Contrato Operación Infinita: La Guerra Imposible y Lucrativa de la Biotecnología para vencer la Naturaleza

Contrario a lo que se le está diciendo al público de EEUU, la defensa biológica no ofrece protección duradera contra la amenaza de armas biológicas. Para ganar, la defensa biológica debe vencer la variabilidad infinita de la naturaleza misma. Esa es una tarea imposible

Edward Hammond
3 de octubre de 2001

El autor es director del Sunshine Project EEUU, una ONG que trabaja por la prevención del desarrollo y uso de armas biológicas.

Contrario a lo que se le está diciendo al público de EEUU, la defensa biológica no ofrece protección duradera contra la amenaza de armas biológicas. Para ganar, la defensa biológica debe vencer la variabilidad infinita de la naturaleza misma. Esa es una tarea imposible.

Es una realidad desconcertante para enfrentar, pero la ciencia no proporcionará soluciones a largo plazo para la amenaza de armas biológicas. Peor aún, las cuantiosas inversiones en defensa biológica podrían tener el efecto contrario. Las soluciones duraderas pueden encontrarse en la diplomacia, la cooperación internacional y la vigilancia. Estas herramientas no son perfectas, sin embargo prometen acceso a instalaciones sospechosas, intercambio de información, "presión de grupo" entre países y mayor capacidad para asegurar que cada uno está cumpliendo con sus obligaciones de no desarrollar o usar armas biológicas.

Los ciudadanos deberían formular preguntas sobre defensa biológica, y no aceptar respuestas simples. La pregunta más grande aún no formulada: ¿Qué necesita la biotecnología para librar un guerra exitosa contra el terrorismo?

Para obtener una respuesta, tómese un momento para reflexionar en ser inmortal. Ahora piense en defensa biológica. Sumados resultan en una promesa imposible y arrogante de dominio humano sobre la vida y sus variables.

¿Se sentirían seguros los estadounidenses si, digamos el 50% de la población es inmune a algunos tipos de armas biológicas? ¿O con un 50% de resistencia a las armas biológicas? No. Un enemigo biológico no se puede detener. Para ganarle, hay que ser aplastarlo. Y en un mundo de variabilidad infinita, eso es imposible.

El término defensa biológica puede dar lugar a confusión. Se aplica a un ramillete de enfoques diferentes, algunos razonables, otros dudosas. Es importante remover la cobertura de la defensa biológica. Algunas actividades de defensa biológicas son medidas de salud pública prudentes, como por ejemplo capacitación para personal médico y monitoreo de brotes inusuales de enfermedades. Nadie podría estar en desacuerdo con ese tipo de defensa biológica. Otros enfoques son técnicos, como la producción de trajes protectores y sensores para detectar armas biológicas. Estos esfuerzos tienen sus propias dificultades (que no abordamos aquí).

Otro conjunto de actividades de defensa biológica se asimilan a aquellas tradicionalmente catalogadas como defensa biológica militar. Estos enfoques son biomédicos, como el desarrollo de medicamentos específicos para un agente, o vacunas multivalentes (que protegen contra más de una variante del agente).

El último conjunto de enfoques y, entre ellos, aquellos que suponen vencer el ataque constituyen el objeto del presente análisis. Guerra biológica es el uso de enfermedades (generalmente microbios o toxinas derivadas de los gérmenes) para lograr fines políticos y militares. El extraordinariamente letal ántrax es la arma biológica sobre la cual muchos han escuchado, sin embargo las armas biológicas no comienzan ni terminan con el puñado de agentes discutidos frecuentemente en los últimos días.

Las armas biológicas son muchas. ¿Cuántas? La respuesta es incomoda para contemplar, pero crítica para entender. Existen más armas biológicas potenciales que enfermedades que afectan a los seres humanos, animales, cultivos industriales o de alimentos y a los sistemas biológicos que soportan nuestro entorno. Todas las enfermedades son armas biológicas potenciales.

En otras palabras, las armas biológicas son infinitas. Comenzando con la variabilidad intrínseca de la naturaleza, incrementada por la ingeniería genética, las posibilidades de agentes para armas biológicas son literalmente ilimitadas. Hay docenas, tal vez cientos, de variedades de viruela. Un "cortar y pegar" genético diferencia una cepa de E. coli que ayuda alegremente en la digestión y otra que mata a las personas. Técnicas como la mutagécnesis y el uso de genes resistentes a antibióticos pueden convertir microbios completamente benignos en microbios mortales.

