¿Qué agricultura nos hace falta para construir soberanía alimentaria?

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Unas propuestas para que el campo transite hacia la Soberanía Alimentaria, que no pueden esperar más.

Por el Consejo Editorial

Como hemos visto en otros artículos la propuesta de la Soberanía Alimentaria nos lleva a pensar en la agricultura que prioriza la producción de alimentos para nuestros vecinos y vecinas, que ofrece alimentos saludables y prácticas agrícolas sanas. Y también en aquella que pueda garantizar estabilidad de empleo, y más aún, generación de nuevos puestos de trabajo para mucha gente joven que hoy ha vuelto a los pueblos. Es una agricultura que completa sus círculos (producción, transformación y consumo) en el mismo territorio, generando economía local. Ahora nos queda preguntarnos ¿cómo avanzamos hacia ella en nuestros territorios?

1.Hemos de transitar a otro modelo productivo

La soberanía alimentaria propone unos modelos de producción que se integran en el ambiente en el que se desarrollan, haciendo un uso eficiente de la energía y de los recursos, utilizando menos insumos porque se trata de ser cada vez menos dependientes, más autónomos. Hacer un uso cuidadoso de los recursos locales disponibles es imprescindible.

Son sistemas productivos que recuperan y revalorizan las razas y variedades agrícolas tradicionales, las que fueron seleccionándose y adaptándose durante siglos a las culturas y territorios, de manera que alcanzan un excelente nivel de rendimiento global. Por otra parte, tienen un valor cultural inmenso, al relacionarse muchas de ellas con nuestra identidad, tradiciones, gastronomía y simbolizar el trabajo de muchas generaciones.

Producir bajo estos modelos es, entonces, una forma de aprovechamiento de recursos. Cuando en una finca se diversifican cultivos sabemos que la rotación y asociación hace que se mejoren muchos procesos, que se devuelva el equilibrio al agroecosistema. De igual forma ocurre cuando integramos ganadería y agricultura e incluso apicultura o agroforestería. Lo que para la agricultura industrial son desechos, se transforma en componentes valiosos: el abono orgánico es un buen ejemplo, pero hay muchos más… restos de cultivo o poda para la alimentación animal, etc.

La agroecología como pilar de la Soberanía Alimentaria

La agroecología, que no debemos confundir con la agricultura ecológica, es una ciencia como la agricultura o la ganadería, pero que involucra a las personas, al medio ambiente y a la sociedad y su cultura. Podemos decir que se trata de poner en práctica un modelo productivo acorde con nuestro territorio, con sus características climáticas, su suelo, sus recursos, satisfaciendo a las personas que producen y a las que consumen. Es la agricultura que se ha hecho siempre, pero no por ello supone volver a condiciones de mayor esfuerzo o precariedad, ya que hay múltiples técnicas modernas que la agroecología utiliza y que buscan la mayor eficiencia y simplicidad.

Muchas investigaciones afirman que se trata del modelo productivo más eficiente y que ofrece alimentos de mejor calidad, a la vez que condiciones dignas para las personas que viven de la tierra. La agroecología, a diferencia de la agricultura industrial, no persigue únicamente la productividad final, sino que valora la calidad integral del proceso y además busca un balance razonable entre la energía o insumos que necesita un tipo de producción y su resultado final. Este balance, en la agricultura industrial es siempre negativo debido al uso abusivo que se hace de maquinarias, productos químicos, transporte, etc.

2. Hemos de integrar conocimientos y cooperación.

Debido a la industrialización de la agricultura se ha perdido el conocimiento tradicional asociado a la tierra. Este conocimiento es importante rescatarlo y adaptarlo, ya que puede darnos muchas claves, no sólo para mejorar la producción, sino para volver a dotar al mundo rural de personalidad propia, para generar sinergias e innovación y así pueda volver a ser atractivo para la gente joven. Seguro que hay muchas costumbres y trucos del campo que aún recordamos de nuestros padres o madres y algunos pueden seguir siendo muy válidos ¿cuántos de ellos podrían rescatarse y utilizarse?

