La ayuda alimentaria en América Latina y los OGM. Boletín 93 de la Red por una América Latina Libre de Transgénicos

"La ayuda alimentaria no puede constituir un mecanismo para colocar excedentes agrícolas y mucho peor aun para colocar productos que otros no quieren. La única manera de evitar que las poblaciones más vulnerables de los países más empobrecidos del mundo sigan siendo un mercado abierto para los productos indeseables de la industria biotecnológica, es que los cultivos transgénicos desaparezcan de la faz de la tierra"

BOLETIN 93
 RED POR UNA AMERICA LATINA LIBRE DE TRANSGENICOS

Mientras haya producción de alimentos transgénicos en el mundo habrá un mercado abierto para estos productos a través de los programas de ayuda alimentaria desde Estados Unidos hacia los países más empobrecidos del mundo, y mientras los consumidores de países financieramente más ricos como los Europeos, del Este de Asia y en alguna manera de Estados Unidos, centren sus campañas únicamente en asegurar que sus alimentos y hasta el balanceado para sus animales no provenga de fuentes genéticamente modificadas, y no se mire el problema de los transgénicos como una cuestión global, las naciones de la región andina, de Centro América, del África Sur Sahariana y países ocupados como Irak y Afganistán serán obligados a recibir estos alimentos para incorporarlos en programas dirigidos a las poblaciones más vulnerables de sus respectivas países

Si hacemos un análisis geopolítico de la ayuda alimentaria con transgénicos vemos que América Latina juega un papel importante.

Al momento, en tres países Latinoamericanos se produce el mayor porcentaje de la soya a nivel mundial. Estos son Brasil, Argentina y Paraguay. Bolivia es también un importante productor. Esto obedece a la estrategia de las empresas biotecnológicas de convertir al Cono Sur en la "República soyera", donde podrán vender sus semillas transgénicas. En este escenario geopolítico, el Presidente Lula da Silva jugó un papel fundamental: haber legalizado la zafra del 2003 y 2004. La caída de Brasil en el mundo de los transgénicos significó también la caída de Paraguay y Bolivia, porque sus mercados están atados al mercado brasileño.

Con esto, las principales fuentes de soya del mundo son transgénicas. Por un lado esto favorece al productor de soya estadounidense porque ya no tendrá que competir con la soya convencional brasileña en un mercado que rechaza los OGM. Pero se crea un excedente de soya en el mercado mundial. Surgen entonces conflictos entre productores de soya en Estados Unidos que la venden como commodity, con los empresas semillaras que tienen interés de venderla como semillas a sus competidores. Eso explica los crecientes subsidios que reciben los productores soyeros de Estados Unidos. Una de las formas de subsidio es la ayuda alimentaria.

Y esto resulta irónico, porque mientras la OMC y otros tratados de libre comercio, nos obliga a desproteger nuestra producción local, esas mismas instituciones nos obligan a aceptar alimentos subsidiados, ya sea como donaciones o a precios por debajo de los precios de producción. En los Tratados de Libre Comercio que Estados Unidos ha firmado bilateralmente con algunos países, especialmente de América Latina, se incluye una cláusula mediante la cual, estos países tienen que aceptar la ayuda alimentaria procedente de Estados Unidos.

La FAO y otras agencias de las Naciones Unidas están también al servicio del libre mercado y de las grandes corporaciones transnacionales. Entre estas agencias se destaca el Programa Mundial de Alimentos.

La ayuda alimentaria es una de los mecanismos preferidas por la política de Estados Unidos de canalizar su ayuda para el desarrollo. Esta constituye una forma de subsidio a los productos agrícolas estadounidenses, porque el Estado compra aquellos productos que no se ha podido colocar en el mercado internacional. Las donaciones las hace principalmente a través del Programa Mundial de Alimentos.

Por otro lado, Estados Unidos sistemáticamente ha usado la ayuda alimentaria siempre para alcanzar los objetivos de la política exterior de Estados Unidos, pues el país que recibe la ayuda, es condicionado por el país donante para seguir determinada línea política.

En los últimos años, la ayuda alimentaria, ha obligado a los países a aceptar reformas estructurales dirigidas a una economía de mercado impuesta por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, con impactos devastadores para la economía de los países del Tercer Mundo.

Por ejemplo, cuando la secretaria de agricultura de EE UU anunció este año en la asistencia que ese país dará a través del programa “alimentos para el progreso” dijo que ese fondo formaba parte de los esfuerzos de la administración Bush de promover un desarrollo orientado al mercado.

