Argentina: la devastadora exportación de sábalos está dejando los ríos vacíos

Idioma Español
País Argentina

Detrás del millonario negocio de una docena de frigoríficos pesqueros crece la amenaza de un desastre. La subsistencia de 50 mil aborígenes en el Norte y de 100 mil ribereños del litoral está comprometida. El retroceso de las poblaciones de peces y la reducción de las tallas exigen medidas urgentes en la cuenca

En el cartel de una pescadería salteña los efectos del largo paro pesquero se hacen sentir en el precio de la merluza. El kilo de filet pasó de 8 a 11 pesos. También el sábalo está más caro, pero Diego López, el dueño del negocio, aclara que las causas del encarecimiento del "pescado del pueblo" nada tienen que ver con un transitorio y remediable conflicto gremial.

A 500 kilómetros de distancia, en el extremo Noreste de la provincia, aborígenes wichis, chorotes, tobas, chulupíes y tapietes hunden una y otra vez sus redes artesanales en el Pilcomayo, mientras el sol que cae y se enrojece en el ocaso preanuncia el final de otra jornada con mezquinos frutos en el río. El cacique Luis Lescano toma uno de los pequeños sábalos obtenidos frente a las costas de La Merced Vieja, cerca de Santa Victoria Este, y sentencia en voz baja: "El río se muere". A su costado, Moisés Juárez, un curtido pescador chulupí, aclara las razones de tan apocalíptico pronóstico. "Cada vez se pesca menos y salen más chicos", lamenta.

A unos trescientos kilómetros hacia el Suroeste, en el cruce de Pichanal, un grupo de amigos que regresa de una frustrante excursión de pesca al Bermejo se pregunta por qué en tan poco tiempo otro generoso río se tornó incapaz de acercar a los anzuelos una boga, un dorado, un pacú o un surubí de talla aceptable.

Luz roja en la cuenca

La respuesta a tantos interrogantes y preocupaciones en la alta cuenca del Plata parece encontrarse en las costas entrerrianas y santafesinas del Paraná medio, a más de mil kilómetros de Salta, donde las poblaciones de sábalos y de otras especies de interés, como la boga, el dorado y el surubí, están siendo arrasadas detrás del millonario negocio de una docena de frigoríficos pesqueros de capitales argentinos, brasileños y paraguayos. Se trata de empresas que desde mediados de los noventa exportan pescados de agua dulce hacia Brasil, Colombia, Ecuador, Venezuela, Nigeria, Sudáfrica y otros mercados.

Sus operaciones están autorizadas por leyes de Santa Fe y Entre Ríos que se apoyaron en informes técnicos que indicaban un escenario de supuesta "subexplotación" de los recursos ictícolas en el Paraná medio. En todos estos años, la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca y el Servicio de Sanidad Animal (SENASA) también acompañaron al próspero sector exportador sin ver -o sin querer ver- las devastadoras consecuencias que el vacío legal, el descontrol y la depredación fueron dejando bajo las turbias aguas que descienden desde el Bermejo, el Pilcomayo, el Paraguay y las nacientes brasileñas del Paraná.

Hoy, tras diez años de ininterrumpida depredación, estudios desarrollados por diferentes grupos de investigación y reunidos en este informe confirman lo que los aborígenes del Norte vienen advirtiendo desde hace algún tiempo con sabia y certera empiria: su río está siendo desangrado.

Caen las tallas por la depredación y van por las piezas más chicas

Victoria es una pequeña ciudad del Sureste entrerriano que tiene su vida fuertemente influenciada por la urbe de Rosario, a partir del nuevo puente que las vincula en menos de una hora de viaje. Lejos de la intensa actividad fabril, portuaria, comercial y financiera que se aprecia sobre el extremo santafesino del puente, buena parte de la población de Victoria tiene su subsistencia atada a actividades agrícolas y a la pesca artesanal.

En la "capital del sábalo", como la llaman, funcionan tres de los grandes frigoríficos que, a través de los ribereños que les entregan el pescado a precios irrisorios, presionan a las autoridades entrerrianas para que les autoricen a extraer y comercializar piezas cada vez más chicas.

Días atrás los pescadores artesanales de Victoria cortaron el puente interprovincial en reclamo de una talla mínima de 38 centímetros, o sea de 10 centímetros menos que el límite que regía no hace mucho tiempo cuando extraer sábalos de más de 48 centímetros era cosa factible. "No quedan piezas grandes. Los pescadores artesanales sacan lo que encuentran a mano y los frigoríficos hacen fortunas a costa del vaciamiento de nuestro río", señaló una de las fuentes consultadas en Victoria por este diario.

Diez centímetros menos

Según estudios comparativos recientemente presentados por biólogos santafesinos, la talla media de los sábalos extraídos en Victoria se redujo 10 centímetros entre 1995 y 2005. Al mismo ritmo -un centímetro menos por año- habría retrocedido el tamaño de las bogas. A la par se redujeron las tallas de otras especies que dependen fundamentalmente del sábalo dentro de la cadena alimentaria, como el dorado y el surubí.

