Argentina - Agroecología: los caminos de la Vida

Idioma Español
País Argentina

Pasaron 20 años de la liberación de los transgénicos en nuestro país y de la implementación del modelo de agricultura agroindustrial. A la par de la concentración económica transnacional han crecido las resistencias sociales en defensa de la Vida. La agroecología es un camino posible para sanar la tierra y recuperarnos como civilización, y para ello son urgentes políticas públicas que la impulsen y expandan a gran escala.

Por Vivi Benito

Hace 20 años en nuestro país se abrían las tranqueras al despoblamiento del campo. A la masiva deforestación y destrucción de la biodiversidad.

El 25 de marzo de 1996, la Secretaría de Agricultura de la Nación aprobó el expediente que modificaría radicalmente la estructura agropecuaria del país. A través de la resolución Nº 167, firmada por el entonces secretario de Agricultura, Felipe Solá, se autorizó la producción y comercialización de la soja transgénica de Monsanto, con uso del herbicida glifosato.

Desde entonces, jurídica y técnicamente se abrían las puertas al saqueo de los territorios y de los suelos. A la medicalización de la tierra y las semillas, que se fueron haciendo cada vez más dependientes de litros y litros de fertilizantes. Se daba rienda suelta a la agroindustria, a un campo dependiente de un paquete tecnológico y químico, cuyo fuerte es la especulación, no el trabajo de la tierra.

Hoy en nuestro país, en más de 28 millones de hectáreas se aplican 300 millones de litros de glifosato por año. Sí, 300 millones de litros de veneno, una bestialidad. Y el modelo extractivista de gran escala no se termina con la producción de granos transgénicos, la megaminería completa este mapa.

Enhorabuena, a la par de la depredación también creció la organización social, redes de vecinos, de médicos y abogados de pueblos fumigados se entrelazan kilómetro a kilómetro para frenar la dispersión de venenos sobre sus casas y escuelas, a su vez se extienden las asambleas contra la megaminería, por la defensa del agua, los territorios y la vida. En este camino, la agroecología crece como alternativa posible para sanar la tierra y recuperarnos como humanidad, en esa línea se realizó la jornada “Agroecología: solución a 20 años de transgénicos”.

El encuentro tuvo lugar el 29 de marzo en el Centro Cultural Parque de España, se realizó de la mano del Observatorio del Sur (UNR), Cátedra de Salud Socioambiental (UNR), El Paraná No se Toca, Taller Ecologista, Red de Abogados de Pueblos Fumigados y Greenpeace, así como de profesionales y activistas, junto a productores/as y huerteros/as de la zona, el encuentro puso el acento en las posibilidades de la producción agroecológica a pequeña y gran escala.

“Está demostrado que son falsas las promesas del sistema agroindustrial de utilizar cada vez menos agrotóxicos y de alimentar al mundo, las incumplen una y otra vez. Los pueblos vienen sufriendo este problema y los agricultores no han tenido una solución, cada vez pagan más caros los insumos y no tienen acceso a una agricultura inteligente, que cuide la naturaleza, a una agricultura que genere alimentos sanos”, explicó Franco Segesso, referente de Greenpeace, al inicio de la conferencia de prensa enmarcada en la actividad.

Visiblemente satisfecho por la amplia convocatoria lograda, Segesso también dio detalles sobre la presentación formal que las organizaciones impulsoras del evento realizaron esa mañana al gobernador Lifschitz para que se reduzca progresivamente el uso de agrotóxicos, que se dé prioridad a una ley provincial de fomento político/ presupuestario de la agroecología, así como que no se trate el denominado proyecto-ley Bertero “por atentar contra la salud pública y ambiental”. (Pedido al Gdor)

“Es un mito que la agroecología no es posible en grandes extensiones. A esta altura, luego de tantos años de químicos, la agricultura industrial es drogadependiente”, deslizó sobre el comienzo de su exposición Eduardo Cerdá, ingeniero agrónomo y asesor agroecológico, de la Universidad Nacional de La Plata.

“No hay dos modelos de agricultura, no hay uno para los periurbanos y otro para el resto del país. La Universidad de La Plata ha detectado glifosato en las nubes. Este modelo invade todo, los alimentos, el ambiente, la salud. No deben existir dos agriculturas, es muy importante defender la biodiversidad, cuando hablamos de agroecología pensamos también que hay un porcentaje que hay que destinarlo a corredores biológicos, a protección de la fauna, de la flora. Hay que prever que tiene que haber flores en el campo, no podemos ir en contra de la naturaleza”, sostuvo.

Con gráficas explicaciones Cerdá se refirió a los servicios ecosistémicos y controles de plagas naturales que dejaron de valorarse con la la implementación de monocultivos y el uso masivo de químicos: “Cada vez se sube más la cantidad de aplicaciones de químicos porque se desmadran las malezas, los insectos. Ese modelo no puede tener futuro. Hay que usar cultivos asociados que crecen resguardando suelos, hay estrategias, esto es producir sin contaminar, preservando la tierra, el ambiente, se puede tener rendimientos muy buenos y con menos costos que utilizando venenos”, sostuvo, dando números concretos de los campos donde trabaja con criterios agroecológicos desde hace años.

