Argentina: Política científica y un monstruo coreano

La reducción de la política científica a una discusión presupuestaria impide indagar en las causas del escenario actual y, sobre todo, impide imaginar alternativas a la relación entre ciencia y sociedad.

Por Andrea Ceretani y Guillermo Folguera

I

Muchas voces se han levantado durante el último año para denunciar un estado de situación alarmante de la ciencia y la tecnología en Argentina bajo el gobierno de Macri. Fueron, en general, las voces de los propios integrantes del sistema científico las que buscaron hacerse oír. Y fueron varias, porque hubo algo que pareció unir fuerzas: el reconocimiento de la responsabilidad casi exclusiva del estado de situación de la tríada Macri-Ceccatto-Barañao. Desde estos discursos, a esos tres nombres parecía reducirse el problema actual. Más aún, en esos tres nombres y en su desempeño en el último año (en los casos de Ceccatto y Barañao) suele reducirse el problema de la ciencia y la tecnología en la actualidad. ¿Pero es así? ¿Solamente con esas coordenadas comprendemos el escenario actual? Intentaremos comprender mejor esta situación a través del cine.

II

Una película coreana, El huésped. Trata de un monstruo que surge por la contaminación masiva en un río por parte de un Laboratorio. Pero no, no trata de eso. Es decir, uno ve al monstruo y en efecto come gente y mata a varios, a muchos. Pero la película no se trata de eso, sino principalmente del uso que se hace del monstruo por parte de los diferentes agentes del poder. El gobierno. Los medios de comunicación. El ejército. La comunidad científica y médica. Todos estos actores no sólo no abordan el problema del monstruo y no sólo son corresponsables de que haya un monstruo así devorando gente, sino que generan otros que no son tales. Aparece un virus inexistente. Se lobotomizan víctimas. Pero lo más notorio es que se ocultan las causas y se desprecia la vida de las comunidades involucradas. No se discute nada profundo promoviéndose aparentes acciones a corto plazo en nombre del monstruo. Monstruo contra el que, mientras tanto, una parte de la comunidad lucha. Cuerpo a cuerpo. Porque claro, no es que el monstruo no exista. Existe y come gente. Y mucha. Pero el problema es mucho más profundo, mucho más diverso. Y no hay preguntas por las causas, por las responsabilidades, por las alternativas. Ni siquiera después de muerto el monstruo (porque este monstruo sí muere).

III

Volvamos entonces a la política científica para intentar responder algunas de las preguntas del comienzo. La discusión acerca de la ciencia y la tecnología en Argentina durante los últimos años se ha presentado en términos de dinero. Básica y únicamente de dinero. Todo se presenta en esas coordenadas. Y por supuesto que el dinero es un eje fundamental en la política científica, no es eso lo que se objeta. Puestos de trabajo, subsidios, líneas de investigación enteras dependen en muchos casos directamente también de eso. Pero hay algo más, algo en lo que es fundamental que nos detengamos: desde esta posición, el escenario actual y el devenir de la ciencia y la tecnología en el país se reduce a una cuestión presupuestaria. Y como en el caso del monstruo coreano, aparece una comunidad que da pelea contra el ajuste y libra batallas contra los despidos y la precarización laboral. Batallas que desde el gobierno nacional son respondidas con soluciones a corto plazo, sin privarse de instalar sus propios virus. Pero no se discuten causas, responsabilidades ni alternativas para esta situación.

