La India 230.000 fórmulas tradicionales para proteger su medicina

Idioma Español
País Asia

Doscientos expertos han concluido la Biblioteca Digital del Conocimiento Tradicional. Las fórmulas han sido rastreadas en tratados centenarios, y en lenguas como el sánscrito, el hindi, el tamil, el urdu, el árabe o el persa

"Occidente intento patentar hasta el arroz basmati", exclama el doctor indio V. P. Gupta. Pero desde este mes, registrar remedios milenarios de Oriente como si fueran innovaciones farmacéuticas se ha puesto más difícil. Tras nueve años de trabajo, doscientos expertos del Consejo de Investigación Científica e Industrial y del Ministerio de Sanidad de India han concluido la Biblioteca Digital del Conocimiento Tradicional. O por lo menos su sección de farmacopea. La TKDL - en sus siglas en inglés-ya ha sido puesta a disposición de la Oficina Europea de Patentes (OEP).

Nada menos que 230.000 fórmulas han sido rastreadas en tratados médicos a menudo centenarios, en lenguas tan inaccesibles para los europeos como el sánscrito, el hindi, el tamil, el urdu, el árabe o el persa. Treinta millones de páginas sintetizadas en castellano, inglés, francés, alemán y japonés para evitar la apropiación indebida de la sabiduría tradicional. Más de la mitad proviene de la medicina unani, la dominante durante los siglos de dominación musulmana, con influencia persa y árabe - y remotamente, griega-.Algo menos pertenece a una tradición genuinamente india, la ayurvédica, que afirma atacar las raíces de la enfermedad en lugar de eliminar los síntomas. Su vertiente cosmética y rejuvenecedora, ligada con la cultura del masaje y el wellness, está de moda, aunque sus compuestos metálicos han tenido problemas de homologación en varios países.

Por último, una pequeña parte pertenece a la tradición médica propia del sur de India, escrita en tamil: la medicina siddha. India continúa siendo un país mayoritariamente rural y cuatro de cada cinco indios recurren a la medicina tradicional en lugar de a la alopática u occidental. Por ello el Ministerio de Sanidad creó un organismo destinado a homologar y dar solidez científica a estos saberes médicos. Se trata del Ayush, acrónimo correspondiente a Ayurveda, Unani, Siddha y Homeopatía. (Aunque muy extendida en India, la medicina homeopática nació en la Europa del XIX.)

Pese a que la TKDL supone un alto coste económico, las autoridades indias lo ven como un ahorro frente a tener que litigar caso por caso. A India le costó casi diez años y cientos de miles de dólares conseguir la derogación de una patente norteamericana que registraba las propiedades cicatrizantes de la cúrcuma y las fungicidas del nim (lila de India), ambas conocidas y empleadas en India desde antiguo. Asimismo, consideran que la sola existencia de la TKDL disuadirá a muchos avispados, lo que evitará unas 2.000 patentes indebidas al año.

El proyecto de la TKDL no se limita a la farmacopea: presenta como segundo campo de batalla el yoga, en un intento de evitar que particulares o empresas registren como propias técnicas de dominio público. Este proyecto todavía en rodaje, que remonta sus investigaciones hasta el padre filosófico de esta disciplina, Patañyali (autor del yoga sutra), incluirá grabaciones de asanas, o posturas.

La OEP ha saludado la iniciativa india. El año pasado China hizo algo parecido, al cederles un registro de 32.000 entradas de su farmacopea tradicional. Asimismo, el ejemplo indio ha suscitado gran interés en otros países en desarrollo, como Nigeria, Mongolia o Malasia.

A pesar de los aspavientos indios contra la privatización de su sabiduría tradicional, la Biblioteca Digital - cuya paternidad comparten la ciencia y la industria-no es de dominio público. India autoriza su consulta a las oficinas de patentes sólo para evitar la piratería (intencionada o no) y les obliga a informar trimestralmente de ello. No en vano, India tiene también una potente industria biotecnológica y farmacéutica, que es puntera en el caso de los medicamentos genéricos. En parte gracias a que desde principios de los setenta y durante casi treinta años India no reconoció - y pirateó- las patentes extranjeras; que además no habían caído del cielo o de los clásicos, sino de la inversión en I + D.

La Vanguardia, España, 28-2-09

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