No todo es petróleo: La lucha por el control de las reservas naturales de África

Idioma Español
País África

Los enfrentamientos tribales de la última semana en la región de Turkana, norte de Kenia, vuelven a situar en el horizonte mediático la lucha por el control de las reservas naturales que sufre el continente africano a nivel local.

El pasado lunes, dos miembros de la tribu pokot fueron asesinados en la localidad de Lorokon, presuntamente, a manos de la etnia rival turkana. Con posterioridad, el primer grupo se replegó para poner cerco a la aldea.

 

«Entendemos que de 600 a 900 residentes fueron rodeados por un grupo de hombres armados (pokot) cercano a los 150», reconoce la Cruz Roja keniana.

 

Para la organización, «la actual crisis no es nueva». Éste es un conflicto basado en los recursos -que incluyen (la lucha por el control de) la tierra, el agua, el ganado y la política- y hasta que éstas cuestiones no se aborden, «el problema no va a desaparecer». No obstante, el Gobierno local ha negado que la situación «sea tan mala».

 

Ya en septiembre de 2012, un enfrentamiento similar entre la tribu pokomo (en su mayoría, agricultores) y la etnia orma (pastores seminómadas) por el acceso a la tierra y acuíferos dejaba cerca de 116 fallecidos el delta del río Tana, al este de Kenia,

 

Sin embargo, el futuro a largo plazo tampoco invita al optimismo. En 2030, el 47 por ciento de la población mundial vivirá en áreas de alta conflictividad hídrica, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo. Así que el negocio de aquellos encaminados a dilapidar soluciones tampoco es menor.

 

Éste es el caso de los enfrentamientos entre pastores de la etnia fulani (musulmanes) y los agricultores berom (cristianos y animistas) en Nigeria. Pese a que se trata de una lucha por la posesión de la tierra que nada tiene que ver con ninguna yihad global, grupos integristas como Boko Haram avivan un conflicto religioso y tribal que, desde 1999, ha dejado 12.000 muertos al noreste del país.

 

O en Sudán del Sur, donde los enfrentamientos entre los lou nuer y los murle por el control de las cabezas de ganado dejaron, solo en 2011, más de 4.000 muertos principalmente en los Estados de Jonglei y Upper Nile («curiosamente» en disputa con su vecino norteño).

 

«La lucha por el agua y las zonas de pastoreo sigue siendo el motor primordial de los conflictos regionales», advertía en 2009 el «think-tank» británico Overseas Development Institute, quien denunciaba la marginación política que sufren estas comunidades en el Cuerno de África.

 

En este sentido, el pasado año, un informe de la organización Grain denunciaba la lucha abierta por un elemento que resulta cada vez más preciado: el agua. En él, se mostraba cómo la cuenca del Nilo, económica, ecológica y políticamente frágil, ahora es el blanco de una nueva oleada de proyectos agrícolas a gran escala. Y la primera interrogante que debía ser contestada es si hay suficiente agua para hacer esto.

 

Acaparamiento de agua

 

Siguiendo esta tendencia, un reciente estudio de la Universidad de Virginia y la Universidad Politécnica de Milán denunciaba cómo el fenómeno de acaparamiento de agua se ha intensificado en los últimos cuatro años debido, en gran parte, al aumento en 2007-08 del precio de los alimentos.

 

«En menos de una década, las tasas de la tierra y el acaparamiento de agua han aumentado dramáticamente», reconocía Paolo D'Odorico, coautor del estudio.

 

Para el analista, «incluso solo una fracción de los recursos acaparados sería suficiente para reducir, sustancialmente, la desnutrición que afecta a algunos de estos países que ceden sus tierras».

 

De igual modo, D'Odorico advertía que países como Sudán y Tanzania tienen el potencial de convertirse en los nuevos «graneros» globales. Claro está, sin influencia positiva para su población local.

 

Ya en su obra «World on the Edge», el activista estadounidense Lester Brown relata cómo, en 2009, Arabia Saudí recibió su primer cargamento de arroz producido en tierras de Etiopía. Todo ello, a pesar de que el Programa Mundial de Alimentos se veía obligado entonces a alimentar a cinco millones de etíopes.

 

El nuevo paradigma ha provocado no pocas tensiones. En abril de 2012, un grupo armado atacó las instalaciones de la compañía Saudi Star Development Company en la región etíope de Gambela (propiedad del millonario árabe Mohamed al Amoudi y que se sirve del río Alwero para regar sus plantaciones), dejando cinco personas muertas. Los motivos parecían claros: la comunidad local Anuak había pescado y cultivado en estas riberas durante siglos.

 

Ahora, se encuentra sumida en una crisis alimentaria sin precedentes.

 

Fuente: ABC.es

Temas: Criminalización de la protesta social / Derechos humanos, Petróleo

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