Uruguay: la semilla es la que nos abre la puerta en la casa de la agricultura familiar

Idioma Español
País Uruguay

En la entrevista concedida a Baserri Bizia, Marcelo Fossatti subraya que la agroecología va ganando apoyos entre los movimientos agrarios y sociales en Uruguay, incluso en el propio Gobierno y la red de Educación, si bien la agricultura industrial impuesta por las transnacionales sigue siendo la predominante.

“La comunión entre las personas agricultoras y la academia es lo que puede hacer una solución viable”

Marcelo Fossatti es profesor en agroecología la Universidad técnica (antes del trabajo) de Uruguay -"que en realidad es la Universidad del Campo, que tiene una treintena de escuelas agrarias"- productor agroecológico y miembro de la red agroecológica de semillas del país, donde es uno de los tres técnicos, que se reparten las visitas mensuales a las 140 familias productoras que la conforman. En la entrevista concedida a Baserri Bizia, aprovechando su reciente estancia en Euskal Herria, subraya que la agroecología va ganando apoyos entre los movimientos agrarios y sociales en Uruguay, incluso en el propio Gobierno y la red de Educación, si bien la agricultura industrial impuesta por las transnacionales sigue siendo la predominante.

Marcelo es coordinador de una carrera universitaria de tres años enfocada a la producción agropecuaria familiar. Es una orientación formativa nueva, que empezó en agosto de 2011 y centrada exclusivamente en la pequeña explotación y la agricultura familiar. "En Uruguay a la producción campesina, le llamamos producción familiar. En esto ha influido mucho el modelo dominante, que considera al campesino como el pobre del campo", explica.

Este curso tiene cosas interesantes que no tiene la formación universitaria agronómica en Uruguay, como "formación en antropología, en comunicación y en didáctica. El agrónomo que trabaja con la agricultura familiar tiene que saber cómo la familia influye en la toma de decisiones. Tiene esa doble visión, que lo social tiene que ver con lo productivo y viceversa".

Dificultades en la enseñanza agroecológica

"Sin ese aspecto social, esencial en la agroecología, los técnicos se limitan a decir que la solución a todos los problemas es incorporar tecnología y eso ya se ha demostrado hace treinta ó cuarenta años que no ha sido la solución. Antes de todo hay que intentar entender bien a la familia, sobre todo hablando de un sector productivo que no tiene capital, que su riqueza es el trabajo, la experiencia acumulada de generación en generación.

Estamos cambiando el enfoque y está costando. Hemos estado a punto de que no se abriera nuestra carrera. Algunos funcionarios decían a las y los jóvenes que se querían inscribir que no se iba a abrir esta especialidad y que eligieran otra. También tenemos problemas con conseguir profesores, pues a algunos no les adjudican las horas y otros no sirven de momento".

Desde el rectorado apoyan esta formación, pero cuando el tema llega a los mandos medios, que son los que tienen que tomar decisiones para llevarlo adelante, ponen pegas. "Son reacios porque tienen miedo. Hay mucho temor a lo desconocido. Se trata de agrónomos o veterinarios con más de treinta años ejerciendo su profesión y su modelo productivo es el agroindustrial, el de la innovación tecnológica, el uso de agroquímicos y maquinaria especializada. Su máxima es que el que no pueda adoptar la tecnología que deje el campo. Por eso también hablamos de formación en producción agropecuaria familiar y no en producción agroecológica".

Aliados

Pese a estas dificultades, poco a poco se va extendiendo la enseñanza agroecológica en Uruguay. Entre los agentes aliados menciona en primer lugar a las asociaciones de base de productores y productoras, las asociaciones de fomento rural y las organizaciones ecologistas, pero también hace mención a instancias gubernamentales. "Entre las estructuras gubernamentales, el Ministerio de Desarrollo Social tiene un enfoque agroecológico; si bien lo orienta hacia la huerta orgánica urbana, es aliado en este tipo de propuestas formativas. El Ministerio de Educación y Cultura también tiene una visión más favorable. Dentro del Instituto de Investigación Agropecuaria también hay algunos investigadores que son de la línea agroecológica, pero también tienen muchos problemas internos dentro de una estructura mayoritariamente neoliberal y pro revolución verde.

Incidencia formativa en las escuelas

"Mi sueño es llegar a desarrollar una unidad de investigación participativa en agroecología., haciendo confluir a distintos actores, e incluyendo educación secundaria, terciaria (universitaria) y popular para hijos e hijas y resto de integrantes de las familias campesinas”, enfatiza.

En la red de semillas, en la que participa, ya están dando formación a nivel de primaria.

En Uruguay hay dos mil escuelas rurales de educación primaria pública. Cada una de las diecinueve provincias cuenta con una persona coordinadora de estas escuelas. "Impartimos un ciclo de formación con esos maestros coordinadores y otros responsables docentes, consistente en cuatro talleres al año. El año pasado dimos agroecología, transgénicos, recursos genéticos de Uruguay y educación ambiental. Paralelamente trabajamos con los propios maestros y maestras de las escuelas. El año pasado trabajamos con 250 de ellos en torno fundamentalmente a la soberanía alimentaria y la agroecología”.

