De un vistazo y muchas aristas - Necesitamos enfrentar la crisis climática en serio

Sigue agravándose la crisis climática por la necedad (con intereses detrás) de no plantear soluciones verdaderas y en cambio buscar que quienes contaminan sigan haciéndolo mediante esquemas diversos de supuesta compensación que además traen aparejados planes muy concretos de lucro con el cuidado que las comunidades han puesto desde remotos tiempos. Este vistazo lo dedicamos a poner un poco al día la discusión, las propuestas y los agravios que comunidades, organizaciones e investigadores ofrecen al mundo.

(Ecos de la Cumbre en Lima)

Rechazamos la agricultura climáticamente inteligente como forma de “mitigar” el cambio climático. Los cultivos transgénicos forman parte del entramado

urbano-industrial responsable del calentamiento global. Los grandes conglomerados urbanos, incapaces de producir sus propios alimentos, dependen de la producción agrícola a gran escala y ocupan vastas zonas rurales, para cubrir sus necesidades básicas.

Esta agricultura industrial es una fuente importante de emisiones de gases que contribuyen a incrementar el efecto de invernadero. De acuerdo al V informe del IPCC, la agricultura industrial es responsable del 24% de la generación de estos gases, y de casi la mitad de las emisiones de metano, que a pesar de persistir en la atmósfera menos tiempo, es aproximadamente veinte veces más potente que el CO2 en su acción de efecto invernadero. A esto se suma que los alimentos son producidos en lugares cada vez más distantes, y en su transporte se genera grandes cantidades de CO2.

En este modelo productivo se insertan los cultivos transgénicos. Los cultivos transgénicos demandan de más plaguicidas y fertilizantes que los cultivos convencionales, ambos derivados de la petroquímica. Más del 75% de los cultivos transgénicos están destinados a la producción de piensos para la cría masiva de pollos, cerdos, ganado vacuno y acuacultura. La ganadería intensiva representa aproximadamente la 1/4 de las emisiones de metano. Además genera el 65% del oxido nitroso de origen antropogénico, el 37% del metano y el 64%del amoniaco que contribuye de forma significativa a la lluvia ácida.

La producción ganadera industrial emite un 18% más de gases con efecto de invernadero (medidos en su equivalente en dióxido de carbono —CO2—) que el sector del transporte. Este cálculo incluye la energía usada en la producción de piensos, es decir, monocultivos de soja y maíz (la mayoría de ellos transgénicos), los fertilizantes nitrogenados, la deforestación para abrir pastizales y campos de culti vos para la alimentación animal, la energía utilizada en el procesamiento industrial, tratamiento de residuos, el transporte, etcétera.

Otro porcentaje importante de los cultivos transgénicos son usados como aditivos en los alimentos procesados, comida chatarra consumida por las sociedades urbanas. A pesar de la complejidad del problema, los mismos grupos de poder que son responsables del cambio climático, han desarrollado una serie de nuevas tecnologías para la mitigación del cambio climático, que son en realidad falsas soluciones para enfrentarlo, y que significan nuevas fuentes de generación de riqueza para estas industrias. Entre ellas se incluye la agricultura climáticamente inteligente. Para potenciar esta propuesta, se lanzó la iniciativa “Global Alliance for Climate-Smart Agriculture” (Alianza Global por la Agricultura Climáticamente Inteligente), conformada por varios gobiernos (entre ellos Costa Rica y México), corporaciones transnacionales (entre las que se incluyen las dos más grandes productoras de fertilizantes: Mosaic y Yara) y algunas organizaciones intergubernamentales (IICA, FAO, PMA, UICN) y organizaciones no gubernamentales (como The Nature Conservancy el grupo de la industria Consejo Mundial de Desarrollo Sostenible).

