Agua y fuego sobre los campos argentinos. El modelo transgénico nuevamente en cuestión

Idioma Español
País Argentina

Las recientes inundaciones e incendios de campos han añadido una nueva llamada de atención sobre el modelo productivo transgénico en la Argentina. Hay fuertes indicios de que la falta de absorción de agua y el drenaje de los suelos, sumado al aumento en cantidad e intensidad de lluvias por efecto del cambio climático, están relacionados con el modelo productivo vigente: los campos de soja absorben proporciones mucho menores de agua que los pastizales y bosques (1).

No obstante, las informaciones periodísticas y los comunicados oficiales, así como los representantes de los productores agropecuarios, atribuyen el problema al cambio climático –entendido en un sentido muy acotado, como si se tratase de una calamidad global cuya responsabilidad no incluyera a los modelos de producción agrícolas–.

La conexión entre los incendios y el modelo productivo agrícola resulta menos visible: nadie podría atribuir de manera unívocamente causal el desastre de la quema de miles de hectáreas de pastizales y bosques nativos a una mano humana interesada en contar con mayores áreas de suelos aptos para soja u otros cultivos. Sin embargo, los precedentes en escalas menores abundan en el país. Por otra parte, la resistencia de poblaciones con sensibilidad ambiental –como está sucediendo en la provincia de Córdoba– dificulta la incorporación veloz de las pocas regiones aún aptas para la producción. En síntesis: no se puede asociar incendios a intencionalidad de productores; sin embargo, la impericia e imprevisión de los diversos Estados intervinientes conspira para mantener abierta la sospecha.

Inundaciones e incendios se suman a otros tres factores que, estos sí, pueden ser considerados sin vacilar como efectos colaterales de la matriz vigente: la cuestión sanitaria en las poblaciones humanas, la destrucción de ecosistemas y las migraciones de pobladores rurales hacia los cordones urbanos. En primer lugar, las fumigaciones han producido daños inmediatos y graves sobre la salud de poblaciones, tales como en el barrio Ituzaingó, anexo de Córdoba, que fuera llevado a estrados judiciales. Hay efectos no tan visibles pero que acumulan investigaciones en otros lugares del mundo, como la disrupción endócrina atribuida al consumo de productos tratados con pesticidas. Además, su concentración creciente (una reciente investigación ha detectado presencia de glifosato y otros pesticidas en el río Pilcomayo hasta el Río de La Plata (2)), incluidos los alimentos, admitiría la posibilidad de que estar ante niveles de peligro sanitario serio. Además, la escasez de estudios sobre la salud que acompañen las costosas investigaciones sobre producción de transgénicos es uno de los puntos más escandalosos de la matriz productiva vigente.

Por otra parte, más silenciosa –y más silenciada– es la destrucción de ecosistemas y de especies biológicas. La ampliación de la frontera agropecuaria y la utilización masiva de biocidas ha barrido ecosistemas completos y ha llevado hacia la extinción a numerosas especies animales. Los impactos sobre las abejas son tal vez los más mediatizados, pero ciertamente no los únicos: hay miles de especies de insectos y aves condenadas a la desaparición sin ningún tipo de lamento; al fin y al cabo, ¿qué importa un artrópodo más o menos si estamos creciendo y dando alimentos al mundo? ¿A quién le interesa un bosque nativo, sus pájaros, insectos y sus musgos, si el progreso avanza con cada hectárea destinada a la soja, desarrollando así la industria de maquinaria agrícola y exportando alimentos para cerdos de la República China? Subyace también una mirada antropocéntrica poco explicitada pero reguladora de los criterios económicos activos: ¿qué importa la naturaleza en relación con los hombres, especialmente los hambrientos y pobres? Se trata de falsos dilemas, animados por una lógica binaria y no relacional. Algo que desmiente la grave situación ambiental, que muestra que el “biocidio” genera, tarde o temprano, un “antropocidio”. Frente al simplismo epistemológico subyacente (biotecnología: crecimiento y “hambre cero”) hay que decir que el fin de los bosques será también el del Homo Sapiens.

