Argentina: “La agroecología no es para una elite”

Idioma Español
País Argentina

Anna Park es una yerba mate orgánica y agroecológica. Siembran, cosechan y siguen de cerca todo el proceso (hasta el envasado) y comercialización. Críticas a la falta de políticas de Estado y necesidad de articular con otros productores.

Por Darío Aranda

Papel color madera, letras negras y verdes. Es el paquete de la yerba Anna Park, que se define como “orgánica y ecológica”. Vende más de 22.000 kilos al año, en todo el país, mantienen una reserva ecológica en Misiones, son muy detallistas en cada etapa del proceso productivo y cuestionan la falta de políticas estatales. No utilizan agrotóxicos (herbicidas, plaguicidas) ni abonos químicos. Explican que ambos “contaminan los suelos y el agua, en consecuencia afectan la salud humana, animal y vegetal”.

“El futuro es orgánico”, es uno de lo lemas de la yerba mate Anna Park. Destacan que es elaborada de forma artesanal, con métodos implementados por el Pueblo Guaraní en épocas de la evangelización forzosa. La llamaban “caá”, la consumían con pequeñas bombillas de caña tacuara y también mascaban sus hojas crudas. Remarcan que la principal diferencia con otras yerbas es el proceso de secado y el “estacionamiento”.

Eric Barney recuerda que el precio de la yerba era relativamente bueno hasta la década del 60, cuando comenzó un proceso en el que los grandes molinos (y algunos grandes productores) compraron las pequeñas y medianas charcas. Todo empeoró en los 90, cuando dejó de existir el mercado concentrador (que fijaba precios de referencia) y se dejó la producción librada al mercado. “Con Menem fue tierra de nadie. Entregabas la yerba a consignación y ni sabías cuánto te iban a pagar”, recuerda Eric Barney y afirma que algunos males de esos tiempos aún perduran: el precio para el productor nunca se recuperó. “Una yerba de buena calidad siempre estuvo lo mismo que un kilo de carne. Hoy hemos quedado muy atrás”, sostiene y aclara que el 30 por ciento del costo del paquete se va en impuestos.

Y los bancos no dan créditos sostenibles para los más pequeños. Ofrecen préstamos con hasta 40 por ciento de interés anual. Imposible para los productores familiares.

En Anna Park cuestionan el monocultivo industrial de yerba mate, que utiliza agroquímicos y empobrecimiento de suelos. En la producción convencional de yerba se utiliza mucho herbicida (glifosato) y fertilizante (urea). También suele aplicarse cal y magnesio. Y venenos para controlar el “rulo” (plaga que retrasa o reduce la brotación). “Son muy fuertes los venenos, se mueren hasta los pájaros”, señala Barney.

En la chacra están experimentando con árboles que den sombra al yerbal. “Es todo prueba y error”, afirma María Rosa Fogeler. Como todo experiencia agroecológica, explican que se trata de probar opciones, implementar formas nuevas e intercambiar con otros. Señala que el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, espacio de referencia en algunos sectores) tampoco saben de técnicas para producir yerba sin químicos. Han estudiado y tenido contacto con productores biodinámicos (agricultura ecológica que busca el equilibrio e interrelación entre suelos, plantas y animales, que rechaza el uso de pesticidas y que tiene en cuenta el movimiento de los astros, la luna y los planetas). Algunas cuestiones comparten, otras no tanto. Sí coinciden en que los productores por fuera del agronegocios deben intercambiar saberes, articular acciones, coordinar luchas. Y tiene una certeza: “La agroecología no es para una élite”.

En Anna Park se controlan las plantas no deseadas (llamadas “malezas” por el discurso del agronegocios) con machete y motoguadaña. Y la cubierta verde también ayuda a combatirlas. Probaron con el llamado “pasto elefante”, pero no están convencidos, también les resultó muy invasivo.

Cuestionan que, en vez de promover la yerba agroecológica, desde el gobierno provincial se impulsa el maíz transgénico, que incluso es repartido (con agroquímicos incluidos) por los mismos punteros del oficialismo. Y en Misiones también se impulsa el modelo forestal, con plantas de celulosa y sus consecuencias ambientales y sanitarias. “El sistema capitalista no puede seguir sin importarle el medio ambiente, sin importarle las personas. Solo le importa la ganancia y eso no puede seguir así”, advierte Eric Barney.

Paso a paso

Todo el proceso de la yerba Anna Park está bajo la supervisión de María Rosa Fogeler y Eric Barney.