Como parte de los planes de adaptación a los cambios en el clima, las empresas biotecnológicas ya están trabajando en el desarrollo de semillas transgénicas tolerantes a las sequías. Por ejemplo Monsanto, en colaboración con BASF, lanzó su maíz con tolerancia a las sequías, que fue ensayado en Kenia con muy pobres resultados, y trabaja además con soja, canola y algodón. Bayer trabaja en un trigo transgénico tolerante a las sequías y Dupont con soja y maíz. Por otro lado, en Argentina se anunció que se concedió una patente a una soja también resistente a sequía y se ha anunciado en Paraguay que este verano se iniciarán ensayos con soja que pueda adaptarse al suelo chaqueño. Los cultivos adaptados a condiciones climáticas extremas son el fruto del trabajo campesino de selección, mejoramiento genético, manejo tecnológico y cultural de las semillas, y de procesos evolutivos en los que están involucradas varias características genéticas. Por eso, no es posible desarrollar estas semillas “milagrosas”. Si eventualmente las empresas obtuvieran semillas tolerantes a sequías, será por el trabajo de adaptación realizado previamente por los campesinos.

Lejos de enfrentar las principales causas del cambio climático (extracción y quema de combustibles fósiles o su transformación en productos petroquímicos petroquímicos destinados a la agricultura industrial, la mecanización del campo, la industria, la pérdida de bosques y otros ecosistemas naturales), lo que se conseguirá con este tipo de soluciones con base en semillas transgénicas, en caso de que funcionaran, es expandir la agricultura industrial a zonas donde antes era imposible o muy difícil hacerlo; territorios de comunidades tradicionales que han aprendido a vivir en ese tipo de ecosistemas, y aumentar el problema climático. Este abordaje no considera los impactos de los monocultivos en zonas que antes no eran consideradas aptas para la agricultura industrial, en términos de erosión genética de semillas criollas o nativas adaptadas a las condiciones ambientales imperantes, las prácticas agrícolas asociadas, la soberanía alimentaria local, así como los cambios en la tenencia de la tierra.

Existen varias formas de abordar el problema del cambio climático que no pasan por el desarrollo de nuevas tecnologías, controladas por las empresas. Nos hacemos eco de la declaración de La Vía Campesina, que sostiene que la agricultura campesina enfría al planeta, ya que han adaptado sus semillas y sus sistemas productivos a las alteraciones del clima. Si los consumidores se alimentan con alimentos de temporada, con producción campesina local agroecológica; si se rediseñan las urbes para que sean más amigables con el ambiente, el clima y la propia gente; si se sustituyen los insumos de origen sintéticos y transgénicos y se frena la urbanización salvaje, habremos dado un paso gigantesco para enfrentar el calentamiento global.

La Red Por Una América Latina Libre de Transgénicos rechaza las falsas soluciones al calentamiento global propuestas por las mismas industrias que han generado las crisis climáticas, y de manera particular los llamados cultivos “climáticamente inteligentes”. Además hace un llamado a la COP 20 para que los cultivos transgénicos se añadan a la lista de actividades antropogénicas que aceleran el efecto invernadero y que causan los desastres climáticos. Declaración de la Red por una América Latina Libre de Transgénicos a la COP20 del Convenio Marco de Cambio Climático, diciembre 2014

Nosotros, representantes de los pueblos indígenas del Abya Yala y del mundo, reunidos en la Maloca del Pabellón Indígena de la COP20, desde el 2 de diciembre para discutir y reflexionar las causas del Cambio Climático en el mundo y aportar a los caminos de solución que se deben asumir en las Cumbres Mundiales, elevamos nuestra voz para decir:

1. El cambio climático está enfermando nuestra Madre Tierra, está interrumpiendo la unidad entre humanos y naturaleza que durante siglos ha permitido la vida sobre el planeta. Esta situación nos provoca un sentimiento profundo de tristeza porque impacta en la relación que los pueblos indígenas hemos desarrollado con la naturaleza; una naturaleza viva que la comprendemos como totalidad de la que formamos parte. Así, si se enferma la Tierra, los pueblos indígenas también nos enfermamos.