Finalmente, otro efecto nítido es la migración de pobladores hacia las grandes ciudades, debido a la reducción drástica de trabajadores que el nuevo modelo tecnológico comporta y a la pérdida de sus territorios naturales, privatizados y transformados en tierras de producción. El conflicto reciente por la ley de bosques en Córdoba visibiliza esta situación, sobre todo por las manifestaciones públicas de artistas, como Doña Jovita y Rally Barrionuevo, quienes han sacado a luz la destrucción cultural inherente a la desaparición de bosques nativos (3). Aflora aquí la respuesta típicamente racionalista: sería un efecto no deseado del progreso que, como en la revolución industrial, modificó los hábitos de las poblaciones. Claro que, en este caso, es a costa de la base natural que dificultará la vida futura.

Breve panorámica de la matriz transgénica local

El proyecto transgénico comenzó a consolidarse en la Argentina (4) desde que el ingeniero Felipe Solá, secretario de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos del presidente Menem, autorizara la liberación del primer evento transgénico en el año 1996(5). A partir de entonces se sucedió una serie de nuevas autorizaciones de organismos genéticamente modificados (OGM) y se configuró un sistema productivo estructurado sobre la biotecnología aplicada a las semillas en combinación con pesticidas selectivos, grandes empresas químicas y un sistema de alquiler de tierras (pooles de siembra, ideado y plasmado por el ingeniero agrónomo Gustavo Grobocopatel) (6) . Este proceso contó con el apoyo de los sucesivos gobiernos: durante el de Cristina Fernández de Kirchner, el ministro Julián Domínguez alentó el programa (7) ; el Ministerio de Ciencia y Tecnología financió proyectos de investigación sobre biotecnología agraria; el INTA respaldó el modelo; el actual gobierno está profundizando dicha matriz mediante la reciente ley de fumigación en la provincia de Buenos Aires y proyectos de patentamiento de semillas, etc. Por su parte, las sociedades rurales, en su mayor parte, se han encolumnado detrás del proyecto. También lo han hecho la mayor parte de los medios de comunicación, especialmente a través de sus espacios agropecuarios o su publicidad.

Iluminismo transgénico: una matriz productiva con una base teórica racionalista

Hago explícita mención de algunos nombres, gobiernos e instituciones para poner de relieve que se trata de una cuestión de carácter sistémico: la matriz transgénica ha sido asumida por sectores ideológicos diversos y, en cierta medida, se constituyó en una de las pocas políticas de estado continuas en las últimas décadas. Si se me disculpa la utilización de la abusada expresión de Thomas Kuhn, se trata de un “paradigma” no ya científico, sino tecnológico, económico y político; una matriz productiva asociada a expresiones tales como “crecimiento”, “hambre cero”, “progreso”, “el campo”, etc. En cuanto tal, ha pretendido imponerse como el único modelo posible para avanzar económicamente. Se suelen evitar, por otra parte, expresiones tales como “desarrollo sustentable” y, desde ya, se omite hablar de los efectos colaterales .

Como se dijo antes, los medios de comunicación constituyen otra pata importante en el intento de solidificar el modelo: los espacios destinados a la producción agropecuaria así como la importante publicidad de los medios más atendidos orientan la opinión hacia la productividad y el negocio. Algunas imágenes publicitarias (“big-bang” tecnológico, etc.) se enraízan en el componente iluminista; otras sobre el componente económico (los rindes), sobre su eficacia ante las “plagas” (que nunca son identificados como seres vivos o ecosistemas) o sobre el valor alimenticio (sin mencionar los efectos posibles sobre la salud humana, escudándose en las “buenas prácticas agrícolas”). Aunque tengamos aversión a las teorías conspirativas, hay que admitir que se ha logrado elaborar un tejido comunicativo muy compacto. Obviamente, no se trataría de una conspiración ideológica, sino de una ramificada intencionalidad económica. El dato complementario que cierra el círculo lo configura la reciente fusión entre Monsanto y Bayer: la primera productora de OGMs y pesticidas junto al laboratorio de medicinas más poderoso del planeta. Una mirada maligna diría: “te enferman y te curan”.

