Gasoducto del Sur afectará 522 mil kilómetros de áreas prístinas de la Amazonia

Idioma Español
País Venezuela

Así lo advierten más de 330 ciudadanos, organizaciones y movimientos sociales de Venezuela y Brasil en una carta enviada a los presidentes de Argentina, Brasil y Venezuela solicitando “descartar definitivamente de sus agendas” la realización del mencionado proyecto gasífero

Destino: Jefes de Estado de los países Brasil, Argentina y Venezuela. Remitente: Más de 330 ciudadanos, organizaciones y movimientos sociales de varios países. Asunto: Descartar definitivamente de sus agendas la construcción del Gasoducto del Sur como medio para cubrir las necesidades energéticas de Suramérica y buscar una opción mas cónsona con la realidad ecológica, económica, y social de la región. La carta, que congrega a los representantes y miembros de las organizaciones ambientalistas y sociales tanto de Venezuela como Brasil, entre las que se mencionan: Amigransa, Orinoco Oilwatch y Avva Frontera Gran Sabana (Venezuela); Núcleo Amigos da Terra y Rede Brasil sobre Instituições Financeiras Multilaterais (Brasil), fue entregada el pasado 19 de abril durante la reunión celebrada en la capital de Paraguay donde los líderes sudamericanos Evo Morales (Bolivia), Nicanor Duarte (Paraguaya), Tabaré Vásquez (Uruguay) y Hugo Chávez (Venezuela) suscribieron un Memorandum de Entendimiento sobre Integración Energética y Física con el objetivo de seguir avanzando en la consolidación de la construcción del Gasoducto del Sur, proyecto considerado por el mandatario venezolano como la “columna vertebral de la integración suramericana” ( ver aquí).

8 mil kilómetros polémicos

La misiva advierte que los 150 millones de metros cúbicos de gas venezolano viajarían a través de la inmensa tubería que partiría desde la desembocadura del Río Orinoco en Venezuela, atravesando el frágil territorio de la Gran Sabana -asiento de los milenarios tepuyes-, para seguir su ruta a través de la Amazonia brasilera hasta llegar a Buenos Aires, en Argentina para ser distribuido a Argentina, Brasil y a Uruguay con posibles interconexiones con el Paraguay y Bolivia. Una extensión de ocho mil kilómetros que a juicio de los firmantes se vería impactada de forma permanente e irreversible.

“La construcción de un gasoducto de 8000 kilómetros, la instalación de decenas de plantas de compresión y de cientos de estaciones de válvulas, tendría desastrosas consecuencias ambientales debido a que implicaría inmensas deforestaciones de selva tropical amazónica, la remoción de grandes cantidades de tierra, apertura de caminos de acceso en sitios vírgenes, instalación de campamentos, posibles desalojos a poblaciones nativas y pueblos indígenas, la proliferación de enfermedades tropicales, etc., todo ello, facilitando el acceso de oleadas de depredadores e invasores que agravarían aun más la destrucción que generaría la misma obra”.

Balance ecológico

El grupo de ambientalistas y ciudadanos que rechaza este proyecto -y que cada día se incrementan por las firmas que se van anexando a través de la página www.PetitionOnline.com/rechaz01/petition.html; señala que una obra de tal magnitud “afectará el balance ecológico de ríos que serán atravesados por el gasoducto causando impactos adversos como el estancamiento de aguas, contaminación, y erosión”. Sostienen que las tuberías de hidrocarburos son inexorablemente proclives al desgaste y la corrosión sobre todo en ambientes húmedos tropicales como el Guayanés-Amazónico, lo cual las convierten en un riesgo permanente a filtraciones y rupturas pudiendo crear una catástrofe de dimensiones inimaginables en el Amazonas, ocasionando una clara amenaza para Venezuela, Brasil y sus vecinos”. Al respecto, cabe destacar los señalamientos del ingeniero de gas Nelson Hernández ( ver aquí) quien explica que la pluviométrica (cantidad de agua que cae en un metro cuadrado de superficie) en la Amazonia es un factor de alta importancia a tener en cuenta porque existen zonas que durante la época de lluvia que suele durar hasta ocho meses al año, alcanzan un nivel de agua de 12 metros de altura. Además, Hernández reitera que la hidrografía de la Amazonia “es altamente complicada”. Cree que no se conocen con exactitud la cantidad de ríos, riachuelos, pantanos existentes en el denominado “pulmón del mundo”, por lo que el experto en gas se pregunta si el gasoducto irá tendido por debajo de los lechos de los ríos o deberá ser subterráneo. Lo cierto es que lo anterior, aunado a lo que plantean las organizaciones denunciantes, el proyecto ambicioso del gasoducto afectaría “casi 522 mil kilómetros de áreas prístinas de la región amazónica, hogar de 22 pueblos indígenas y una diversidad de riqueza biológica aun desconocida”.

