Nueva cultura de la alimentación

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Dicho de otra manera: algunas de las causas fundamentales de la pobreza de estas familias campesinas las encontramos en el poder y control de las grandes corporaciones

Un invierno más, muchos comensales hemos disfrutado con los calçots y todo lo que gira a su alrededor. Una comida tranquila y una larga digestión, conversada con amigos y familiares.

Sin saberlo, somos parte importante del movimiento internacional slow food que defiende, frente al fast food, una alimentación basada en productos de temporada, cercanos y ecológicos, para consumir sin prisas.

Tres factores que además de asegurar sanos y sabrosos platos se convierten en una genuina opción política.

De la misma forma que las calçotades han revitalizado a muchos pequeños productores del Camp de Tarragona, cuando consumimos productos ecológicos, de temporada y locales, estamos votando a favor de un modelo de agricultura.

Las características del slow food son las esenciales para asegurar que las familias dependientes de la agricultura campesina puedan vivir con dignidad.

Una agricultura que --como dice la investigadora y activista Vandana Shiva-- protege la salud de la Tierra y de las personas, que tanta falta nos hace.

Pero es que, además, cuanto más favorezcamos al pequeño campesinado de nuestro país, menos perjudicamos al pequeño campesinado de los países empobrecidos.

Dicho de otra manera: algunas de las causas fundamentales de la pobreza de estas familias campesinas las encontramos en el poder y control de las grandes corporaciones: controlan recursos (agua, tierra y semillas), marcan precios, imponen políticas y se llevan la gran tajada del comercio internacional de alimentos.

El slow food es también un boicot a estos megamonstruos.

Los "calçots" a los que hace referencia el artículo es un típico producto de Catalunya similar a las cebolletas o cebollas tiernas o blancas.

El Periodico, España, 17-5-05

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