Chile: la salmonicultura y su entorno

Idioma Español
País Chile

Ha llegado la hora de dar iniciar un debate con alturas de miras, tomando en consideración la nueva evidencia científica que pone en tela de juicio a esta actividad económica

La actividad salmonídea, hoy por hoy, está dando pie a una fuerte controversia. Si bien en Chile esta actividad se ha desarrollado a niveles inimaginables, obteniendo retornos por exportaciones del orden de los 1500 millones de dólares, dando cerca de 45 mil empleos, y convirtiendo a nuestro país en una de las potencias en esta materia, al concentrar más de un tercio de la producción mundial, los efectos sobre el entorno natural donde se desarrolla ésta son desastrosos.

Estos están relacionados fuertemente a los procesos de alimentación de los salmones y al uso de una serie de sustancias vinculadas con el control de las enfermedades en los cultivos. Los desechos fecales de los peces sumados al alimento que no consumen producen una gran cantidad de nutrientes, especialmente nitrógeno y fósforo, que se deposita en el ecosistema acuático. Entre un 70% a 80% del nitrógeno queda disuelto en la columna de agua, además del fósforo que se deposita en los fondos de las cuencas. La presencia de estos genera un proceso de eutrofización, lo que posibilita disminuciones de los niveles de oxígeno y de la biodiversidad propia del lugar.

Se considera que la producción de desechos por parte de la salmonicultura es equivalente a los desechos orgánicos no tratados de una población de entre 3,03 y 4,6 millones de habitantes. Además, información reciente da cuenta de un estrecho vínculo entre este proceso de eutrofización y la aparición de las mareas rojas, que gran daño ocasiona a la economía de los pescadores artesanales y a la salud de la población.

A todo lo anterior habría que agregar el daño causado por los escapes de salmones, el uso indiscriminado de antibióticos, y la utilización de sustancias prohibidas por parte de la industria salmonera como el verde malaquita.

Todos estos antecedentes aún no se han tomado con la seriedad que corresponde. No es menor por ejemplo que este debate también se realice en los Estados Unidos, donde las autoridades estatales se han puesto en pie de guerra frente a un proyecto de ley por parte del Congreso Nacional en cuanto a permitir el cultivo de especies en aguas oceánicas profundas, contraviniendo la existencia de zonas de alta saturación por las actividades acuícolas en estados como Alaska. Es más, en muchos casos las mismas autoridades estatales han pedido la moratoria por cinco años a la acuicultura.

Además, hay que recordar que la propia Resolución sobre los Humedales Situados en Zonas Intermareas de la COP7 1999 de la Convensión Ramsar insta a todas las partes contratantes a suspender la promoción y creación de nuevas infraestructuras para actividades de acuicultura que no sean sostenibles y dañinas para los humedales costeros, incluyendo la expansión de las ya existentes. Esto mientras no se identifiquen, mediante evaluaciones del impacto ambiental y social de tales actividades, junto con los estudios apropiados, las medidas tendientes a establecer un sistema sostenible de acuicultura que este en armonía con el ambiente y con las comunidades locales.

Por lo tanto ha llegado la hora de dar iniciar un debate con alturas de miras, tomando en consideración la nueva evidencia científica que pone en tela de juicio a esta actividad económica.

Cristián Gutiérrez. Economista de Oceana, Oficina para América Latina y Antártica.

El Mostrador, Chile, 2-8-05

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