¿Por qué la cría intensiva de animales puede poner en jaque la medicina moderna?

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A partir de su descubrimiento y desarrollo en el Siglo XX, los antibióticos han logrado la cura de enfermedades y han aumentado significativamente la esperanza de vida. Sin embargo, su uso masivo tanto a nivel hospitalario como en la cría de animales para consumo, así como los residuos que se trasladan al ambiente, dieron lugar a un fenómeno que está poniendo en serio riesgo la salud de la humanidad: la resistencia antimicrobiana. La organización React Latinoamérica convocó un panel de especialistas para presentar las diferentes dimensiones de un problema que puede comprometer el éxito de las terapias contra el cáncer, las cirugías con prótesis o los trasplantes de órganos.

Con la moderación de la periodista argentina Soledad Barrutti, la organización React Latinoamérica transmitió en vivo el panel “Cría intensiva de animales y resistencia bacteriana a los antibióticos”. Seis especialistas de Perú, Ecuador, Reino Unido y Argentina trazaron un mapa para comprender porqué, en un futuro cercano, podríamos quedarnos sin medicamentos para el tratamiento de una gran cantidad de infecciones y cuál es la relación de este grave problema de salud pública con el modelo de producción agroindustrial y la contaminación que provoca en el ambiente.  

Todo lo que es vulnerado aprende a resistir 

“La propagación de las enfermedades infecciosas transmitidas de animales a humanos, llamadas zoonosis, así como la resistencia de las bacterias hacia los antibióticos, son dos asuntos que han contribuido a generar conciencia de que estamos conectados con las otras especies ya sea de manera  visible o invisible”. Con estas palabras comenzó su exposición la pediatra especializada en infectología, Carola Cedillo.

“En la actualidad resulta imposible negar el impacto de las intervenciones y actividades humanas sobre la salud del planeta. Esto se manifiesta objetivamente en el calentamiento global, en la contaminación del suelo, del aire, del agua y también de los alimentos. Todo esto impacta directamente a la salud de los seres humanos y a otras especies, incluyendo el aumento de la resistencia de las bacterias a los antibióticos”, advirtió. 

Pero ¿qué es la resistencia antimicrobiana? Cedillo la definió como “la capacidad de las bacterias para sobrevivir a concentraciones de antibióticos que inhiben a otras de la misma especie. Es decir que los antibióticos pierden la eficacia ante estas bacterias”. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la resistencia a los antimicrobianos se produce cuando los microorganismos, sean bacterias, virus, hongos o parásitos, sufren cambios que hacen que los medicamentos utilizados para curar las infecciones dejen de ser eficaces.

“El mundo está compuesto por varios millones de especies que conviven e interactúan. Entre ellas encontramos los microorganismos y los microbios, muchos de ellos necesarios para la vida humana y los suelos”, explicó la especialista. Y agregó: “Solamente un 1% de las bacterias son patógenas, es decir que causan enfermedad”. Los antibióticos son medicamentos que han contribuido a combatir las bacterias patógenas y han aumentado la esperanza de vida. Sin embargo, en palabras de la infectóloga, “todo ser que es vulnerado aprende  a resistir y esto también ocurre con las bacterias”. 

En este sentido, “se ha generado un aumento acelerado de la prevalencia de la resistencia hacia los antibióticos en medio de un ataque que hemos dado constantemente a través del abuso de los mismos en la salud humana y de los animales”. 

“El problema que hoy tenemos es que el uso masivo de antibióticos en salud humana y en crianza de animales para el consumo, la industria agropecuaria y los residuos de la industria farmacéutica aceleran los procesos de resistencia”, continuó su explicación Cedillo. La OMS asegura que infecciones comunes como la neumonía, la tuberculosis, la septicemia, la gonorrea o las enfermedades de transmisión alimentaria, son cada vez más difíciles —y a veces imposibles— de tratar, a medida que los antibióticos van perdiendo eficacia. Y advierte que de no tomarse medidas urgentes, en un futuro las lesiones menores volverán a ser potencialmente mortales.

En la misma línea, la médica ecuatoriana alertó: “Si no hay un cambio radical en el uso de antibióticos, la resistencia antimicrobiana se convertirá en una amenaza para la humanidad”.

¿Por qué se usan antibióticos en la cría intensiva de animales?

La veterinaria Francesca Schiaffino fue la segunda panelista del encuentro virtual que tuvo lugar el pasado 23 de septiembre. En su exposición presentó la clasificación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sobre los usos de los antibióticos en animales.

Según este organismo, existen tres propósitos terapéuticos para el uso de antibióticos en la cría de animales: el tratamiento, que es la administración de antibióticos debido a una infección activa en un animal o grupo de animales; la metafilaxis, que es la administración de antibióticos debido a una infección activa en uno o más animales dentro de un grupo (tratamiento y prevención); y la profilaxis, que es la administración de antibióticos a animales sanos pero en riesgo (prevención). Pero existe además un propósito no terapéutico para el uso de antibióticos, y es el de la promoción del crecimiento; es decir, la administración de antibióticos en dosis sub-terapéuticas para incrementar la tasa de crecimiento o ganancia del peso de los animales.

Al respecto, Soledad Barruti había manifestado que “en la medida en que los animales son criados más intensamente, los antibióticos van siendo un insumo necesario no solo para promover el engorde sino también para mantenerlos con vida o para tratar las infecciones recurrentes”. En este sentido, subrayó que “toda vez que se trata a los animales como cosas y se los mete en granjas industriales, se vuelve necesario crear ambientes artificiales que permitan esforzar sus cuerpos para que lleguen a dar lo que el sistema desea de ellos”.

