Argentina - La Plata: experiencias agroecológicas con resultados que superan a los de la producción convencional

Idioma Español
País Argentina

La propuesta permite aumentar los ingresos familiares en un 40 % trabajando un tiempo sensiblemente menor, mientras se benefician consumidores, productores y el medioambiente.

El cinturón hortícola platense es el más importante del país por su extensión. En él se producen las hortalizas frescas que consumen diariamente 13.000.000 de personas, quienes residen en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y en el conurbano bonaerense. El sistema productivo hortícola de este cinturón verde, que incluye en sus alrededores a Berazategui y Florencio Varela, posee un acceso limitado a la tierra para la producción. Más del 40 % de la superficie se trabaja bajo la modalidad de arrendamiento o alquiler.

La producción es llevada adelante en términos generales por agricultores familiares, de origen boliviano, muchos de ellos campesinos migrantes de la zona de Tarija. Este sector social se incorporó a la producción en la década del 90, con el auge de las importaciones, lo que permitió desarrollar la horticultura intensiva insumo-dependiente. Retomando la tradición de su zona de origen, comienzan a organizarse gremialmente, con el objetivo de lograr la adjudicación de tierras para el arraigo y la producción.

El modelo productivo en general se basa en el uso intensivo del paquete tecnológico hortícola instalado por la revolución verde: semillas comerciales, fertilizantes químicos, herbicidas, insecticidas, fungicidas, invernáculos y la utilización convencional de maquinaria agrícola para las labores culturales que se realizan sobre el suelo. El sistema de comercialización de mercado considera a los productores como tomadores pasivos de precios, que son impuestos por los grandes mercados concentradores.

Al mismo tiempo, los costos de producción son elevados, lo cual es explicado principalmente por el precio de alquiler de la tierra, el precio de los insumos hortícolas, con su equivalencia a precio dólar, y el costo actual de los servicios de energía eléctrica, ya que de ella depende el funcionamiento de las bombas para riego. En consecuencia los horticultores se ven obligados a trabajar a un elevado y extenuante ritmo de autoexplotación, para lograr vivir en condiciones que rozan la marginalidad.

En el seno de este mar de producción hortícola convencional, organizaciones de productores como la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) vienen construyendo en el territorio una propuesta agroecológica para la producción hortícola con resultados que superan ampliamente a los obtenidos por la producción convencional.

La propuesta tiene varias aristas de análisis, entre las que sobresale la producción de verdura que se realiza sin la utilización de agroquímicos de síntesis industrial, certificada por la propia organización. Esto evita la contaminación del agua y de la tierra y las acciones tóxicas sobre las personas, tanto aquellas que producen como las que consumen la verdura.

Asimismo, el sistema productivo se desarrolla mediante prácticas agroecológicas que permiten conservar la sustentabilidad del suelo, controlar las plagas y las enfermedades, utilizando biopreparados de formulación casera y recuperando prácticas culturales ancestrales, lo cual reduce sustancialmente los costos.

Una huerta típica de transición agroecológica en la zona del gran La Plata se caracteriza por ser una pequeña parcela de campo, con una dimensión total de la parcela que alcanza un cuarto de ha (2500 m2). Esto incluye una proporción de cultivos bajo invernáculos. Los trabajos del suelo se realizan con maquinaria agrícola pero incorporando criterios conservacionistas. El suministro de agua para riego se realiza por medio de la tecnología de goteo, lo cual promueve la eficiencia y evita procesos erosivos y de salinización. Al mismo tiempo la planificación de los cultivos se realiza en función de la época y considerando criterios de asociación agroecológica. Los bioinsumos que acompañan el proceso de producción solo incluyen abonos naturales (verdes y estiércol, compost etc.), fertilizantes orgánicos y productos fitosanitarios alternativos a los de síntesis industrial lo que permite el adecuado control de plagas y enfermedades. La construcción y presencia permanente de los corredores biológicos, compuestos por plantas aromáticas y flores, propician la presencia de aromas y colores que contribuyen fuertemente a mejorar el control biológico de plagas.

Una unidad productiva de este tamaño produce cerca de 160 bolsones mensuales de 8 kg aproximadamente, compuesto por 6 a 7 cultivos. Esto implica una producción total de 15 toneladas de verduras anuales.

Así, la verdura producida, llega a los mercados populares siendo comercializada directamente por la organización, en bolsones con hortalizas de estación, a un precio significativamente menor que el que se encuentra habitualmente en las verdulerías.

La producción de una parcela puede ser sostenida por el trabajo de una sola persona dedicada exclusivamente a las labores culturales de la parcela. Las familias productoras logran una mayor proporción de la renta agraria con este sistema, mejorando significativamente el pago por su trabajo y los quinteros perciben que, luego de varias temporadas con este modelo es notable la reducción en el tiempo del trabajo empleado.

Finalmente, las familias de los barrios del conurbano bonaerense y CABA logran acceder a alimentos sanos, sin agrotóxicos y a un precio sensiblemente menor que la verdura de producción convencional. Cada parcela produce diversas verduras que, de hecho, abastecen en promedio a 47 familias (el consumo local promedio es de 200 gr/persona/día, en sintonía con los datos publicados por la OMS y FAO), por lo cual un cuarto de hectárea cultivada por una sola persona, bajo criterios agroecológicos, genera alimentos saludables para 214 personas.

Los trabajadores quinteros organizados, están dando pasos firmes en la construcción de una propuesta productiva en el marco de la transición agroecológica. Con este modelo, se ha calculado que se logra un 40 % más de pago por el trabajo de los quinteros. Esto permite vislumbrar un proceso virtuoso que supera la propuesta capitalista de las empresas multinacionales del agronegocio, donde grandes mercados y un sinnúmero de intermediarios se apropian de gran parte del trabajo acumulado por los quinteros, principal actor social que produce el valor hortícola. El desafío para una etapa posterior es lograr un salto en la escala para dar masividad a estos procesos.

La experiencia de este trabajo permite acercarse al planteo del comité asesor para las Naciones Unidas contra la discriminación alimentaria. En un informe a la asamblea general del año 2010 se plantea que, con el debido apoyo, la agroecología permitiría duplicar la producción alimentaria en 10 años (ver aquí). Sin embargo, el Plan Estratégico Agroalimentario, firmado por el gobierno de Cristina Kirchner y continuado por el actual gobierno de Mauricio Macri, no parece haber tomado en cuenta estas recomendaciones, ya que solo considera al programa prohuerta como aporte a la producción agroecológica, que abastece solo al 7,25 % del consumo hortícola y únicamente en ciudades menores a 50.000 habitantes. Esta experiencia también demuestra que solo los trabajadores organizados pueden solucionar, integralmente, los problemas que aquejan a las familias trabajadoras.

Fuente: La Izquierda Diario

Temas: Agroecología, Soberanía alimentaria

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