Los caminos de la autonomía en América Latina

"Los pueblos al verse traicionados emprendieron un proceso de recomposición propia, incluso a contrapelo de las discusiones teóricas que evaluaban si podían tener o no precisiones de lo que significa la autonomía... Los pueblos asumen una panorámica más amplia, que ven que las luchas están relacionadas... empiezan a entender como necesario el trabajo de construir sus asambleas propias, es decir, lo que son sus lazos sociales de organización para poder reflexionar y decidir en conjunto. Entienden que deben defender el territorio 'integral'..."

El 28 de abril pasado tuvo lugar en el Hotel Bauen Cooperativa la Charla pública “Los caminos de la autonomía en América Latina”, organizada por GRAIN, Acción por la Biodiversidad y el Centro de Análisis Social Información y Formación Popular-Casifop. Las intervenciones que siguen permiten asumir que las “agresiones” que sufren los pueblos del mundo por parte del capital abren paso a la necesidad de un pensamiento integral para la resistencia.

- Silvia Ribeiro (investigadora del Grupo ETC) arrojó algunos datos sobre el mercado internacional de semillas, las empresas multinacionales involucradas y el negocio mundial de los alimentos.

- Andrés Barreda (director del Centro de Análisis Social, Información y Formación Popular [Casifop], con sede en México) explicó la relación entre la emigración desde México, la guerra contra el campesinado y la visión estratégica que tiene el poder para la región con respecto a los recursos energéticos.

- Ramón Vera Herrera (editor de la Revista Biodiversidad, Sustento y Culturas y del suplemento Ojarasca) destacó los motivos que hicieron que tanto los pueblos indígenas como la sociedad civil mexicana se aventuraran en la construcción de la autonomía política.

- Hermann Bellinghausen (director de Ojarasca, suplemento mensual del diario La Jornada de México) recorrió las implicancias de la autonomía desde la experiencia del zapatismo, en tanto movimiento indígena pero también como grupo insurgente. Desarrolló las ideas de territorio y resistencia a través de varias etapas. También subrayó la manera en que el zapatismo influyó en el resto de los grupos indígenas así como en la sociedad civil en su conjunto.

- Silvia Ribeiro, Grupo ETC

En el anuncio de esta charla se habla de los caminos de la autonomía. Yo voy a hablar de por qué es necesaria esa autonomía. Para ello quería tomar un ejemplo: qué es lo que pasa con nuestra comida. Primero, todo lo que comemos (y también lo que se usa en la industria farmacéutica) es producto de más de 10 mil años de trabajo colectivo, público, descentralizado, de campesinos y de indígenas en todo el mundo. Luego los laboratorios y las empresas se apropian de esto y hacen los llamados “mejorados”, que es un concepto como mínimo discutible.

Además, por otro lado, sucede que en América Latina hay una idea de “progreso” asociada a la “exportación”. Pero veamos: en el mundo solamente el 10% de la comida que se produce va para la exportación. Y hay países, como EE.UU., que exportan el 30% de lo que producen. En realidad la mayor parte de los países del mundo no tiene exportación de comida, sino que dentro de sus propios límites producen lo que necesitan. Y eso hasta el día de hoy lo producen los productores familiares de pequeña escala, campesinos, que son el 25 % del planeta. Si sacamos el comercio de los principales cereales, los pequeños productores producen toda la comida del mundo.

Cuando nosotros analizamos lo que está pasando en la cadena alimentaria debemos empezar con las semillas, que es lo que estudiamos desde ETC [Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración]. Pat Roy Mooney, el fundador de la organización, hizo un estudio hace 25 años y encontró alrededor de 7 mil empresas semilleras en el mundo. Ninguna de ellas llegaba ni al 1% del mercado. En el año 2000 las 10 mayores empresas semilleras tenían el 23% del mercado. En el 2002 el 30%. En el 2005 el 49%. Y hoy, 10 empresas tienen el 55% de todas las semillas que hay disponibles en el mundo.