¿Es posible una lectura cristiana del fenómeno transgénico?

La encíclica Laudato si ha abordado la cuestión (cfr. 20, 49, 50, 53, 68, 71, 93, 104-106). Allí hace ver la complejidad y riesgos de un modelo generalizado de uso de transgénicos. Entre varios puntos críticos, invita a una investigación neutral y al diálogo entre los múltiples agentes implicados (productores, científicos, pueblos fumigados, etc.). Lejos de una posición ingenuamente optimista, el documento llama a la cautela teniendo en cuenta la variedad de efectos posibles de esta aplicación biotecnológica. Hay una invitación a la prudencia crítica, algo que no se nota en algunos intérpretes de la encíclica, incluso desde áreas ideológicas aparentemente discordantes. Así, monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, presidente de la Academia Pontificia de Ciencias, señaló: “La revolución agrícola en la Argentina está considerada como una de las contribuciones más importantes que se han hecho en los últimos años. Y consiste fundamentalmente en las semillas transgénicas, en la siembra directa y en la parte social”. Esta postura, que prosigue una posición favorable emitida con anterioridad a Laudato si por parte de un grupo de trabajo de la Pontificia Academia no está en absoluto en sintonía con el texto de Francisco. Resulta preocupante la difusión de este tipo de lecturas de la encíclica por parte de un funcionario vaticano, generando confusión en un problema de notable envergadura para la Argentina. Curiosamente, hay una aparente concordancia en la actitud favorable con una figura prototípica de la teología de la liberación, Leonardo Boff, desde hace algunos años ocupado por la cuestión ecológica. El teólogo brasileño, pese a cuestionar la implementación de una producción de OGMs , ha hecho público su apoyo a las políticas de desarrollo brasileñas y argentinas que han incluido la política transgénica, con altísimos niveles de deforestación.

Menciono estas dos hermenéuticas de Laudato si como posiciones relacionadas con el racionalismo detectado en los defensores del mundo productivo, económico e incluso científico. Sánchez Sorondo, cuyas bases filosóficas están curiosamente en el tomismo, selecciona algunos elementos del fenómeno y elude la cuestión de importancia para la tradición tomista que es la del respeto a la naturaleza, principio muy estimado en la bioética humana. La postura termina inclinándose hacia una visión casi fundamentalista de la biotecnología, curiosamente cercana al progresismo tecnológico, para el cual cualquier utilización indiscriminada de la tecnología es de por sí positiva. También Boff opta por un principismo poco crítico, en un tipo de pensamiento que ha sido constante en su importante producción teológica: afirmación de principios absolutos, con insuficiencia de análisis empíricos de los problemas concretos. No alcanza con la afirmación de principios de teología ecológica; se necesita también de una investigación sobre fenómenos que, como el de los transgénicos, requieren de una epistemología de la complejidad que intente evaluar los múltiples factores intervinientes y sus probables efectos.

