Fumigando contra un sueño: Cuando los agrotóxicos son la mayor plaga

Idioma Español
País Uruguay

Con un área cultivada en disminución de un 30 por ciento con respecto a 2014, igualmente Uruguay ocupó 1,3 millones de hectáreas con soja transgénica en 2015. Alcanza una pequeña parte de eso para contaminar cuencas de fuentes de agua para consumo humano, erosionar la tierra, contaminar y enfermar personas, romper vidas y comunidades. Esto ocurrió los pasados 7 y 8 de enero de 2016 en Laguna del Cisne, a decenas de kilómetros de Montevideo.

Olga se acoda en su mesa de trabajo, las manos en la barbilla. Todo es luz y silencio en ese casa-espacio-taller donde la madera y el barro cooperan con buen gusto y delicadeza artesanal.

Frente a ella un gran ventanal a través del cual su mirada se pierde en el verde cercano, los otros verdes, el cielo azul de tan celeste.

Ella soñó mucho tiempo con ese momento cotidiano de contemplación creativa, cuando el afuera y el adentro se funden en una sola búsqueda, preludio de los trazos, el color o la arcilla modelada. Su taller-casa corona cuatro hectáreas ubicadas a 1,2 kilómetros de la Laguna del Cisne y, ahora, linda con el infierno.

Olga Pareja es artista visual. Cuando compró ese pequeño campo –en 2006- y construyó la casa-taller de sus sueños –en 2010- no imaginaba que apenas un año después aquel idílico paisaje estaría salpicado con grandes manchones verde oscuro, verde soja, soja transgénica.

El cultivo “estrella” de la agroindustria regional se fue expandiendo hasta llegar incluso a un predio pegado al suyo.
Un mix de venenosUn coctel letalSe sabe, la soja viene en paquete junto con tecnologías propias para su siembra, mantenimiento y cosecha. En el paquete conocido como Roundup Ready (hay otras sojas transgénicas con nombres menos imaginativos) incluye herbicida (Glifosato, derivado del desfoliante “Agente Naranja”, muy utilizado por la “USA Air Force” durante los años 60 en Vietnam), insecticidas según necesidad, fungicidas y un desfoliante precosecha que derriba todas las hojas y deja en la planta sólo las chauchitas con los porotos de soja dentro. “Una verdadera obra de arte” diría el doctor Frankestein.

“Un coctel letal” dice sin embargo la realidad una y otra y otra vez ya hace más de 20 años. Desde que la soja comenzó a reptar sin freno en la región sus fronteras se fueron alejando hacia los cuatro puntos cardinales.

Hoy es el primer cultivo en área ocupada de América del Sur y abarca un territorio tan extendido y homogéneo que se le ha llamado “la República de la Soja”, incluyendo sobre todo vastas zonas de Argentina, Paraguay, Bolivia, Brasil y Uruguay.

Olga vive al norte de la Laguna del Cisne, en los alrededores de la Estación Sosa Díaz que pertenece a la Seccional de Salinas, departamento de Canelones, y al este de Montevideo.

-Estoy sí un poco rodeada por la soja –dice mientras matea en la sala de su casa-. Fumigan sin respetar la reglamentación que, por ejemplo dice que no pueden hacerlo cuando hay viento de más de 3 km por hora. Según una Medida Cautelar decretada por la Intendencia Municipal de Canelones (IMC) aprobada en octubre pasado, está prohibido fumigar con recipientes de más de 50 litros, esto es una mochila que se lleva en la espalda.

Pero el pasado jueves 7 de enero fumigaron con un “mosquito”, mientras soplaba un viento de 18 km por hora y con ráfagas de más de 26 km.

Olga hizo la denuncia policial pensando que, a esta altura, tal comportamiento merece una acción penal. Las condiciones para las fumigaciones aéreas y terrestres se encuentran legisladas por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP).