Pero hay una empresa que no estaba antes, que nunca estuvo en el negocio de las semillas hasta el año 1996, Monsanto, que tiene el 20% de todas las variedades de semillas que se producen en el mundo (híbridas y no, de hortalizas, de cereales, además del 90% de las semillas transgénicas del mundo y la patente mundial de la soya [soja]).

Si seguimos en la cadena alimentaria, por otro lado están los supermercados. En el año 2000 y por primera vez en la historia un supermercado, Wal Mart, llega a ser la empresa más grande del mundo, algo que nunca había sucedido. Siempre eran petroleras o empresas de automóviles. En América Latina durante los '90 se cuadruplicaron las ventas de los supermercados. En México y en Argentina, el 50% de todas las ventas al consumidor se hacen a través de supermercados. En países como Brasil es el 80%. Esto es una tendencia que va subiendo.

Y esto es muy preocupante, porque si por un lado son muy pocas las empresas que deciden cuáles son las semillas que están a disposición para plantar, y por otro lado tenemos una concentración tremenda en “lo que nos va a llegar”, la “decisión” del ciudadano es casi nula con respecto a qué comer. Es un modelo que se basa también en la concentración de las ciudades y en su velocidad. Wal Mart tiene control no sólo sobre los consumidores. También lo tiene sobre los proveedores.

Otro punto es que estas empresas están totalmente “entretejidas” en los gobiernos. En el comercio de cereales solamente tres empresas tienen el 80% del producto y son Bunge, Cargill y Dreyfus. Lo mismo pasa en otras partes del mundo y no sólo dominan la economía sino también la política.

A nivel mundial la mitad de todo el dinero que se mueve está en manos de 500 empresasmultinacionales, que le dan trabajo al 1,5% de la población. Del resto de los que no producen su propia comida algunos trabajan en servicios -como los que alimentan a las multinacionales-, pero también hay muchísima gente que no tiene un lugar y es un sobrante para el sistema.

En este contexto las experiencias de autonomía, en el campo y en la ciudad, son experiencias que permiten que desarrollemos relaciones diferentes, casi como un problema de supervivencia física. Si nosotros no nos organizamos como ya se está haciendo en muchos lugares, la perspectiva que tenemos es la de ser sobrantes dentro de este sistema en el que estas tendencias que mencioné van creciendo.

- Andrés Barreda, Casifop

Creo que puede servir para esta temática de la mesa que hable un poco de los problemas que está teniendo México en la integración con los EE.UU. y sobre el desmantelamiento de todo lo que son las relaciones sociales y la economía interna del país, para que también se entienda el significado de las respuestas que están ocurriendo en México con las luchas que están en favor de la autonomía.

Nuestro país es el primer exportador planetario de mano de obra: hay 30 millones de mexicanos en los EE.UU. En el país somos 100 millones. Se fueron 15 y otros 15 nacieron allí en muy corto plazo. Como resultado de esto ingresan a la economía mexicana alrededor de 23 mil millones de dólares anuales por el envío de remesas. Después del petróleo es el principal ingreso nacional.

Y esto sucede básicamente por la destrucción de la vida campesina. En México todavía subsisten unos 24 millones de campesinos y el propósito deliberado de los economistas que diseñan la destrucción de México es que queden unos 5 millones. Hoy se vive una guerra abierta y frontal contra el campesinado, destruyendo una amplísima propiedad de la tierra de carácter colectivo que era el resultado de la revolución mexicana. Legalmente estaba prohibido el latifundio de la tierra.

La destrucción del campo no ha tenido solamente como consecuencia este gran flujo migratorio. En torno a la ciudad de México, de 22 millones de habitantes, crece actualmente una corona de pueblos y ciudades por fuera de las montañas que la rodean. En esa corona, que crece vertiginosamente, hay otros 10 millones de personas. Si tomamos todo como una unidad, como megalópolis, en realidad es la más grande del planeta. La ciudad de México ha exportado solita un millón de habitantes a los EE.UU., pero pese a eso va a crecer más.

