México: si son tan buenos, ¿porqué no los etiquetan?

Idioma Español
País México

En la Cámara de Senadores fue aprobada la Ley de Bioseguridad, que abre el mercado mexicano a la comercialización de alimentos genéticamente modificados, pero deja indefensos a los consumidores

Sólo uno de sus artículos hace una referencia ­vaga, por cierto­ a la información que las compañías deben ofrecer al comprador.

El etiquetado de los alimentos transgénicos se ha convertido en uno de los principales campos de batalla entre la industria biotecnológica y la sociedad. Los sistemas de etiquetado establecidos actualmente en varios países pueden considerarse una conquista de los consumidores que exigen que uno de sus derechos básicos, la libertad de decidir lo que consumen, no sea confiscado en beneficio de cinco compañías agrobiotecnológicas. Estados Unidos es el principal productor de cultivos transgénicos y encabeza una posición desreguladora, según la cual los alimentos genéticamente modificados no son distintos a los convencionales y no hay necesidad de diferenciarlos. Utiliza el concepto de "equivalencia sustancial", introducido en 1993 por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Desde este enfoque, no es obligatorio que un maíz transgénico o productos que lo contengan estén rotulados porque son equivalentes en cuanto a su composición de carbohidratos, grasas, proteínas, aceites, etcétera, a sus homólogos convencionales.

Si el alimento en su totalidad no es materialmente diferente de su contraparte tradicional no requiere de etiquetado obligatorio que lo designe como producto transgénico. Por eso en Estados Unidos y Canadá los alimentos transgénicos no están etiquetados, excepto los que presenten alguna diferencia nutricional o un riesgo medible para la salud. Esta es, por supuesto, la posición que apoya y promueve la industria biotecnológica, argumentando que no se trata de etiquetar los procesos por los que un alimento fue producido, tras la que esconde sus verdaderos motivos, el miedo a la caída de sus ventas por el rechazo de los compradores ante el riesgo que implica su consumo.En el otro lado del debate se encuentra la posición de la Unión Europea (UE) que apoya el etiquetado obligatorio, independientemente de los riesgos a la salud. La UE ha establecido reglas cada vez más específicas y estrictas para los cultivos y alimentos transgénicos, en respuesta a los intereses de sus consumidores.

La última regulación de 2003 establece que los alimentos para consumo humano y animal derivados de organismos genéticamente modificados (OGM) deben satisfacer condiciones de etiquetado y poder ser rastreados a lo largo de la cadena de producción y distribución. Incluye alimentos transgénicos y que contengan transgénicos, empacados o a granel, y no importa si el ácido desoxirribonucleico (ADN) o las proteínas se pueden encontrar en el producto final. El etiquetado también se aplica a productos altamente refinados, como aceites y azúcares, y a los alimentos para animales. No se requiere rotular la carne, huevo y leche que provenga de animales alimentados con OGM.

República Checa, Polonia y Letonia intentan armonizar sus reglas de etiquetado con la UE. Rusia exige el etiquetado de los alimentos transgénicos desde 1999. En Australia y Nueva Zelanda desde 2001 es obligatorio el etiquetado de todos los alimentos e ingredientes de alimentos derivados de cultivos transgénicos. Japón importa maíz y soya transgénicos desde 1996. A partir de abril de 2001 estableció un sistema de etiquetado obligatorio que se basa en la detección de ADN genéticamente modificado o proteínas en los productos alimenticios. En México, si alguno de los 104 millones de consumidores se pregunta si está comiendo alimentos transgénicos, le aseguramos que sí. Pero si su decisión es dejar de consumirlos, lamentamos informarle que es casi imposible, pues en el país la industria biotecnológica ha convencido a los poderes Ejecutivo y Legislativo de que el etiquetado de los alimentos transgénicos no es necesario, y somos uno de los tres mayores importadores de productos agropecuarios y de alimentos de Estados Unidos.Desde 1995 la Secretaría de Salud autorizó el uso en alimentos de 22 variedades modificadas genéticamente de maíz, jitomate, algodón, soya, canola y papa, sin las respectivas evaluaciones científicas de riesgo ni informar al público. ¿Estamos comiendo versiones transgénicas de esos alimentos? Un rápido repaso puede serle útil la próxima vez que vaya a surtir la despensa y revise las etiquetas.

Soya. Las variedades de soya transgénica tolerante a herbicidas representaron 85 por ciento del cultivo de soya en Estados Unidos en 2004 y México importa 95 por ciento del consumo nacional de este producto. Los ingredientes a base de soya incluyen aceite, harina, lecitina y extractos de proteínas; se encuentran como agregados en una gran cantidad de alimentos procesados como: chocolates, margarinas, mayonesas, galletas, pan, aderezos. La mayoría de los aceites contienen aceite de soya.

Maíz. En 2004 cerca de 45 por ciento de la superficie plantada con maíz en Estados Unidos era transgénica. Debido a que este tipo de maíz no se separa del convencional, las importaciones lo contienen mezclado. México importa más de una cuarta parte del consumo nacional de maíz, que se dirige a la producción de harina de maíz para tortillas, almidones, cereales, frituras, aceites, alimento para ganado, edulcorantes, mieles, etcétera. Al ser sembrado contaminó las variedades nativas de maíz mexicano. Muchos ingredientes de alimentos tienen como base el maíz, así que el transgénico está presente en la mayoría de alimentos procesados e incluso en las tortillas elaboradas a base de harina de maíz.

Algodón. Las variedades transgénicas en 2004 alcanzaron 76 por ciento del total del cultivo en Estados Unidos y el gobierno de México promueve la siembra de algodón transgénico con subsidios. Las semillas de aceite de algodón pueden estar presentes en los aceites de cocina, aderezos para ensalada, mantequilla de cacahuate, frituras, galletas, y son ampliamente utilizadas como alimento para ganado, pues aumenta la producción de leche.

Canola. México importa la mayoría de su aceite de canola de Canadá, donde más de 60 por ciento de las plantas son transgénicas. El aceite de canola se utiliza en los aceites vegetales, aderezos para ensalada, margarinas, queso procesado, frituras, galletas, pastas, chocolates.

La Ley de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados, conocida como ley Monsanto, aprobada la semana pasada por la Cámara de Senadores, señala, respecto al etiquetado, que: "los OGM, o productos que los contengan deben garantizar la referencia explícita de OGM" (Art. 101). El resto del confuso texto pretende ser aprovechado nuevamente por las corporaciones para evitar el etiquetado bajo el principio de "equivalencia sustancial" y dejar nuevamente indefensos a los consumidores. Las regulaciones de los alimentos transgénicos en la mayoría de los países han sido resultado de las presiones de los consumidores. El avance científico, la liberalización del comercio agrícola y las ganancias de las grandes corporaciones suele ir contra los derechos de los consumidores y el caso de los productos transgénicos es uno que requiere de la mayor atención.

La Jornada, México, 21-2-05

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