El comienzo no es nada sencillo. La semilla “es muy dura”. Debe dejarse en agua hasta “pudrirse”. De ahí a la tierra y le lleva seis meses germinar. Luego de dos años de crecer en almácigos se traslada a campo. Entre las plantas de yerba se siembra la “cubierta verde”, plantas que enriquecen la tierra, mantienen la humedad y protegen (a la yerba) de las altas temperaturas. “Gracias a la cubierta verde evitamos el uso de herbicidas y otros agrotóxicos dañinos para la salud”, explican.

Recién cuatro años después de plantado el yerbal se inicia la primera poda y la cosecha (más conocida como “tarefa”). En Anna Park la cosecha se realiza cada dos años, para que las hojas estén maduras y no se debiliten las plantas.

Luego es el turno del “sapecado”, hacer pasar la yerba por aire caliente o fuego durante unos segundos a una temperatura aproximada de 900 grados centígrados. “La yerba nuestra es oreada, el oxígeno la fermenta, le da el sabor, el aroma”, detalla Barney. A continuación se transporta a un tambor horizontal giratorio donde continúa secándose, a menor temperatura, alrededor de veinte minutos. Así la yerba pierde el 30 por ciento de la humedad. Sobreviene el “barbacuá”, horno donde se termina de secar muy lentamente. Ese proceso tarda entre quince y veinte horas.

Le sigue el “canchado”, que es la molienda gruesa. Y la “zaranda”, donde se tamiza para eliminar los palos gruesos que hayan quedado. Después se guarda en bolsas de arpillera de 50 kilos.

Otro momento clave es el “estacionamiento”. Las bolsas de yerba se guardan por dos años en un galpón a oscuras llamado “noque”. Permite que la yerba pierda la clorofila o se “amarille” (obtiene su tonalidad más clara). La yerba con poco estacionamiento es más oscura y puede provocar trastornos digestivos (por ejemplo, acidez). El estacionamiento industrial rápido es de quince a 30 días (en condiciones controladas de humedad y temperatura para acelerar un proceso que debiera ser mucho más extenso). “Tenemos clientes que nos cuentan que habían dejado de tomar mate, por la acidez, pero ahora ya pueden volver a tomar. Nuestra yerba les garantiza calidad y que no le hará mal”, destaca María Rosa Fogeler. Sobre los dichos de que es una yerba más cara, lo relativiza. “Una gaseosa cuesta más de 20 pesos y te dura media hora. No hay comparación con el placer y duración de unos mates”, compara. Y aporta otro dato. Afirma que la yerba de grandes marcas se lava a los diez minutos. Anna Park aguanta más de 25 mates.

El anteúltimo momento es la molienda final, cuando se separa la hoja del palo y se muelen en dos molinos diferentes para evitar el exceso de polvo y regular la calidad de la molienda. Otra vez sirve la comparación. Anna Park no permite más de trece por ciento de palo (contra hasta el 50 por ciento de las grandes marcas comerciales).

Una vez molidos se mezclan nuevamente. Y luego llega el envasado, cuando la yerba se deja caer en una balanza vibratoria que la acomoda en el paquete sin presionarla.

“Al ser un pequeño establecimiento podemos garantizar nuestra calidad superior, ya que supervisamos cada el detalle. Anna Park es una yerba rendidora, que no se lava fácilmente y mantiene su sabor”, afirman sus productores.

“El cuidado de los yerbales y del medio ambiente es el respeto por la vida. Cuando usted disfruta del sabor de Anna Park está, además, protegiendo la naturaleza”, afirman Eric Barney yMaría Rosa Fogeler. Refiere a que cuentan también con una reserva ecológica, 36 hectáreas de monte nativo ubicadas en Campo Ramón (departamento de Oberá). “Allí protegemos especies nativas de animales y vegetales. Y el cultivo de la yerba mate es una alternativa de desarrollo autosustentable que nos permite mantener la reserva”, explican.

Leé más sobre este tema: Agricultura ecológica. Caso Misiones: La cuna de la yerba mate.

*Darío Aranda es periodista especializado en extractivismo (petróleo, minería, agronegocios y forestales). Trabaja en el diario Página/12, la cooperativa de comunicación La Vaca y las radios FM Kalewche (Esquel), la Cooperativa La Brújula (Rosario) y Los Ludditas (FM La Tribu). Escribe sobre pueblos indígenas, organizaciones campesinas y asambleas socioambientales. Además es autor de “Argentina originaria: genocidios, saqueos y resistencias” y “Tierra Arrasada. Petróleo, soja, pasteras y megaminería.”

En el marco de la campaña de Agroecología, escribió una serie de artículos vinculados a la temática de la agricultura ecológica. Todos los jueves publicaremos en nuestro blog una nota contando diferentes aspectos y testimonios sobre este tema. No te pierdas este especial sobre el futuro de los alimentos en la Argentina.

Fuente: Greenpeace, 19 de enero, 2017

Temas: Agroecología

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