La idea de esta “modernidad” es que en México deje de haber soberanía alimentaria. El grano básico es el maíz, se producen unas 22 millones de toneladas al año y se importan 8 millones de toneladas desde los EE.UU. Entonces nos cuesta unos 10 mil millones de dólares comprar alimentos y los economistas lo ven bien.

Claro, el país está inserto en esta lógica de desmantelamiento de la soberanía alimentaria y de desmantelamiento brutal de la soberanía laboral, porque también está la destrucción de la industria nacional. Esto es recurrente: privatización, desnacionalización, progresiva entrega de todos los recursos naturales. La minería está concesionada totalmente: una mina puede ser 100% propiedad extranjera, las concesiones pueden ir de los 50 a los 100 años, no hay ningún mineral estratégico, a la biodiversidad tampoco se la considera recurso estratégico. El agua está en un proceso aceleradísimo de privatización. Y lo que aun les falta entregar totalmente, porque hay muchas resistencias, es el petróleo. México es el segundo país productor de petróleo en América Latina, después de Venezuela. Esto es un dato importante: América Latina le aporta a los EE.UU. un 40% de su energía de hidrocarburos. Todas las posibilidades de manejo energético de los EE.UU. se basan en el control de la energía en América Latina. Ahora ese control está muy inestable, principalmente a raíz de Chávez, al mismo tiempo que la guerra de Irak está perdida para ellos.

Esto genera una crisis de energía de magnitud para los EE.UU. En este contexto han hecho movimientos muy importantes. Han abierto sus reservas petroleras en Alaska, que las tenían intactas; también abrieron las reservas en aguas profundas del Golfo de México, en la región de la Florida, que también estaban intactas. Todo esto se abrió el año pasado. Y aun así no les alcanza pues consumen petróleo hasta para mover un cepillo de dientes. Realmente consumen mucha energía, y aunque son el segundo productor mundial de petróleo y gas del planeta, después de Arabia Saudita, eso no les alcanza ni para la mitad.

EE.UU. ve ahora como principal reserva a Canadá, por supuesto no de petróleo, sino de arenas bituminosas [1]. Otra reserva muy importante de la que no se habla es la reserva petrolera mexicana de aguas profundas, en donde hay alrededor de 58 mil millones de barriles de petróleo a 3 mil metros de profundidad.

México es muy importante en el juego geopolítico tan difícil que se está estructurando. El nuevo Plan Puebla-Panamá marca objetivos distintos para esta región. La idea que marca es la de hacer un corredor energético de Colombia a México pasando por todo Centro América. Un corredor de petróleo y otro de electricidad, esto quiere decir represas hidroeléctricas, plantas de energía nuclear, un corredor de plantaciones para biocombustibles. Ésta es la nueva idea del Plan Puebla-Panamá.

Entonces para garantizar este proyecto, el control sobre los mexicanos es central y EE.UU., ayudado por la burguesía más ruin de América Latina que es la mexicana, han procedido a desmantelar toda la economía, todos los tejidos sociales. Así el país está en una situación de sacudida como nunca antes, de agonía y destrucción. Este es el contexto para que se entienda porqué el país, por cuenta del capital norteamericano y los procesos globales, está en esta crisis. Pero también por qué está en este proceso de respuestas profundas.

Hay una inquietud muy fuerte en todos lados, una actitud de respuesta y de combate en todos los sectores. El movimiento obrero, que no se movía desde hace 30 años, en algunos sectores está tratando de responder. Hay respuestas en todos lados, de carácter urbano y de carácter rural. Cada vez más los movimientos en contra de la injusticia ambiental van surgiendo sin tener conciencia de que son un movimiento ecologista. Van desde una “ecología popular” reclamando el derecho a la vida. El país está destrozado ambientalmente y entonces ante ese cúmulo de injusticia ambiental se genera una energía heterogénea de lucha, que no se resume en ninguna de las corrientes políticas existentes en el país. Este es el contexto en el que se da nuestra lucha por la autonomía.

