México: ¿Para dónde se echó a correr nuestro futuro?

Idioma Español
País México

"La principal reserva de lucha, resistencia y dignidad, ahora como en lustros recientes, reside en los pueblos indígenas. Se han convertido en el sismógrafo más sensible para los peligros del maíz transgénico, la barbarie minera, la oligofrenia turística, la proliferación de basura alimentaria y mediática, el efecto desintegrador de partidos y programas, el despojo “legal” de la vida que les queda."

Julio Scherer, Vicente Leñero y Georges Wolinski, maestros de la libertad: en memoria

 

Todos están de acuerdo, hasta los que menos quisieran. Se resume en pocas palabras: México está en crisis política, social y las que resulten. El Estado se degradó gacho. Hacía mucho que los mexicanos no veíamos a los gobernantes tan enojados golpeando el atril, y no por la presunción, inherente al poder autoritario, de que tienen la razón, sino por haber sido cachados con las manos en la masa y aparecer como el emperador desnudo de Hans Christian Andersen. No obstante, su augusto enojo guarda pálida comparación con el abrumador descontento de la que, por una vez sin asegunes ideológicos, podemos llamar “población del país”. Por eso crujen en el descrédito los tres poderes y los partidos, que aun así se frotan las manos para una elección más, como si nada. Ya ni los suyos les creen. En la pasarela de las vergüenzas, va la Revelación del Año para las grotescas estadísticas del Partido Verde y su equipo de producción, por la inexplicable complicidad institucional recibida, sus enriquecimientos explicables y el costo real de su propaganda estridente y ultrareaccionaria. En cuanto al rubro Sangre y Lodo en las Manos, las tres estrellitas marineras que compiten por la Palma de Oro (PRI, PAN y PRD, por orden de aparición) se dan el quien vive, tan iguales en eso como tantas otras de sus prácticas al repartirse los puestos.

 

Los señores del dinero se inquietan: al ladrón, al ladrón. Espantados, los gerentes de la propaganda mediática insultan, difaman, ocultan y mienten. Los capitales huyen tan cobardemente como en los viejos tiempos. Los generales y almirantes, visiblemente nerviosos, amenazan y advierten.

 

Los efectos expansivos de la masacre de Iguala, sumada a los basurales de Cocula, Tlatlaya y Las Lomas, potenciaron los motivos del descontento, que llevaban germinando muchos años, aguantando golpes cada vez peores. Apenas en diciembre pasado apuntaban Las Abejas en Chenalhó que los 49 de Ayotzinapa son hermanos de sangre de los 49 de Acteal y los 49 de la guardería ABC. Pero los agravios, las desgracias, los abusos, los despojos, las violaciones y las pérdidas pegan por todas partes, y de las promesas primermundistas y acarameladas ya nadie cree nada. Así llenan las calles multitudes en marcha: estudiantes, campesinos, electricistas, aeromozas, maestros, colonos, enfermeras, padres y madres. Se suman con recurrencia pocas veces vista. Para desmayo de políticos y opinadores, el motivo #43 no disipa sus fuegos. Y luego que las expresiones de repudio al presidente, funcionarios y embajadas insisten a gritos en Brisbane, Oslo, Madrid, Washington y donde se paren, con réplicas diarias en decenas de ciudades de todos los continentes, mientras las promesas de prosperidad y justicia escurren por las alcantarillas.

 

Tanta es la indignación popular, ora sí que de todas las clases, que de pronto no se distinguen los caminos para seguir ni cuál será el engrudo que junte las distintas partes de la inconformidad con ganas de cambio. Atrás quedaron el miedo y el desasosiego. Las diferencias estorban como nunca antes. El dolor permanece.

 

La principal reserva de lucha, resistencia y dignidad, ahora como en lustros recientes, reside en los pueblos indígenas. Se han convertido en el sismógrafo más sensible para los peligros del maíz transgénico, la barbarie minera, la oligofrenia turística, la proliferación de basura alimentaria y mediática, el efecto desintegrador de partidos y programas, el despojo “legal” de la vida que les queda (y que a todos nos queda, pues son ellos los guardianes últimos de nuestra soberanía y de la riqueza esencial del país). A contrapelo de la militarización y el paraestado criminal organizado, los pueblos indios se construyen pese a todo, del Valle de Yaqui a la selva Lacandona, del Golfo maya al Pacífico oaxaqueño, guerrerense y michoacano, y en montones de cerros y barrancas. Demuestran que no sólo de humillación y rabia viven las luchas. También las alimenta la certidumbre de que, sobre la tierra donde se plantan los pueblos, sus resistencias y autogobiernos, cobra total sentido el amor al buen vivir y uno entiende por qué tantos de ellos están dispuestos a dar la vida por lo que hay y es nuestro.

 

Fuente: Ojarasca – La Jornada

Temas: Crisis capitalista / Alternativas de los pueblos

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