de Manejo Ambiental (PMA), con la grave sequía que vive el departamento, no obstante, la respuesta de la ministra resulta evasiva. Lo cierto, según comentan los periodistas, es que ninguna de las entidades han hecho público un estudio hidrogeológico que pueda esclarecer la pregunta ineludible: ¿Para dónde se fue el agua? Las sequías son una condición climática propia de la región que se repiten año tras año, pero nunca antes habían tenido tal magnitud en términos de agotamiento de los cuerpos hídricos.

Con este panorama partimos hacia Paz de Ariporo, el segundo municipio más grande de Colombia, con un recorrido de casi 300 Km desde la cabecera municipal hasta Normandía, el área en emergencia. En el primer tramo se extienden, a lado y lado del camino, los cultivos de arroz que paulatinamente desaparecen al igual que la carretera pavimentada. En el segundo tramo, el polvo levantado por los camiones transportadores de petróleo que transitan incesantemente por la vía destapada baña los pastos, el ganado y los pequeños cuerpos de agua, donde aún sobreviven algunos animales.

Ya en el tercer tramo, a medida que la carretera se ramifica con diferentes señales con nombres como Leona, Dorotea, La Cuerva, Guachiría -que indican la entrada a los 17 pozos petroleros asignados en la zona-, el paisaje se torna desolador. Ya se pueden observar los huecos donde estaban los esteros, hábitat de gran cantidad de especies animales, entre los que se cuentan variedad de peces, tortugas, caimanes, venados y chigüiros; estos últimos, aún vivos, se apilaban bajo los desagües de la carretera en un fuerte estado de deshidratación, como también las vacas y terneros propios de la ganadería extensiva -en el área existe una relación de una cabeza de ganado por cada dos hectáreas- que se ha realizado históricamente en la región. La palma aceitera, que por su gran consumo de agua ha sido nombrada como causante de este daño ambiental, nunca apareció y los pobladores dicen nunca haber visto uno de estos monocultivos en la zona.

“Veintiochazo”

Las historias de los pobladores que nos acompañaron durante el recorrido se contrastaban entre el orgullo por su herencia de pueblo recio, que peleó por la libertad ante los españoles en el pantano de Vargas y junto a Guadalupe Salcedo en los años 50, y el dolor por la desaparición de la cultura ganadera que se estableció en estas sabanas inundables de mano de los monjes jesuitas desde la colonia. Hoy los pobladores cuentan que los jóvenes ya no quieren trabajar en los oficios ganaderos y se encuentran a la espera de un "ventiochazo", como llaman en la zona a los contratos de servicios de veintiocho días que ofertan las empresas petroleras cada tres o cuatro meses. Así los paisajes de las llanuras ya no retumban por el galope de caballos zainos, ruanos o bayos, sino por el ruido de motos y camionetas.
Finalmente llegamos al campamento establecido por la Cruz Roja y la Defensa Civil, donde se levanta un anuncio que reza “Declaratoria de calamidad por temporada seca”. El despliegue para la emergencia citó desde funcionarios de la Corporación Autónoma hasta miembros de la Policía Nacional y el CTI (Cuerpo Técnico de Investigaciones, de la Fiscalía General), a ellos se suman algunos miembros de la comunidad que se encargan de guiar las operaciones, y atender la alimentación y hospedaje de la gran cantidad de personas que se encuentran en el área, algo nunca visto por los habitantes de la sabana.

Según lo relatado por estos líderes comunitarios, la maquinaria movilizada y el plan de contingencia que se ha puesto en marcha tiene dos ejes. El primero, el abastecimiento de agua para los esteros secos por medio de carrotanques y la construcción de pozos profundos; el segundo, la disposición final de los restos de animales muertos por la emergencia sanitaria que representan. Los carrotanques tardan por lo menos tres horas en completar la recarga de agua y una hora en el llenado, por otro lado, el agua tarda un par de días en volver a filtrarse o evaporarse y el estero vuelve a quedar seco. Por su parte, para la construcción de los pozos se precisan uno o dos días en ubicar el acuífero y perforar el pozo. Paralelo al plan de contingencia, la Fiscalía General de la Nación adelanta una investigación con miembros del CTI para encontrar las causas del suceso. De esta manera, el acceso de otras investigaciones académicas orientadas al establecimiento de las causas del desabastecimiento hídrico están prohibidas por considerar que pueden alterar la escena de la investigación judicial.

A partir de allí, el recorrido por las zonas más afectadas se realiza por trochas remarcadas en las sabanas grises y cuarteadas sobre la cuales se observan las torres de los taladros de varios pozos petroleros. El olor putrefacto que viene de las pilas de cuerpos de animales junto a las máquinas que excavan las fosas se esparce por miles de hectáreas anunciando lo que vendrá a la vista. El ganado que no encuentra los pastos adecuados para su nutrición, ni el agua de los esteros que les sirven como abrevaderos, se tiende sobre el suelo cediendo a los letales calambres. También encontramos restos de chigüiros en diferentes estados de descomposición y, junto a ellos, otros tantos de estos roedores que por su comportamiento territorial se mantienen en los esteros secos. Las galápagos apiladas caminan unas sobre otras en uno de los pequeños pozos recargados con carrotanque y algunas babillas también se encuentran allí. Los cerdos salvajes a pesar de la sed aprovechan para alimentarse de los restos de otros animales y las bandadas de gallinazos, en los alrededores, se posan sobre los árboles olfateando atentamente para encontrar entre la muerte la posibilidad de sobrevivir.