- Ramón Vera Herrera (editor de la Revista Biodiversidad, Sustento y Culturas y del suplemento Ojarasca)

Hay una guerra de devastación contra el campo y contra los pueblos indígenas. Esta guerra es una nueva vuelta del capital, es como una nueva invasión a América, a los territorios indígenas, con el fin de arrebatarles sus riquezas y al mismo tiempo fragilizar a los pueblos para aprovecharlos como mano de obra luego de que son corridos del campo. Pensamos que hay una vuelta perversa porque las grandes compañías que están devastando el campo mexicano son justamente quienes les dan trabajo a los migrantes en los EE.UU. Es un círculo vil, donde el migrante va a trabajar a una empresa que propició la devastación de su territorio.

Para comprender toda esta devastación es necesario incorporar la negación del gobierno mexicano a reconocer los derechos de los pueblos indígenas en el 2001. Nunca estuvieron dispuestos a cumplir la serie de acuerdos que se firmaron entre el Gobierno y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en el 96. En ese momento se creo un espacio de reflexión, negociación y diálogo. En febrero de 1996 se propiciaron los “Acuerdos de San Andrés”. A lo mejor a la distancia no acaban de tener su dimensión real, pero para los que vivimos el proceso en México tenían un corazón que sigue vigente: allí el gobierno se comprometía a no volver a emprender ninguna acción unilateral. Esto implicaba no sólo la consulta en el sentido más encuestador, sino también hacer participar a las comunidades indígenas de todo el país de una manera central, desde la planificación hasta la evaluación de todos los proyectos. Lo cual le ataba las manos al gobierno para emprender la devastación. Si el acuerdo se hubiera cumplido estaríamos en otro escenario.

Los tres partidos políticos principales y los tres poderes del Estado traicionaron a los pueblos indígenas y lo pactado en San Andrés. Les dejaron ver que la puerta de la participación política estaba cerrada. Y esta cerrazón abrió un momento político muy fuerte que dura aún: los pueblos al verse traicionados emprendieron un proceso de recomposición propia, incluso a contrapelo de las discusiones teóricas que evaluaban si podían tener o no precisiones de lo que significa la autonomía.

Los pueblos les dijeron “nosotros cerramos la puerta de participación con el Estado y el sistema político en su conjunto; decidimos emprender el camino propio de autonomía”. Ese camino ha sido muy fuerte desde el 2001.

Luego de una de las reuniones del 2001 el Congreso Nacional Indígena decía:

“El gobierno decidió no reconocer nuestros derechos fundamentales dentro de la Constitución y sí en cambio intensificar su política de robo, destrucción y despojo de nuestras tierras, territorios y recursos naturales. Resolvió no reconocer nuestra personería jurídica y sí en cambio continuar con la privatización de nuestras tierras comunales y vecinales mediante la ilegal ejecución de programas de certificación [programas que debo aclararles son de privatización encubierta de la tierra].

"hemos decidido no solicitar mayores reconocimientos para el ejercicio de nuestros derechos (...) Hemos resuelto que si el estado de derecho ha quedado sin vigencia, no nos queda más que hacer valer la plena autonomía de nuestros pueblos y comunidades para atender nuestras graves carencias y buscar un mejor futuro para nuestros hijos”.

Así dijeron los pueblos en el 2001 desde todos los rincones del país y poco a poco lo que empezó a ocurrir es que se multiplicaron los talleres, los encuentros, las asambleas, los seminarios, los grandes foros de reflexión, y empezó a existir ya no un acompañamiento solidario de parte de la sociedad civil hacia los pueblos indios, sino un hermanamiento de caminos.

Las comunidades desde sus ámbitos locales y la sociedad civil -que toma certezas de cómo estaba operando el capital en el mundo-, hacen un clic al poder intercambiar los conocimientos. Las investigaciones se cruzan con los saberes locales y los diagnósticos regionales de los pueblos. Se toma conciencia de todos los embates sufridos. Así empezó a haber una fuerza muy grande de diagnóstico de lo que pasaba en el país. Empezó a haber luchas de “defensa”: contra la privatización del agua, contra la privatización y separación de la tierra y del agua, en defensa de los territorios, en defensa de los bosques, contra los transgénicos, en defensa del maíz, en defensa de la vida campesina como tal, y por supuesto negándose a los “servicios ambientales” y a la serie de trampas con las que el gobierno mexicano quería consolidar “la nueva integración” (trampas hechas con cantidades de dinero que tenían tras de sí la represión abierta).

