Maíz en México. Boletín 621 de la RALLT

País México

"Las empresas aseguran que es posible la "coexistencia" de maíz transgénico con el maíz campesino. Existen múltiples estudios científicos y estadísticas en muchos países que demuestran lo contrario: donde hay cultivos transgénicos, siempre habrá contaminación, sea por el polen llevado por viento e insectos (a distancias mucho mayores de las "previstas" por las leyes) o por el trasiego en transportes, almacenamiento, puntos de venta, donde no hay segregación de transgénicos y otras semillas."

RED POR UNA AMÉRICA LATINA LIBRE DE TRANSGÉNICOS

BOLETÍN 621

Contenido:

1. Guerra sucia contra los pueblos del maíz

2. Falso que se libere siembra de maíz transgénico en México

3. ¿Necesita México a Monsanto?

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Guerra sucia contra los pueblos del maíz

Silvia Ribeiro*

El 19 de agosto 2015, el juez Francisco Peñaloza Heras, del juzgado décimo segundo de distrito en materia civil, canceló la medida precautoria que desde hace dos años mantiene suspendida la siembra de maíz transgénico en México en respuesta a una demanda colectiva por los daños que estos granos causan a la biodiversidad y la salud. Sin embargo, la suspensión sigue vigente, ya que su decisión fue inmediatamente apelada por Colectivas AC, representantes legales de la colectividad de 53 ciudadanos y 20 organizaciones que presentaron la demanda en 2013.

La forma en que el juez Peñaloza tomó la decisión, ignorando los argumentos de los demandantes y científicos independientes, pero basándose en los dichos de Monsanto y otras empresas, es otro escalón en la guerra sucia contra el maíz campesino y los pueblos del maíz.

En sincronía con su decisión, las trasnacionales de transgénicos desataron un aluvión de comentarios a la prensa asegurando que estaba liberada la siembra. Como denunció René Sánchez Galindo, abogado de la colectividad demandante, "Monsanto inició una nueva campaña de mentiras, ya que es falso que la siembra de maíz transgénico estuviera liberada".

Las mentiras de la empresa de transgénicos no se limitan sólo a los aspectos legales de la demanda. Dedican mucho tiempo y recursos a falsear datos para ocultar lo que realmente pasa con los transgénicos en los países donde su siembra es masiva, como Estados Unidos, país sede de Monsanto.

La realidad, basada en estadísticas oficiales de ese país durante casi dos décadas (no en estudios puntuales financiados por las empresas que toman datos parciales) muestra que los transgénicos son más caros que los híbridos que ya existían, que en promedio su rendimiento es menor y que han provocado un aumento exponencial del uso de agrotóxicos, con efectos devastadores en suelos, agua, y surgimiento de más de 20 "supermalezas" resistentes al glifosato. La industria afirma que el maíz manipulado con la toxina Bt disminuyó el uso de agrotóxicos, pero omite explicar que las plagas se han ido haciendo resistentes al Bt, y que luego de una inicial disminución, el uso de agrotóxicos ha ido aumentado cada año. Por ello, las empresas están abandonando la venta de semillas de maíz Bt, para vender maíces transgénicos con rasgos apilados, o sea junto a Bt, tolerantes a uno o más herbicidas de alta toxicidad, como glifosato, glufosinato, dicamba y hasta 2,4-d, con lo cual el aumento del uso de tóxicos se multiplica vertiginosamente.

Las empresas aseguran también que es posible la "coexistencia" de maíz transgénico con el maíz campesino. Existen múltiples estudios científicos y estadísticas en muchos países que demuestran lo contrario: donde hay cultivos transgénicos, siempre habrá contaminación, sea por el polen llevado por viento e insectos (a distancias mucho mayores de las "previstas" por las leyes) o por el trasiego en transportes, almacenamiento, puntos de venta, donde no hay segregación de transgénicos y otras semillas. Muchos estudios en México, incluidos los de la propia Semarnat, muestran cientos de casos de contaminación transgénica de maíces campesinos, aun cuando su siembra es ilegal. Legalizar la siembra aumentaría brutalmente esa contaminación que amenaza directamente la biodiversidad y el patrimonio genético agrícola más importante de México, legado por los millones de campesinos e indígenas que lo crearon y lo siguen manteniendo.

