Paraguay: vivir no es subsistir

Idioma Español
País Paraguay

Los “sin tierras” migran a la ciudad pero allí no tienen trabajo ni pueden estudiar. El conflicto social se agudiza entre desalojos y represión

Los campesinos paraguayos sufren una grave crisis que los coloca casi en vías de extinción. El problema de la tenencia de la tierra, que es la base de su economía y su cultura, trasciende las cuestiones legales: la tierra para un campesino paraguayo representa la vida misma. No es otra cosa que su modo de vivir, su cultura intrínseca.

"Esta manera de entender y relacionarse con la tierra contrasta profundamente con la realidad que ha impuesto el capitalismo", resaltó Soledad, una luchadora social quien, aunque haya crecido y radicado en la ciudad, se irá a vivir al cabo de algunos meses con su familia y otras parejas a un asentamiento en la zona del Chaco paraguayo (Occidental).

Las estadísticas oficiales muestran como la tradicional conformación de la población paraguaya fue cambiando. En 1982, un censo oficial sobre Vivienda y Población decía que la mayor cantidad de habitantes se concentraba en el campo: el 57,2 por ciento. Pero en el censo 2002, la situación se invirtió y ahora en la ciudad se encuentra el 56, 7 de la población total del Paraguay.

Según el mencionado censo de 2002, el 46 por ciento de la población total (cinco millones doscientos mil) vive bajo la línea de pobreza, y el 21, 7 en la indigencia. Pero de la población rural, más de un millón de personas, no llega a satisfacer sus necesidades básicas.

El campesinado no tiene demasiadas oportunidades para cambiar su situación, que encuentra sus causas en la dictadura de Alfredo Stroesner y en el proceso que siguió a su caída, en 1989, pues se consolidaron la cultura de la corrupción, el clientelismo político y estadual, y la cultura militarista y represora.

Durante los treinta y siente años de gobierno autoritario, Stroessner fortaleció la distribución de la tierra entre personas vinculadas con el poder político y económico. Sin embargo, la idea de una Reforma Agraria está en boca de todos, en todas aquellas bocas secas por el hambre.

El monopolio de la tierra ha resignado por décadas el acceso al principal recurso productivo de miles de campesinos y campesinas pobres. Desde el primer Censo Agrícola de Paraguay, en 1956, se daba cuenta de que pocos propietarios eran dueños de grandes extensiones de tierras. En muchas de esas tierras, que fueron vendidas a extranjeros, estaban asentados campesinos y indígenas. Con la expansión de la ganadería extensiva y la agricultura comercial, la tierra se convirtió en una mercancía de bajo costo, pero ese crecimiento no fue regulado por el Estado.

Una de las consecuencias de la ausencia del Estado es la extranjerización de las zonas fronterizas (al Noroeste y Sur del país), donde millones de hectáreas se encuentran en manos de terratenientes foráneos.

En las décadas del ´60 y el ´70, el Instituto de Bienestar Rural (IBR), hoy Instituto Nacional del Desarrollo Rural y de la Tierra (INDERT), entregó lotes de 20 hectáreas a colonos antiguos que habían perdido sus tierras. Pero esos lotes fueron parcelados por las familias, pasándose de padres a hijos, hasta que se llegó a una minifundización extrema donde ya no quedan tierras para subdividir.

En 1989, el dos por ciento de la población tenía el 90 por ciento de la tierra. En aquel momento comenzaron las ocupaciones y las expropiaciones, llevadas a cabo por la presión del campesinado, que tenía muy en claro que las tierras de la región oriental, las más productivas del territorio nacional, eran "malhabidas", es decir que habían sido apropiadas ilegalmente.

El mismo día de la asonada que derrocó a la dictadura (3 de febrero de 1989), se anunció la ocupación de dos latifundios improductivos en Candideyú y Alto Paraná. Hoy, unas 300 mil hectáreas que todavía están en esa situación. Desde el gobierno afirman que no se dispone de tierras fiscales a los efectos de la Reforma Agraria y que intentarán recuperar tierras apropiadas ilegalmente, pero eso puede llevar años de proceso judicial. Sin embargo, el Estado cuenta con herramientas legales para encarar planes de desarrollo sustentables para el campo, existe una ley (1863 del Estatuto Agrario) pero no se avanza en ningún sentido.

Malena, otra luchadora social y del movimiento de mujeres CONAMURI (Coordinadora Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas), dijo que los paraguayos actualmente migran a los países vecinos, como Argentina: "nosotros decimos que allí la mayoría de las casas las hicieron obreros paraguayos porque han ido siempre a trabajar en la construcción".

En los últimos años, la migración - en su mayoría jóvenes que oscilan entre los 15 y 19 años - se ha trasladado España porque ya no basta con migrar del campo a la ciudad, dado que allí no podrán estudiar porque ya todas las universidades han establecido su arancel. De la misma manera, se les dificulta ingresar al mercado laboral porque no hay dinero en la calle y porque la mano de obra barata es un contingente muy numeroso.