2. Los jefes de Estado están reunidos para discutir este problema, para buscar soluciones al desastre que se viene produciendo con la Madre Tierra. Sin embargo, vemos con gran preocupación que las salidas que se están buscando no hablan del verdadero problema, y por lo tanto no cambiarán el destino de desastre en el cual estamos. Estamos afectando la Madre Tierra y no se está encontrando soluciones verdaderas que reviertan el proceso, que protejan y defiendan la integridad de la naturaleza.

3. Para nosotros, los pueblos indígenas del Abya Yala y del mundo, el desastre que se está produciendo con la Madre Tierra tiene un origen, una causa estructural; tiene que ver con un modo de desarrollo que se ha instaurado y generalizado en el mundo, un modo de vida que busca incansablemente crear nuevas necesidades, aunque éstas sean fugaces. Estamos ante un modelo de desarrollo que tiene como centro la producción de riqueza y la distribución profundamente desigual de ella.

4. El modelo de desarrollo que está enfermando la Madre Tierra tiene nombre y apellido: se llama capitalismo del siglo XXI, y aquí en el Abya Yala tiene un rostro perverso de largo aliento llamado extractivismo, extracción de riqueza y expropiación de territorios a favor del capital global, a favor de la concentración de la riqueza en unas cuantas manos y despojo de territorios para los pueblos indígenas. Nos están despojando de nuestro Vivir Bien y Vida Plena que implica vivir en armonía con la naturaleza.

5. El extractivismo del Abya Yala se muestra en todas las iniciativas que toman los gobiernos de nuestra región y que implican: ampliación de la frontera hidrocarburífera, priorización de las actividades mineras y de hidroeléctricas respecto de las necesidades de los pueblos, crecimiento de la deforestación para la conversión de los bosques en zonas con cultivos agroindustriales. Lo más triste de esta situación es que los gobiernos de izquierda y de derecha se comportan de manera similar ante la acumulación por despojo como característica fundamental del capital global, cuyas principales víctimas somos los pueblos indígenas

6. Los gobiernos progresistas de nuestra región, los que acuñaron el horizonte del socialismo del siglo XXI, en realidad se han convertido en hacedores e impulsadores del capitalismo del siglo XXI. Usando frases populares como Revolución Ciudadana o Revolución Democrático Cultural, redistribuyendo riqueza de manera menos asimétrica y componiendo sus gobiernos con algunos sectores sociales que en un pasado formaron parte de las luchas, hoy en día pretenden mostrarse como alternativos sin modificar las claves y los compases de ese rostro reverso de larga data del capitalismo global que en nuestra región del Abya Yala se llama extractivismo.

7. Nosotros, los pueblos indígenas del Abya Yala, hemos resistido y luchado a lo largo de nuestra historia con este modelo de desarrollo, con este modelo de colonización, con este modelo de acumulación de riqueza fundamentado en el despojo de nuestros territorios y recursos naturales. Con nuestras luchas hemos buscado dignificar el nacimiento colonizado de los Estados y Naciones que conforman el Abya Yala, que conforman la región de América Latina, por eso no nos sorprende que un derecho tan fundamental como es el de Consulta para el consentimiento libre e informado, hoy día sea utilizado como una herramienta que antes que proteger el Derecho de Consulta, lo desnaturaliza y usan a su antojo.

8. Este panorama nos lleva a convocar a todos los pueblos del mundo, y a quienes se congregan en la Cumbre de los Pueblos en Lima-Perú, a tomar caminos alternativos que nos acerquen a las verdaderas soluciones del Cambio Climático, que reviertan los impactos que está sufriendo la Madre Tierra. La defensa de la Madre Tierra y sus derechos es también la defensa de los pueblos y la vida. La acumulación de riquezas a cambio del despojo de nuestros territorios es la agenda de las grandes corporaciones financieras y económicas que están metidas dentro en los Estados.

