Argentina - CONICET: Tecnocracia o Ecología de Saberes

Idioma Español
País Argentina

El conflicto en torno al CONICET se desató en diciembre frente al anuncio de la reducción en el número de ingresos a la carrera de investigador. Sin embargo, las últimas novedades refuerzan un diagnóstico: no se trata de un mero ajuste económico, sino de un recorte ideológico de qué se puede investigar en el organismo. La política de priorizar los llamados "temas estratégicos" pone en evidencia la visión del Ministro de Ciencia, Lino Barañao, de apoyar las tecnociencias -como la biotecnología- cuyas utilidades se derivan al modelo extractivo y en particular al agronegocio.

Por Eduardo Soler

En la última protesta protagonizada por Jóvenes Científicos Precarizados (JCP) en las puertas del CONICET (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología) -el 15 de febrero, durante la reunión del Directorio- se escucharon por primera vez cantos que asociaban la figura del ministro Barañao con Monsanto. La vinculación también había aparecido una vez en las alocuciones de la última asamblea que decidió levantar la toma del Ministerio, el 23 de diciembre. En aquel entonces, desde los "afectados" directos por el recorte, se solicitó quitar del acuerdo su posible incorporación a empresas privadas, en tanto que esto podía resultar una transferencia directa a corporaciones como Monsanto.

Sin embargo, la consigna lanzada en aquel momento presenta dos puntos de vista. Por un lado, la denuncia a la política del Ministerio de privatizar o subsidiar indirectamente el presupuesto público en el sector de "investigación y desarrollo" de grandes empresas transnacionales. Por otro lado, el hecho de que parte de las investigaciones realizadas en el CONICET pudieran ser útiles para fines como la expansión del agronegocio. Se trata, por supuesto, de una tensión ya existente, en tanto hemos publicado en este medio la intervención directa del Ministro Lino Baraño, desde el año 2008, en frenar las investigaciones críticas sobre la inocuidad del glifosato (agroquímico patentado por Monsanto) lideradas por Andrés Carrasco.

En ese marco, Barañao llegó a afirmar que “no está probado" que el glifosato sea perjudicial a la salud, como denuncian los pueblos fumigados. Y declaró incluso: "Hay gente que se ha tomado un vaso de glifosato para suicidarse y no le ha pasado nada, concluyendo en que el glifosato puede causar el mismo daño que agua con sal”. Recordamos que en 2015 un organismo técnico de la Organización Mundial de la Salud evaluó investigaciones científicas independientes (no financiadas por Monsanto y otras corporaciones del agronegocio) y llegó a conclusiones en la línea de lo dicho por Carrasco. No obstante, el Ministro no se rectificó por sus dichos ni por la campaña de desprestigio iniciada.

El tema no es para nada menor. Barañao es un conocido tecnócrata, defensor de la biotecnología aplicada a la producción agropecuaria. En su propia carrera profesional, la aplicó a la clonación de vacas, con el fin de introducir en la leche transgénica la hormona de crecimiento humano. En septiembre del año pasado, expresó que Argentina tiene el potencial de convertirse en una "especie de Silicon Valley de la biotecnología", en tanto se trata de un país que desarrolló animales clonados y variedades transgénicas de todo tipo. Es cierto que en este punto Barañao no cambió, ya que su visión siempre apuntó hacia este sentido; por ejemplo, se fomentó la vinculación entre el CONICET y Bioceres, empresa donde participan los Grobo, llamado el "rey de la soja" en Argentina.

Lo estratégico según Barañao

Si el pensamiento de Barañao no se modificó, en todo caso ahora "difiere el contexto" político y económico, por el cual el tecnócrata-burócrata quiere tener una mayor injerencia en el destino del CONICET. Es decir, una institución federal donde trabajan investigadores científicos con líneas de trabajo autónoma en cuatro grandes áreas del conocimiento. De hecho, en una conferencia de prensa ofrecida en el Polo Científico y Tecnológico expresó que este momento de crisis es propicio para impulsar un cambio institucional que ya se consideraba necesario.

¿A qué se refiere con esto? En 2011, Barañao dejaba en claro su perspectiva de que la investigación debía ser "útil", entendiendo por ello que pueda formar el núcleo de las "empresas tecnológicas". En la misma charla publicada por ComAmbiental, el Ministro difundió que como política científica buscaba priorizar tres tecnologías particulares: “la Nanotecnología, la Biotecnología y las Tecnologías de la Información y la Comunicación”. Es decir, un criterio meramente tecnocrático que acota la innovación a ciertos enfoques científico-tecnológicos, con una visión sesgada del conocimiento científico.

Como destaca Laura Rovelli, se trata de una tendencia de los últimos años: "A partir de la década de 1990, las políticas de Ciencia y Tecnología (cyt) dan un importante giro en la gestión del sector en nuestro país, observable a partir de la introducción de las nociones de «innovación» y de «sistema nacional de innovación»". Recordemos que en los noventa se patentó la famosa frase de que los científicos vayan a "lavar los platos", referida a una investigadora en ciencias sociales crítica del gobierno.

