La construcción incontrolada de represas en los Balcanes amenaza a poblaciones y al patrimonio natural de la región

Idioma Español
País Europa

A pesar de un clima social tan difícil, los habitantes del Valle de Valbona intentan protestar contra la destrucción del ecosistema en Albania, como en esta imagen de noviembre de 2017. En su banderola los manifestantes claman “No toquen el Valbona”.

Confundidas con los guijarros, apenas se distinguen las ovejas que beben a las orillas del río Cemi. Con el grandioso paisaje de los Alpes albaneses como tela de fondo, esta imagen parece inmutable. Sin embargo, a unos pocos cientos de metros, tuberías de imponente tamaño recuerdan la amenaza inminente que se cierne sobre la forma de vida ancestral de los pastores del norte de Albania.

“Todos están en contra de la construcción de esta planta hidroeléctrica, ¡pero nadie reacciona!”, espeta amargamente Hana [nombre ficticio a petición suya], quien ha invertido en la cría de trucha cerca del pequeño pueblo de Tamara. Esta madre de familia trata de ocultar su desesperación. La mayoría de los habitantes han oído hablar de los proyectos en su río, pero son pocos los que desean hablar del tema. En Albania, un pequeño país traumatizado por su pasado totalitario, y donde el nepotismo no logra desaparecer, la palabra no suele liberarse fácilmente.

La nueva carretera, terminada hace dos años, ha suscitado esperanza en las montañas de Kelmend. Abandonada desde hace mucho tiempo a la pobreza y el aislamiento, la población local percibe posibles fuentes de ingresos y un atractivo para la economía turística en auge. La pequeña arteria peatonal de Tamara ha sido renovada y las remozadas fachadas de los cafés testimonian la impaciencia de sus propietarios por recibir a los visitantes de verano.

Este año, el número de visitantes también debería romper un nuevo récord. La mala imagen de Albania vehiculada por los medios de comunicación ya no disuade a los turistas, y los responsables que toman las decisiones económicas sueñan en convertir el país en una nueva Croacia. Sin embargo, estos mismos responsables parecen pasar por alto los tesoros naturales de los que tanto alardean las agencias turísticas.

“El escenario ideal para un maremoto de represas”

Al igual que otros cientos de ríos en los Balcanes, las claras aguas del Cemi que deslumbran a los visitantes no se libran de una auténtica carrera por el oro azul. “Hemos encontrado casi 3.000 proyectos hidroeléctricos entre Eslovenia y Grecia”, señala Ulrich Eichelmann, fundador de la organización no gubernamental RiverWatch. Esta organización vienesa, que cuenta con numerosos relevos locales, lucha contra esta invasión de cemento en el sureste de Europa (ver aquí).

La explosión del número de este tipo de proyectos puede explicarse ante todo por las nuevas realidades económicas. “En los años posteriores a las guerras de la antigua Yugoslavia, la situación política local era considerada demasiado inestable por parte de los inversores”, afirma Eichelmann. “Esta situación ha cambiado y la hidroelectricidad se ha visto impulsada en recientes debates sobre el cambio climático y la necesidad de desarrollar las denominadas energías ‘renovables’”.

El activista ecologista también señala los defectos de las sociedades balcánicas de hoy. “Además de la corrupción, una sociedad civil bastante inexperta y un Estado de derecho a menudo débil conforman el marco ideal para un maremoto de represas”. Estos proyectos, que generalmente no son muy transparentes, afectan incluso a las zonas más protegidas de la región.

Es así como a pocos kilómetros a vuelo de pájaro de Tamara, el parque nacional de Valbona se ve desfigurado por la construcción de varias obras. Desde hace muchos meses, sus habitantes multiplican diferentes formas de movilización para salvar su valle. Defienden una forma de turismo local y respetuoso de la naturaleza que ha permitido a muchos habitantes mejorar su vida diaria.

