Y después de la vacuna ¿qué?: las plantas ancestrales frente al nuevo coronavirus

Idioma Español
País Argentina

El médico y experto en plantas Marcelo Sauro echa mano a antiguas recetas con otra lógica: no hace blanco en el covid-19 sino que ensaya un giro para apuntar a fortaler el sistema inmunológico. La naturaleza y las abuelas y abuelos todavía tienen algo para decir.

En algún lugar del mundo existe una planta que puede poner freno al coronavirus. El detalle es que no se conoce cuál es y si alguna vez se utilizó, acaso con un antecesor o con el propio y pérfido covid-19 –¿por qué no?– su uso y el conocimiento asociado se perdió en el tiempo. Así que al día de hoy las esperanzas se cifran en la vacuna, en realidad en las, ya que hay más de una docena en desarrollo, y en los fármacos que ya atravesaron las rigurosas pruebas científicas que los hicieron disponibles, aunque fueran para otro uso. Pero aún así, ya un horizonte de tiempo visible, llegará ese presunto milagro salvador. Y después habrá que enfrentarse al dilema: y después de la vacuna, ¿qué? ¿Habrá una segunda muestra, otro salto “no amistoso” de los miles y miles de virus en animales que ya forman parte del mismo ADN humano? Cualquiera sea el camino, las plantas siguen teniendo algo para decir: “Son las que nutren el sistema, por un lado, y cada vez que hablamos de distintas enfermedades encontramos que la prevención de esas enfermedades son sustancias que se encuentran en plantas… Pero además de mejorar el sistema inmunológico, contribuyen a que el hígado se forme bien, a que el riñón funcione bien, el corazón actúe bien… Hacen a la salud”, define el médico y experto en plantas medicinales Marcelo Sauro. Y advierte que aún con una vacuna resolviendo el problema más acuciante, dando la respuesta que se espera, las personas todavía están bien lejos –y pueden alejarse aún más– de la salud. “Si el esquema sigue siendo de destrucción del planeta, eso no se resuelve con vacuna”, alerta.

“El cuerpo humano (el de un animal, todos) se nutre de alimentos. Con esos alimentos forma sus células y forma las sustancias que necesitan las células para defenderse. Y el sistema inmunológico, sí o sí, se nutre de las plantas”, define Sauro.

Su labor, lejos de ser paralela a la medicina, está totalmente inserta en ella: Sauro es director del posgrado de Plantas para la Salud de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR. Y allí con los propios egresados, armaron una materia para la carrera de medicina y de enfermería, de carácter electivo: Plantas para el cuidado de la vida, a la que la pandemia frustró el que iba a ser el cuarto año consecutivo de dictado. Es que no se trata sólo de teoría: quienes cursan hacen todo el proceso preparan la tierra, cultivan, cuidan, cosechan y finalmente utilizan. Además es fundador y ex titular del Programa de Medicinas Tradicionales y Naturales, un área de la Salud Pública municipal que tiene su espacio físico en el Hospital Carrasco.

En resumen, hay una vasta experiencia y conocimiento en la trayectoria del médico, la suficiente para determinar el sentido y dirección de lo que expresa: su blanco no es el coronavirus, afuera, sino el regreso a lo propio, adentro: el sistema inmunológico de las personas.

Cultivar el interior

“Tenemos algunas especies específicamente dentro de las plantas medicinales que trabajan sobre el sistema inmunológico, y mejoran o la calidad de las células del sistema, o la interacción dentro del sistema todo. Hay una serie de plantas que podemos nombrar del lado de los alimentos y también del lado de las «medicinales», que a veces están en el medio: por ejemplo al ajo, la cebolla, el puerro y la cebolla de verdeo las podemos considerar alimentarias (porque están dentro de los alimentos) pero también medicinales. Y ante infecciones son asistentes del sistema inmune. Y mejor si se comen crudas”, ensaya Sauro una primera apertura.

Pero la lista es extensa: “Tenemos el bróccoli, que estuvo muy de moda por sus propiedades anticancerígenas (por ejemplo con el cáncer de colon, de muy alta incidencia), también el coliflor, y las crucíferas en general. Aportan mucha vitamina C, que es importante para el sistema inmune. Estos alimentos son muy importantes, y también otros, por las condiciones que aumentan la reproducción celular: la remolacha y otras plantas emparentadas”.

Sauro remarca que no se trata del corona, ni de ningún otro virus: es simplemente reforzar un blindaje natural contra todo; pero que, a fuerza de alimentos procesados, y de agrotóxicos y otros químicos presentes en los “naturales”, se debilita o directamente se demuele.

