Brasil: damnificados por represas exigen un nuevo modelo energético

Por ADITAL
Idioma Español
País Brasil

El próximo lunes 14 de marzo será celebrado el Día Internacional de Lucha Contra las Represas. Durante toda la semana habrán manifestaciones para protestar contra la construcción de represas y exigir un nuevo modelo energético que respete a los ríos, a las poblaciones ribereñas, a la vida y a la naturaleza. En 2004, fueron realizadas acciones cómo ésta en por lo menos 26 países

En Brasil, el Movimiento de Damnificados por Represas (MAB en sus siglas en portugués) promoverá actos públicos para pedir la solución para la enorme deuda social y ambiental dejada por las usinas ya construidas. Las familias damnificadas estarán luchando por sus derechos fundamentales más básicos como comida, casa y tierra para trabajar. Datos de la Comisión Mundial de Represas, órgano vinculado a la ONU, revelan que un millón de brasileros ya fueron expulsados por la construcción de hidroeléctricas en el país.

Según el MAB, al contrario de lo que sucede con las expropiaciones de tierras realizadas para fines de reforma agraria, el gobierno brasilero y la justicia son extremadamente rápidos y eficientes para realizar expropiaciones con el objetivo de construir represas. Toda la fuerza del Estado y de la policía es usada para expulsar a las familias damnificadas de sus tierras y de cada diez familias desalojadas, siete no recibirán absolutamente nada. Las pocas reparaciones distribuidas, generalmente no son suficientes para la reconstrucción de sus vidas en otro lugar.

En la represa de Cana Brava, en Goiás, una familia recibió 39 reales de indemnización, lo que no compra una cesta básica (31 productos básicos –investigados- para una supervivencia mínima mensual en 16 capitales brasileras) de San Pablo que cuesta 211 reales. En la represa de Manso, Mato Grosso, fueron distribuidas indemnizaciones de 600 reales y las pocas familias reasentadas fueron sacadas de la orilla del río y largadas en áreas del cerrado impropias para la agricultura, donde el suelo está compuesto en un 92% por arena y no hay agua.

En Tucuruí, Pará, 20 mil damnificados por la construcción de la primera fase de la usina se refugiaron en la orilla del lago y en las islas formadas por el reservorio, en la década del 80. “Además de no recibir nada, hasta hoy las familias no tienen energía eléctrica. Los grandes cables pasan a unos metros de las casas de los damnificados, pero llevan la energía a las industrias de aluminio Alumar y Alunorte, ubicadas en Pará y Maranhão, pertenecientes a multinacionales estadounidenses”, dice la dirección del MAB en la convocatoria.

De acuerdo con el Mab, las hidroeléctricas no son modelos de energía limpia. La energía producida a partir de usinas hidroeléctricas no es sustentable. Al inundar y destruir miles de hectáreas de florestas y vegetación nativa, las represas lanzan a la atmósfera toneladas de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono y el metano. Esos gases son provenientes de la descomposición del material orgánico inundado. Científicos han alertado que grandes represas pueden tener mayor impacto climático por unidad de energía generada que la generación basada en combustibles fósiles, como las usinas a carbón.

Además, las represas son un factor importante en la rápida declinación de la biodiversidad fluvial en todo el mundo. En Brasil, en particular, grandes hidroeléctricas como Barra Grande y Tucuruí fueron construidas para abastecer la industria del aluminio, considerada “electrointensiva” y que tienen su instalación prohibida en países europeos y en Japón. Esta industria genera pocos empleos, contamina el medio ambiente y recibe energía eléctrica a precios subsidiados por el gobierno. Todo esto, para exportar una materia prima barata a los países ricos, que eterniza nuestra condición de país dependiente y atrasado.

El movimiento brasilero propone un nuevo modelo energético para poner el agua y la energía al servicio y bajo control del pueblo brasilero. Para ello, es necesario terminar con los subsidios públicos en las cuentas de luz de las grandes empresas y garantizar tarifas justas para la población más pobre. Inversiones en eficiencia energética, disminución de las pérdidas en las líneas de transmisión y repotencialización de las usinas hidroeléctricas ya construidas, aliadas al desarrollo de las fuentes alternativas (solar, eólica, biomasa, geotérmica y de las mareas) harán que sea innecesario la construcción de nuevas represas en Brasil.

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¿Por qué el modelo energético es la cara de la política económica?

· Una historia de injusticias. Un millón de personas ya fueron expulsadas de sus tierras por las represas.

· La población paga la cuenta y las empresas transnacionales se quedan con el lucro. Los brasileros y brasileras pagan una de las tarifas más caras del mundo (la quinta mayor - R$ 430,00/MWh), mientras que las transnacionales reciben energía subsidiada (R$ 45,00 a R$ 70,00/MWh);

· Prioriza la exportación de energía a los países ricos, privatiza el agua, entrega el dinero público y favorece a las grandes empresas.

· No prioriza la cuestión social y ambiental.

Contra el modelo energético

Traducción: Daniel Barrantes – moc.liamg@setnarrab.leinad

ADITAL, Brasil, 10-3-05

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