En Estados Unidos la contaminación transgénica es omnipresente. Monsanto hizo de ello un negocio: demanda a las víctimas de contaminación transgénica por uso de sus genes patentados, lo cual le ha redituado cientos de millones de dólares en juicios o acuerdos fuera de juicio. Recientemente Monsanto declaró que no va a demandar a agricultores en México. Sería absurdo creerlo. Por supuesto lo harán, cuando tengan las condiciones para ello. Ya desde 2004, Monsanto publicaba en periódicos de Chiapas avisos que advertían que el que usara "ilegalmente" sus genes patentados en "importación, siembra, guarda, comercialización o exportación" podría sufrir cárcel y multas mayores. Además instigaban a que si usted "conoce alguna situación irregular", se contactara con Monsanto para evitar ser acusado de "cómplice". Si no siguió adelante fue porque no tenía el marco legal para ello, tema que ahora presionan por corregir.

Las trasnacionales mienten cuando afirman que los transgénicos son inocuos a la salud. De partida, los cultivos transgénicos tienen un nivel hasta 200 veces más alto de residuos de glifosato, herbicida que la OMS declaró cancerígeno en marzo 2015. Y casi cada mes se publican nuevos artículos con evidencia de daños de los transgénicos a la salud o al medioambiente.

Por ejemplo, el 14 de julio de 2015, la revista científica arbitrada Agricultural Sciences publicó una investigación del doctor Shiva Ayyadurai, que muestra que la soya transgénica acumula formaldehído, sustancia cancerígena, junto a una disminución drástica de glutatión, antioxidante esencial para la desintoxicación celular. El estudio analizó 6 mil 497 experimentos de 184 instituciones científicas en 23 países. El estudio pone de manifiesto la invalidez del principio de "equivalencia sustancial" que se aplica para evaluar transgénicos, alegando falsamente que son "equivalentes" a los convencionales. Existe gran desconocimiento de cómo la transgenia afecta la biología del maíz y qué impacto tiene en la biodiversidad y en la salud de la población de México, donde el maíz se consume más que en ningún otro país.

La guerra recrudece, pero también crecen las muchas resistencias, como la "moratoria popular" de no permitir transgénicos en nuestros campos y mesas, y eso, no va a terminar.

*Investigadora del grupo ETC

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BOLETÍN

19 de agosto de 2015

Falso que se libere siembra de maíz transgénico en México

  • Resolución de juez fue inmediatamente impugnada
  • Apelación suspende la siembra de maíz transgénico

Hoy 19 de agosto de 2015, el Juzgado Décimo Segundo de Distrito notificó que negaba la medida precautoria que suspende la siembra de maíz transgénico, inmediatamente desde las nueve de la mañana la coalición de científicos y campesinos apeló la decisión.

La Colectividad del maíz que promovió el juicio de acción colectiva contra la siembra de maíz transgénico que por dos años ha impedido judicialmente su siembra, denunció que Monsanto ha iniciado una nueva campaña de mentiras, puesto que es falso que la siembra de maíz transgénico esté liberada, lo cierto es que está suspendida por la apelación que promovimos inmediatamente que fuimos notificados, declaró René Sánchez Galindo, abogado del grupo ciudadano.

El artículo 396 del Código Federal de Procedimientos Civiles que en estos casos la apelación suspende la ejecución "la apelación suspende la siembra de transgénicos, porque la ley dispone que debe tramitarse con efectos suspensivos y devolutivo, y nosotros apelamos desde las 9 de la mañana de hoy miércoles 19 de agosto", aclaró Galindo.