Lo que ha ocurrido desde entonces en todo el país es que están surgiendo cada vez más espacios de resistencia con propuestas que se acercan más a la idea de autonomía en los hechos, algo que no es para nada teórico. Esto implica que los pueblos asumen una panorámica más amplia, que ven que las luchas están relacionadas, y así empiezan a tejer un horizonte que antes no tenían, porque adquirieron visibilidad.

Empiezan a entender como necesario el trabajo de construir sus asambleas propias, es decir, lo que son sus lazos sociales de organización para poder reflexionar y decidir en conjunto. Entienden que deben defender el territorio “integral”, y no sólo aspectos puntuales como la defensa del agua, del maíz, o del bosque. Y esto los lleva a experimentar lo que es “ejercer” el gobierno propio.

- Hermann Bellinghausen (director de Ojarasca, suplemento mensual del diario La Jornada de México)

Creo que hay que empezar por explicar qué es lo indígena en México. Durante los años de la modernidad hubo una negación de la presencia indígena. Allí aparecía como la raíz de México en los discursos pero con un indígena no visible, no real. Un dato: en el continente americano, el 25% -como mínimo- de los indígenas están en México, cosa que pareciera ser no tan evidente con una sociedad tan mestiza y urbana. Los números más conservadores, o sea los oficiales, los ponen entre 12 y 15 millones. Estudios independientes recientes afirman que habrían cerca de 30 millones de indígenas en México, es decir una presencia muy importante.

Hubo un proceso de despertar de los pueblos indígenas, sobre todo a partir de los 90, no exclusivo de México, que sucedió en los países de presencia indígena importante en el continente, que son Bolivia, Ecuador y Guatemala, donde son la mayoría de la población y sin embargo son menos que en México. Tal vez los polos más importantes del despertar sean Ecuador y México.

Esto implicó, entre otras cosas, recuperar las lenguas: en México se hablan más de 60 lenguas indígenas, por lo menos 25 de ellas están muy vivas, y lo significativo es que la mayoría han empezado a tener escritura siendo en general orales, salvo las principales como el Maya, Náhuatl o Zapoteco. Sin embargo ahora se escriben prácticamente todas y hay una nueva generación de indígenas que escriben en su lengua. Tal vez algunos de los principales poetas mexicanos vivos actualmente estén escribiendo en lengua indígena, cosa que no es registrada ni siquiera en México, pero es la realidad. Hay un despertar cultural y una recuperación del orgullo que parecía perdido.

El gran momento para que aparezcan los indígenas en la conciencia nacional es el levantamiento zapatista. Que tiene sus paradojas, porque ellos como indígenas salen al país desde una organización clandestina y en ese momento esperan ser aniquilados, que su sangre riegue los campos del futuro. Pero se encuentran con un país que los recibe de otra manera, un país que se sorprende de su aparición y lo agradece. Despiertan muchas más cosas que la conciencia indígena. También en ellos mismos, que son todos mayas, les despierta una idea de que no son los únicos, que hay indígenas por todo el país. Como consecuencia se han vuelto a partir de estos años la bandera de la autonomía. Pero en el momento del levantamiento en 1994 ni siquiera tienen el término “autonomía” en su discurso. Esa demanda la descubren al encontrarse con todos los demás indígenas y al descubrir que había una demanda de ello.

