Agrocombustibles vs comida

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Una de las discusiones principales sobre el modelo agrícola global gira en torno a la incidencia de la producción de agrocombustibles en la actual crisis mundial de alimentos

Jean Ziegler, relator de la ONU para la Alimentación, denunció que “para llenar el tanque de un automóvil que funcione con biocarburante, se requieren aproximadamente 200 kilos de maíz”, que es el consumo de una persona al año. Por su parte, Lula dice que “los biocombustibles no son el villano que amenaza la seguridad alimentaria", arguyendo que sólo cubren el 0,9% de la tierra.

En Colombia, el ministerio de Agricultura también, con argumentos similares a los del presidente brasilero, fijó la producción de agrocombustibles como una prioridad de su gestión. Prueba de ello es la decisión tomada frente al predio Carimagua entregado a Ecopetrol para elaborar etanol, pasando sobre la destinación obligatoria que tenía para la población desplazada.

Decir que la abundancia de tierra disponible valida la supremacía de los agrocombustibles sobre la comida, implica un desconocimiento de conceptos elementales de economía, es una simpleza para calmar la galería. Es sabido que cuando un país dedica mayores cantidades de recursos de producción a un determinado bien, debe reducir los que aplica a otros. Como la agricultura no necesita sólo tierra, sino también capital, mano de obra, tecnología y agua, la competencia entre dos productos del agro debe evaluarse considerando ese conjunto de requerimientos. Esto en Colombia es más necesario aún, teniendo en cuenta que casi todos estos factores son escasos, incluso la tierra, donde 10.000 dueños poseen el 65% del área total. Es la lección elemental de texto, la de la decisión entre fabricar cañones o mantequilla.

La repartición de los apoyos fiscales, indispensables como capital de trabajo, entre las distintas ramas agrícolas es ejemplo de la competencia por recursos entre unas y otras. Durante 2007, al sumar la subvención al crédito (vía Agro, Ingreso Seguro) y el Incentivo de Capitalización Rural (ICR), se determina que el Estado subsidió 5,3 millones de pesos por hectárea sembrada o renovada de palma. A esto deben agregarse las exenciones de IVA, sobre la renta líquida y la posibilidad de un impuesto de renta de 15% (muy por debajo del 37,5%) en proyectos de palma con inversiones superiores a $32.500 millones. En el caso del etanol, también las exoneraciones en IVA, impuesto global y sobretasa, significaron 0,26 dólar por litro, cerca de 115 millones de dólares al año, calculado con un dólar a $1.850, ¿Puede el gobierno mostrar un mosaico de apoyos similares para la producción de alimentos? ¿Compiten los productos entre sí por los escasos recursos de la limitada tesorería oficial? Por consiguiente, no es sólido esgrimir la abundancia de tierra como motivación única para declarar neutro el impacto de los agrocombustibles sobre los alimentos.

Es peor en los mercados mundiales. El maíz destinado a etanol en Estados Unidos, en 2000-2001 fue el 5% de la cosecha total y para 2007-2008 el 25%; gracias a lo cual los inventarios finales bajaron a la mitad y el precio en granja subió, de 2 dólares a 3,5 por bushell. El uso industrial de aceites vegetales en la Unión Europea tiene trazos comunes, pasó de demandar 2 millones de toneladas en 2000 para agrodiesel a casi 9 millones en 2007. Estos incrementos en la demanda para fines energéticos o por cualquier otra razón no encuentran respuesta inmediata en la oferta y han influido para que los inventarios mundiales de granos hayan pasado de cubrir 120 días de consumo mundial en 2000 a apenas 60 días en 2008. Dichos desequilibrios, para los cuales contribuyen tanto la elaboración de biocombustibles como otros motivos, son aprovechados así mismo por los fondos financieros para especular en las bolsas de valores de bienes básicos y para generar el fenómeno alcista.

Pensar que con esas condiciones la exportación de agrocombustibles puede financiar las importaciones de alimentos es una ficción. Es lógico deducir que ni los términos de intercambio serán favorables en el corto ni en el mediano plazo ni que el competido mercado mundial, con rivales como Brasil en alcohol, o como Malasia en aceite, está esperando los agrocarburantes colombianos -más costosos que los de muchos otros orígenes- entre los ya de por sí muy costosos carburantes de origen vegetal. En síntesis, la fabricación de agrocombustibles sí compite con la producción de alimentos, les quita recursos productivos y, por esto, así como por la destinación de cereales y oleaginosos para la elaboración del combustible final, reduce los inventarios, contribuye al alza de los precios y refuerza la especulación financiera con la comida, crimen que hoy azota cruelmente a naciones enteras. Así, tan sencillo como grave.

Alternativa Bolivariana, Internet, 20-7-08

Comentarios

24/07/2008
Alimentos agrículos vs biocombustibles, por Mario Alessandri Grez
Estoy totalmente de acuerdo que es una locura utllizar tierras agrícola fértiles o productos agricolas en producir biocombustibles. Esto atenta la alimentación muncial de la población. Pero debemos considerar que el principal causante de ello es el alto precio de los combustibles orgánicos. Si los productores de ellos pensaran en no ganar tanta plata y vender a un precio razonable el petróleo, el maíz, automáticamente volvería a venderse,cómo alimento a un precio razonable.
Hasta cuando debemos aceptar el chantaje de los precios de los combustibles para enriquecer a unos pocos, que no saben que hacer con el dinero, en perjuicio de millones que no tienen que comer.
Desgraciadamente estos SEÑORES DEL PETROLEO han inducido y obligado a usar productos agricolas para ser usados cómo combustibles.