Plantaciones de soja arrinconan a campesinos y a los indígenas

Idioma Español
País Paraguay

"Arrinconados por extensos cultivos de oleaginosas, las comunidades campesinas e indígenas Mandu’arã I y Takuarusu I deben sobrellevar los problemas que surgen en épocas de fumigaciones y que traen consigo graves problemas en la salud de sus habitantes".

El año pasado, Paraguay exportó 6 mil 115 millones de kilos de soja a varios países del mundo, incluyendo a Egipto. Mientras miles de kilos de soja recorren 11.000 kilómetros para llegar a dicho país, campesinos e indígenas de Caazapá no pueden salir de sus comunidades porque no tienen caminos. Ni siquiera para auxiliar a un enfermo. Los caminos son prácticamente intransitables, los hospitales cercanos están en pésimas condiciones y no tienen ambulancias.

Arrinconados por extensos cultivos de oleaginosas, las comunidades campesinas e indígenas Mandu’arã I y Takuarusu I deben sobrellevar los problemas que surgen en épocas de fumigaciones y que traen consigo graves problemas en la salud de sus habitantes.

“Che ména itujupa ha omano tres meses haguépe” (Mi marido se pudrió por las infecciones de piel y murió luego de tres meses), lamentó Teodora López, de 70 años, una antigua pobladora de la comunidad Mandu’arã, del distrito de Tapyta, Caazapá. La mujer se refirió de esta forma al recordar a su marido, quien falleció hace tres años a causa de las infecciones de la piel, que ella y los demás pobladores atribuyen a los agrotóxicos utilizados para las fumigaciones de los sojales.

“Cuando fumigaban, ese olor nauseabundo e insoportable nos invadía y nos daba comezón en los ojos, en la piel y no se puede estar al aire libre”, dijo en guaraní la mujer que tiene su casa a menos de 50 metros del campo. Si bien este año no hay cultivos de soja y consiguieron prestado para sembrar otros alimentos como maíz, maní, mandioca, pero que en otros tiempos se constituía en un extenso sojal.

El líder de la comunidad indígena Takuarusu I, Francisco Benítez, también se quejó de las fumigaciones porque la escuela comunitaria está a escasos 50 metros de las plantaciones de oleaginosas. “Cuando se fumiga, afecta a la escuela que está allí cerca y no se puede dar clases. Con el viento, el olor invade las aulas y los niños ya presentan problemas respiratorios o de picazones en la piel o los ojos”, dijo en guaraní.

Fuente: La Nación

Temas: Agronegocio

Comentarios