La impunidad de las empresas trasnacionales por violación de Derechos Humanos y Ambientales

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El llamado “Caso Chevron” es el ejemplo paradigmático del vínculo entre catástrofe, impunidad e indefensión. La catástrofe ambiental y humana producida en la Amazonía ecuatoriana derivó de casi 30 años de vertidos tóxicos provenientes de las actividades de extracción de la empresa transnacional. Una actuación consciente y permanente de la petrolera, vinculada a su modelo 9 extractivo, que destrozó una amplia extensión de la selva ecuatoriana.

Si tuviera que destacar una experiencia de entre todas las que he vivido estos años como diputada en el Parlamento Europeo, me viene a la mente, sin duda, aquella vez que saqué las manos llenas de petróleo de la tierra en pleno corazón del Amazonas. Nunca había estado en Ecuador y tampoco en la selva amazónica, así que recuerdo vivir aquel tortuoso viaje, desde Quito hasta Lago Agrio, como si fuese una niña que ve por primera vez el mar. No cabía en mis ojos tanta belleza, me extasiaba la cantidad de vida que era capaz de percibir desde aquel autobús, siendo consciente de que sólo estaba viendo la superficie de aquel océano verde.

La selva lucha, intenta continuar su camino en la reproducción de la vida, hace todo lo posible por curar las heridas causadas por el hombre. Son heridas que apenas se ven a primera vista, pues los árboles intentan ocultarlas, pero que huelen y saben; son heridas abiertas que emanan muerte. Meter mis manos en aquella tierra y sacarlas completamente embadurnadas de crudo me produjo una de las sensaciones más sofocantes de mi vida. El suelo, los ríos, los peces, los animales, toda la cadena trófica y el perfecto equilibrio que la Naturaleza ha creado, en aquella vasta extensión de selva amazónica, ha sido mortalmente envenenado por las manos conscientes del hombre.

¿Cómo es posible que a día de hoy los culpables de tamaño biocidio sigan impunes? ¿Y cómo es posible que existan reiterados intentos por criminalizar a las comunidades afectadas por pedir justicia? ¿Estamos en el mundo al revés? Lamentablemente, sí.

Vivimos en un mundo de valores invertidos, el mundo del capitalismo. El capitalismo y sobre todo el neoliberalismo, como extensión globalizada y exacerbada del primero, necesita del constante crecimiento económico para reproducirse. Esa avaricia voraz por acumular lo convierte absolutamente todo en mercancía, incluso la propia vida, como las 6 semillas o los animales; y sólo es capaz de medir ese ansiado crecimiento en términos puramente económicos, presentes o potenciales. Bajo este sistema, la economía lo ocupa todo; es la brújula que guía a los gobiernos y que modela nuestras sociedades y, por tanto, la forma en que vivimos, pensamos u actuamos.

Pero la economía no puede (¡y que nunca pueda!), cuantificar el amor, la felicidad, el buen vivir, el oxígeno que produce un árbol, los beneficios que genera un gusano bajo tierra, la dignidad de un pueblo al defenderse o la cohesión de una comunidad. Y al mismo tiempo este sistema patriarcal no quiere medir algo tan esencial como es el trabajo de la mujer, las funciones imprescindibles para la vida de cuidados y sustento; porque darle valor, y remunerarlo, haría caer al sistema, que se mantiene sobre él. Por este motivo, todos estos valores no cuantificables y que no son válidos a la economía, al capitalismo y al patriarcado, también han desaparecido del radar de quienes nos gobiernan y tienen el mandato primero de cuidar de nuestro bienestar.

Quienes gobiernan, aún a través de procesos democráticos, y salvo contadas excepciones, acaban respondiendo al canto de sirenas del crecimiento. De un modo u otro, el poder económico (el verdadero poder) es el que acaba dirigiendo, desde las sombras, las decisiones políticas. Son los mismos que deciden sobre nuestra educación, nuestras ciudades, nuestros sistemas públicos de salud y cuidados, y sobre nuestras leyes. Son ellos mismos los que se hacen las leyes a su medida, a medida de su impunidad. Mientras blindan atroces derechos para las empresas a través de los tratados de libre comercio, impiden, mediante todo un entramado legal, fiscal y jurídico, ser alcanzados por la justicia.

El caso de Chevron-Texaco en la Amazonía ecuatoriana es un paradigma de la inversión de valores que el neoliberalismo lleva implícito, porque el nivel de impunidad es atronador. Una gran empresa extranjera que ha operado durante décadas de forma criminal y consciente, y que más de veinte años después aún siga siendo capaz de escapar a la justicia y evadir su responsabilidad.

El crimen de Texaco no fue contra los pueblos del Amazonas, fue contra la vida, contra la Tierra, contra nuestra propia especie y contra nuestra supervivencia en este planeta.

El capitalismo somete la vida a la lógica de la acumulación, por lo que el expolio y el acaparamiento de recursos son lícitos aunque sus consecuencias sean un atentado contra la propia vida humana, animal o vegetal. Lo convierte todo en mercancía. La lucha de los pueblos del Amazonas afectados por Chevron-Texaco en su búsqueda de justicia es la lucha de una visión del mundo frente a otra: la cosmovisión de quienes ven a la Tierra como Madre y sustentadora de toda vida, frente a quienes ven la Tierra como un gran supermercado de mercancías para acumular, competir y enriquecerse.

Es la visión de quienes se sienten parte de la naturaleza, un miembro más de un ecosistema con el que se coopera para que todo él sobreviva; frente a quienes se sienten amos y señores de lo vivo y lo inerte, y bajo 7 dinámicas patriarcales de dominación exprimen, arrancan y acaparan recursos sin mirar jamás lo que dejan atrás. No me hizo falta meter las manos en las raíces de la selva para saber de qué lado estoy. Tengo clarísimo que son sólo ellos, los pueblos que aún poseen esta visión de la vida, quienes nos pueden enseñar a los demás a conectar de nuevo con la Madre Tierra, a cambiar la competición por la cooperación, a dejar de valorar la cantidad y aprender a distinguir la necesidad real de la creada, a vivir con menos pero vivir mejor.

Tengo muy claro que todas y cada una de las personas, afectadas o no, que luchan por esta y otras causas son mis hermanas, pues están defendiendo la vida, la mía y la de quienes están por nacer.

Su lucha es la mía, su triunfo el de la justicia. Mi sincero agradecimiento, cariño y admiración a mis hermanas y hermanos de la UDAPT, porque me abristeis los ojos a vuestro mundo y ahora sé hacia dónde mirar.

Lola Sánchez Caldentey

Informe elaborado para la oficina de la eurodiputada Lola Sánchez Caldentey.

Informe dirigido por Adoración Guamán Hernández (PhD). Profesora titular de derecho de la Universitat de València.

Informe redactado por Adoración Guamán Hernández (PhD). Profesora titular de derecho de la Universitat de València; y Julio Prieto, abogado.

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Temas: Corporaciones, Extractivismo

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