La agricultura industrial, al igual que casi cualquier disciplina del mundo en el que vivimos, ha tendido a generar individualismo e incluso desconfianzas por el miedo a la competencia o al abuso. Sin embargo, la cooperación y el trabajo conjunto es lo que ha hecho que el ser humano se desarrolle y evolucione. Debemos recuperar estos valores en el mundo rural ya que, sin duda, es el más preciado de todos los recursos y es inagotable. Relacionándonos y colaborando compartiremos conocimientos, optimizaremos los recursos (maquinaria, transporte…) y seguro seremos mucho más creativos/as en compañía que en solitario.

3. Necesitamos una sociedad receptiva e informada

Para que el fruto de nuestro trabajo nos proporcione satisfacción y nos permita vivir dignamente no hay que mirar índices internacionales de precios o las etiquetas de las ofertas en los supermercados, basta con mantener una relación estrecha con las personas que consumen lo que producimos para saber qué demandan, qué prefieren, y también enseñarles la manera en la que trabajamos. De esta forma no sólo valorarán lo que comen, sino también nuestro esfuerzo, y así serán conscientes de la importancia de pagar un precio justo por los alimentos producidos en nuestra tierra por nuestra gente. Sus prioridades respecto a cuánto gastar y en qué, cambiará la alimentación y volverá a ocupar el lugar que merece, lejos de ser un bien de consumo más.

4.Hemos de buscar canales alternativos de venta y distribución

Para poder recibir precios justos y remuneradores por nuestro trabajo, una pieza fundamental es contar con canales de venta y distribución alternativos a los actuales. Hemos de saltarnos esos mecanismos y condiciones que nos acorralan y exprimen donde el mayor beneficio quede en intereses ─intermediarios o grandes empresas multinacionales.

Vamos a decidir lo que producimos en función únicamente de las necesidades de nuestra sociedad. Y los medios de comercializar en nuestro entorno ya existen sin necesidad de recurrir a los que imponen las leyes de mercado. Los adaptaremos y mejoraremos entre todos y todas, desde nuestras necesidades e intereses: las de productores y consumidores. Las de las personas.

Existen muchos recursos para no alargar ni complicar el camino que lleva los alimentos de las personas productoras las personas consumidoras: venta directa en finca, relacionarnos con el pequeño comercio, los mercados de calle, los grupos de consumo o la conexión con comedores escolares, hospitales, etc.

Sabemos que con la situación de crisis y los índices de desempleo actuales lo que hoy en día se busca es ahorrar y comprar lo más barato posible y que, desgraciadamente, en los alimentos es en lo que la gente más trata de ahorrar, a pesar de ser algo en lo que lo que debiera buscarse es la calidad, puesto que van a ser parte de nosotros y van a condicionar nuestra salud. Hay ejemplos exitosos.

Muchas personas ignoran lo que se esconde detrás de los precios bajos que ofrecen las grandes superficies. Bastaría con informar sobre estos temas, con denunciarlos con firmeza, para que un porcentaje de ellas decidiera no seguir apoyando un sistema que destruye lo local, abusa de los trabajadores del norte y del sur y hace que los beneficios no reviertan en nuestros pueblos y ciudades. Aquí contamos con el apoyo de muchas organizaciones que llevan años denunciando e investigando en estos temas.

5. Busquemos apoyos internos y externos

Hay muchos puntos en este proceso de transformación del sector y de la sociedad en los que unos buenos apoyos serán clave. Para empezar es muy probable que necesitemos cierta información para poder planificar. Por ejemplo, en el ámbito sociológico: sobre la situación del consumo local, las preferencias de la población respecto a los hábitos de consumo (qué compran, cómo, dónde), etc. Tendremos que conocer mejor las propuestas de la agroecología, de las cadenas de comercialización, trabajando también los temas organizativos, etc. Como ya hay muchas experiencias al respecto no será difícil organizar visitas, intercambios o formaciones.

Como ya se ha ido mencionando, son muchos los actores que existen en nuestra sociedad que pueden ser pieza importante en este proceso en el que no actuamos en solitario.

Y claro, desde estas alianzas se requiere mantener una fuerte estrategia política. Es parte esencial de la soberanía alimentaria que debe velar por que las políticas públicas favorezcan (o al menos no entorpezcan) el desarrollo de nuestra propuesta. Esto implica una presencia activa, permanente y crítica en los espacios de participación política, en los movimientos sociales y en los medios de comunicación

Revista Soberanía Alimentaria

Temas: Soberanía alimentaria

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