9. Llamamos a persistir en nuestro camino de la autodeterminación de los pueblos, de la sociedad civil organizada, como la alternativa principal que nos permitirá encontrar salidas al problema estructural del cambio climático. Consolidar y reconstituir nuestra territorialidad y titularidad integral de nuestros territorios y el control de todos sus recursos. Detener los grandes motores del calentamiento global como son las operaciones extractivas y agroindustriales. Exigir el acceso directo de los fondos climáticos, y en especial de las mujeres indígenas en las estrategias de adaptación. Detener la criminalización y judicialización judicialización de la libre determinación porque es imposible defender a la madre tierra persiguiendo a los que la defienden, Cambia el sistema, para que no cambie el clima. Los pueblos indígenas te llaman a la acción, Pueblos del Abya Yala frente a los desafíos climáticos, 12 de diciembre, 2014.

Nos reunimos para seguir debatiendo y compartiendo las múltiples formas de lucha y resistencia, por la construcción de la justicia social, contra el sistema capitalista patriarcal, racista y homofóbico, por el respeto de las diversas formas de vida, sin explotación ni expoliación de los bienes de la naturaleza, por la capacidad de los pueblos de decidir sobre sus fuentes de energía, comunitaria, por la reducción de las desigualdades sociales así como promover el Buen Vivir como modelo de vida en armonía con la Naturaleza y la Madre Tierra.

El capital busca hacer frente a su crisis sistémica imponiendo la captura el agua, el saqueo de los territorios y el patrimonio natural, la depredación, la producción de combustibles fósiles, la mayor explotación de los trabajadores y trabajadoras, la represión de los movimientos sociales y la violencia física y psicológica, aumenta múltiples formas de criminalización de las luchas, de los pueblos, de militarización y control territorial. Todo esto es alentado por las corporaciones mediáticas. Además, a esta realidad hay que sumarle la captura de los Estados y de sus burocracias por el poder económico, el pago de las deudas injustas y corruptas, y una diversidad de hechos que benefician exclusivamente a los verdaderos poderes tras los gobiernos de turno, dóciles al mandato de las empresas nacionales y las grandes corporaciones transnacionales y sus operadores políticos […]

Quienes nos reunimos en esta cumbre, recogemos y hacemos parte de procesos de luchas anteriores que se han tejido en nuestros pueblos, y llegamos a este momento con esa fuerza y construcción colectiva. A partir de ello expresamos y demandamos: A los gobiernos del mundo que respeten nuestros territorios, derechos y modos de vida, nuestras culturas, costumbres y cosmovisiones sobre la vida y el mundo que habitamos. Denunciamos la explotación de nuestros recursos naturales y territorios por parte de las industrias extractivas, que afectan nuestras formas de sustento, nuestra fuente de identidad y la relación armoniosa de nuestras comunidades con la Madre Tierra.

Demandamos el reconocimiento de la propiedad territorial de las comunidades que tradicionalmente han vivido en sus tierras. No aceptamos el control externo de los territorios, ni los procesos ciación e implementación de las falsas soluciones al clima. Los gobiernos deben tener como eje central el respeto de nuestras formas de vida ancestrales y el reconocimiento a nuestra autodeterminación como naciones y pueblos originarios.

Aclaramos que el conjunto de iniciativas orientadas a revertir la destructiva tendencia climática hacia la que ha sido conducido nuestro planeta, deben considerar las responsabilidades históricas de los países desarrollados y el reconocimiento y reparación de la deuda histórica y ecológica que tienen con el Sur global. En particular, las corporaciones transnacionales de capital privado de los países desarrollados deben ser responsabilizadas por sus acciones y prácticas a nivel global. Exigimos plena justicia en los casos de contaminación por parte de Newmont, Doeran en Perú, y la Chevron-Texaco, entre otras, la cual en su paso por la Amazonía dejó como legado uno de los mayores ecocidios de la historia del planeta. […]