En el año 2003, los países que más alimentos recibieron de Estados Unidos fueron Irak y Afganistán.

La región andina ha cobrado una importancia estratégica para la política exterior de Estados Unidos. Una de las causas es acceder de manera más directa a los ricos yacimientos petroleros de Venezuela. Parte de esta estrategia es el llamado Plan Colombia. En este juego geopolítico, el Ecuador es una ficha clave. En el año 2000, el Ecuador recibió una importante donación de ayuda alimentaria de Estados Unidos, a pesar de no ser un año donde se enfrentó crisis climáticas, como aconteció en 1998. Cuando la Ministra de Estado vino a entregar esta “ayuda“, firmó también el convenio mediante el cual se establecería una base militar estadounidense en las costas ecuatorianas. La atención de Estados Unidos volvió a centrase en el Ecuador en el año 2004. Por ejemplo, este fue el único país que se incluyó en el Food for Progress Program de América del Sur en el 2004, aunque no se enfrenta ninguna condición climática particularmente adversa.

Junto con los alimentos donados, Estados Unidos impone a los países que acceden a la ayuda restricciones a la importación de productos agrícolas similares para evitar la competencia con terceros mercados. Además con frecuencia, la carga de alimentos tiene que ser transportada por empresas de Estados Unidos, aunque las tarifas sean superiores en el mercado internacional, lo que favorece a su marina mercante (Salgado, 2002).

Los países receptores, por otro lado, se hacen dependientes a dicha ayuda con efectos fatales para la economía nacional. Este fue el caso del trigo en la región andina. En los años sesenta, Bolivia, Colombia, Perú y Ecuador, comenzaron a recibir grandes cantidades de trigo proveniente de Estados Unidos a través del programa “Alianza para el Progreso“, creado por J.F. Kennedy en 1961.

Como resultado de ello, los países se hicieron dependientes de la ayuda alimentaria de trigo estadounidense. Los consumidores locales, preferían comprar el trigo donado, pues el producto que entra como ayuda se vende a un precio tan bajo - por estar subsidiado – que no puede competir con la producción local. Los productores locales quebraron.

El Ecuador, pasó de ser autosuficientes a principio de 1960, a importador del 97% del trigo que se consume (Salgado, 2002). Recibíamos trigo donado de Estados Unidos altamente subsidiados y los precios en el mercado eran tan bajos, que los productores ecuatorianos no podían cubrir ni siquiera los costos de producción si querían competir con el trigo estadounidense.

Los programas de ayuda alimentaria se complementan con otros impulsados por Foreing Market Development Program . Entre los objetivos del FMD es apoyar a sus socios extranjeros en mejorar el procesamiento de productos estadounidenses, para identificar nuevos mercados. Este año, el primer beneficiario será la asociación americana de productores de soya, que recibirá un fondo de más de 7 millones de dólares, sólo dentro de este programa. Primero se crea la necesidad de la soya por medio de los programas de ayuda alimentaria, luego se enseña a los procesadores locales a procesarla. Se ha abierto un nuevo mercado sobre la base de crear dependencia.

AYUDA ALIMENTARIA Y ALIMENTOS TRANSGENICOS

El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos está exportando miles de toneladas de maíz y soya transgénicos al Tercer Mundo, a través de los programas de ayuda alimentaria.

Mediante estos programas se elimina el riesgo que tienen los agricultores de Estados Unidos, de no vender productos transgénicos, por el rechazo de los consumidores. Este riesgo se ha generado por las políticas agrícolas de Estados Unidos al expandir de manera masiva los cultivos transgénicos, y lo traspasa riesgo a la población más pobre del Planeta.

Por ejemplo, mientras en Europa y Estados Unidos aumenta el temor por los riesgos de las hormonas recombinante de crecimiento bovino en la leche (IPS, 2002), Estados Unidos inició el programa Diary Export Incentive Program (2002 – 2007), cuyo objetivo es expandir mercados y hacer competitivos a sus productores de leche en el mercado mundial. Entre junio del 2003 y junio del 2004, el USAID distribuyó en forma de ayuda alimentaria 22,733 Ton métricas de leche en polvo, 7,032 Ton métricas de mantequilla y 1,010 Ton métricas de queso. En el 2003, el USAID envió un total de US$14.8 millones en leche, 15 millones en mantequilla y 1,5 millones en queso. Los países receptores de lácteos de América Latina y El Caribe fueron Guatemala, Guyana, Honduras, Nicaragua, Jamaica, St. Lucia, St. Vicent and Granadines y Trinidad y Tobago.