El año 94 es peculiar, porque los zapatistas de pronto tienen un territorio resguardado por un ejército. No es una guerrilla, sino un ejército campesino. Y ese territorio es un lugar donde hay leyes propias. Cuando uno entraba en territorio zapatista era como Alicia en el país de las maravillas: cuando cruza el espejo es otra realidad con otras reglas. Y no era que todos los que estaban dentro fueran zapatistas, también había de otras posiciones, pero era un territorio controlado por un ejército indígena armado. Todo ese año el gobierno tiene un problema, intenta negociar y no lo logra (el gobierno no otorga lo que los indígenas piden). Entonces el ejército mexicano y los servicios de inteligencia establecen que se trata de una amenaza a la soberanía nacional, un territorio sustraído del estado mexicano.

A fines del 94 el ejército zapatista declara cerca de 40 municipios autónomos. Nadie entendía de qué estaban hablando. El término “autonomía” lo habían pescado porque los zapatistas también han sido como una esponja. Por ejemplo, también fueron los primeros en hablar de la lucha contra el neoliberalismo.

Sucede que un día los zapatistas cercan al ejército mexicano militarmente, quienes de pronto se encuentran rodeados. Y los zapatistas rápidamente desaparecen, pues no tienen condiciones para combatir con ese ejército desplegado. Pero lo importante es que demuestran que pueden.

No pasan más de dos meses y el gobierno decide una ofensiva militar. Ocupa los territorios que hasta ese momento estaban en manos exclusivamente de los zapatistas y se entra en esa fase más conocida del zapatismo que es esa guerra de baja intensidad, donde está el ejército en las comunidades y el ejército zapatista invisible, escondido en las montañas pero intacto. Estamos en 2007 y no han vuelto a combatir.

Vienen los diálogos de San Andrés en México y el zapatismo tiene un momento de gran lucidez y decide que no va a dialogar solo, que va a sentar de un lado al gobierno y del otro lado a los pueblos indios. Porque se encontraron que la gran demanda era la autonomía, una demanda que pusieron sobre la mesa y que a partir de entonces la defienden con su vida. Entonces una demanda que hubiera parecido desquiciada en la lógica del estado nacional previo, se vuelve la principal trinchera. Esto se entiende a partir del desmoronamiento que estamos viendo no sólo en México sino en todos nuestros países. La autonomía va convirtiéndose así en la mejor garantía de la soberanía nacional.

La autonomía puede ser un término un poco variable según de qué país estemos hablando. La autonomía indígena en su origen empieza en Nicaragua, después de la revolución sandinista, y es un tema incómodo allí pues los indígenas no necesariamente son un actor revolucionario, de hecho nunca lo había sido para el marxismo; pero el sandinismo le tiene que dar autonomía a los pueblos porque implica un acto de justicia, y ese es el primer ensayo que existe.

En el proceso actual de Venezuela si alguien demanda autonomía pareciera innecesario, allí lo que se necesita es la unidad bolivariana. En Brasil la autonomía ha sido engañada, sobre todo el movimiento de los Sin Tierra ha demandado formas de autonomía y el gobierno de Lula de alguna manera le ha dado la espalda. En Ecuador aparece como pospuesta por razones de Estado. En Bolivia la autonomía significa lo contrario, porque los que piden la autonomía son en realidad los ricos, que quieren sustraer las riquezas al país de los indios. En lugares como Cuba simplemente está prohibida y es impensable porque todavía se responde al esquema del comunismo. En Argentina hablar de autonomía es sobre todo hablar de autogestión y de cooperativas. La autonomía que está en las calles y en las fábricas ,que pretende tener un futuro a partir de la crisis que hubo hace algunos años, donde el colapso que tuvo el Estado abrió la posibilidad de la autogestión sobre todo en una sociedad más urbana.

En México podemos decir que hay autonomía pese a todo. Está el aspecto de los zapatistas pero no es el único. Lo que ha permitido que los zapatistas sigan siendo autónomos es que tienen un ejército, no hay que hacerse los tontos. La autonomía está defendida con las armas. Y si hay cuarenta municipios y un ejército no es fácil llegar y desmantelarlos.