Consideramos que ninguna acción para enfrentar el cambio climático será eficiente o viable si no se promueve con políticas públicas efectivas a favor de la pequeña agricultura familiar y campesina, la reforma agraria, la soberanía y seguridad alimentaria de nuestros pueblos, la producción auto sustentable, con base agroecológica, autóctona y libre de transgénicos y agrotóxicos, orientada al consumo humano y a la preservación de nuestra biodiversidad. Creemos que para avanzar hacia un mundo justo y una economía local, solidaria, cooperativa, feminista y comunal, es fundamental reconocer el derecho humano a la alimentación, así como el gran aporte de la agricultura familiar campesina, que contribuye con más del 70% de la alimentación del mundo. Exigimos frenar la producción y expansión de los agrocombustibles, que promueven la deforestación, erosión de las tierras, contaminación de las fuentes del agua y aire, y significan una forma de recolonización territorial.

Como expresión de esta estrategia del capital, en los últimos años se han agudizado los procesos de privatización, mercantilización y financiarización de la naturaleza, expresados en los principios de la economía verde, que nos presenta las falsas soluciones a la crisis climática. Algunas de ellas son: Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL), proyectos de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los bosques (REDD), transgénicos, agrocombustibles, geoingeniería, megaproyectos hidroeléctricos, centrales nucleares, fractura hidráulica (“fracking”), agricultura climáticamente inteligente.

La estrategia del capital pasa también por lo que llamamos arquitectura de la impunidad de las corporaciones corporaciones transnacionales y gobiernos, a través de los tratados de libre comercio y protección de inversiones, entre otros, que pretenden privatizar servicios esenciales como el agua, la educación, salud y vivienda, y atentan contra los derechos humanos de trabajadores y de los pueblos. La Cumbre de los Pueblos rechaza todas estas estrategias del capital Como expresamos antes, denunciamos el sistema capitalista-patriarcal que sostiene la opresión y control sobre el cuerpo, el trabajo y la vida de las mujeres, promueve la violencia sexual y la trata, las margina de diversos ámbitos de la vida social y pública. Es necesario transitar hacia otra división social del trabajo, que elimine la subordinación del trabajo femenino, que no invisibilice el trabajo del cuidado –que hace posible la reproducción social– ni lo subordine a los mandatos del mercado. Exigimos un cambio radical que reconozca el trabajo reproductivo como la base de la sustentabilidad humana y de las relaciones entre las personas y comunidades. […]

Todas las alternativas deben incorporar la perspectiva feminista y promover una relación más justa entre hombres y mujeres. Los Estados deben tomar decisiones y medidas inmediatas de protección, conservación o restauración de las cuencas, los ecosistemas, las altas montañas, bofedales, humedales, páramos, estepas, bosques, acuíferos, lagos, ríos, manantiales, zonas marinas costeras, que alimentan a la Madre Tierra. Esos ecosistemas y fuentes de agua son afectados por las actividades de las industrias extractivas, como la minera, petrolera, carbonífera y gasífera, por las talas de árboles y el arrojo de desechos, entre otras causas. Se debe garantizar el derecho humano al agua y al saneamiento, en igualdad de condiciones, acceso y salubridad. Esto sólo se puede garantizar con empresas públicas en manos públicas. […] Declaración de la Cumbre de los Pueblos frente al Cambio Climático, Lima 11 de diciembre 2014 Mientras las Naciones Unidas se vanaglorian por haber concluido “exitosamente” con “un borrador de acuerdo y avances concretos” la vigésima Conferencia de las Partes (COP 20) sobre Cambio Climático en Lima, la amplia gama de movimientos sociales de todo el mundo que reclamó justicia climática en la capital peruana se muestra profundamente preocupada por los resultados que arrojaron las dos semanas de negociaciones oficiales. Ya no por la falta de avances en las mismas, sino porque esos avances se terminaron dando en la dirección contraria de las soluciones necesarias propuestas por los movimientos.