“Pasa en todo el planeta: sustancias químicas (sobre todo en las ciudades), tecnología (radiación de antenas, radiación de celulares, cuyos efectos la ciencia no determinó todavía) afectan a la salud. Algunas cosas están comprobadas, pero aun las que están poco comprobadas lo que hacen en suma es que cada vez tengamos una salud de menor calidad. Y en esto podemos incorporar los alimentos transgénicos y los altamente fumigados”, explica el médico.

“Todo esto hace que la calidad del cuerpo, la calidad de la salud, sea menor. Y a esto no se lo puede seguir suplantando por cantidad de vacunas: las vacunas son importantes, pero con el deterioro, cuando no nos haga daño un virus nos lo va a estar haciendo una bacteria o un parásito, cosas que antes quizás eran inofensivas. Y no puede ser que el único esquema de solución sean las vacunas: tenemos que buscar una mejora de la calidad de vida: ahí las plantas nos aportan mucho”, define Sauro.

Y aporta más: “Entre las más estrictas medicinales (aunque algunas funcionan como alimento) se cuentan el tomillo, planta que ancestralmente se ha usado para infecciones respiratorias y tiene propiedades antivirales; lo mismo el romero, la melisa (melissa officinalis), la salvia (salvia officinalis), y podemos seguir. El ambay (cecropia adenopus), por ejemplo, tiene propiedades antisépticas y tiene muchas más propiedades broncodilatadoras, y es expectorante. Es una planta muy tradicional del noreste de Argentina que se usa mucho junto a la anacahuita, otra planta que es muy común en las tradiciones. Los jarabes o “quemaditos” de las dos juntas, son muy buenos para el aparato respiratorio, y si se combinan con miel tenemos un un buen tratamiento para la mayoría de las infecciones respiratorias asociadas al invierno”, abunda Sauro.

El experto contrasta los exactos y exigentes estudios y pruebas a los que se somete –con toda lógica– a cualquier medicamento antes de su uso permitido, con el uso ancestral de plantas –los pueblos mesoamericanos utilizaban nada menos que unas 1.400 distintas, y en la cultura china más del triple– a lo largo de miles de generaciones. Y define como “serio” el basamento en las medicinas tradicionales: “Tienen más años de experiencia, aunque no sean con este virus especialmente, pero sí con las enfermedades respiratorias. Hay muchas plantas que se pueden tomar como referencia”.

Sauro marca que el aroma de las hojas de la anacahuita (blepharocalyx salicifolius) recuerda a las del eucalipto, y también lo agrega a la lista: “De hecho eucalipto es otra planta que también es muy útil en enfermedades respiratorias, y con el cual también se hace jarabe”, explica. Incluso reconoce el viejo remedio de abuelas para los inviernos, hirviendo hojas, especialmente de la especie de hojas redondas, y respirando los vahos acercando la cara y tapándose la cabeza con una toalla para concentrar el vapor aromático. “Son muy útiles, además son calientes y lo caliente viene muy bien para las épocas de frío”.

Sauro avanza sobre otras: “Hay plantas como la ortiga, que es muy útil para este tipo de enfermedades, porque aporta nutricionalmente mucho, y le da al sistema inmunológico recursos, insumos con los cuales puede defenderse. También es el caso, aunque no sea una planta, del polen. A veces para las infecciones respiratorias, a veces se necesita tanta cantidad de plantas… Pero cuando se mezcla con miel, y se deja reposar un tiempo, se necesita menos, porque la miel y la planta se potencian. El efecto es mucho mayor y se puede utilizar como preventivo para varias infecciones respiratorias, porque lo que hacen es mejorar el sistema inmunológico”.

De igual modo, el médico y docente advierte, sobre todo para los alimentos, que la utilidad –no sólo la máxima, sino alguna– debe venir de los alimentos con menos agroquímicos. “Comer un tomate de producción agroecológica versus un tomate de producción con agroquímicos cambia mucho sus componente internos. Es muy diferente la calidad entre un producto y otro, hace que tengamos menos nutrientes, sobre todo de los micronutrientes. Y no se resuelve comiendo más: se soluciona comiendo cosas buenas. Y Rosario es una plaza muy importante por la producción agroecológica que tiene. Y es muy importante que se consuma mucho más agroecológico ahora, para evitar la pandemia, o para contrarrestarla”.

Fuente: El Ciudadano

Temas: Agricultura campesina y prácticas tradicionales, Saberes tradicionales

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