Argentina: la lucha por los recursos naturales: el imperio quiere soja, agua y petróleo
Las empresas transnacionales provocan catástrofes ambientales y humanas. Buscan reducir la población y la actividad campesina. El Seminario Internacional "Diagnóstico sobre nuestra América", organizado por el Grupo de Reflexión Rural (GRR) de Argentina, en el Centro Cultural San Martín de Buenos Aires el pasado 10 de septiembre, continuó con una discusión que desde hace tiempo mantienen las organizaciones en favor de nuestros recursos naturales, y que no muchos quieren escuchar
La lucha por la soberanía alimentaria y la explotación del petróleo, con sus impactos en las sociedades latinoamericanas, excedió los límites de las fronteras de los países del Cono Sur. El problema ya no es local, de cada país, sino que tiene una influencia regional.
El GRR crea espacios de debates multidisciplinarios, desde mediados de los años noventa, sobre los impactos del capitalismo global en nuestras sociedades y, desde perspectivas ecológicas, se manifiesta como crítico del modelo agrario biotecnológico basado en la exportación de “commodities” forrajeros, tales como sojas y maíces transgénicos. La organización convocó a expositores destacados de Brasil, Ecuador, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Argentina y Estados Unidos, que explicaron la situación del modelo de monocultivo sojero y la explotación del petróleo por parte de empresas transnacionales en sus respectivos países.
"Nunca hemos comido soja y hoy la estamos comiendo", dijo Sebastián Piñeyro, perteneciente a la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación (UITA), de Brasil, donde la soja ha pasado a ser la base de la economía agraria nacional, ya que es el primer exportador a nivel mundial.
Piñeyro expuso sobre la analogía que existe entre los monocultivos de soja y de eucaliptos, la nueva amenaza de los sumideros de carbono y los árboles transgénicos. Los monocultivos de eucaliptos y soja se expanden por todo Brasil, causando la devastación ambiental y la expulsión de los pueblos indígenas y campesinos de la Amazonía.
"La economía campesina no hace al mercado mundial", aseguró el miembro de UITA; explicando que es por esa razón que quienes imponen este modelo de monocultivo quieren hacer desaparecer al sector campesino, porque ellos se autoabastecen y no compiten en el mercado.
Por otro lado, participó el grupo de Bioptimistas de Uruguay, país donde no hay datos precisos sobre el porcentaje de la posesión de la tierra en manos extranjeras, ya que mientras algunos dicen que es el diez por ciento, otros aseguran que es el veinticinco y otros el cincuenta. Teniendo en cuenta que no es casual la falta de información al respecto, las expositoras de esta organización aseveraron que hay una falencia de movimientos sociales (la estructura más grande es la sindical). Además, no hay comunidades indígenas porque fueron exterminadas.
Según Bioptimistas, "ningún gobierno, ni siquiera el del Frente Amplio (coalición de centroizquierda) y mucho menos la derecha, instaló el tema del medio ambiente en el país", el cual tiene 16 millones de hectáreas cultivables de pampa húmeda, sobre un total de diecinueve.
El caso paraguayo, quinto productor de soja en el mundo, fue tratado a través de los impactos que conllevaron treinta años de monocultivo sojero y cinco de transgénicos en el país guaraní en sus dos millones de hectáreas cultivables. La pérdida de soberanía territorial, cultural y alimentaria permitió, por ejemplo, que se produjeran éxodos muy grandes de campesinos a las ciudades, fenómeno que se denomina "descampenización", junto con la destrucción de los productos de autoconsumo y los animales domésticos. Los agrotóxicos generan enfermedades y muertes dentro de la población campesina, que es más del cuarenta por ciento de la población total y treinta y dos por ciento de los cuales, participan de la PEA (población económicamente activa).
Asemejándose a lo que subrayaba el brasileño Sebastián Piñeyro: "El campesino no depende de nadie para comer, en cambio cuando va a la ciudad porque les sacaron sus tierras, tiene que comprar su comida en Carrefour o Walmart", el sociólogo paraguayo Tomás Palau agregó: "hoy la situación social del pueblo depende de cinco o seis empresas, entre productoras de semillas y agroexportadoras".
Parece como si éstas últimas multinacionales, apoyadas completamente por los intereses políticos de carácter imperialista que lleva adelante el gobierno de los Estados Unidos, quisieran reducir a las personas que trabajan en la agricultura al uno por ciento, como ocurre efectivamente en este país del norte.
El Centro de Seguridad Alimentaria de Estados Unidos sostiene que "en ese país la agricultura no tiene agricultores. Tenemos más gente en la cárcel que cultivando".
En Estados Unidos, la corporación biotecnológica Monsanto tiene más de cien empleados dedicados a investigar a los agricultores. Se produjeron miles de casos donde los agricultores fueron extorsionados y perseguidos para pagar grandes multas cuando sus campos son contaminados por transgénicos patentados por esta multinacional.
"La imagen que venden los medios de comunicación y el mismo gobierno es que la agricultura es próspera, sin embargo, todo el sistema rural se está extinguiendo, los pueblos del campo son fantasmas", concluye el documento estadounidense.
En Bolivia, la guerra del agua, de principios de 2000 en Cochabamba y la lucha por los hidrocarburos, en 2003, hicieron que los movimientos sociales de campesinos e indígenas, los cuales constituyen el 80 por ciento de la población en todo el territorio nacional y nunca tuvieron representación, se constituyan en organizaciones de bases muy fuertes. "A partir del años 2002 se comenzó un proceso de cuestionamiento del sistema de creencias, de la democracia, reducida a las negociaciones dentro del Parlamento, es decir, lo que se llama una democracia pactada", explicó Patricia Molina, del Foro Boliviano del Medioambiente y el Desarrollo (FOBOMADE).
En el marco del seminario, el caso ecuatoriano se refirió a la cuestión del petróleo, ya que en ese país no existe agricultura transgénica. La actividad petrolera, sobre todo de REPSOL YPF, CHEVRON y TEXACO está provocando desastres ambientales en todas las zonas donde se realiza. La contaminación del aire, del agua y el suelo, junto a un acelerado proceso de colonización han hecho desaparecer a los pueblos originarios de la región amazónica, tal como hemos visto en el caso brasileño.
En el Amazonas ecuatoriano, los pueblos son nómades, por tanto, es necesario que tengan territorios aptos para cultivar cuando lo necesiten. En cambio, esos territorios fueron ocupados por TEXACO, empresa que comenzó a explotar el recurso natural en 1992.
Un dato importante, es que actualmente, sólo el 20 por ciento de las ganancias del petróleo es para el Estado, el resto es para las empresas transnacionalizadas antes mencionadas.
Elizabeth Bravo, de la organización Acción Ecológica, dijo además que "las empresas petroleras están supliendo al Estado en muchos aspectos, por ejemplo, en comprar las tierras a los indígenas a cambio de beneficios que no los llevarán a resolver su conflicto de productividad, sino que son "regalos" como aquellos que les hicieron los colonizadores españoles a los indígenas americanos en el siglo XVI".
Por ra.ude.plnu.oirep@aimadp | Desde Buenos Aires
Fuente: Prensa Mercosur