IV

La simplificación de la política científica como discusión monetaria está acompañada de interpretaciones y estrategias. De arrinconamientos y naturalizaciones de un estado de situación que tiene muchos años encima. Aparece así la cuestión del dinero como el monstruo coreano. Y se delinean estrategias para darle batalla. Se marcan límites para no perder de vista lo urgente. Más aún, el panorama actual se busca comprender a través de explicaciones parciales. Se analizan las políticas del gobierno nacional o el desempeño de algunos funcionarios, pero se excluyen las responsabilidades de los propios científicos en este estado de situación. Por ejemplo, la continuidad de Barañao ha sido objeto de múltiples interpretaciones, pero casi no se ha hablado de las ausencias de tantas generaciones de investigadores en las recientes manifestaciones públicas del sector. También se reivindica el plan vigente de ciencia y tecnología (conocido como Plan 2020) a partir de una miradas económica y cuantitativa tal como “que la planta de CONICET crezca al 10% anual”, haciendo caso omiso tanto de las lógicas de mercado que promueve y reproduce dicho plan, como del hecho de haber sido diseñado sin una participacion democrática de la comunidad que hoy por hoy lo sostiene y lo padece. Y mientras tanto, se repite (entenderá el lector): causas, responsabilidades y alternativas están prácticamente ausentes de agenda de discusión sobre política científica.

V

El tema monetario parece ocuparlo todo. En el discurso y en las acciones, al igual que nuestro monstruo coreano. La política en ciencia y tecnología rige la dinámica de las tareas de investigación. A partir de ella se impulsan líneas de trabajo por sobre otras, y el financiamiento es consecuencia de estas decisiones. De eso se trata. La reducción de la política científica a su aspecto monetario implica la necesidad de adaptación a estas lógicas de funcionamiento para poder pertenecer al sistema científico del momento. Y en este punto es que algunos comienzan a confundir la tarea de investigar con la habilidad de sostenerse en un medio dado. La pasión por el descubrimiento, por conocer, por analizar, la libertad de crear, poco tienen que ver con cumplir reglas establecidas para lograr el objetivo de pertenecer. Ya sea impulsados por obtener un puesto de trabajo, ya sea por querer obtener un cierto reconocimiento social, desde esta postura se busca pertenecer. Sólo pertenecer. La crítica se esfuma ante la adaptación. Y pasan desapercibidos los intereses que movilizan la instalación de tal o cual modelo público de ciencia. En nuestro caso, la adaptación implica la ignoracia (y por lo tanto, el “dejar hacer”) de políticas públicas que no traen otra cosa que la reproducción de un modelo dirigido al mercado que nos condena a la dependencia y a una calidad de vida cada vez peor. Por ejemplo, la promoción de desarrollos científicos y tecnológicos en línea con la explotación pesquera u otras actividades extractivas como la minera o la agraria, desarrollos farmacológicos que buscan acuerdos de comercialización con laboratorios internacionales, pasan así desapercibidos. Y se va arraigando cada vez con más fuerza la idea de que el bienestar social está intrínsecamente vinculado con el acceso a bienes de consumo, tangibles o no. Hay quien necesita una semilla transgénica, hay quien necesita una patente. En este marco, la responsabilidad social del trabajador estatal en ciencia y tecnología se reduce a garantizar la reproducción del modelo impuesto. El científico deviene así en un mero engranaje del modelo actual, regulado por lógicas de consumo. Por eso, la tarea de desnaturalizar y comprender el monstruo se vuelve imperiosa.

VI

¿Cuál es el desafío? Como hemos intentado desarrollar, no se trata de negar al monstruo. El recorte en ciencia y tecnología es cierto y tiene efectos diversos sobre los trabajadores y una amplia variedad de líneas de investigación. Pero es necesario comprender que es sólo un aspecto de la política científica (aspecto significativo y doloroso), y que ésta necesita ser discutida de manera integral. Ir por las causas del escenario actual, preguntarse por las responsabilidades de todos estos años buscando interrogarse acerca del modo en el que se incide sobre nuestras comunidades y tierras, sobre el vivir social y ambiental. Y sobre todo, imaginar alternativas. Opciones. Otro modo de pensar la relación entre ciencia y sociedad. Otra manera de pensarnos, de pensar las prioridades y los objetivos.

Fuente: La Izquierda Diario

Temas: Ciencia y conocimiento crítico

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