El gobierno mexicano ha tratado de mantener su viejo discurso de que el indio es pobre, marginal, es enemigo del progreso y que de alguna manera es un peligro para la nación. Todo eso es falso. Posiblemente los indios no sean los más pobres de México. Primero porque tienen una cultura y una identidad. También tienen tierra ahora que nadie tiene (fueron los más reacios a dejarse arrebatar). Y además resulta que su tierra es la que más vale porque es la que tiene agua, selva y los mejores recursos naturales. Entonces, los que vivían en los rincones ahora son los que viven en los lugares estratégicos, empezando por los zapatistas, que están en una selva con petróleo y uranio.

En 2003 el ejército zapatista da un nuevo giroy crea las Juntas de Buen Gobierno que se establecen según cinco regiones (que ya existían de alguna manera). Esto es un paso que permite desmilitarizar la vida de las comunidades. Porque al vivir cuidadas por un ejército también tenían una “lógica militar”, de seguridad, clandestinidad, secreto. Y esa gente no podía seguir viviendo así por años. Entonces se da el gobierno a la gente, porque hasta ese momento estaban los comandantes y el comité clandestino, que eran el gobierno de los municipios. La Juntas de Buen Gobierno se componen por campesinos, hombres y mujeres que ejercen funciones de gobierno. Ya hay juntas que son presididas por mujeres.

Quiero explicar también algo sobre “la resistencia”. Los zapatistas viven en resistencia, lo que significa entre otras cosas no recibir nada del gobierno. Algunos han criticado esto, pero en los hechos es una forma en la que siempre se ha controlado a los movimientos y a las poblaciones. Los zapatistas cortan de tajo con ese uso manipulador de los programas y del dinero y simplemente se oponen. Así empiezan a construir, con lo que tienen, clínicas, escuelas, caminos. Y de este modo las juntas se convierten también en “escuelas de gobierno”.

Y se establecen reglas mínimas: servir y no servirse, el gobierno es un karma no es un privilegio, un gobernante zapatista no gana nada (si es campesino, sus tierras las va a trabajar gente de su comunidad porque se va a tener que trasladar a los centros de gobierno, que son los Caracoles, y entonces va a abandonar su tierra y durante un tiempo alguien lo va a tener que ayudar). No es tan fácil, los zapatistas se han ido educando a sí mismos, no es que ya sabían. Ha sido muy difícil que los jóvenes se vuelvan maestros de las escuelas, porque los jóvenes hacen falta para trabajar el campo. Y han logrado en algunas regiones un verdadero sistema educativo alternativo. Es más, tienen métodos de lecto-escritura en sus lenguas, algo que no existe en el país y los han hecho ellos mismos, los maestros indígenas, en el proceso de hacerse maestros en relación con sus propias comunidades.

La Otra Campaña, que es esta iniciativa zapatista que recorrió el año pasado todo el país, fue buscando las diversas resistencias locales. El resultado fue sorprendente, pero no ha sido suficiente. En todos lados hay resistencias. La idea de la Otra Campaña es que todas esas experiencias se junten de manera que sea posible una red nacional de resistencia (aunque en diferentes términos, porque no todos pueden resistir como los zapatistas, que tienen su propia riqueza). Hay lugares en los que no pueden oponerse a que el gobierno ponga una clínica porque se quedarían sin nada, sólo los zapatistas pueden tener su propia clínica.

Y este proceso que se abre también está permitiendo que la experiencia indígena ya no sea sólo de los indígenas. Está el caso del movimiento estudiantil del 99 que toma cosas del zapatismo. Está la APPO [Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca]. La emergencia indígena no es sólo en Chiapas y no es sólo del zapatismo. Hay cantidad de pueblos gobernando ya sus territorios.

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Notas:

[1] “La frontera del norte de Canadá, el bosque boreal en la provincia de Alberta ha recobrado auge y fama porque más de 150 mil kilómetros cuadrados de su territorio contienen en su subsuelo arenas bituminosas que producen petróleo sintético. Se trata de unas de las reservas más grandes del mundo, calculadas en 1,7 billones de barriles”. Fuente: ADITAL

Por ra.moc.oohay@70oiggamrm
Para moc.liamg@aldoibaicnega

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