Asimismo, en un centro de formación para maestros rurales, que se llama Agustín Ferreiro, la red ha instalado un centro de multiplicación de variedades criollas para apoyar el desarrollo de las huertas orgánicas en todas las escuelas rurales de Uruguay. “El año pasado sólo producimos la semilla y este año vamos a llevar esas semillas a las escuelas, acompañadas de las y los jóvenes que hemos estado capacitando en tecnologías sustentables.

La semilla no es sólo el factor de producción, sino también un reservorio de cultura y conocimiento y eso lo tenemos que trasladar a las y los niños. Hemos desarrollado una metodología junto a una ONG de educación ambiental de Argentina y vamos a llevar acabo este año un plan piloto en las 47 escuelas del departamento de Canelones, el más próximo a la capital Montevideo, con el objetivo de llegar en dos ó tres años a las escuelas de todo el país”.

En este caso, cuentan con pocos recursos, pero no hay zancadillas, pues “estamos aliados con la dirección del departamento de Educación rural… Es más fácil el trabajo en las escuelas que en la Universidad, porque son maestros, no son agrónomos. Y en este proceso formativo vamos a convocar también a los padres, que son agricultores convencionales, para que vean que se puede producir sin químicos”.

Este agroecólogo explica que el 80% de las escuelas rurales de Uruguay tiene su huerta orgánica, pero la semilla la reciben de fundaciones de corporaciones como Rockefeller, McDonald´s... para lavar dinero o de los propios gobiernos departamentales de la derecha de Uruguay para hacer proselitismo político, "pero esas semillas las compran en el mercado convencional. O sea que son semillas curadas con veneno y ahí las y los niños se enfrentan a la primera contradicción, además de al problema de su propia contaminación, ya que muchas veces no se lavan bien las manos".

“El maestro o maestra de la escuela rural se enfrenta a una clase que tiene niños y niñas con edades desde 6 a 12 años. Entonces, debe manejar otro tipo de metodologías distintas a la escuela urbana, donde no hay esa disparidad de edades. En el contexto de la actualización de las y los maestros a la metodología de educación de esas y esos niños, organizamos talleres de agroecología, soberanía alimentaria y producción de semillas”, explica.

Red de Semillas

La Red de Semillas de Uruguay se creó en 2004 con 15 personas productoras y 4 cultivos (maíz, tomate, morrón y zanahoria) y ahora son 140 familias productoras de variedades de criollas, con una media de 12 hectáreas cada una, –“constantemente va entrando gente nueva”, subraya- y cerca de 250 variedades de un gran número de cultivos hortícolas y forrajeros (4 variedades de soja no transgénica, entre otras). “Recientemente hemos introducido también el rescate de frutales y arbóreas nativas, muy poco conocidos en Uruguay, pese a tener una diversidad muy grande al respecto”.

La red es una articulación entre tres actores: Redes Amigos de la Tierra (ONG ambientalista integrante de Amigos de la Tierra Internacional), la facultad de Agronomía de la Universidad pública de la República y las personas productoras. Hay 21 grupos de personas productoras en todo el país. “Cada grupo tiene un referente y la mayoría son mujeres. Hay una participación fluida de las mujeres dentro de la red”, especifica.

“No se regalan semillas. Cuando una familia quiere integrarse en la red, se contacta con el referente del grupo que le toca, quien visita a esa familia y comprueba que se trata de una explotación familiar y no una empresa. Luego llega el técnico de referencia, como es mi caso, y plantea la importancia de la agroecología y de ir pensando en la disminución gradual del uso de los químicos, en caso de usarlos, puesto que nuestra semilla criolla no se adapta bien al empleo de los químicos. Es una variedad rústica, que se enferma poco y no precisa de curas. Se adapta muy rápidamente a todas las situaciones. En una primera entrega se le lleva cuatro ó cinco semillas y la persona productora debe asumir el compromiso de entregar semilla para el resto de las personas productoras, porque la semilla que llega a su casa es de otra persona productora. La red no compra semillas, sino que son las personas productoras quienes aportan a la red. No hay cabida para quienes están sólo para absorber recursos. La red es de ida y vuelta, de intercambio. Si el compromiso con el resto de la red se cumple, se van agregando más semillas hasta llegar a la totalidad de las requeridas. Es la base de que la red funcione y dure durante tanto tiempo. La semilla es la que nos abre la puerta en la casa del agricultor familiar”.

“La semilla –continúa- no es un problema de la producción orgánica, sino de toda la agricultura familiar, porque hay cuatro empresas que monopolizan más del 80% de las semillas del mundo. Por eso lo primero es el acceso a las semillas”.

En la red hay dos líneas de trabajo bien marcadas. Una es la producción y distribución de semillas para la agricultura familiar. “Con las familias productoras se realiza capacitación, evaluación de cultivos, cultivos demostrativos y actividades de intercambio con organizaciones de agricultura familiar de Brasil, Argentina, Paraguay…”.

