La especulación del siglo XXI: “Todos los bancos apuestan a la comida”

Idioma Español

De la obesidad en el Norte al hambre en el Sur, de las catástrofes ambientales a los fondos buitre en Argentina: la radiografía que el veterinario, investigador y escritor catalán Gustavo Duch realiza del nuevo sistema agroalimentario mundial ayuda a entender hasta qué punto los conflictos de nuestra época están enlazados a un modelo basado cada vez menos en sembrar y comer y cada vez más en acaparar y especular.

Colectivo Manifiesto

Por Lucía Maina para La tinta

“Quien controla tierra fértil, pues controlará el mundo”, dice Gustavo Duch desde la ciudad de Barcelona, donde trabaja como editor de la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas. El cofundador de la ONG Veterinarios Sin Fronteras, autor de diversos libros sobre agricultura y alimentación y contador trashumante -como él mismo se define-, explica en esta entrevista cómo los bancos de inversiones y las grandes corporaciones controlan el negocio de la comida. Y asegura que para encontrar una salida, los europeos deben aprender de América Latina y de “quienes siempre se han sentido como colonizados más que colonizadores”.

¿Cuáles son las claves fundamentales para entender los cambios ocurridos en el modelo alimentario y agrícola global en las últimas décadas?

Es tan fácil como buscar en las entrañas del modelo capitalista: el diseño del modelo capitalista es acumular bienes sin ton ni son y eso es lo que esta detrás del cambio del modelo agrícola, donde lo agrícola se ha convertido en una fuente de ingresos y se ha perdido de vista que estamos hablando de vida. A partir de aquí tienes, por un lado, un factor muy grave que es el productivismo, es decir, el exceso de producción: creo que hay que empezar a señalar que el problema del hambre es un problema de sobreproducción, no de lo contrario, por la mediocre búsqueda de acumulación de dinero o capital. Segundo, es un modelo totalmente privatizado de agricultura, donde se han privatizado las semillas, donde la tierra es un bien de compra y venta sin más, y pasa exactamente lo mismo con el agua. En tercer lugar, esa sensación que tenemos de seres todopoderosos que vamos pisando la tierra: el hombre es naturaleza pero se considera dueño y señor de la naturaleza y la pone a su servicio. Eso en la agricultura es de libro: como se echan pesticidas, los transgénicos, como acabamos con la fertilidad de la tierra. Y por último el control de las corporaciones para cada segmento de la alimentación, porque hemos convertido la alimentación en una fabrica de coches, y cada paso es un componente en todos los eslabones de la cadena. El control corporativo actual no se ha visto nunca: el 50% de las semillas lo tienen tres empresas.

En tu libro “No vamos a tragar: soberanía alimentaria, una alternativa frente a la agroindustria” también hablas de la especulación, ¿cómo afecta esa dinámica al aumento de precios y las crisis alimentarias?

Claro, esa es la ultima batalla que les quedaba por colonizar, ese espacio virtual, etéreo, que no existe: el financiero. E igual que están moviendo contratos invisibles con las hipotecas, con el oro, las acciones en bolsas se están haciendo con las cosechas, con las cosechas que aún no se han ni sembrado. Se está cotizando en la bolsa de Chicago con las cosechas que vendrán de aquí a años y que lógicamente no estarán. Esa especulación, ese vaivén de contratos arriba y abajo, solo se mueve desde los intereses de quienes están ahí jugando al Monopoly, a comprar y vender. Y acaba provocando una volatilidad de precios totalmente desconectada de la realidad, de la oferta y de la demanda -si es ese un patrón que quisiéramos seguir-, totalmente desconectada de las necesidades de los seres humanos. Esa volatilidad puede alcanzar en momentos concretos precios bajos por intereses políticos, pero en momentos como hemos tenido en 2007, 2008 o 2010, de repuntes, el precio de la materia prima, de los granos, de la noche a la mañana puede subir 50% y mandar a millones de personas a no poder comer. Porque como la comida ya no es un bien sino una mercancía, si tu tienes que acceder a la mercancía y eres una persona que tiene pocos recursos económicos, sufrirás tremendamente estas oleadas.

En uno de tus artículos hablas del rol que tienen en esta especulación empresas como Goldman Sachs, que ha intervenido, por ejemplo, en las negociaciones de deuda de Argentina con los llamados fondos buitre. ¿Cuáles son los actores involucrados en este ámbito de la especulación con los alimentos?

Todos los bancos de inversiones apuestan a la comida. Goldman Sachs le dedica una tercera parte de todas sus inversiones al mercado del alimento. Pero los bancos tradicionales también, porque al final el instrumento es lo importante y el instrumento son fondos de inversión. Esos fondos son un mecanismo que utiliza cualquier entidad bancaria, incluso los fondos de pensiones. Entonces todo el entramado bancario esta conectado, directa o indirectamente. El Deutsche Bank, el Banco de Sabadell, la Caixa, Goldman Sachs: tienes que irte a lo que se conoce como banca ética para no encontrarlo porque en el entramado bancario siempre hay conexión.