La política que Barañao impulsó en los últimos años se orientó hacia la creación de un área de "temas estratégicos" definidos por el Ministerio. La primer convocatoria en que apareció una comisión especial fue en el año 2012. Ya un año después el propio CONICET informaba que en las postulaciones a la Carrera del Investigador para temas estratégicos "el total fue de 194, superando a la Comisión asesora en Ciencias Biológicas, que es la más grande del organismo". Se marcaba el inicio de una tendencia en CONICET.

En este punto, la decisión que tomó el Ministerio para la convocatoria de este año 2017 es preocupante: acotar la incorporación de investigadores a 450 (la mitad de los que corresponden por la tendencia) y, a su vez, destinar el 50 por ciento de las vacantes previstas a los "temas estratégicos" decididos por la gestión. Un número muy superior al que contaban hasta la última convocatoria. Barañao se refirió a estos como las "investigaciones más útiles" y en una entrevista reciente aclaró cuál es su postura sobre la utilidad de la ciencia. "Aquellas investigaciones que contribuyan a la generación de riqueza", afirmó.

Si bien los llamados " temas estratégicos" no apuntan todos al mercantilismo, existe un claro sesgo hacia aquellos relacionados con tecnología para el modelo extractivo. Por caso, en el sector de agroindustria la mayoría apunta a la biotecnología. En el sector de energía se incluyen varías líneas para las "tecnologías para el petróleo y el gas", recordando que el Ministerio trabajó con YPF para fomentar el fracking. En el Sector Salud los temas no se orientan a la prevención de enfermedades, como podría ser un apoyo a las investigaciones sobre la toxicidad de los agroquímicos (agrotóxicos) utilizados en el campo.

Por último, existe un sector de "Ambiente y Desarrollo Sostenible" pero nuevamente el enfoque resulta tecnocrático y poco abierto a perspectivas interdisciplinarias que incluyan la participación activa de las comunidades en las investigaciones. En el área ambiental se incluyen tecnologías para sistemas de información sobre el clima, el manejo de recursos hídricos por la vía ingenieril (y no mediante bosques y humedales), la remediación ambiental (pero no el énfasis en cómo detener la contaminación) y en el reciclado se habla incluso de la "valorización energética" (la incineración) antes que estudiar los modos de cambio en las formas de producción y consumo.

Otros Saberes

En este punto, hasta aquí las mayores críticas al nuevo plan de Barañao para el CONICET partieron del área de las ciencias sociales, en tanto la "utilidad" medida en términos mercantilistas (como generar patentes) choca de lleno con la construcción de conocimientos. Del mismo modo, podemos destacar que entre las 500 personas que se nuclearon en la "Red Federal de Afectados" directos por el recorte en el CONICET existe postulantes que trabajaron en su tesis la Ley de Bosques en Salta o el saneamiento del Riachuelo desde perspectivas sociológicas.

Del mismo modo, también debe remarcarse que esta reorientación de la mitad de los ingresos a las "áreas estratégicas" repercutirá también al interior de las áreas ligadas a las ciencias naturales, ya que condicionarán las líneas de investigaciones con un sentido utilitario. Eso mismo alentó Barañao en declaraciones periodísticas. Por caso, en los temas definidos como "prioritarios" por el Ministerio no incluyen las investigaciones en el área de la agroecología, que proponen un modelo diferente para trabajar la agricultura, y que también necesitan de la articulación entre ciencia y producción.

Del mismo modo, como explicamos el área ambiental tiene un claro sesgo tecnocrático. Por el contrario, cuestiones de alta relevancia en torno a la defensa de los bosques, glaciares y humedales como fuentes de agua dulce no se consideran "estratégicas". A pesar de que son necesarias para cumplir las Leyes sancionadas por el Congreso Nacional. Y en estos casos se necesitan investigaciones no sólo del área de las ciencias naturales, sino también interconectadas con las sociales, por ejemplo para abordar el modo en que los pueblos indígenas se vinculan con los bosques como territorio identitario.

Hoy en todo el país -en el marco del paro de investigadores y científicos- desde la Red Federal de Afectados se lanzó la campaña #TodxsSomosCONICET que podría llevar la discusión sobre el modelo de ciencia en Argentina, con la realización de Ferias de Ciencias en espacios públicos. Por caso, desde la Feria de Ciencias en Córdoba, llaman a pensar en una "ciencia al servicio del pueblo", y se adherirán a las 18 horas a la marcha por la Ley de Bosques. Acaso si el conflicto sirviera para algo, discutir al CONICET como institución científica, sería relevante que se lo hiciera en un sentido contrario al que se propone profundizar Barañao como burócrata y tecnócrata.

Así, la perspectiva de la Ecología de Saberes aparece como un paradigma renovador, en tanto valora el conocimiento científico que pueda interactuar con otros saberes (campesinos, popular-urbano, indígenas, entre otros). A partir de esta interrelación el investigador puede abordar los problemas sensibles para las comunidades y proponer soluciones que pueden incluir alguna tecnología pero que no se acoten a este nivel. El caso de las inundaciones es uno que muestra el fracaso de la visión ingenieril y para ser abordado necesita incorporar nociones como la percepción del riesgo y los modos de vida en el territorio.

Fuente: Comunicación Ambiental

Temas: Ciencia y conocimiento crítico

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