La reducción de tallas, sin embargo, muestra apenas un costado del temido desastre ambiental y social. De acuerdo con otro trabajo, que desarrolló el Grupo de Evaluación de Impacto de Recursos Pesqueros del Intec-CONICET, la cuenca perdió el 50% de los recursos ictícolas en las últimas dos décadas.

Este drástico retroceso de la biomasa del Paraná no escapa a factores naturales, pero es atribuido en parte sustancial a impactos antrópicos, es decir a la mano del hombre. Otro estudio, que la Comisión Nacional de Pesca Continental presentó el mes pasado en la ciudad santafesina de Reconquista, también deja traslucir las consecuencias de la depredación, en especial del sábalo, que es la especie forrajera clave del ecosistema de la cuenca con sus ovas, larvas y su propia carne.

El estudio concuerda con lo que el dueño de la pescadería salteña ubicada en Ituzaingó 579, Diego López, viene advirtiendo a sus clientes. "Si no ponen freno a lo que está ocurriendo en el Paraná medio, dentro de seis meses no habrá pescado", enfatiza el comerciante. El estudio oficial -menos explícito- sostiene que aún se está a tiempo para ayudar a recuperar las diezmadas poblaciones ictícolas y no llorar, más temprano que tarde, sobre la leche derramada.

El año pasado embarcaron al exterior 32 mil toneladas

De acuerdo con los cálculos que se desprenden de los estudios de biomasa menos desactualizados, una extracción sustentable en el Paraná medio no debería superar de ningún modo los 200 kilos por hectárea y por año de pescado. Lejos de lo racional, se estarían sacando hoy unas 60 mil toneladas anuales de pescado, o sea un volumen tres veces superior a lo que el río puede resistir.

Si bien el consumo en el mercado interno está caracterizado por una ausencia casi absoluta de registros, en las estadísticas que lleva el SENASA sobre la exportación se refleja claramente la magnitud de la devastación. Según los registros oficiales, los frigoríficos pesqueros asentados en las costas entrerrianas y santafesinas del Paraná exportaron en 1994 un total de 2.800 toneladas de sábalo. En 1998 estas exportaciones habían crecido a 13.000 toneladas y el año pasado rozaron las 32.000 toneladas.

El descomunal salto, empujado por la fiebre exportadora de la devaluación y favorecido por la ausencia de cupos y controles, explica buena parte de la caída sin precedentes de los recursos ictícolas. En uno de sus trabajos, Norberto Oldani, conocido investigador del CONICET, advirtió que las metodologías utilizadas por los frigoríficos del Paraná están acortando drásticamente las cohortes, como se denomina técnicamente a la totalidad de los peces que nacen de una determinada población en una temporada reproductiva.

En este aspecto también se desprende otro indicador de las graves consecuencias ambientales, económicas y sociales que se agudizarán en toda la cuenca si no se detiene la brutal depredación en el Paraná medio.

Sólo de las costas santafesinas salen cada día unos 30 mil ejemplares de sábalo y la fiebre exportadora no parece detenerse ante nada, ni siquiera ante las tallas mínimas fijadas para la extracción. Esto quedó visto en más de un gigantesco embarque decomisado que se remedió con irrisorias multas. Desde la propia Secretaría de la Producción de Entre Ríos las sanciones económicas llegaron a ser calificadas como "un chiste".

Un negocio de pocos que lleva al hambre de muchos

Curimbá, Epuyén, Liberius, Transa, Don Lorenzo, El Timón, Uleriche, La Cococha y Ahu Nar son los frigoríficos pesqueros de capitales brasileños, paraguayos y argentinos que el SENASA tiene registrados como exportadores en el Paraná medio.

En total son 12 las empresas y cooperativas que reciben de los pescadores artesanales un sábalo entero por 10 centavos de dólar -sin importar el peso- y colocan la misma pieza en Brasil a no menos de 50 centavos de dólar el kilo. En otros destinos el kilo llega a cotizar hasta 6 dólares, como lo pagan algunos restaurantes americanos y europeos que ofrecen al sábalo entre sus más caros y exóticos platos.

Muchas más que las empresas frigoríficas que amasan fortunas con los recursos ictícolas del Paraná son las etnias indígenas que habitan desde tiempos ancestrales en las márgenes de cursos tributarios como el Bermejo y el Pilcomayo, y para las cuales la pesca es la principal fuente de alimentos. Muchos más aún son los pobladores ribereños del litoral -unas 100 mil personas- que viven directamente de la pesca.

Durante muchos años la discusión de prioridades giró en torno de la pesca de subsistencia, artesanal o deportiva. En Salta, Jujuy, Formosa, Chaco y Corrientes la sola idea de una pesca comercial restringida fue desechada o duramente resistida. Sin embargo, aguas abajo se autorizó no sólo la pesca comercial sino la exportación sin cupos. En los registros del SENASA hasta los dentudos (tarariras) figuran hoy exportados al Brasil donde, aseguran, los enlatan a modo de atún o jurel.

En vista de lo que ocurre y está en juego, en las habituales rondas de la Nación con Santa Fe y Entre Ríos deberían sentarse también otras provincias de la cuenca, porque en el Paraná medio no parecen tenerse en cuenta esenciales aspectos ambientales, sociales, económicos, turísticos e incluso jurídicos.

El Tribuno, Argentina, 19-9-05

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