Por su parte, Adelita San Vicente, representante de la colectividad afectada por la posible siembra de maíz transgénico declaró que "la decisión judicial omitió resolver sobre todos nuestros argumentos y pruebas".

Francia Gutiérrez, coordinadora de comunicación del colectivo detalló cada argumento que el juez omitió:

- Los riesgos de sembrar, como por ejemplo, una vez liberados los transgénicos son incontrolables, de hecho debiendo existir cero presencia, el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático de la SEMARNAT, reporta 89 casos de presencia ilegal de transgenes en maíces nativos en 6 estados del país a lo largo de una década; ello a pesar de que PROFEPA pretendió sorprender al juez reportando solo un caso aislado.

Tal descontrol es igual a NO conservar el entorno, NO garantizar necesidades y aspiraciones de generaciones futuras y a perder la participación de campesinos y productores en el intercambio libre de semillas. En otras palabras, la siembra de transgénicos de maíz dañará el derecho humano a la biodiversidad de todos los mexicanos que consumimos maíz.

- Otros riesgos de su siembra que fueron omitidos de la decisión judicial son los relacionados con la salud. Puesto que la Secretaría del ramo y la COFEPRIS informaron al juez que estas autoridades sanitarias solo vigilan el consumo pero NO estudian los impactos de la siembra en la salud, a pesar de que cerca del 50% de la alimentación de los mexicanos (proteínas y calorías) proviene de comer productos del maíz que se siembran en nuestro país, hasta hoy libre de transgénicos.

Además la organización mundial de la salud, OMS, en marzo de este año, elevó la clasificación de posible a probable cancerígeno del glifosato, herbicida que utilizan todos los transgénicos de maíz que pretende sembrar la principal empresa trasnacional, también demandada en el juicio colectivo.

El incremento de costos y de plaguicidas es otro riesgo documentado en una investigación que la Comisión gubernamental de Bioseguridad, CIBIOGEM, citó en la opinión que rindió al juzgado federal y que éste dejó de considerar.

- El juzgado también omitió analizar que los propios argumentos de empresas y gobierno se contradicen. Por ejemplo, las empresas hablan de mayor productividad, pero SAGARPA reconoció ante el Juez, que NO hay tal incremento. Afirman que con la siembra de transgénicos habría menores gastos en insumos, sin embargo, como vimos, la CIBIOGEM, citó un estudio que demuestra que se incrementan.

- La decisión judicial apelada excluyó considerar que CONACYT reconoció, en la opinión que rindió al juez, que el motivo de la declinación de solicitudes de siembra experimental por parte de centros de investigación se debe a la ley de Bioseguridad que data del 2005, lo que implica que la suspensión provisional de 2013 NO es responsable del declive de la investigación nacional.

En síntesis, el juzgado solo consideró los argumentos de la empresa trasnacional y olvidó todo lo demás, afirmó Galindo, al tiempo que aseguró que en la apelación podrán ser escuchados y confió que obtendrán una decisión favorable.

Contactos:

René Sánchez Galindo
Tel: 5554364248
Correo: moc.liamg@odnilag.zehcnas.ener

Francia Gutiérrez Hermosillo
Tel: 5539226898

Enviado por: Aleira Lara

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¿Necesita México a Monsanto?

Carlos H. Ávila Bello

22/08/2015

Desde 2013 y gracias a una demanda colectiva, estaban detenidos los permisos para que empresas como Monsanto sembraran maíz transgénico en México. Este 19 de este agosto, el juez duodécimo de distrito de materia civil del primer circuito, Francisco Peñaloza Heras, resolvió suspender esta prohibición. Aparentemente los argumentos presentados por diferentes científicos, a través de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS), no fueron tomados en consideración por el mencionado magistrado. Poner en manos de transnacionales el alimento más importante del país, no sólo provocará una mayor dependencia alimentaria y económica; los maíces nativos se contaminarán (cerca de 60 tipos diferentes), seguramente muchos desaparecerán; el efecto en la cultura profunda del maíz será catastrófico.