El desafío para el pensamiento de una bioética ambiental cristiana es mantener una visión de la complejidad del fenómeno en el cuadro de un desarrollo sostenible. Ello implica la integración de valores de percepción poco inmediata, tales como la sostenibilidad en el tiempo, la biosfera como realidad no negociable, la distribución de trabajo y riqueza sin contraponerla con la destrucción ambiental, por ejemplo. El aporte de la revelación bíblica se explicita en una justicia y una caridad transgeneracionales: no podemos dejar a las generaciones futuras campos empobrecidos de vida y vacíos de recursos genéticos y estéticos. También implica una mirada positiva sobre el mundo natural que debe ser valorado y cuidado incluso en la fase actual de intervención antrópica. Una espiritualidad cristiana tiene que poner en discernimiento el alcance y límites de la aplicada a la agricultura bajo el horizonte del cuidado y la sostenibilidad. Eso no implica la adhesión automática a un ecologismo a ultranza. Precisamente, el concepto teológico del cuidado de la Tierra, paralelo al de desarrollo sostenible, postula un perfeccionamiento activo del planeta, una misión de plenificación y anticipación de los cielos y tierra nuevos del pensamiento bíblico. Por ello, la lectura cristiana del hecho transgénico postula la necesidad de una mirada inteligente y atenta, con criterio de complejidad porque la realidad es compleja y no soporta una mirada de especialismos o de intereses parciales; en síntesis, una visión “sensata” del manejo de la vida en la que habitamos, movido por la visión sapiencial sobre las cosas del Antiguo Testamento, por el Logos del Nuevo, por la phrónesis griega, explicitada en el principio precautorio en desarrollo en las legislaciones contemporáneas y, en definitiva, por un realismo de amplios horizontes.

Alternativas antes de un Chernóbil transgénico

El tema transgénico supera a los científicos particulares y a los economistas, convirtiéndose en una cuestión de políticos, sociólogos, filósofos y hombres de la calle. Después de Chernóbil, como sugiere el impresionante testimonio de la premio Nobel de Literatura Zvetalana Alexiévich, nadie va a quedarse con la opinión de un físico o un ingeniero para avalar una central nuclear . Algo análogo debiera suceder respecto del tema transgénicos: no alcanza con la opinión de científicos o tecnólogos que trabajan en el sector, ni de empresarios de los laboratorios o productores agrícolas. Al tratarse de un programa global que modifica suelos, ecosistemas, poblaciones, cultura y salud, debería generarse un debate serio y bien informado, con presencia incluso –como dice simbólicamente Laudato si– de los “pueblos fumigados”. Se trata de un debate que incluya las temáticas de la investigación, el control y la idea de territorio que queremos para el futuro de nuestro país. La sensatez colectiva, en un mundo en veloz movimiento hacia situaciones de irreversibilidad ecológicas, debería traducirse en leyes y en una aplicación muy atenta del principio precautorio. Después no habrá tiempo. No servirá lamentarse por la destrucción realizada por la codicia de una generación. El debate no debería ser conducido entre polos diametralmente opuestos, sino en un camino que busque alternativas realmente confiables sobre la salud y el ambiente. Los transgénicos generalizados no lo son, pese a que una visión iluminista del progreso tecnológico y económico los postule de ese modo. Tampoco lo es una visión ecológicamente fundamentalista sobre la producción agrícola. Pero lo peor que puede suceder es, como en las últimas décadas, la ausencia de un pensamiento crítico e informado.
En un capítulo denominado: “Entrevista de la autora consigo misma sobre la historia omitida y sobre por qué Chernóbil pone en tela de juicio nuestra visión del mundo”, la mencionada Alexiévich señala: “Salí por la mañana al jardín y noté que me faltaba algo, cierto sonido familiar. No había ni una abeja. ¡No se oía a ni una abeja! ¡Ni una! ¿Qué es esto? ¿Qué pasa? Tampoco al segundo día levantaron el vuelo. Ni al tercero. Luego nos informaron de que en la central nuclear se había producido una avería, y la central está aquí al lado. Pero durante mucho tiempo no supimos nada. Las abejas se habían dado cuenta, pero nosotros no. Ahora, si noto algo raro, me fijaré en ellas. En ellas está la vida”.

Deberíamos pensar si no estamos produciendo una situación similar sobre nuestras tierras con el modelo agrícola vigente. Puede parecer exagerado, pero la vida allí está mermando y los niveles de productos químicos aumentando. Habría que planteárselo ahora, cuando todavía disponemos de tiempo.

