El perfecto minero

Idioma Español
País México

“Como con unos nueve o diez años entraba ahí, a la mina con él. Miraba como él sacaba el mineral, mineral de antimonio. De eso nos manteníamos”

Real de Catorce es un pueblo ubicado en la entrada del desierto, que se consolidó gracias a la cantidad de minas de plata que había en la zona. En su época de esplendor, llegó a tener su propia casa de la moneda donde se acuñaban los metales, además de un teatro, plaza de toros y palenque para pelea de gallos. Inclusive fue visitado por el Presidente Portfirio Díaz en 1895.

Debido a la inestabilidad política y económica, sufrió un bruzco descenso de la población, que se redujo a trescientas personas y que casi lo convirtió en pueblo fantasma. Hoy en día, gracias al turismo y gracias a los peregrinos que pasan buscando el sagrado peyote, está recuperando su actividad.

A continuación, el testimonio de Perfecto ‘Beto’ Saldaña, que trabajó en varias minas de la región hasta hacerse cargo del bar que dejó su padre, quien murió debido a problemas respiratorios causados por las condiciones laborales en las entrañas de la montaña.

Un día vi una luz muy bonita, que venía por toda la vía. Y nosotros pensamos que eran los carros del tren donde sacaban el mineral. Pensábamos que era el tren, ¿verdad? Y la luz bien aquí ya. Brillan los rieles y nunca llegó. El ruidazo, y nunca llegaba nada. Fue un intento de que lo íbamos a… de que nos quería agarrar, yo creo.

Es un espíritu maligno, o bondadoso. Porque ese lo va llevar a donde está toda la veta grande. Si es de cerebro que no aguanta la impresión, vaya, se vuelve loco. Pero si él se monta en el juego de ese cabrón, no va a pasar nada. Pero ese que cargó aquí de Potrero, ese salió completamente loco.

Mi nombre es Perfecto Saldaña. Más que me dicen Beto, ¿verdad? Toda la gente me conoce por Beto. Así me llamo, así me nombro.

Yo me metí a la mina con mi papá de chiquillo. Como con unos nueve o diez años entraba ahí, a la mina con él. Miraba como él sacaba el mineral, mineral de antimonio. De eso nos manteníamos. Igual cuando los trabajadores sacan todo lo que es la rezaga, se va ahí alguna que otra piedrilla. Pués uno está morrillo y las anda juntando. Ya cuando uno completa unos dos o tres kilitos, los vendíamos.

Cuando entra uno, lo echan con uno que ya conoce y él mismo le va enseñando como perforar, como barrenar la piedra. Nos daban botas de hule, nos daban chamarras, pantalón de impermeable. Mascarillas, casco y lámpara.

A usted nomás le decían: “ahí está, usted hizo tantos kilos, ahí esta su dinero”. Hay veces que no sacaba nada, porque había que preparar primero el terreno. Porque si la veta ya va muy honda, entonces hay que abrirle más para poderle irse metiendo más.

Trabajé en muchas partes, y ya después aquí estaba mi papá, mi apá, y ya falleció él y me vine yo aquí a atender el negocio. Él trabajó también mucho tiempo en la mina. Tenía algo de silicosis en los pulmones. Silicosis, así le nombran, por el polvo. Porque a veces esas personas, como no había máquinas perforadoras, ellos a puro mazo. Por eso se le acaban los pulmones a las personas, porque tanto, tanto, tanto…

Cuando empecé y oíamos que tronaba un barreno, se siente así que se estremece todo, se siente como que se va a venir todo el cerro pero ya después se va acostumbrando uno, pues ve que no pasa nada. Nomás se siente así como que se sacude todo. Hasta si siente uno así como un airecito.

Mucha gente si ha quedado tapada. Y luego después ahí mismo en ese lugar, siempre me mandaban ahí porque según yo no tenía miedo. Y aunque tuviera miedo tenía que ir, nadie quería ir a ese lugarcillo.

Una vez estaba yo barrenando y apenas iba a empezar. Entonces como es un lugar, nomás empieza a entrar el aire y con el mismo aire que entra, la tierra que está mojada se empieza a agrietar y se desprende, ¿verdad? Y sentía que que se venía. Se venía desprendiendo y ya nomás me arrinconé yo acá. Me tuve que salir de ahí. Y le dije al otro señor, mi ayudante, era un viejito de acá de Concha del Loro, le dije “vamonos pa’atrás Don Sotero porque se está cayendo esto”. Y al ratillo llegó el cabo en turno, el jefe y “¿qué pasó cabrón, ya no caban?”. Y le dije “Ya cabé, mira el montonón que tumbé ya”.

Allá en Bolaños, Jalisco, también me andaba queriéndome tapar ya. Me pegó una piedra aquí en la espalda, me pegó una piedrota y me quedé un ratillo sofocado, pero no pasó nada.

Mucha gente sí ha muerto por tierra en los pulmones, mucha gente se murió de gas, pues, engasados. Es un trabajo muy violento. El patrón nomás le lleva el carburo, la pólvora y ahora usted ya sabe lo que va a hacer.

Y adentro…

Fuente: Desinformémonos

Temas: Minería

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