Los proyectos de defensa biológica encaminados a eliminar la amenaza de las armas biológicas trabajan en contra de un mundo infinito de enemigos potenciales. Por consiguiente, para ser efectivos deben buscar controlar, en forma eficaz, todos los sistemas a través de los cuales todas las formas de vida crecen y se reproducen. De lo contrario, las defensas estarían completamente flanqueadas.

Para ponerlo de manera simple, quienes prometen victoria -esto es una eliminación técnica de armas biológicas o incluso de un subconjunto significativo de estas- aspiran al poder de un dios. Sin la omnipotencia, contrarrestar una amenaza únicamente apunta a otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y asi sucesivamente. Es dolorosamente obvio que incluso el mejor, enormemente financiado talento científico nunca podrá vencer la biodiversidad combinada con un decidido, a veces suicida, enemigo. Es decepcionante que relativamente pocos científicos hablan públicamente sobre este asunto. Muchas menos las compañías, pero en ese caso, hay ganancias para tener en cuenta.

Pensando hacia adelante

Cuando alguien dice tener la solución técnica a un ataque con armas biológicas, es importante pensar uno o dos pasos más adelante. En la actualidad, existen más presuntas soluciones para el ántrax que para la malaria, un triste comentario histórico sobre las prioridades de la salud pública, pero ¿estarían más seguros los Estados Unidos y sus aliados si el ántrax fuese conquistado?

La eliminación efectiva de esta amenaza a la población general está a una década y billones de dólares de distancia. En este momento, EEUU escasamente puede producir vacunas suficientes para proteger a sus propias tropas, pero incluso en ese caso, la protección es limitada y posiblemente no funciona respecto de cepas genéticamente modificadas que se sabe existen. En gracia de discusión, pretenda por un momento que el ántrax ha desaparecido como amenaza. Existe un agente de guerra biológica menos. Ántrax es particularmente mortal, pero no deja de ser tan solo uno entre un número infinito de posibilidades. Infinito menos uno no es un número real. ¿Qué sucede después? La atención se desplaza hacia las cepas genética modificadas de agentes que pudieran flanquear nuestras defensas y después hacia otros agentes de guerra biológica conocidos hace años, como viruela, toxina botulinica, tularemia, fiebre Q, brucelosis, muermo, peste, varios tipos de encefalitis y fiebre hemorrágica, marburg y ébola.

Muchos expertos se resisten a admitir que usar algunos de esos agentes como armas requiere algo más que un disco de petri, tomar riesgos personales y un poco de ingenio. Usar esos agentes para obtener un efecto dramático requiere un poco más de ingenio, pero es insensato asumir que la ciencia oscura de las armas biológicas es impenetrable para cualquiera, salvo unas pocas mentes superiores. Por lo tanto, en nuestro escenario de solución técnica, esas enfermedades también deben ser erradicadas. Vaya un paso más adelante y, por un momento, sea locamente optimista. Pretenda que la biotecnología ha desterrado todas las enfermedades mencionadas hasta el momento (pese a que la solución de muchas de ellas está más cercana si se tratan como un asunto de salud pública y compasión, que con la última terapia genética). Todos los gérmenes típicos de guerra biológica han desaparecido, al menos como una amenaza para los soldados de EEUU. ¿Estaría entonces EEUU a salvo de armas biológicas? Para nada. Infinito menos veinte, y quedan muchos por delante.

En este punto, se deben considerar asuntos políticos muy difíciles y potencialmente desestabilizadores. ¿Quién paga la cuenta y quién recibe la protección? ¿Proporcionaría EEUU esas vacunas y tratamientos hipotéticos a todo el mundo, o los reservaría para sus aliados cercanos y los ricos? Lo más probable es que las compañías de biotecnología no los regalen. Pregúntele a África sobre los remedios contra el SIDA. ¿Debería EEUU costear la vacunación del mundo entero? De hecho, EEUU no está seguro de tener la capacidad de proteger a sus propios ciudadanos. Si EEUU no está preparado para proporcionar tratamiento al mundo, ¿cómo se interpretaría? Como una muestra de la insensibilidad de EEUU, o incluso como una amenaza. EEUU estarían marginalmente protegido, pero el resto de mundo, especialmente los pobres, estarían vulnerables.