Los pobladores rurales "desalojados" son más bien "exiliados". La mayoría de la gente, primero arrienda sus tierras a empresarios sojeros y después terminan por venderlas, para instalarse con su casa en los alrededores de una ciudad o pueblo. Pero para la mayoría no es voluntaria ésta elección, algunos tienen deudas con los productores y para cancelarlas, éstos últimos se aprovechan y les pagan bajos importes por las tierras.

"Contando ese dinero, que les parece mucho, los campesinos creen que pueden vivir bien en la ciudad, pero en dos o tres años se dan cuenta que no es así, la persona que no es profesional trabaja por horas, se transforman en vendedores ambulantes, que es lo más común; pero lo que ellos saber es trabajar la tierra. Al no vender como ambulantes, terminarán convirtiéndose en delincuentes", comentó Franco, otro militante campesino.

Las calles del centro de Asunción, la capital de Paraguay, están repletas de "mesiteros", como se llama en la jerga local a quienes venden sus productos arriba de una mesa: ropa y fundas de celulares, juntos con libros y CD´s grabados. Muchos de ellos, que fueron campesinos, se arrepienten y quieren volver a instalarse en el campo con una carpa.

Una familia campesina que estuvo trabajando en Encarnación también fue desalojada en la ciudad y ahora vive debajo del puente que une Encarnación y Posadas. Debajo de ese puente se formó una población informal donde los hijos e hijas de campesinos se pelean con la municipalidad por quedarse allí. Las mujeres se levantan a las 4 de la mañana para llevar los productos que venden en Posadas y devuelta, traen alimentos para sus familias; los hombres recorren la terminal de Encarnación, Ciudad del Este o Asunción ofreciendo lo que venden.

Las organizaciones sociales intentan salvar la situación por lo menos ayudándolos a tomar conciencia de su situación: “ellos quieren volver a tener su tierra, no les queda otra alternativa, se dan cuenta que tienen que luchar por un pedazo de tierra. Podemos hacer seminarios, muchas cosas, además de intercambiar productos, pero eso no es vivir, es subsistir”, aseguró Franco.

En las cercanías de las represas hidroeléctricas Yaciretá e Itaipú viven aquellos que las empresas desterraron de sus puestos de trabajo y donde les construyeron casas de material, a las que Franco denomina “sepulturas pintadas”, ya que es lo mismo que nada porque no tienen como mantenerlas.

“Son más las mujeres que trabajan afuera de su casa, incluso en otros países; lo mismo ocurre con los jóvenes quienes, al desarraigarse, se convierten en entes que no saben si siquiera cual es su identidad", dice un documento de Conamuri.
Por otra parte, el avance masivo del cultivo de la soja transgénica y sus consecuencias sobre la salud de las personas también son factores a tener en cuenta a la hora de analizar la situación del campesinado paraguayo.

Julia Franco cuenta una experiencia personal de 1995, cuando le tocó estar en el Hospital de Cáncer y Quemado cuidando a su hermano: “Tuve la oportunidad de preguntarle a todos los enfermos que sufrían de cáncer de donde provenían. De 60 enfermos, 48 eran del Noreste de Itapúa, justamente donde yo nací”.

Ésa zona se dedica especialmente al cultivo de soja, proceso en el cual se utilizan peligrosos agrotóxicos. Allí el porcentaje de enfermo el altísimo.

Situaciones similares se viven en regiones como San Pedro, Caazuazú, y Guaira, donde viven muchísimos niños con problemas de vista y alergias en la piel. El panorama se agravó, dijo Franco, “en los últimos 15 años, con la entrada de semillas transgénicas provenientes de Argentina.

Las organizaciones campesinas, como Mesa Coordinadora Nacional (MCNOC) o Movimiento Campesino Paraguayo (MCP) y dentro de ella CONAMURI, son las que más ocupaciones de tierras han realizado en todo el Paraguay.
Estos campesinos venían organizándose en la clandestinidad durante los últimos años de la dictadura, y realizaron muchas manifestaciones. Julia Franco, secretaria de relaciones de Conamuri, dijo "aunque en ese momento hubo episodios de fuerte represión y con una gran cantidad de muertos o secuelas de problemas físicos, de salud y por supuesto exilios, entre los intentos para acceder a la tierra, ahora también decimos que vivimos en dictadura pero sin dictador".

Cabe recordar una experiencia importante de la década del ´70, que fueron las Ligas Agrarias Cristianas, que bajo la influencia de la Teología de la liberación, tenían un modelo de producción y discusión distinto; no funcionaban clandestinamente pero cuando afectaban a grandes latifundistas de la zona o Misiones (Argentina), la represión era brutal.

El número de conflictos por año promedia los cincuenta hasta 2004, cuando aumentó a 162, de los cuales 118 fueron ocupaciones de tierras. Estas, representan la forma más eficaz para lograr que el Estado se involucre en la problemática, aún sabiendo que puede existir luego un desalojo. Durante el año 2004 se han registrado 66 desalojos en todo el país, el número más alto de los últimos diez años.

Por Pamela Damia
Enviada Especial a Asunción
ra.ude.plnu.oirep@aimadp

Facultad de Periodismo y Comunicación Social
Universidad Nacional de La Plata (UNLP)

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