Por Lucio Florio

NOTAS

1. De entre las pocas investigaciones específicas sobre el tema, cfr.: BERTRAM, NICOLÁS y CHIACCHIERA, SEBASTIÁN (técnicos del INTA EEA Marcos Juárez), “Ascenso de napas en la Región Pampeana: ¿Consecuencia de los cambios en el uso de la tierra?” presentado en el XXV Congreso del Agua (Coniagua, 2015): aquí (pdf) . Desde un punto de vista divulgativo, cfr: aquí
2. Cfr. RONCO, A.E.ET ALII, “Water Quaity of the main tributaries of the Paraná Basin: Glyphosate and Ampa in Surface Water and Bottom Sediments” Environ Monit Assess 2016 Aug 9; 188(8):458. Epub 2016 Jul 9. Esto viene a desmentir la versión de una rápida degradación declamada por la industria productora del pesticida.
3. Cfr. el texto de la carta de Barrionuevo en La Voz del Interior, Córdoba, 15-01-2017: aquí.
4. Para una visión desarrollada del tema, cfr.: ALONSO, SILVIA, “Complejidades del Modelo Agroindustrial Argentino”, en: GOMEZ DE MIER, EUGENIO (editor), Alabanza gozosa y labor cuidadosa por nuestro común hogar. Comentarios a la Carta Laudato Si’, Docencia, Buenos Aires, 2016, 314-336.
5. El expediente administrativo para introducir en la Argentina la soja transgénica de Monsanto resistente al herbicida glifosato tenía 136 folios, de los cuales 108 pertenecían a informes presentados por Monsanto. Por el apuro, ni siquiera se tradujo del inglés. (“Safety, Compositional, and NutritionalAspects ofGlyphosayte- tolerantSoybeans”). El secretario de Agricultura Solálo firmó a los 81 días de iniciado el expediente, el 25 de marzo de 1996.
6. Cfr. la presentación del modelo económico cifrado sobre los transgénicos por parte del Ing. Grobocopatel en el VIII Congreso Latinoamericano de Ciencia y Religión, Seminario Rabínico Latinoamericano, 22 de octubre de 2014: aquí y el contrapunto crítico: aquí.
7. Cfr. nuestro informe sobre una Jornada sobre OGMs con presencia activa del Ministerio de Agricultura de la Nación en el año 2012 (“Más allá de la semilla. Acerca de la reciente Jornada sobre las Nuevas Biotecnologías y el Hambre Cero. Una aproximación epistemológica y pastoral al debate sobre los transgénicos”, Criterio Nº 2376,enero 2012: aquí)-). El encuentro promovía la incorporación estatal en la investigación y producción de los transgénicos.
8. Para una visión de la complejidad interdisciplinaria del tema, cfr. FLAX, JAVIER, “La necesidad de la metodología interdisciplinaria: El caso de la sojización”, en: FLAX, JAVIER, Política científica, interdisciplina y derechos humanos, Biblos, Buenos Aires, 2014, 141-178.
9. “Entrevista a Mons. Marcelo Sánchez Sorondo”, La Nación, Buenos Aires, 21.01.16, aquí.
10. Este documento destacaba los aspectos positivos de los OGMs sobre la alimentación mundial, en desmedro de sus efectos perniciosos: cfr. “Plantas transgénicas para la seguridad alimentaria en el contexto del desarrollo”, Semana de Estudio (15-19 de mayo de 2009, Ciudad del Vaticano: aquí (pdf). Los debates del simposio pueden verse : aquí (pdf). El texto, sin embargo, invitaba a la prudencia (phronesis), calificando esta virtud ética desde la capacidad de predicción. El documento no constituye una postura oficial de la Iglesia sobre transgénicos, sino que expresa las conclusiones de un grupo de miembros de la Academia y especialistas invitados.
11. Cfr.: aquí; consulta 28-12-2016.
12. Cfr. “Un apoyo al debate”, Página 12, 13-03-2015, aquí; consulta 28-12-2016.
13 Voces de Chernóbil. Crónica del Futuro, Random, Buenos Aires 2015.
14. Ib. 53.

Fuente: Revista Criterio, marzo de 2017

Temas: Agronegocio

Comentarios