Ya en octubre de 1999 comenté en este mismo diario (“Liberación de organismos transgénicos en el medio ambiente: ¿revolución o involución?”) que “los recursos genéticos de un país son importantes y estratégicos por tres razones: 1) para preservar la diversidad genética; 2) para detener la erosión genética (las razas de maíz que existen en México, junto con los teocintes, constituyen una fuente de variabilidad genética, útil en caso de que los maíces “mejorados”, con su alta uniformidad genética, sean atacados por plagas o enfermedades; su pérdida constituiría una erosión genética irrecuperable, y 3) para asegurar el futuro alimentario del país. Deben tomarse en cuenta también los derechos de las comunidades campesinas e indígenas sobre esos recursos, ya que llevan miles de años mejorándolos; no es fortuito que se encuentren en nuestro territorio parientes silvestres de cultivos como el maíz, el frijol, el jitomate y el aguacate, entre otros”.

Una pregunta fundamental en este momento es ¿necesita México a Monsanto y las transnacionales semilleras interesadas en el maíz? La respuesta es un rotundo NO. ¿Cuál sería una estrategia sensata para lograr elevar la producción y productividad del campo mexicano y con ello alcanzar la autosuficiencia alimentaria? Una respuesta es invertir suficiente en ciencia a través de las instituciones públicas del país (al menos el 2% del PIB). Ya se ha dicho que los países que han logrado un progreso más o menos equitativo para sus pueblos han invertido en educación, ciencia y tecnología. Sin embargo, en los últimos sexenios en México la inversión en ciencia ha fluctuado entre 0.3% a 0.4% del PIB. Esta situación ha sido muy bien capitalizada por empresas como Monsanto, por ejemplo han financiado proyectos relacionados con la experimentación de transgénicos o con la exploración para obtener las semillas del teocinte perenne, cuya información genética, calculó esa misma empresa, le podría redituar hasta 6.8 billones de dólares anuales. Se debe ser claro, el interés fundamental de Monsanto y las transnacionales que promueven la siembra de maíz transgénico en el país es de negocios, no humanitario.

Hasta hace pocos años Monsanto esperaba que los transgénicos representaran en México entre 75 y 80% de sus ventas. Esta empresa quiere recuperar la inversión de millones de dólares que ha realizado en el país desde hace más de una década, para lograrlo requiere que se permita la siembra comercial de maíz transgénico, esta planta reditúa mundialmente cada año casi 75 billones de dólares. El asunto de los maíces transgénicos en México involucra cuestiones éticas muy importantes, espero que el magistrado Peñaloza Heras las tome en consideración. ¿Es éticamente aceptable liberar al ambiente organismos cuyo funcionamiento no conocemos cabalmente? ¿Sería aceptable arriesgar la alimentación de las poblaciones humanas, especialmente las campesinas e indígenas, que dependen directamente del cultivo de las diferentes razas de maíz mexicanas? ¿Debemos continuar imponiendo la visión del mercado a poblaciones cuyo objetivo inicial es lograr la seguridad alimentaria de la familia y de sus comunidades? ¿Se debe permitir la pérdida de parte de la diversidad biológica que deben heredar las generaciones futuras? ¿Deben considerarse mercancías las plantas como el maíz, el frijol, la calabaza, el chayote, el aguacate o aquellas medicinales que, por generaciones, han domesticado los pueblos originales y campesinos?

Bajo la lógica capitalista la respuesta sería afirmativa, pero existe otra visión, aquella que por generaciones ha considerado a la tierra como Madre, aquella cuyos hombres y mujeres dicen “la planta que crece en mi parcela, es la misma que crece en la de otro compañero”, por ello, “no es suya, ni mía, es de todos”. Pertenece a un todo, cuyos hilos invisibles apenas empezamos a comprender, un todo que tiene su raíz en el fondo de la tierra, se extiende a través del tronco y la copa de un árbol sagrado como la ceiba, nace de las entrañas de la madre tierra en forma del maíz-hombre del Popol Vuh.