Pero estamos apenas raspando la superficie de las posibles armas biológicas. Entre las enfermedades humanas, para comenzar, está la influenza, que ya se ha esparcido como fuego y matado miles de personas año tras año. Súmele VIH, malaria, dengue, cólera, tifo, fiebre amarilla, Nilo occidental, mal de chagas, enfermedad de Lyme, hepatitis y oncocercosis. Existen muchas más. ¿Están preparados el Pentágono y el Secretario de Defensa del Territorio Nacional para combatir también esas enfermedades? Porque todas ellas podrían ser usadas como armas muy dañinas. Una solución técnica de defensa biológica requiere dominarlas a todas, protegiendo la población y, cuando fuere posible, eliminando el agente para mantenerlo fuera del alcance de manos traviesas.

Existen otras armas biológicas. Enfermedades de cultivos, de ganado, patógenos que atacan a los alimentos, microbios genéticamente modificados que destruyen materiales como los creados por la armada de EEUU. Estos son igualmente difíciles de combatir y amenazan a los humanos porque destruyen los medios de supervivencia. Pregúntele a los funcionarios británicos de agricultura sobre su batalla desesperada y extremadamente costosa contra un brote aparentemente accidental de fiebre aftosa. Ni siquiera hemos mencionado la ingeniería genética. Si el primer intento del guerrero de armas biológicas no funciona, se puede hacer que regresen las viejas enfermedades: Sarampión, paperas, rubéola, o inclusive polio pueden ser inducidos para eludir vacunas.

Un cortar y pegar genético diferencia una bacteria benigna de una que mata.

El año pasado, unos científicos publicaron un diagrama genético que muestra cómo una enfermedad relativamente débil, por ejemplo varicela o herpes, puede ser transformada en armas biológicas letales.

Se puede hacer que las enfermedades muestren síntomas diferentes; hacerlas más agresivas; resistentes a antibióticos ,o invisibles a los sistemas de detección.

En la jerga de seguridad, muchos de estos elementos están clasificados como "riesgos" en vez de "amenazas". Riesgos son aquellas cosas que son posibles, amenazas aquellas sobre las cuales tenemos buenos motivos para creer que pueden suceder. Por ejemplo, VIH es muy mortal, pero difícil de convertir en arma y ninguna persona seria ha amenazado con hacerlo. Por lo tanto, existe un riesgo, pero no una amenaza. La evaluación de amenazas aborda los asuntos cercanos y, efectivamente, deja las posibilidades futuras para ser atendidas más adelante, para cuando sean más reales. La distinción entre riesgo y amenaza es el punto de partida para muchos analistas. Pero a los analistas les preocupa la inmediatez de la defensa, no la prevención.

La metodología de evaluación de amenazas para clasificar las prioridades es muy diferente de, por ejemplo, el principio de precaución desarrollado en bioseguridad. Desafortunadamente, la evaluación de amenazas ha dominado profundamente no solo el pensamiento militar, sino diplomático respecto de las soluciones a las armas biológicas. La miopía inherente de esa metodología ha obstaculizado el desarrollo de soluciones eficaces. Muchos gobiernos han substituido un enfoque de formulación de prioridades del corto plazo por una metodología encaminada a crear las condiciones subyacentes necesarias para prevenir el surgimiento de nuevos problemas. Al descartar aquellos problemas que no están a la vuelta de la esquina, la evaluación de amenazas conlleva a nociones mal concebidas sobre qué se puede hacer para promover seguridad, como la retirada de EEUU del Protocolo de Verificación a la Convención sobre Armas Biológicas, y a invertir copiosamente en los tipos equivocados de defensa biológica.

Resolución del Golfo de Tonkin de la Biotecnología

En la actualidad, la billetera del Congreso de EEUU está completamente abierta. No hay escasez las manos extendidas. La mayoría de los recursos están siendo perseguidos por una industria que se ha jugado su imagen pública con la falsa esperanza de crear una protección significativa contra un ataque biológico. La semana pasada, casi todos los periódicos importantes de EEUU publicaron artículos elogiando los "milagros" experimentales de defensa biológica o las pócimas ";mágicas" justo a la vuelta de la esquina, en una universidad local o una nueva empresa de biotecnología. ¿Tuvo EEUU antes del 11 de septiembre una industria de defensa biológica tan grande y promisoria y nadie se dio cuenta? No. En términos globales, nuestro programa es grande, pero no es promisorio y las probabilidades de que el profesor o Jefe de Tecnología a la vuelta de la esquina nos proteja contra un ataque biológico no son mayores de que nos proteja contra un maremoto.