En la búsqueda de acumular beneficios no solo se especula con alimentos sino con la tierra, y hay que controlar tierra fértil. Quien controla tierra fértil, pues controlará el mundo, y esto está dando lugar a que en todos los rincones de planeta haya inversores. En este caso los actores son o bien fondos de inversión o bien las propias corporaciones agrarias, o incluso terceros países que van a comprar tierras fértiles. De hecho, Argentina puso hace tiempo una ley para prohibir la compra de tierra por parte de extranjeros, porque era consciente de que cada vez más su tierra ya no era de soberanía argentina sino que empezaba a tener demasiadas banderas. ¿Dónde se está dando el fenómeno de forma más acuciante? En los lugares donde hay más tierra fértil.

Desequilibrios ambientales y alimentarios

El modelo descripto por Duch, se refleja de múltiples formas en el planeta y su impacto en el ambiente y la alimentación influye también en problemas aparentemente desligados de la cuestión agrícola, especialmente cuando se observa hasta dónde pueden llegar las consecuencias que el avance de los monocultivos generan en los ecosistemas.

Rastrear el desequilibrio ambiental que provoca el modelo agroindustrial te ha llevado incluso a relacionarlo con el caso del Ébola. ¿Cómo se relaciona la expansión de esa enfermedad en África con todo esto?

En esta expansión del modelo de agricultura industrial, que no quiere dejar ningún lugar vacío, se esta intentando avanzar sobre el continente africano. Entonces hay grandes inversiones chinas, brasileras, buscando los bienes naturales. En este caso nosotros, el mundo occidental, somos para ellos los consumidores, pero necesitan seguir produciendo, y en esta cadena de montaje que explicaba antes, una pieza importante en todo el modelo agroalimentario es la palma de aceite, las grasas vegetales saturadas. ¿Cuál es la más barata? El aceite de palma africana. Entonces están plantando miles y miles de hectáreas de palma en el continente africano. Es espectacular, por ejemplo en el Norte del Congo, y los monocultivos de palma africana también están llegando a la zona de Liberia, Guinea Conacry, Sierra Leona. Los estudios están analizando que esos monocultivos ahora son tantos y están tan cerca de las aldeas que uno de los habitantes de esos bosques de palma, que es el murciélago, está muy cerca y vive muy en contacto directo con la población. Es como aquí con los mosquitos: si dejamos pozos de agua tendremos un aumento de mosquitos y sera más fácil que nos piquen. Si tenemos monocultivos de palma tendremos un aumento de murciélagos mucho más cerca de lo normal, sin barreras naturales, y el contacto con esos animales transmisores del ébola es un detonante.

Quizás es una espiral un poco complicado, y alguien puede decirme que estamos en teorías conspiratorias pero no es eso, simplemente es señalar que romper los ecosistemas naturales conlleva riesgos, y que es muy plausible que ese factor de riesgo existe. Para mi lo importante es que superamos, sin ningún temor, barreras de precaución y nos ponemos siempre en el lado del riesgo. Esa barrera, en la civilización actual, parece que no la tenemos.

¿Cómo está afectando la dinámica de la agricultura y la alimentación actual a la población europea?

En los próximos años, si no hacemos nada, Europa va a convertirse en el almacén de la gente obesa. Todo nos indica que vamos hacia allí: cada vez estamos consumiendo más carne. Consumimos carne a costa de expoliarle al Sur sus recursos naturales, sus sales nutrientes, su humus, su agua, que la importamos en granitos amarillos de soja: nosotros estamos usando sus nutrientes para engordar esa ganadería, que, por cierto, ya una buena parte de todo lo que engordamos lo mandamos a China.

Pero además este sistema ha destruido nuestro tejido rural y nos han convertido en una sociedad mucho más carnívora de lo que éramos. Y si sigue adelante el tratado que se quiere firmar entre Estados Unidos y Europa -el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión- van a reorientar nuestros hábitos y la dieta mediterránea va a estar reducida a personas con un interés cultural por el tema de la alimentación, pero la gente en general, cotidianamente, vamos a estar consumiendo cada vez más esa dieta de ácidos grasos, de carne, de grasa, y vamos a ser pasto de la obesidad.

¿Qué alternativas existen a esta situación? ¿Cree que existen muchas diferencias en las maneras de enfrentar esta realidad desde los países del Sur respecto de los países del Norte?

Yo creo que nosotros tenemos que aprender de los países de América Latina, porque allí los movimientos sociales no han perdido dos elementos necesarios. Uno es la lucha antiimperialista, que puede sonar muy marxista o revolucionario, pero es cierto que en América Latina en general -en Argentina al menos- ha estado muy presente ese poder de Estados Unidos y por lo tanto se ha generado una muy buena concienciación de lo que significa ser dominados por otros imperios poderosos. Europa se ha mantenido siempre como imperio dominador, pero ahora necesitamos recurrir a quienes siempre se han sentido como colonizados más que colonizadores.

Y luego la soberanía alimentaria, que es un discurso que viene de los agricultores, de campesinos y campesinas del Sur, pero también el discurso indígena: el buen vivir, el vivir bien. O el Ubuntu de los africanos: si mi felicidad no es tu felicidad, no hay un buen vivir. Eso es esencial para cambiar los patrones; en nosotros el patrón capitalista lleva 500 años tan presente que nos ha borrado de nuestras memorias elementos esenciales de un ser humano. Nosotros hemos olvidado la ternura ha costa de darle espacio a la competitividad, entonces o lo revertimos o no creo que tengamos salida.

Fuente: La Tinta

Temas: Sistema alimentario mundial

Comentarios