Tiquipaya II: Combustibles Fósiles y Deforestación

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Por supuesto que quienes tienen que tomar la delantera y hacer un esfuerzo mayor son los países desarrollados, pero todos tenemos que encarar esta transición para dejar los hidrocarburos bajo tierra.

Tiquipaya II acaba de terminar y su Declaración contiene una serie de propuestas muy importantes para la Conferencia Mundial de Cambio Climático, a realizarse en París a fines de este año. Entre estas figuran el tema de la deuda climática de los países del norte, la importancia de reconocer los derechos de la Madre Tierra a nivel mundial, la necesidad de un Tribunal Internacional de Justicia Climática, el rechazo a los mercados de carbono y la necesidad de superar el modelo capitalista para hacer frente a las causas estructurales del cambio climático.

 

Sin embargo, existen dos temas que son preocupantes en la Declaración de Tiquipaya II. Uno, es el silencio frente a los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) que son responsables del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero, y el segundo tema es la deforestación que contribuye con un 17% de las emisiones a nivel mundial, pero que a nivel de Bolivia representa un 66% de las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero.

 

¿Oro negro o energía solar?

 

Varios estudios científicos e incluso la Agencia Internacional de Energía han señalado que para limitar el incremento de la temperatura a sólo 2°C, entre el 75% y el 80% de las reservas conocidas de combustibles fósiles a nivel mundial deben quedar bajo tierra. En otras palabras, todos los países del planeta debemos empezar una transición para remplazar los combustibles fósiles por energías limpias extrayendo solamente un 20% de las reservas de petróleo, gas y carbón descubiertas hasta ahora. Por supuesto que quienes tienen que tomar la delantera y hacer un esfuerzo mayor son los países desarrollados, pero todos tenemos que encarar esta transición para dejar los hidrocarburos bajo tierra.

 

Hubiera sido importante que la Cumbre de Tiquipaya II haga este planteamiento, especialmente porque se vive una suerte de esquizofrenia en las negociaciones de cambio climático en la que todos los países hablan de reducir emisiones pero ninguno propone limitar la extracción de combustibles fósiles. ¿Cómo vamos a dejar de emitir si continuamos extrayendo más y más carbón, petróleo y gas?

 

Asimismo, Bolivia debió acompañar esta propuesta con planes concretos para impulsar la transición hacia la generación de electricidad a base de energía solar y eólica, remplazando gradualmente los hidrocarburos y evitando las mega-hidroeléctricas que emiten grandes volúmenes de gas metano muy nocivos para el cambio climático. En el Plan Eléctrico del Estado Plurinacional de Bolivia-2025 se prevé la instalación solamente de 25 MW de energía solar y 55 MW de energía eólica, sobre un total de 8.447 MW que se piensa instalar principalmente a base de grandes mega hidroeléctricas hasta el año 2025.

 

Debemos ser guardabosques de la Pachamama

 

En relación al tema de la deforestación, la Declaración de Tiquipaya II no peca por omisión sino por afirmar algo absolutamente incorrecto: “buscan convertirnos a los países en desarrollo en simples guardabosques para el capitalismo de los países desarrollados”.

 

Este mensaje se encuentra en los 10 puntos para salvar el planeta que se entregaron a Ban Ki-moon: “Descolonizar los recursos naturales, de visiones coloniales ambientales sesgadas, que ven a los pueblos del Sur como guardabosques de los países del Norte”. La preservación de los bosques nativos es algo que beneficia a toda la humanidad y la vida en su conjunto. Los bosques son los pulmones de la Pachamama. La Amazonia es responsable del 20% del oxígeno que respiramos en todo el planeta. Afirmar que para desarrollarse hay que deforestar es una gran equivocación, es precisamente repetir el error del capitalismo que en aras de obtener la máxima ganancia posible deforestó más de la mitad de los bosques que tenía nuestro planeta hace 300 años.

 

La idea de que debemos hacer una gran deforestación para garantizar la seguridad alimentaria de la población boliviana es un engaño. En este siglo hemos deforestado 8,5 millones de hectáreas de bosques y, sin embargo, la superficie cultivable sólo alcanza las 3,5 millones de hectáreas. Gran parte de los bosques quemados y talados hoy son tierras desertificadas e inutilizadas. La deforestación trae la pérdida no sólo de biodiversidad, sino que altera el ciclo del agua generando sequías en algunas regiones y desprotegiendo otras frente a inundaciones.

 

El bosque no es contrario a la alimentación de los bolivianos sino que es una de las principales fuentes de alimentos. Lo importante es saber convivir con el bosque a través de iniciativas de agroforestería y no impulsar el desmonte para expandir la producción agroindustrial para la exportación. Hoy la soya transgénica representa ya el 35,6% de la superficie total sembrada en el país. Este sector agroexportador está controlado en más de un 60% por capitales extranjeros, principalmente brasileños, menonitas y otros. Desmontar uno de los más grandes dones de la Madre Tierra, como son los bosques, para favorecer a este sector agroexportador es un miopía ambiental y económica.

 

El costo de reforestar una hectárea con arbolitos -lo que no es igual a una hectárea de bosque nativo- tiene un costo solamente en plantines y mano de obra que oscila entre los 500 y los 1.000 dólares por hectárea. Es decir que intentar reforestar un millón de hectáreas requiere una inversión de 500 a 1.000 millones de dólares, sin tomar en cuenta muchos otros costos necesarios para que los plantines no se mueran, como ya ha ocurrido en las últimas campañas de plantación de arbolitos en Bolivia. Aun desde un punto de vista meramente económico es un pésimo negocio desmontar una selva virgen para luego querer compensar el daño con plantaciones de monocultivos de árboles.

 

Plantar arbolitos puede ser positivo siempre y cuando no se lo utilice para ocultar la gravedad de la deforestación de nuestros bosques nativos.

 

La coherencia entre el decir y el hacer es clave en la lucha contra el cambio climático, y hoy día, después de cinco años de Tiquipaya I, es más necesario que nunca pregonar con el ejemplo.

 

Pablo Solón, Página Siete, 18 de octubre de 2015

 

Fuente: Página Siete

Temas: Crisis climática, Petróleo

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