Brasil: Selva Amazónica: el pulmón verde del planeta peligra

Idioma Español
País Brasil

La selva tropical amazónica abarca gran parte de la zona ecuatorial de Sudamérica y contiene más especies de flora y fauna que cualquier otro ecosistema del mundo

Sus árboles constituyen aproximadamente el 70 por ciento de la flora de las selvas tropicales, pero en la actualidad está desapareciendo a un ritmo alarmante debido a la tala de madera y al desmonte agrícola. El nombre de Amazonas fue puesto por el fraile español Gaspar de Carbajal, primer cronista europeo en viajar por el río durante la expedición de Francisco de Arellano en la segunda mitad del siglo XVI.

Estudiosos del tema afirman que la embarcación fue atacada por mujeres que -como en la mitología de la Amazonia- pretendían esclavizar a los hombres para procrear y después matarlos. Junto a sus afluentes Ucayali y Apurímac, el Amazonas es el más largo del mundo, con seis mil 872 kilómetros de longitud, es además el más caudaloso y su cuenca, con 7,5 millones de kilómetros cuadrados, es la más extensa a nivel global.

Gran parte del rico ecosistema amazónico, en el cual se encuentra el mayor número de plantas del mundo, depende de las inundaciones periódicas que llevan los nutrientes a plantas y animales del sitio. En una hectárea de la vasta región se han identificado 300 especies distintas de árboles y en un sólo árbol se localizan hasta 650 tipos diferentes de coleópteros, para dar lugar a la mayor reserva biológica de la Tierra. Al querer satisfacer sus necesidades, el hombre realiza diferentes actividades para subsistir, lo cual provoca consecuencias negativas como la deforestación.

Desde tiempos remotos se ha mutilado al bosque para favorecer la agricultura y el pastoreo. A mediados del siglo XX el ritmo de esas prácticas creció en las zonas de bosque tropical húmedo hasta poner en peligro el futuro de la biosfera. Se calcula que América del Sur ha perdido el 37 por ciento de sus bosques, Asia el 42 por ciento y África el 52 por ciento hasta la fecha. La deforestación de los bosques tropicales ha tenido lugar a razón de 10-16 millones de hectárea por año durante las dos últimas décadas y no da señales de disminuir. Ya desapareció el 16 por ciento de la totalidad de la selva Amazónica y cada día se pierden otras siete mil hectáreas de bosque, una superficie de 10 a siete kilómetros.

Las florestas son convertidas en campos para sembrar cultivos comerciales como caña de azúcar, palma aceitera, caucho, café, cacao y frutas tropicales. Tales industrias acarrean el uso indiscriminado de productos químicos como fertilizantes, plaguicida, herbicidas, y la contaminación de cultivos, suelo, agua subterránea y del propio ser humano. Diversas organizaciones promueven la expansión de la cría de ganado, los hacendados ocupan amplias extensiones de zona de bosque y talan o compran las mejoras áreas deforestadas.

Tal destrucción ecológica es a largo plazo y a menudo irreversible, porque se agotan los nutrientes de la tierra, que además es invadida por malezas tóxicas. La población pierde sus posibilidades de sobrevivir como cultura autónoma o de la propia comunidad. En las áreas boscosas habitan entre 200 mil y 300 mil personas repartidas en 120 naciones y algunas se encuentran entre las últimas poblaciones no contactadas del mundo. Las frondosidades amazónicas, particularmente, albergan también a 330 mil indígenas, constituidos en 220 etnias con 180 lenguas diferentes.

Para ellos, el monte constituye su sustento, los abastece de plantas comestibles y medicinales, de carne, frutas, miel, refugio, fuego y en torno a él erigen sus valores culturales y espirituales. Pero, los animales frente a la escasez de alimento deben emigrar hacia otros lugares, llevando con ellos algunas enfermedades. Peligra la humanidad en su conjunto, ya que la deforestación trae aparejada la pérdida definitiva de especies, lo que implica una responsabilidad que debe ser asumida por el hombre. La agricultura y la explotación forestal, la urbanización y la construcción de carreteras destruyen parcial o totalmente de vegetación, acelerado la erosión de determinado tipo de suelo.

Cuando un bosque tropical es arrasado, la tierra pobre en nutrientes queda a merced de la erosión, la cual se lleva la delgada capa de la tierra fértil y la superficie se convierte en una masa parecida a un ladrillo, totalmente inepta para el cultivo. Lo anterior favorece el avance del desierto en las zonas en que éste se encuentra próximo, como el formado en el corazón de la Amazonia, descubierto en 1973 y que se extiende de forma impresionante, favorecido por los constantes vientos oceánicos desde el Atlántico.

Científicos comprobaron que la diversidad que caracterizó al mundo natural está declinando, por lo que se rompe ese equilibrio. Los bosques cumplen importantísimas funciones en materia climática y su desaparición afecta a la humanidad en su conjunto. Los seres vivos, al respirar, consumen oxígeno del aire, desprenden dióxido de carbono. Lo mismo ocurre con cualquier tipo de combustión, como por ejemplo, la gasolina, carbón o madera.

Al Amazonas se le conoce como el Pulmón Verde del mundo, por lo tanto, cuando los pulmones respiran lo que hacen es consumir oxígeno del aire y luego agregar dióxido de carbono al entorno. La tierra respira a través de las plantas del mundo, y si destruimos las selvas lluviosas o bosques de cualquier tipo, irremediablemente moriremos.

Crónica Digital, Internet, 14-8-06

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