Voluntad de piedra

"La fuente de sustento de Maura Aparicio Torres está en grave peligro: la mujer de 47 años puede perder su terreno. Ella recuerda con tristeza cómo una tarde después de trabajar en el campo, encontró a un hombre caminando entre sus maizales, pisando sin cuidado sus cosechas, observando, tomando nota. Este hombre volvió días después para exigirle los papeles que validaran la propiedad del terreno con la única explicación de: 'Vamos a construir un gasoducto'."

Doña Maura camina entre el maíz que ha cultivado, revisa cuidadosamente cada hoja para asegurarse que no haya plagas, ve con orgullo las mazorcas que han comenzado a salir: “Aún están tiernas, les falta tiempo”, concluye. En la última semana no ha llovido, ella espera que pronto lleguen las lluvias para que su cultivo crezca y así tener alimento para el próximo año.

La fuente de sustento de Maura Aparicio Torres está en grave peligro: la mujer de 47 años puede perder su terreno. Ella recuerda con tristeza cómo una tarde después de trabajar en el campo, encontró a un hombre caminando entre sus maizales, pisando sin cuidado sus cosechas, observando, tomando nota. Este hombre volvió días después para exigirle los papeles que validaran la propiedad del terreno con la única explicación de: “Vamos a construir un gasoducto”.

El gasoducto

En noviembre de 2015 la empresa extranjera TransCanada ganó la licitación otorgada por la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para construir y operar el gasoducto Tuxpan-Tula. Un sistema de 250 kilómetros que transportará diariamente 886 millones de pies cúbicos de gas natural a través de Veracruz, Puebla, Hidalgo y el Estado de México.

"Nuestra tierra es muy valiosa, por ella comemos, por ella sembramos y sin ella no podemos seguir"

La ruta del gasoducto Tuxpan-Tula pasa por el pueblo Otomí de Chila de Juárez, Puebla, lugar de nacimiento de doña Maura, de su esposo Salvador Murcia Escalera y de sus tres hijos. Su familia depende por completo de sus cultivos de maíz y cacahuate: gran parte de lo cosechado es para autoconsumo y lo poco que sobra, se vende. “Nuestra tierra es muy valiosa, por ella comemos, por ella sembramos y sin ella no podemos seguir”.

Para la construcción de este megaproyecto será necesario excavar gran parte del terreno de doña Maura, a quien le prometieron dejar todo “en su lugar” después de la instalación del ducto. Ella no les cree; sabe que después de la instalación del gasoducto no podrá volver a cultivar ahí.

La ruta de la destrucción

El gasoducto Tuxpan-Tula se extenderá por 250 kilómetros y pasará por cuatro estados. A la mitad del ducto aún faltan 90 kilómetros por construir; ahí se ubica Chila de Juárez donde vive doña Maura.

El empleado de TransCanada ha visitado a doña Maura en múltiples ocasiones y siempre ha intentado convencerla de entregar las escrituras de su casa y su terreno. “El hombre me ofreció dinero. ‘¿Cuanto?’, pregunté. Nunca lo especificó. “También me dijo que me iban a reubicar en algún otro lugar”, relata. Doña Maura se ha rehusado a entregar los papeles a pesar de amenazas como: “Si ustedes dan permiso o no, si aceptan el dinero o no, esto va a pasar. Es un hecho”. Ahora doña Maura tiene miedo: “Van a pasar sobre mí. ¿Y si nos ganan? ¿A dónde nos vamos a meter?”.

Doña Maura y su familia no son los únicos perjudicados por el megaproyecto de TransCanada. El ducto cruzará 465 comunidades: pasará por casas, sembradíos, manantiales y cerros sagrados para las comunidades indígenas. Con esta construcción se verán dos clases de desplazamientos: el primero será inmediato como en el caso de doña Maura, debido a que sus hogares están dentro del área núcleo del gasoducto (50 metros alrededor). El segundo desplazamiento será a largo plazo, debido a que la destrucción de manantiales dejará sin agua a cientos de comunidades. Se estima que este megaproyecto afectará a 260 mil personas.

La resistencia

Doña Maura se sienta sobre un montón de leña que está apilada frente a su casa —madera que después utilizará para cocinar—, recarga su espalda en la pared y mira hacia su terreno. Suspira. Es difícil para ella defender lo que es suyo ante tanta insistencia por parte de la empresa y las autoridades mexicanas que permiten la construcción, pero ella resiste. Al contar su historia, su rostro muestra la desesperación que vivió cada vez que veía la camioneta del enviado de TransCanada estacionada frente a su campo. Ella sólo pensaba: “¿Qué podemos hacer? Ya no puedo sola”.