Integración de otro tipo

La mencionada carta -que rechaza este ambicioso proyecto gasífero por “inconsulto”-, considera que la idea de integrar a Suramérica “a través de ese gigante gasoducto no traería ni unidad ni bienestar a los pueblos del sur ya que está basada en la sobre explotación de los recursos naturales y en la destrucción de la diversidad que existe hoy en día en la región amazónica”. Para ellos el proyecto “no toma en consideración los peligrosos impactos que tendrá la sobre explotación del gas en las costas y tierras venezolanas, ni tampoco los impactos en la región amazónica conocida como el más grande reservorio de agua y reservorio de biodiversidad. Indiscutiblemente este proyecto agregará más deuda a la ya existente deuda ecológica y social que afecta la región”. Reiteran que la integración de los pueblos “es pertinente y necesaria”, pero no a costa del “grave impacto que se le estaría causando a la Amazonia, que es garantía de vida, reservorio de agua dulce, de biodiversidad y hábitat natural de muchos Pueblos Indígenas”. Piensan que la misma debe estar basada “en un enriquecedor intercambio social y cultural; en el diálogo de saberes; en el intercambio de experiencias agro-ecológicas, sin transgénicos ni monocultivos; en la satisfacción del déficit energético basada en el uso consciente de la energía y en la producción de energías alternativas mediante procesos ecológicos”.

Están convencidos que el Gasoducto del Sur “acrecentará la deuda ecológica y social y por ende, la pobreza”. “La integración de nuestros pueblos requiere: un cambio de paradigma que se aparte del modelo de desarrollo dependiente de los hidrocarburos impuesto a nuestra civilización; una visión de protección ambiental integral en aras de detener el aumento de la deuda ecológica y social; la defensa de nuestros derechos como acreedores y no deudores de una deuda externa; una relación directa Estado-Ciudadano para el diseño de políticas públicas; y el fortalecimiento de valores de libertad, igualdad, equidad, justicia, paz, de no discriminación, respeto a la vida y a los Derechos Humanos”.

¿Dónde está la sociedad protagónica?

La preocupación de Acoana tiene que ver con el impacto ambiental de un desarrollo de la magnitud de una obra como el gasoducto. Para Domingo Medina, miembro de Acoana, en los tiempos de un proceso de participación y de un nuevo modelo de cambios en lo que es el Estado y la sociedad venezolana, no están los venezolanos siendo protagónicos de este potencial desastre ecológico que pudiera ocurrir con la propuesta del Gasoducto del Sur. “Se va a generar un conflicto y la gente que ha sido empoderada por este mismo Gobierno a participar es la que va a reaccionar eventualmente. Es un problema de concientización que ya están generando reacciones a nivel internacional incluso, y eso es reflejo de que no ha habido un proceso de apertura a la participación”. Considera que el Gobierno Nacional ha demostrado que no le importan las figuras de Parques Nacionales y un ejemplo de ello fueron las aperturas de la Reserva Forestal Imataca, el tendido eléctrico en el Parque Nacional Canaima, “pareciera que no hay normativa legal, una vez más es el hombre por encima del ambiente, cuando aún no entendemos la complejidad de las dinámicas ambientales y ecosistémicas”.

Para Medina urge un cambio de conducta en cuanto al consumo y uso de la tierra para evitar que nuestros recursos naturales se destruyan y que las futuras generaciones puedan disfrutar de eso que llaman sustentabilidad.

Fuente: Oilwatch

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