Muerte masiva, migración forzada

Los habitantes de este rincón de Paz de Ariporo, la vereda Normandía, se ocupan de hacer abrevaderos y llenar esteros con el agua subterránea extraída, intentando salvar el ganado propio o ajeno -gran cantidad de ellos son encargados de hatos y fincas de terratenientes que no viven en la zona- que es su principal fuente de sustento. Los pobladores expresan gran conmoción por la desaparición de la fauna que muchos de ellos salvaguardaron durante años con técnicas como las "tapas" de agua -pequeños reservorios que se excavan y se llenan de agua como preparación a las sequías-, hoy prohibidas por Corporinoquía. Pero, sobre todo se encuentran preocupados porque en un próxima sequía nos encontremos con una muerte masiva y migración forzada de su propia especie, la humana.

Para ellos, los "criollos", las causas de la sequía están claramente asociadas a la explotación de hidrocarburos y la preliminar exploración sísmica que llegaron a esta alejada zona del país antes que los colegios, el centro de salud, la luz eléctrica o la señal de teléfonos celulares. Sus argumentos parten de la comparación entre las sabanas que conocieron hace veinte años donde ya durante medio siglo había convivido la ganadería, al igual que las especies de fauna y flora endémicas con las temporadas de sequía e inundación propias de la región, y las extremas condiciones climáticas y el agotamiento de las aguas superficiales que se intensificaron año a año desde la llegada de la industria petrolera.

Fue entonces cuando nos comentaron de un lugar cercano llamado la laguna Los Cristales, que está dentro del mismo municipio y por lo tanto enfrenta la misma temporada de sequía, pero alejada de los pozos petroleros.

Buscando llegar hasta Los Cristales la noche nos acogió en La Busaca, donde tal y como nos había comentado Hermes -el vaquiano que ha llegado hasta París como uno de los últimos expositores de los cantos de vaquería-, observamos el horizonte "como un pesebre" inundado de las luces de la operación de los pozos petroleros. Mientras tanto Hermes entre el arrullo de los paseos llaneros que compone y el ruido de maquinaria que no cesó en toda la madrugada, nos contaba que él, como otros tantos campesinos de la región, se encuentra involucrado en pleitos legales con la empresa Ecopetrol y con la posibilidad de quedarse sin su tierra y con una deuda inmensa, por oponerse a que se realizara exploración sísmica en su finca hace cuatro años.

Llegamos a Los Cristales al amanecer, un extenso espejo de agua que se abre en el morichal donde bandadas de gallitos de roca, espátulas, gavanes y garzas sobrevuelan sobre las manadas de chigüiros y dantas, como todo un oasis de vida en medio de la gran ola de muerte que recorrimos hasta allí, un lugar "sagrado" que para los habitantes debe ser conservado y respetado. Evidentemente la existencia de los moriches que retienen la humedad ha contribuido a que el agua allí no desapareciera como en las otras zonas. Sin embargo no es casual que justo Los Cristales sea un área donde las líneas de sísmica y los taladros no se han acercado.

La sed de Paz de Ariporo

Más que respuestas y culpables, esta visita a Paz de Ariporo nos deja con muchas preguntas en la mente ¿Por qué las instituciones han desvirtuado los reclamos de las comunidades sobre la influencia de la industria petrolera en el desastre ambiental que están argumentados en el conocimiento directo sobre el territorio? ¿Bajo qué argumentos se han entregado las licencias ambientales para la explotación petrolera, si no existen ni siquiera líneas base que permitan conocer las características específicas y las condiciones de fragilidad de estos ecosistemas? y finalmente: Más allá de las medidas frente a la contingencia, ¿cuáles serán los cambios que se realizarán para atacar las causas estructurales de esta situación?
Habrá entonces que reflexionar, más allá de la sequía que se vive hoy, sobre las profundas transformaciones en el territorio a causa del petróleo, al constituirse como el eje central de desarrollo de este municipio así como de la región del Orinoco, por sus afectaciones ambientales directas y también por el desplazamiento que genera en otras actividades productivas y usos del suelo hacia lugares hasta ahora conservados y ecosistemas tan frágiles como las sabanas inundables, los páramos, el piedemonte y las selvas.

Por otro lado, además de las evidencias que nos deja este recorrido en el plano ambiental y en el de las transformaciones socio culturales, nos lleva a entender por qué hoy las comunidades buscan mecanismos de participación como la consulta popular -Casos de Tauramena, Casanare y Piedras, Tolima- o la iniciativa popular normativa para defender el agua, los bienes naturales y sus formas tradicionales de vida.

Con las reflexiones y preguntas abiertas emprendimos el regreso, no sin antes p: ver aquír de nuevo por el campamento de atención de desastres, para enterarnos con sorpresa de que la Fiscalía General de la Nación había ordenado el cese de la construcción de pozos profundos para la extracción de agua, pues a pesar de que Corporinoquía los había promovido como una de las principales estrategias para superar la emergencia, estos debían contar con un permiso especial del Ministerio de Ambiente.

Lamentablemente las contradicciones entre las decisiones de las diferentes instituciones, las necesidades de las comunidades y las dinámicas naturales para la vida del planeta son la marca de esta historia desde sus causas hasta las acciones para enfrentar sus consecuencias.

Crónica y fotografías: CENSAT-Agua Viva Colombia

Portafolio de imágenes: aquí (al pie)

Temas: Petróleo

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