Hombres y mujeres cuyas profundas raíces y conocimientos han transformado una pequeña mazorca de dos hileras, hasta maíces de 12, 14, 16 hileras, de hasta 60 cm de largo, las razas de maíz que hoy conocemos y disfrutamos en diferentes formas y productos. Cada uno de los recursos naturales que se apropian las transnacionales antes ha sido observado, cuidado, transformado y vuelto a transformar, durante miles de años, por los pueblos originales, para beneficio no sólo de sus comunidades, sino de la humanidad; de esta manera se perfecciona el uso de los recursos, obtienen nuevas variedades, que se conservan, experimentan, adoptan, modifican o desechan de acuerdo con las necesidades sociales, culturales y características ambientales de cada lugar.

Los representantes de Monsanto argumentan que los rendimientos de maíz en México son muy bajos, cierto, en parte, sin embargo, los transgénicos de maíz no son la respuesta al aumento en producción y productividad, de acuerdo con datos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, entre 1995, año en el que se introdujeron los maíces transgénicos al campo estadounidense, y 2007, la producción de maíz no presentó cambios estadísticamente significativos. Parte de la solución es apoyar a los campesinos e indígenas mexicanos, que representan 92% de los productores de maíz cuya producción se orienta al autoconsumo en predios de entre 1 a 5 ha, con rendimientos de entre 1.3 a 1.8 ton-ha-1.

Hace algunos meses, durante la presentación del libro “El maíz mexicano ante la amenaza de los transgénicos”, un productor de Sinaloa comentó que él obtiene con semillas conservadas y mejoradas por él mismo, entre 10 a 12 ton ha-1 por lo que no necesita transgénicos de maíz. La respuesta no es la siembra de maíz transgénico, si lo es mantener la biodiversidad en los agroecosistemas. Así mismo, por ser un aspecto de seguridad alimentaria es importante que los procesos de distribución de semillas sean controlados por un Estado soberano y con visión clara de servicio hacia el país, no a las transnacionales. Se deben crear bancos de germoplasma para almacenar y documentar las características de las razas locales de maíz, obteniendo plantas mejoradas que satisfagan las necesidades locales, regionales y nacionales.

Otra respuesta a la pregunta que abre esta contribución es estimular el progreso de las comunidades indígenas y campesinas para lograr equidad y un país realmente independiente y justo. Se debe reorientar la política agropecuaria del país de tal manera que se otorguen créditos, sin paternalismos ni manipulación política, que permitan a los campesinos e indígenas capitalizarse para incorporar sus productos a los mercados locales, regionales o nacionales, con precios justos; deben establecerse redes de comercialización que permitan, sin intermediarios, el flujo de diferentes productos entre las regiones del país. Es necesario considerar a la alimentación y la conservación de los recursos naturales como aspectos de seguridad nacional, que deben ser decididos con base en las características sociales, ecológicas, económicas y diversidad cultural. El país tiene la capacidad para producir prácticamente todo lo que necesita.

Termino con dos preguntas no sólo dirigidas al Magistrado Francisco Peñaloza Heras, sino también a quienes se tomen la molestia de leer estas líneas. ¿Podremos las y los mexicanos de hoy dar un giro civilizatorio a las actuales circunstancias que nos han puesto en un camino casi sin salida? ¿Podremos cambiar los paradigmas actuales que dirigen no sólo el destino de la agricultura, sino de toda la sociedad? En 1854, cuando Franklin Pierce, presidente de Estados Unidos, ofreció al jefe Seattle comprar las tierras que tenían a cambio de confinarlos en una reserva, el líder piel roja finalizó su hermoso discurso, conocido hoy como “La carta apache”, con las siguientes palabras: “termina la vida, empieza la supervivencia”. Esas sabias palabras nos están alcanzando, ojalá las y los mexicanos tengamos la capacidad para cambiarlas.

Fuente: ALAI

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Fuente: RALLT

Temas: Transgénicos

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