Gracias a la preocupación de EEUU respecto de la protección del territorio nacional, la industria biotecnológica cree que se le ha concedido una licencia para proseguir con una guerra lucrativa, sin posibilidades de producir paz y sin resultados al largo plazo, salvo ganancias. El Congreso no le concedió a la industria de biotecnología exactamente la carta blanca de una Resolución del Golfo de Tonkin, pero la cobertura ligera de los medios de comunicación y el oportunismo desvergonzado están creando una. Dyncorp, un contratista militar aterrador, mejor conocido por inundar a Colombia con herbicidas de amplio espectro en la Guerra contra las Drogas, está montando un negocio de vacunas contra armas biológicas. Su socio es Porton International, una compañía que se originó en Port Down, el equivalente británico de Ft. Detrick, Maryland. Hasta 1969, Ft. Detrick era sede principal del programa de guerra biológica de EEUU. En la actualidad alberga elementos importantes de nuestra estructura de defensa biológica. Dyncorp tiene sus dedos en muchos pasteles y también asesora al Ejército de EEUU y a la industria sobre cómo cumplir con los convenios internacionales sobre armas biológicas y químicas.

Science Applications International Corporation (SAIC), otro importante contratista militar, ya tiene activos en Ft. Detrick a través de contratos con los militares y con el Instituto Nacional de Cancerología.

En Texas, Lynntech Inc ofrece hidrolasas de organofosforados, como parte de su búsqueda para descubrir, usando las palabras de un diario local, "una sola enzima que neutralizará todos los agentes tóxicos". Un pastel en el cielo, si alguna vez existió uno, pero el 11 de septiembre un general de Ft. Detrick telefoneo a los tejanos.

En Seattle, Corixa Corp, se queja públicamente que $3.5 millones no son suficientes para probar su vacuna experimental contra ántrax y quiere que el gobierno de brinde más ayuda. Las acciones de Corixa subieron más del 50%. Y hay muchísimas más.

El empuje por la vacuna

Durante la Guerra del Golfo Pérsico, EEUU se dio cuenta que no tenía la capacidad de vacunar a sus tropas (mucho menos a las de sus aliados) contra ántrax y otras armas biológicas que Irak poseía. Las súplicas a la industria farmacéutica produjeron una inundación de antibióticos, pero pocas vacunas. Tratar la enfermedad siempre ha sido mejor negocio que prevenirla. Después de más regateos, la industria dejó en claro que no estaba interesada en producir vacunas contra armas biológicas a menos que se le concedieran subsidios masivos y exoneración de responsabilidad por posibles daños. Los militares accedieron y SAIC diseñó un plan para que el gobierno invirtiera cerca de $3 billones en investigación y construyera una planta que costó $370 millones. En esta planta del gobierno, las compañías producirán ocho (8) vacunas contra ántrax, viruela, peste, tularemia, muermo, siguiente generación de ántrax (léase genéticamente modificado), toxina ricin y encefalitis equina.

Esos más de $3 billones compran solamente ocho y protegen solamente al ejército de EEUU y, mediante convenio, a algunos soldados de Canadá y el Reino Unido. Mala suerte para la población civil de EEUU, que según SAIC están "fuera del alcance de la línea de base operaciones del diseño de la planta (de propiedad del gobierno, operada por el contratista)". Ni siquiera se les ha ocurrido pensar en ciudadanos extranjeros.

Evitar el Espiral e Invocar Diplomacia

El 4 de septiembre, el New York Times reveló que investigadores de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) habían probado una bomba biológica simulada y construido una planta verdadera de producción de armas biológicas en Nevada, actividades que no se diferencian de la investigación ofensiva en armas biológicas. EEUU mantuvo en secreto esas actividades y no las divulgó en sus informes anuales ante la Convención de Armas Biológicas, desconociendo el mecanismo de fortalecimiento de confianza establecido por la convención.

Ahora Estados Unidos está vertiendo más billones en defensa biológica. En el actual clima, es difícil de creer que los adversarios potenciales no responderán con inversiones similares. Después de todo, es Estados Unidos quien ha incumplido con sus obligaciones en control de armas. La situación podría fácilmente convertirse en un espiral incontrolado. Tan pronto EEUU entienda la imposibilidad de una defensa biológica efectiva, inmediatamente crecerá la presión sobre la administración Bush para que vuelva a sus cabales y promueva la rápida conclusión del Protocolo de Verificación a la Convención de Armas Biológicas y Tóxicas.

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