Muchas razones pueden explicar los fatídicos resultados, pero existen dos muy claras: el copamiento por parte de las corporaciones tanto de los gobiernos como de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), y la nula atención de este espacio a las propuestas y exigencias de los movimientos sociales, que en todo el globo reclaman cada año acciones contundentes para cambiar un sistema que, entre otras cosas, está generando la crisis climática. Una de las principales consignas del resultado de las negociaciones, resumido en el documento “Llamado de Lima para la Acción Climática”, es la adaptación (al cambio climático). Se podría decir que adaptarse a la crisis climática es prácticamente una acción que se auto explica como insuficiente para hacer frente a un fenómeno sobre cuyas causas existe ya bastante consenso. Es decir, el actual calentamiento global ha sido provocado por la gran concentración de Gases con Efecto de Invernadero (GEI) en la atmósfera, por lo que las medidas deberían estar enfocadas en la disminución de emisiones de estos gases. No es una discusión para nada menor el cómo se harán estos recortes, para lo cual es fundamental incorporar los criterios y exigencias de los movimientos sociales por justicia climática, que serán mencionados más abajo.

El presidente de la COP 20, el ministro del Ambiente de Perú, Manuel Pulgar-Vidal, afirmó según el comunicado de prensa de la CMNUCC: “Lima ha dado una nueva urgencia para acelerar la adaptación y construir la resiliencia en el mundo en desarrollo, y, no en menor medida, fortaleciendo la conexión con la finanza y el desarrollo de los planes nacionales de adaptación”. Ahora, ¿qué acciones previó o sugirió la CMNUCC específicamente para los llamados países desarrollados?

Según el cuarto punto del documento, la CMNUCC urge a que éstos brinden apoyo financiero a los países en desarrollo para que puedan adaptarse y mitigar sus contribuciones al cambio climático. Pero el documento no determina acciones en términos de reducciones de emisiones específicas para los países desarrollados. La COP 20 en realidad, “invita” en el punto número 14 de su documento a que “todos los países” presenten a la Secretaría Ejecutiva de la Convención sus llamadas “contribuciones nacionales determinadas” en referencia al cambio climático.

Sin tener que atenerse a ningún criterio más que el que establezca su propia voluntad, todos los países (sin diferenciar a los históricamente contaminantes y responsables por lo tanto del calentamiento global) son invitados a presentar antes de la COP 21 en París su plan de contribuciones en relación con los recortes de emisiones. Es decir, reducen lo que quieren.

Los movimientos sociales que reclaman justicia climática han enfatizado la obligatoriedad de incorporar en las negociaciones el concepto de responsabilidades históricas en el fenómeno del cambio climático. En este sentido, los países históricamente más contaminantes salieron nuevamente victoriosos de la COP. El documento final reconoce en su punto 3 que la COP 21 debe proponerse alcanzar un acuerdo ambicioso que refleje el criterio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”, pero sin especificar con qué criterios se establecen estas diferencias, por lo cual países en desarrollo y desarrollados pueden llegar a ser considerados igualmente responsables del fenómeno climático.

Los distintos movimientos sociales y redes de organizaciones a nivel internacional llegaron a Lima sin depositar ninguna expectativa en el éxito de las negociaciones climáticas oficiales. Organizaron una Cumbre de los Pueblos de cuatro días con más de 160 actividades inscriptas y una marcha realizada el 10 de diciembre (Día Internacional de los Derechos Humanos) que superó expectativas propias y ajenas, llenando las calles limeñas con más de 15 mil personas integrantes de sindicatos, organizaciones campesinas, estudiantiles, indígenas, de mujeres y ambientalistas del Perú y los diversos continentes, entre otros actores.