La otra línea de trabajo de la red es la concienciación sobre la importancia de la biodiversidad, la agroecología y la soberanía alimentaria. “En esto trabajamos con las escuelas, con las personas jóvenes y con las personas consumidoras, organizando talleres, bio-debates, cursos…”.

Modelo educativo participativo

Marcelo se está capacitando en las metodologías de la educación a distancia para personas referentes en las comunidades y organizaciones campesinas, “porque no hay que ser titulado para contribuir al desarrollo de una comunidad. Está más que comprobado en América central con el movimiento de “campesino a campesino” y en el MST con la metodología de educación ambiental que los mismos agricultores y agricultoras son muchas veces mejores transmisores y comunicadores de las mejores herramientas para producir que las y los técnicos. La comunión entre las y los agricultores y la academia es lo que puede hacer una solución viable. Si la academia está separada como hoy en día sucede, las soluciones no son prácticas para la persona agricultora, sólo aportan en el sentido del agronegocio de la gran empresa. La soja en Uruguay se planta igual que en Argentina, igual que en Africa. Y para eso no se precisa agricultores, se precisa máquinas. En cambio cuando uno habla de agricultura familiar, el agricultor es distinto en Europa, en América y dentro de ésta es distinto en Brasil, Uruguay, Argentina, Perú… Tiene que estar vinculado el conocimiento científico con las necesidades de las y los productores. Y para eso se necesita un proceso participativo horizontal, donde el investigador y el productor no son ni más ni menos”.

Agricultura convencional mayoritaria

Aunque la agroecología va ganando terreno paulatinamente, “la agricultura convencional sigue siendo la mayoritaria por goleada y no por casualidad en Uruguay. Por un lado, están todos los incentivos que el Gobierno da al agronegocio. Por ejemplo, un agricultor agroecológico para fertilizar sus campos tiene que echar estiércol y éste paga impuestos: el flete del camión que usa combustible, que paga el IVA; si se contrata personal para esparcirlo hay que pagar sus aportes sociales… En cambio, el glisofato (roundup) y la semilla transgénica del agronegocio no pagan impuestos. Monsanto tiene sus puertos en zonas francas de Uruguay, con lo cual saca todo el grano sin pagar impuestos y destruye las carreteras y no aporta nada para su reconstrucción. En esta tesitura, el agricultor no tiene para elegir y hace lo que puede y a menudo lo barato es lo que gana”.

Ganadería orgánica, pero no agroecológica

Uruguay tiene 16 millones de hectáreas, de las cuales 1 millón es de forestación, repartida en cuatro empresas, 3 millones de soja transgénica, en manos de seis ó siete empresas que funcionan como oligopolios articulados, y la mayor parte, cerca de 4 millones de hectáreas, es la que ocupa la gran ganadería a campo abierto. Son grandes ranchos, de 10.000, 20.000 o más hectáreas. Hay una compañía holandesa que tiene dos mil vacas en ordeño a pasto, a cielo abierto.

Esta presión y acaparación corporativa ha hecho que se dispare el precio de la tierra en Uruguay. El precio de la hectárea en Uruguay es de 4.000 dólares la hectárea y en Argentina de 15.000. “Nosotros hablamos de agroecología y no de producción orgánica, porque se ha apropiado de este término la gran ganadería empresarial como forma de diferenciar la carne para vender a los mercados de alto poder adquisitivo. La ganadería en Uruguay es orgánica, porque no usa químicos, pero no es agroecológica, porque las relaciones de trabajo y con las personas consumidoras en el mercado no tienen nada de justicia social. Son situaciones de esclavitud, donde los propios trabajadores son esclavos de sus patrones, porque éstos son los dueños de los almacenes donde tienen su ropa, sus alimentos, su bebida y cigarrillos y con el salario que obtienen en la explotación no les alcanza para cubrir los gastos; entonces, se endeudan con su propio patrón y termina siendo una situación de esclavitud”.

Certificación y garantía participativa

La certificadora de esta gran ganadería orgánica es una certificadora internacional, de terceras partes, que muy pocas veces ha visitado los campos que certifica, según informa Marcelo. “Para obtener el sello es necesario pagar; cuando ellos tienen depositada la plata en su cuenta bancaria, se emite el sello inmediatamente sin inspección alguna”.

En la agroecología, en cambio, “tenemos un sistema de garantía participativa. Las y los agricultores, consumidores y técnicos vinculados garantizamos que la producción no sólo está libre de agroquímicos, sino que además está hecha en armonía con el medio, así como con la persona consumidora y la persona trabajadora mediante unas relaciones justas de intercambio. El coste es muy bajo para las y los agricultores y son éstos y las y los consumidores quienes lo garantizan. No es un agente ajeno el que lo hace. Hemos logrado que este sistema sea ratificado por la autoridad competente para agricultura orgánica del Ministerio. Nos ha validado nuestro sistema, lo cual es una victoria bastante importante.

Baserri Bizia, Internet, 2-4-12

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