Continuidad de un sistema

Que haya sido un 25 de marzo la fecha de apertura e introducción de los transgénicos a nuestro país, es un dato contundente que se resaltó como la continuidad de un modelo cultural, ideológico y económico de desguace y concentración financiera.

“Nos dicen semilla transgénica y eso es un oxímoron, si es transgénico no es semilla, es en todo caso un evento transgénico. La semilla viene de semen, viene de la vida, y lo transgénico no trae vida.”

En esa línea, Damián Verzeñassi, médico y docente de la facultad de Medicina de la UNR, sostuvo: “Hace 20 años se aprobaba un evento transgénico que no es una semilla de soja, la semilla es otra cosa. Nuestros cuerpos son parte de los territorios del despojo, las ideas son parte de ese despojo, y las ideas se construyen con palabras y se apropiaron de nuestro lenguaje. Nos dicen semilla transgénica y eso es un oxímoron, si es transgénico no es semilla, es en todo caso un evento transgénico. La semilla viene de semen, viene de la vida, y lo transgénico no trae vida. El glifosato es una especie de “institución” porque la soja RR es resistente al roundup, pero el problema no es el glifosato, es como decir que el problema de la automedicación en la Argentina es la aspirina. Hemos naturalizado un montón de cosas que supuestamente no hacen mal”.

“Toda la cultura del trabajo perdida en este período de la humanidad fue intencional, quienes han hecho perder las capacidades y ganas de trabajar de la gente han sido quienes se apropiaron de los bienes de producción, entre ellos de la tierra”, analizó Remo Vénica, productor agroecológico y titular de la granja Naturaleza Viva, ubicada en Guadalupe, al norte de nuestra provincia.

Un camino posible

Durante la jornada el micrófono circuló de mano en mano, buscando dar voz a la diversidad de experiencias de producciones sostenibles que se están llevando adelante en la región. En ese sentido, tomaron la palabra el productor casildense Marcelo Frattin, la huertera Ida Pintos –integrante del Programa de Agricultura Urbana de Rosario-, emprendedores/as y estudiantes universitarios.

Remo Vénica fue quien se llevó buena parte de la atención y admiración de los presentes: “Como pueblo tenemos limitada la tierra, no la podemos poner a disposición de cosas exóticas para la renta de las corporaciones multinacionales sino a disposición de modelos de desarrollo integral apropiados, con desarrollo de energías propias, de articulación de todas ellas a modo de reducir los costos y produzcamos cada vez más alimentos en los territorios. La producción local es sumamente importante y no lo tienen en cuenta ninguno de estos organismos técnicos como el Inta, las Universidades, ni siquiera lo tienen en cuenta los gobiernos cuando planifican a mayor escala el desarrollo territorial”, analizó.

Naturaleza Viva tiene una extensión de 300 hectáreas y trabajan 15 familias, por mes producen alrededor de 20 toneladas de alimentos: lácteos, aceites, harinas, frutas verduras, dulces, chacinados, entre otros. “El problema de mucha gente de no hacer agroecología es que le tiene miedo al trabajo, porque no saben lo que es trabajar feliz, la cosa cambia cuando uno recobra la cultura del trabajo y la relación estrecha con las fuerzas de la vida y la pachamama”, expresó apasionado, y acompañado de fuertes aplausos.

El panorama de políticas públicas es bastante desalentador para este sector, la creación del Ministerio Nacional de Agroindustria con la llegada del empresario Mauricio Macri al sillón presidencial, es una señal de la profundización del modelo extractivista. Así como la continuidad de Lino Barañao –representante de los intereses corporativos transnacionales- al frente del Ministerio de Ciencia y Tecnología, intensificando el desarrollo de la transgénesis.

Sin embargo, a fuerza de trabajo duro, sabiendo que los procesos de sanar la tierra son de largo aliento, que la lucha para que los productores que usan químicos respeten a sus vecinos a la hora de las aplicaciones, así como los metros de resguardo, es cosa de todos los días, a paso firme en todo el país crece la cantidad de unidades productivas agroecológicas.

“Tenemos que repoblar nuestras tierras y trabajarla para vivir, no para especular, desde la felicidad y en un vínculo diferente con la Madre Tierra. Y eso es posible”.

Remo Vénica es contundente en términos político existenciales del trabajo con la tierra: “Si en el país tenemos 60 millones de hectáreas productivas para la agricultura, nos da 4 millones de familias que tienen que repoblar la tierra para vivir felices. Tenemos que repoblar nuestras tierras y trabajarla para vivir, no para especular, desde la felicidad y en un vínculo diferente con la Madre Tierra. Y eso es posible”.

Fuente: enREDando

Temas: Agroecología

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