"Ya no puedo sola"

Por ello buscó ayuda y quiso organizarse. Varias comunidades de la Sierra Norte de Puebla —entre éstas Chila de Juárez— se agruparon para buscar una solución y así se formó el Consejo Regional de Pueblos Originarios en Defensa del Territorio de Puebla e Hidalgo. Para doña Maura, la existencia de este consejo ha sido un alivio: “Yo creo que solos no podríamos hacer nada”.

Los rostros de la resistencia

Este consejo regional en un principio se dedicó a buscar información sobre el gasoducto, investigar cuáles fueron los documentos y permisos necesarios para la construcción y si se incumplió con algún requisito. Por ejemplo, el gobierno debe hacer un estudio sobre los posibles peligros para los habitantes y el medio ambiente. La Secretaría de Energía realizó este estudio, pero minimizó el impacto real: no se menciona la necesidad de despojar a miles de personas de sus hogares. Esto es lo que critica el abogado Raymundo Espinoza Hernández, asesor legal en la lucha del Consejo.

Raymundo Espinoza cuenta que el gasoducto está prácticamente terminado. Sólo los pueblos de la Sierra Norte de Puebla y de la Sierra Hidalguense continúan en la lucha. Ellos se han rehusado a vender sus terrenos a TransCanada a precios injustos – como lo hicieron los campesinos e indígenas de Veracruz.

El gasoducto Tuxpan-Tula debía comenzar a funcionar en enero de 2018, pero la lucha legal del Consejo ha logrado retrasar su construcción: tramitaron cuatro amparos para evitar que TransCanada entre a Chila de Juárez y a otras tres comunidades de Puebla e Hidalgo. Sin embargo, los empleados de la compañía se han vuelto más agresivos. Continúan presionando a los habitantes para entregar los papeles de sus terrenos a cambio de dinero, los aterrorizan para dividir a las comunidades argumentando que “otros pueblos ya han negociado, les conviene negociar con nosotros” y han entrado furtivamente para continuar con sus planes.

Doña Maura y los habitantes de Chila de Juárez están siempre atentos a cualquier persona desconocida que cruce por sus tierras. La desesperación de los pueblos ha crecido a niveles inimaginables: la comunidad vecina de San Pablito intentó linchar a empleados de la compañía canadiense y de la Secretaría de Energía cuando descubrieron que entraron al pueblo fingiendo ser turistas. Doña Maura no puede dormir tranquila, ella prefiere solucionar el problema por la vía legal, sin recurrir a la violencia como en San Pablito.

Espinoza Hernández cree que no hay garantía de ganar esta lucha, TransCanada seguirá invadiendo terreno y habrá una mayor presencia de la Secretaría de Energía en las comunidades. “Al gobierno mexicano no le importan sus comunidades indígenas, prefiere actuar como facilitador para compañías extranjeras, aunque eso implique sacrificar a uno de los sectores más vulnerables. Se aprovechan de la ignorancia y de la necesidad”.

Mientras tanto, a doña Maura no le queda más que esperar, además, aún tiene una familia a la que debe cuidar. Entra a su pequeña cocina, toma unos leños, prende fuego y coloca un comal sobre él. Se acerca a una bolsa llena de granos de maíz, toma un puñado y lo coloca en un pequeño molino desgastado para formar una pasta, después la oprime entre sus manos, le agrega agua y amasa la mezcla. Hace una pequeña bola, la aplana y la pone en el comal ardiente, repite este proceso varias veces. Las tortillas están listas.

Doña Maura se sienta junto con su familia en la mesa. Come lentamente mientras observa el cerro sagrado “El Flojo”. La ceremonia más importante para la gente de Chila de Juárez es la rendición de culto a Margarito, una roca que simboliza al dios de la lluvia y que está ubicada en el cerro sagrado. Le bailan durante todo un día en el mes de mayo, cuando son más necesarias las lluvias para sus cultivos. Según la historia popular, Margarito era un joven que subió al cerro en búsqueda de agua, pero antes de llegar a la cima decidió sentarse a descansar un momento; pasó tanto tiempo reposando que se convirtió en piedra para así siempre quedarse en Chila. Así como Margarito, doña Maura está decidida a no moverse de su pueblo, porque ahí nació, ahí creció y ahí se quedará, en pie de lucha por su tierra.

A Doña Maura le gustaría vivir en un hogar en el que pueda dormir tranquila.

Por Luz Martínez Ladrón de Guevara y Désirée Therre

Fuente: Los sin voz

Temas: Defensa de los derechos de los pueblos y comunidades, Megaproyectos

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