A principios de junio de 2018, la situación ha llegado a un punto crítico, se lamenta Dardan Metaliaj, un joven guía turístico entrevistado por Equal Times. “Las explosiones relacionadas con las obras de construcción han provocado la caída de rocas en nuestra propiedad y cerca de nuestros hogares, las personas que trabajan en los campos están traumatizadas”. Para protestar, los residentes ocuparon la carretera principal y luego los turistas se les unieron y apoyaron.

En un país predominantemente campesino, las aguas bravas de los ríos forman parte de la vida diaria de miles de personas que viven a sus orillas. ¿Se está rompiendo este vínculo de los habitantes con su entorno natural?

“Ya no tenemos acceso al agua para nuestras parcelas agrícolas, e incluso el agua potable es un problema porque las obras de construcción bombean el agua constantemente”, afirma Dardan. “A pesar de las amenazas, continuaremos protestando, ¡está en juego nuestra propia vida!”. De vuelta al pueblo tras cuatro años de estancia en Francia, Dardan no quiere verse obligado a emigrar nuevamente, como lo hacen muchos jóvenes originarios de los Balcanes.

El Parque Nacional de Valbona está lejos de ser la única zona protegida de esta región que se ve amenazada por la carrera energética. Punto caliente de la biodiversidad mundial, los Balcanes cuentan con uno de los ecosistemas más ricos del continente, gracias a una densa red de ríos preservados. Sin embargo, no lo suficiente como para frenar los apetitos financieros del sector de la energía.

La movilización rinde fruto:

La ONG Bankwatch-CEE señala que “el sistema actual de zonas protegidas no disuade a los inversores ni a los financieros”. Los lugares que ostentan la etiqueta de patrimonio europeo Natura 2000, o la de parques nacionales también se ven amenazados por las obras de construcción. Pese a que estas obras a menudo se realizan con el apoyo financiero del contribuyente europeo. En un informe publicado en marzo de 2018, la ONG señaló que los principales bancos públicos europeos de desarrollo han contribuido financieramente a la construcción de 37 centrales hidroeléctricas ubicadas en estos frágiles entornos (ver aquí).

En este contexto, y a pesar de las sequías de los últimos años, las pequeñas centrales de baja capacidad no dejan de multiplicarse. Visto que generalmente no requieren de ningún tipo de estudio de impacto medioambiental, podrían tener consecuencias catastróficas.

Este es, en todo caso, el toque de alarma de científicos de la Universidad de Graz en contra de esta serie de diques y represas. Sus análisis muestran que podrían desaparecer muchas especies endémicas. Entre ellas, una de cada diez especies de peces europeos (ver aquí).

En una era de compromisos climáticos y de auge de las energías renovables, los defensores de los ríos de los Balcanes quieren dar a conocer “la verdad sobre las represas”.

“Argumentar que la energía hidroeléctrica es una fuente de energía verde simplemente porque no emite CO² es ridículo”, afirma Eichelmann. “La energía hidroeléctrica es la peor fuente de energía en lo que se refiere a su impacto sobre la naturaleza. Arruina completamente nuestra supervivencia”.

Pese a que las obras de construcción siguen su curso, los oponentes a las represas tienen motivos para ser optimistas. Los esfuerzos de los residentes locales y los activistas ecologistas para proteger el “corazón azul de Europa” están rindiendo fruto.

En el Parque Nacional Mavrovo de Macedonia, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) se retiró de un importante proyecto tras la fuerte movilización de los agentes asociativos. Más al norte, en Bosnia, las mujeres del pueblo de Kruščica ocupan tanto de día como de noche el espacio donde se levanta una presa. A mediados de junio, el tribunal de Tirana falló a favor de los activistas, ordenando la suspensión de las obras en el parque de Valbona.

- Este artículo ha sido traducido del francés.

- Foto por Equal Times.

Fuente: Desinformémonos

Temas: Megaproyectos

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