Argentina: Agrotóxicos en la salud, en los algodones y en las escuelas

Idioma Español
País Argentina

A aula llena en el Hospital Garrahan tuvo lugar este jueves una charla sobre “Agrotóxicos y Salud”, organizada por la enfermera Meche Méndez y la junta interna de ATE, en la que participaron el doctor en Química Damián Marino de la Universidad de La Plata y dos maestras de escuelas rurales y fumigadas de San Antonio de Areco y Entre Ríos.

05/11/2015

 

Meche Méndez, que trabaja en el área de cuidados paliativos de chicos con cáncer (ver la nota La salud no calla), comenzó contando cómo se está tejiendo una red de médicos, investigadores y afectados que comparten información y saberes para establecer la conexión entre los agroquímicos y los perjuicios a la salud y el medioambiente. Un ejemplo, el químico Marino acercó esta semana una carta con el sello de la Universidad de La Plata en la que la institución se pone a disposición del Hospital Garrahan para analizar la presencia de plaguicidas en los pacientes. También, el Espacio Multidisciplinario de Interacción Socioambiental (EMISA) que comanda Marino tomó las muestras de la escuela rural n° 11 de San Antonio de Areco, encontrando la presencia de 7 plaguicidas; y en la reunión de hoy prometió hacer lo propio en la Escuela Rural N°44 de Colonia Santa Anita, Entre Ríos, acechada por el mismo problema.

 

No es sólo un problema de campo

 

Tras esta muestra de trabajo conjunto Marino se paró al frente a contar los hallazgos del año intenso del EMISA:

 

 El análisis sobre frutas y verduras del Mercado Central de La Plata según el cual se halló presencia de plaguicidas en 8 de cada 10 cultivos, y en más de un 40% por encima de los niveles (o no) establecidos (Nota “Con qué se come”, aquí)

 

 Su más reciente trabajo, presentado en el 3° Congreso Nacional de Pueblos Fumigados que se realizó la semana pasada en la Universidad de Buenos Aires, en el que encontraron glifosato en algodón, gasas, toallitas y tampones. Aquí se consignan los detalles de ese trabajo:

 

Marino explicó que los trabajos del EMISA están destinados a mostrar cómo la contaminación por agrotóxicos “no es sólo un problema de campo” y también que “el plaguicida se mueve”. Tanto en alimentos como en artículos de higiene y salud, las investigaciones del equipo demuestran cómo los plaguicidas impactan en la cotidianeidad, técnicamente avalados por su capacidad de persistencia y volatilización.

 

Por último, el doctor Marino mostró uno de los trabajos más recientes de lo que después se discutiría en la sala: el de profesionales de la Universidad de Río Cuarto – Delia Aiassa, Fernando Mañas, entre otros- que evalúa el nivel de daño genético en niños expuestos a plaguicidas en la provincia de Córdoba (el informe, en éste link). Las conclusiones:

 

 Se encontró diferencia significativa entre los expuestos a menos de quinientos metros con respecto al grupo de niños no expuestos.

 

 El 40% de los individuos expuestos sufren algún tipo de afección persistente, que se podría asociar a la exposición crónica a plaguicidas.

 

Una de las frases finales del informe remata: “La salud de una sociedad puede ser juzgada por la salud de sus niños”.

 

Escuelas rurales y fumigadas

 

Así llegó el turno de hablar de esos niños, a través de dos de sus maestras. La primera en narrar su caso fue Ana Zabaloy, directora y maestra de la Escuela Rural n° 11 de San Antonio de Areco.

 

Ana tiene a su cargo 14 chicos de la zona, que queda a 20 kilómetros del casco urbano. “Estamos rodeados de campo sembrado, y cambio sembrado es campo fumigado”, dijo. Acompañó sus palabras con un Power Point en el que mostró fotos de la escuela y sus alrededores, marcados por el monocultivo: “Este es el paisaje primaveral”, bromeó, en referencia a la falta de diversidad de colores en el paisaje.

 

En Areco existe una ordenanza que prohíbe fumigar a menos de 100 metros de las zonas pobladas, a avisar con 48 horas de anticipación y a presentar la “receta agronómica” con la que se fumigará. “No se cumple nada de esto”, aseguró Ana, demostrándolo con fotos: en una de ellas se vio cómo el mosquito fumigaba en pleno recreo de los chicos.

 

En 16 meses la Escuela Rural n° 11 radicó 4 denuncias por fumigaciones en horarios de clase; desconocen cuántas más hubieron fuera de ese horario o los fines de semana. En marzo de este año, motivados por estas alarmas, el grupo EMISA de la UNLP viajó hasta a Areco a tomar muestras de aire, tierra y agua de la escuelita. “Encontraron 7 agroquímicos en el parque”, sintetizó Zabaloy. “Nos están envenenando a los pibes”. Los síntomas que estas maestras detectan se repiten: asma, bronquitis, sangrado de nariz, problemas intestinales.

 

El resto de la exposición transcurrió en mostrar los dibujos que hacen esos mismos chicos de su entorno, imágenes que a su vez estaban pegadas en las paredes del aula: máquinas mosquito y aviones fumigadores versus los chicos jugando entre la naturaleza fue el común denominador de los trazos inocentes de los más pequeños. “Es lo que ellos ven”, dijo la maestra rural Ana.

 

Por su parte Mariela Leiva contó el caso de la escuela en que también es directora y maestra, la n° 44 de Colonia Santa Anita, Entre Ríos. Allí asisten 5 chicos, “que en muchos casos son hijos de los mismos aplicadores”, contó.

 

Santa Anita es una comunidad belga-alemana asentada en plena zona rural del departamento de Uruguay, Entre Ríos. Mariela mostró un mapa de Google que grafica la isla que significa la escuela, de 40×40 metros, en medio del océano de soja.

 

El 4 de diciembre del 2014 sufrieron la primera contaminación directa por una fumigación desde un avión: “Una nena vomitó, muchos tuvieron mareos”, relató Mariela, mientras mostraba fotos de su piel que había hecho una erupción. “En el Hospital me dijeron que pida un taxi y los lleve a los chicos, pero yo no tengo la independencia para hacer eso”, dijo, contando cómo finalmente se acercó una ambulancia. La fumigación terminó en denuncia por parte de la Escuela Rural 44, y motivó la visita del Ministro de Educación local al otro día del hecho. “Después no vino nunca más”, contó Mariela. Hoy la escuela 44 de Colonia Santa Anita es parte de la campaña “Paren de fumigar las escuelas” que aporta recursos y talleres de información para docentes y padres.

 

La anfitriona del Garrahan, la enfermera Meche Méndez, hizo un balance para lavaca: “Marino y el equipo del EMISA representan una ciencia que no está pensando en publicar, sino que está al servicio de la gente, de sus necesidades. Los vi laburar cómo ponen el cuerpo, con la pasión que lo hacen. Además de lo último que presentaron, la investigación sobre el algodón, que si no fuera porque vivimos en esta parsimonia, debería ser un escándalo nacional. Y lo de las escuelas es el hilo más delicado: vos vas ahí al terreno y no podés creer lo que está pasando. Que lo vengan a contar en primera persona, ver los dibujos de los chicos que son tremendos. Ahí me parece que hay que visibilizar a las víctimas, sino este es un genocidio que no tiene víctimas. Ponerle voz, nombre y cara a alguien que te diga: esto me está pasando a mí, loco”.

 

Dibujos de los chicos de la Escuela Rural N°11 de San Antonio de Areco sobre la realidad de las fumigaciones junto a sus escuelas.

 

Fuente: La vaca

Temas: Agrotóxicos

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