En el 911 me atendieron impecablemente. La persona con la que hablé me dijo que enviaba de inmediato una patrulla y que se comunicaría con el MGAP. Pocos minutos después me llamó el cabo del Destacamento Policial de la Estación porque la patrulla no encontraba el lugar. Finalmente llegaron, tomaron la denuncia que, en principio, terminó en el despacho del juez.
Al que no quiere soja…Dos platos y la indiferencia de las autoridadesPero al día siguiente, viernes 8, el "mosquito" estaba fumigando nuevamente, y esta vez junto a la casa de Olga.

-En vez de llamar a la Policía intenté llamando a la Intendencia, a Gestión Ambiental, donde me atendieron muy bien. Me pasaron un número de celular donde se pueden enviar mensajes de texto haciendo denuncias ambientales (099389486). Respondió el director de Medio Ambiente, Leonardo Herou, diciendo que ya venía gente.

Después me llamó el ingeniero Acosta y Lara y me mandó el texto de las Medidas Cautelares decretadas por la IMC en octubre pasado.

Pero a esa altura Olga ya tenía todas las mucosas irritadas, le ardían los ojos y la garganta, le picaba la nariz, y sentía la boca como quemada.

-Al salir para ir al médico veo que el mosquito se está yendo, y lo empecé a seguir en mi auto para tratar de encontrarle alguna identificación o matrícula, pero no tenía. Atrás venía un camioncito con agua pero tenía las matrículas ilegibles.

Tomé la única seña que vi inscrita, pero era el nombre de la fábrica y un número telefónico de Argentina donde los hacen. Al final, un inspector de la IMC que me alcanzó, Bruno Pacheco, ya sobre la ruta, tampoco pudo verlo, pero me tomó todos los datos, vino hasta el predio, sacó fotografías.

El lunes siguiente me llamó informándome que el propietario del establecimiento Piedra del Toro, Pablo Benia, que es el vecino que ya me contaminó antes, legalmente tiene diez días para hacer sus descargos.

El médico que la atendió dijo que no tenía información sobre “estos temas”. Le dio unas pastillas para la acidez de estómago.

-Pero conseguí que hiciera la denuncia en el Centro de Información y Asesoramiento Toxicológico (CIAT), donde ya tengo un expediente iniciado hace tres años por el primer episodio de contaminación.
Corre por tu soja
-Esa vez inicié un litigio judicial que generó dos audiencias de conciliación en las cuales conseguí que el cultivo se retirara a 100 metros de mi predio, pero no logré que se demarcara esa distancia, por lo cual creo que a esos 100 metros les faltan unos 30 o 40 para cumplir lo acordado. Me he cansado de enviarle mensajes al propietario, pero no me responde.

Olga relata que ahora fumigan a toda velocidad. Antes lo hacían más lentamente, pero ya saben que los denuncian, por lo que trabajan a 50 o 60 km por hora y cambian rápidamente de sector del campo.

-Esta soja lleva cinco fumigaciones –informa ya como una experta involuntaria en la materia-. Primero el herbicida, y además, no sé bien en qué orden, el antihongos, el antichinches, el antilagarta y finalmente el desfoliante. Lamento no saber qué aplicaron esta vez porque quemaron los tanques.

Lo sé porque vi el humo negro desde acá y le pregunté al chico del camioncito que me lo confirmó.

Olga piensa que en esta oportunidad y hasta ahora todo funcionó correctamente desde el punto de vista institucional.

-Soy montevideana, estudié hasta primer año de Agronomía. Toda la vida me gustó el campo. A la vejez me compro un campito para disfrutar de ese sueño y me lo arruinan.

Eso es lo que más me duele. Daré seguimiento al trámite para ver qué ocurre. En este momento elijo creer que se harán las cosas bien. Si dejo de creer, de confiar en que esto se va a arreglar, lo que me queda es vender el campo e irme.

Foto: Lucía Iglesias

Fuente: Rel - UITA

Temas: Agrotóxicos

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