“Vinimos con la conciencia de que las COP no pueden resolver nada, mientras no cambiemos el sistema capitalista”, afirmó la activista Lúcia Ortiz, coordinadora del Programa de Justicia Económica y Resistencia al Neoliberalismo de Amigos de la Tierra Internacional a Radio Mundo Real. En cambio, la tarea que según ella convocó a la sociedad civil nuevamente en una Cumbre de los Pueblos paralela a las negociaciones oficiales fue la de “monitorear, denunciar y rechazar el avance de las falsas soluciones”. En este sentido, los mecanismos de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los Bosques (REDD), denunciados por los movimientos como formas de hacer negocios con la crisis climática sin siquiera enfrentarla, han salido fortalecidos de cara al nuevo acuerdo que sería firmado el año próximo en París.

A modo de ejemplo de los problemas que pueden generar los proyectos REDD, y que en muchos casos ya están generando, se encuentra el de la modificación de las formas de uso de la tierra y los territorios: “ahora ya no se podrá ver un latifundio como improductivo, porque aunque no haya gente trabajando ahí se lo puede considerar como ’culti vador de carbono’. Así que los grandes latifundistas y las grandes organizaciones conservacionistas (que tienen muchas tierras) van a ser beneficiados por vender bonos de carbono”, explicó Lúcia. Cada año más involucrado en el movimiento por justicia climática, el sector sindical se hizo presente en la Cumbre de los Pueblos, y también manifestó su rechazo a la malograda conferencia de clima: “Aunque varios gobiernos plantearon la importancia de incluir un mensaje para los trabajadores del mundo sobre la necesidad de los trabajos decentes y de una transición justa en el proyecto de texto de París, los co-presidentes han hecho caso omiso de estas demandas, dejando la duda acerca de quiénes son los que realmente conducen este proceso”, expresó Sharan Burrow, secretaria general de la Confederación Sindical Internacional (CSI) en comunicado de prensa.

Un punto de las negociaciones que fue considerado “histórico” por la presidencia de la COP 20 fue la creación de un Plan de Trabajo de Lima sobre Género, que pretende “promover la efectiva participación de las mujeres en los ámbitos de la CMNUCC y fortalecer el trabajo de empoderar a las mujeres y convertirlas en agentes importantes de cambio en relación a la adaptación y mitigación”, según consigna una noticia publicada en el sitio oficial de la COP 20. Según afirmó a Radio Mundo Real la activista Tica Moreno, del movimiento feminista Marcha Mundial de las Mujeres, “ésta no es una estrategia reciente, es una estrategia vieja de la ONU y de varios acuerdos internacionales no sólo relacionados al clima”. Agregó: “Para el caso del clima, a la vez que se busca promover un ’maquillaje verde’, como en con la economía verde, se pretende hacer un ’maquillaje de género’. En realidad, se usa el discurso de género y a las mujeres para impulsar programas de financiarización de la naturaleza, como REDD. Y lo que vimos en la Cumbre de los Pueblos es que justamente las mujeres están resistiendo en los territorios a estas falsas soluciones promovidas desde el sistema capitalista”.

Desde el movimiento campesino latinoamericano, representado por la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC-Vía Campesina), el rechazo a las negociaciones no se hizo esperar. En un comunicado, la CLOC-VC (ver aquí) tildó el documento final de “débil y tibio”, y reiteró sus críticas al modelo agroindustrial y de agronegocios como uno de los responsables por la crisis climática, por su uso intensivo de combustibles fósiles en sus distintas etapas de producción. Sin embargo, el modelo de los agronegocios ahora aparece promovido como respuesta al cambio climático desde ONU, bajo el concepto de “Agricultura Climáticamente Inteligente”.

Rechazando esta estrategia generada y promovida por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación) y el Banco Mundial, la CLOC-VC reiteró su propuesta de promoción de la agricultura agroecológica campesina y familiar en pequeña escala, como un camino imprescindible hacia la justicia climática y ambiental

[…] La Cumbre del Clima no fue un fracaso, fue una nueva victoria del capital, Radio Mundo Real, diciembre 2014.

Fuente: Biodiversidad, sustento y culturas N° 83

Temas: Crisis climática

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