En América Latina está cobrando mucha relevancia los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos. La tendencia en estos tratados es que los países firmantes tendrán sujetarse a la política de EE UU en materia de comercio internacional de transgénicos, tanto semillas como alimentos y otros productos derivados de organismos genéticamente modificados. La ayuda alimentaria no es una excepción. En los tratados firmados con el CAFTA (países centroamericanos), estarán obligados a aceptar alimentos en forma de ayuda alimentaria. Es posible que existan cláusulas similares en los tratados que está negociando en estos momentos con 3 países andinos.

El Programa Mundial de Alimentos produjo en febrero de este año unas guías operacionales para alimentos derivados de la moderna biotecnología.

En su introducción, las guías reconocen que el PMA hace sus donaciones de alimentos de acuerdo con estándares y regulaciones internacionales. Adicionalmente, el PMA dona sólo aquellos alimentos que hayan sido aprobados tanto por el país de origen como por el país donante como seguros para el consumo humano.

Las guías añaden que tanto la FAO, la OMS y el PMA no tienen ninguna prueba científica de que los alimentos transgénicos produzcan impactos negativos en la salud humana, y por lo mismo, va a continuar aceptando donaciones de alimentos transgénicos. Pero si el país donante no desea que el dinero que ha dada sea usado para comprar alimentos transgénicos, el PMA cumplirá con este requerimiento.

El PMA dice que los países receptores de donaciones de alimentos tienen derecho de regular las importaciones y el movimiento transfronterizo de los OGM, pero de alguna manera limita los alimentos que se podrían regular a granos no procesados, como maíz o soya; y añade que el maíz o la soya molidos no son considerados como organismos vivos modificados, y por lo mismo, no están cubiertos por el Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad. Los mismo se aplicaría a la leche. Señala además que la mayoría de países que son receptores de ayuda alimentaria están en las primeras etapas de implementación del mencionado Protocolo, ¿es esta una sugerencia de que por lo tanto no están en condiciones de regular sus importaciones?

El PMA debe ser informado cuando el cambio de regulación ocurra, de tal manera que pueda discutir con el país receptor sobre los posibles impactos en la entrega de alimentos, generadas por el cambio de sus políticas. Esto podría actuar como un mecanismo de presión para disuadir a los países para tomar una decisión que limite la importación de OGM.

Asegura que todas donaciones son hechas en pleno cumplimento con las regulaciones del país, aunque esta no ha sido su práctica en algunos países como el Ecuador, donde la oficial del PMA presionó para que el país acepte alimentos transgénicos, desconociendo un artículo de la Constitución que pone un candado legal a la importación de OGM, aunque se trate de alimentos donados.

Para cumplir con los requerimientos del Protocolo de Cartagena, el PMA debe incluir en un futuro cercano el lenguaje de “puede llegar a tener” organismos vivos modificados en las cargas de sus donaciones transgénicas. Aquí hay que señalar que el principal proveedor de alimentos transgénicos, a través del PMA es Estados Unidos, país que está proponiendo a los países con los que está entrando en convenios bilaterales de libre comercio, una interpretación sobre esta cláusula del Protocolo, en el sentido de que cargas que tengan menos del 5% de transgénicos, no requerirán incluir este rótulo.

CONCLUSIONES

La población más vulnerable de los países más pobres del mundo están recibiendo alimentos transgénicos a través de los programas de ayuda alimentaria.

Ellos pertenecen a los grupos tales como niños, mujeres embarazadas o lactantes, en algunos casos pacientes HVI+, con niveles de desnutrición alarmante y un sistema inmunológico muy delicado, que viven en situaciones de estrés por la guerra o por haber sobrevivido desastres naturales.

La ayuda alimentaria en muchos casos es necesaria, pero esta debe basarse en la solidaridad, para apoyar a quienes enfrentan situaciones extremas; por lo tanto esta debe hacerse en un marco de igualdad y respeto.

La ayuda alimentaria no puede constituir un mecanismo para colocar excedentes agrícolas y mucho peor aun para colocar productos que otros no quieren. Caso contrario, estaremos asistiendo a otro caso de racismo ambiental.

La única manera de evitar que las poblaciones más vulnerables de los países más empobrecidos del mundo sigan siendo un mercado abierto para los productos indeseables de la industria biotecnológica, es que los cultivos transgénicos desaparezcan de la faz de la tierra. Ahí debemos centrar nuestros esfuerzos.

Red por una América Latina Libre de Transgénicos notransgenicos@accionecologica.org

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