Cuando se administran antibióticos a los animales –explicó Schiaffino-  mueren las bacterias susceptibles y sobreviven las bacterias resistentes. Estas bacterias son diseminadas a través de los productos alimenticios derivados de estos animales, a través de otros alimentos contaminados a través del agua, a través de superficies contaminadas y a través de las heces que estos animales dejan en el ambiente. Las personas consumimos estas bacterias a través de la comida contaminada o del ambiente y nos enfermamos, ya sea con un cuadro leve, moderado o mortal. 

¿Cómo llegan los antimicrobianos desde la producción animal al ambiente?

El tercer panelista de la jornada fue Lucas Alonso, doctor en Ciencias Exactas e investigador del CONICET.

Alonso aportó datos de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), según los cuales, entre el 52% y el 75%  de los antibióticos que se producen y se venden a nivel mundial se destinan al uso veterinario. “Se han reportado hasta 110.000 toneladas de estos compuestos en un año. Sin embargo, no hay datos de muchos países a nivel individual. En Argentina no hay datos de las cantidades de antibióticos que se destinan a la producción animal”, destacó.

En cuanto a la clasificación de los usos de los antibióticos, Alonso remarcó también que, si bien algunos son terapéuticos, hay además usos preventivos que “tratan de contrarrestar las condiciones de hacinamiento y baja higiene que tienen estos sistemas intensivos de cría, ya sea de pollos, bovinos o cerdos”. Y subrayó que existen también usos para la promoción del crecimiento cuyo fin es acelerar los tiempos de producción y comercialización y que por lo tanto, no responden a un uso del antibiótico como una herramienta de salud. 

En cuanto a cómo llegan los antimicrobianos de la producción animal al ambiente, Alonso destacó que gran parte de lo que el animal consume no es metabolizado y se elimina al ambiente a través de las excretas. “Hay estudios que indican que en China, para 36 antibióticos, se utilizaron en 2013 unas 92.700 toneladas de antibióticos; de las cuales 46.000 fueron excretadas por animales”, apuntó. Y agregó que “las excretas pueden alcanzar, por derrame, cuerpos de agua cercanos. También se utilizan como abono para los campos agrícolas. De estas dos maneras se genera contaminación por antibióticos a nivel ambiental”.

Una investigación realizada desde el Centro de Investigación del Medioambiente de la Universidad Nacional de La Plata ha demostrado que los sitios de cría -tanto de pollos, de vacas como de cerdos- terminan contaminando los cursos de agua que se encuentran alrededor. “Los cursos de agua presentan los niveles más altos de contaminación por antibióticos porque reciben la excreta cruda que es la que tiene la mayor carga de antibióticos”, explicó Alonso, uno de los responsables de ese trabajo.  

El científico remarcó que en Argentina existen escenarios donde los ríos y cursos de agua se encuentran rodeados de feedlots y granjas de crías de pollos. Fue justamente en esas zonas donde se encontraron las mayores concentraciones de antibióticos. Es de destacar que la investigación tomó muestras de más de 100 ríos  y arroyos de la región pampeana, donde se concentra esta producción animal.

Además de estudiar los cursos de agua, se analizó el uso de excretas como fertilizante sobre los suelos agrícolas, y se encontró que a partir de esta aplicación y desde el suelo, los antibióticos pueden moverse hacia los ríos y arroyos, así como filtrarse en el suelo hasta alcanzar aguas subterráneas. De esta manera, la fertilización con enmiendas animales dispersa a nivel regional la problemática de los antibióticos, ya que las excretas se cargan en camiones y se llevan a otras zonas de la región pampeana donde haya suelo agrícola.

Este grupo de científicos de la UNLP pudo comprobar además, que los antibióticos quedan retenidos en el suelo, a un nivel superficial, y esto aporta un potencial de acumulación a los cultivos que después se den a lugar en ese suelo. 

Mutar para ser mejor

“Tenemos una exposición alimentaria que debería ser discutida de manera urgente”, reclamó Damián Marino, otro de los miembros del Centro de Investigación del Medioambiente de la Universidad Nacional de La Plata. “Hay datos que preocupan, porque los antibióticos presentes en los suelos se toman desde las raíces y se traslocan a las plantas que consumimos: lechuga, tomate, espinaca”. 

“Hoy tenemos las resistencias antimicrobianas instaladas en los ambientes y en las personas, y tenemos también presencia de plaguicidas. Tenemos grandes empresas empujando el mercado, teniendo cautivos a los productores. Y una agricultura familiar en jaque que hay que defender”, analizó el especialista en contaminación ambiental. 

Ante este escenario, Marino aseveró que “la salida es el cambio de modelo”. ¿Cómo lograrlo? “Con políticas de Estado orientadas a reducir el uso de antibióticos de a poco y a desconcentrar los sistemas de producción; con desarrollo de tecnologías e investigaciones y sobre todo, promoviendo otro sistema de cría que no sea antibiótico-dependiente”. 

En el mismo sentido, Barruti finalizó con un llamado a considerar que existe cantidad de evidencia sobre las alternativas productivas ofrecidas por la agroecología, cuyos principios fundamentales son la diversidad productiva y una alimentación basada en la soberanía alimentaria.

El encuentro fue organizado por ReAct Latinoamérica junto a ReAct Norteamérica, la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina, el Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario y otras organizaciones adherentes. Se transmitió el 23 de septiembre de 2020 a través de las redes sociales de ReAct Latinoamérica.

Analí López Almeyda. Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) con posgrados en Comunicación de Riesgos y en Género y Salud. Trabajadora de la salud y editora de ComAmbiental.

Fuente: Comunicación Ambiental

Temas: Ganadería industrial, Salud

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