Panamá y el cambio climático

Idioma Español
País Panamá

"La política ambiental panameña marcha a contravía del sentido común, del principio indispensable de la precaución y de la salvaguarda de los auténticos intereses nacionales."

Hace poco más de dos semanas que concluyeron en la ciudad de Panamá, dos importantes reuniones preparatorias del XVII período de sesiones, de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), que tendrá lugar en la ciudad turística de Durban, Sudáfrica, entre el 28 de noviembre y el 9 de diciembre de 2011.

 

En Panamá, como ya lo habían hecho en Bangkok (3 al 8 de abril) y en Bonn (6 al 17 de junio), volvían a encontrarse, el Grupo de Trabajo Especial sobre Nuevos Compromisos de las Partes del Anexo I en el marco del Protocolo de Kyoto (GTE-PK), así como el grupo responsable de abordar la Cooperación a Largo Plazo en el marco de la Convención (GTE-CLP).

 

Nuestra ciudad, contrario a lo que podría pensarse, no fue escogida por la Secretaría Ejecutiva de la Convención sobre Cambio Climático, fundamentándose en méritos y contribuciones --aunque fuesen modestos-- a la causa de la reducción o limitación del calentamiento global. Tampoco se consideró si en las negociaciones mundiales sobre el clima, nuestro país desempeñaba un liderazgo indiscutible.

 

Alojamos por siete días dos reuniones cruciales de la convención climática, como consecuencia, más bien, de una operación meramente mercantil del gobierno actual, que con fines de promoción turística y de captación por unos pocos días, de la atención mediática universal, se ofreció de sede.

 

Porque lo cierto es que ni antes, ni durante, ni después de concluidas estas reuniones, podemos encontrar evidencias creíbles de que las autoridades nacionales están comprometidas sinceramente, por un lado, en la protección y conservación de nuestros ecosistemas, y por el otro, en la comprensión de las verdaderas causas que provocan el cambio climático y de las alternativas más efectivas para enfrentarlo.

 

La política ambiental panameña marcha a contravía del sentido común, del principio indispensable de la precaución y de la salvaguarda de los auténticos intereses nacionales. Por eso resulta fácil explicar las razones del auge y estímulo que experimentan en nuestro territorio, las explotaciones mineras; la construcción de hidroeléctricas; la obsesión por los agrocombustibles; las ilusiones en los organismos genéticamente modificados (plantas, salmones y ahora también mosquitos); las iniciativas de bonos de CO2 o la confianza infundada en mecanismos como la Reducción de las Emisiones por la Deforestación y Degradación de los Bosques (REDD).

 

Todo ello prueba que más allá de las preocupaciones que debieran existir sobre los impactos sociales, económicos y ambientales, que estos negocios y tecnologías puedan provocar, lo que realmente viene importando aquí, es únicamente el interés que nace de una perversa lógica empresarial y transnacional. Y así, el clima mundial y los ecosistemas panameños, están sencillamente, en serios peligros.

 

En nuestro país se desarrolló lo que seguramente fueron los dos últimos esfuerzos, antes de la Conferencia de Durban, por avanzar sustancialmente, en la formulación de un segundo período de compromisos de reducción de emisiones contaminantes, que permitan al Protocolo de Kyoto, sobrevivir más allá del 2012. Asimismo se abordó, aunque sin mucha profundidad, las fuentes de financiación del llamado Fondo Verde del Clima, con el que se buscaría en los países en desarrollo, apoyar actividades y proyectos vinculados a la mitigación y adaptación climáticas.

 

No obstante, con relación a este Fondo, tampoco se lograron avances importantes ni aquí ni en la cuarta reunión de su Comité de Transición, realizada entre los días 16 y 17 de octubre en Ciudad del Cabo, donde el informe preliminar sobre su funcionamiento y estructura, fuera rechazado por los Estados Unidos y Arabia Saudita.

 

De modo que en Panamá, mientras las reuniones oficiales transcurrían en el Centro de Convenciones ATLAPA, con escasa perspectiva de éxito y fuertemente custodiadas; al otro lado de la ciudad, por espacio de dos días (1 y 2 de octubre), “miembros de comunidades y organizaciones sociales campesinas, pueblos indígenas, afrodescendientes, académicos, estudiantes, mujeres, de la región mesoamericana” conformaban el Foro Alternativo sobre Cambio Climático, que sin lujo alguno y con recursos muy limitados, aprobaba una profunda y enjundiosa declaración, que entre otras cosas, establecía nítidamente las causas de las alteraciones que sufre el clima global y presentaba las principales soluciones reales de que dispone la Humanidad.

 

Sin dudas, este pronunciamiento hubiese sido suficiente, para que los delegados que asistieron a la cita oficial sobre el clima, alcanzaran --de proponérselos-- un acuerdo histórico para beneficio de todos los seres vivos de este planeta. Pero allí, continuando con el camino hacia el abismo, siguieron prevaleciendo los intereses mezquinos de las sociedades opulentas, que hacen de su consumismo desenfrenado, una práctica tan salvaje como obscena.

 

Ahora bien, mientras las naciones desarrolladas continúen empeñadas en imponer sus controversiales soluciones, que bajo un disfraz ambiental están orientadas a fines meramente mercantilistas; y que insistan además, en una supuesta corresponsabilidad de las naciones en desarrollo del desastre climático, la Convención de Durban no nos depara nada distinto, de lo acontecido en Copenhague o Cancún.

 

A esto se suma, que como consecuencia de la crisis económica y financiera del capitalismo, aducen no contar con dinero para el financiamiento climático; sin embargo, no tardan mucho en olvidar esa excusa, sobre todo si se trata de la reunión de expertos sobre geoingeniería del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), reunido en Lima, Perú, del 20 al 22 de junio, donde pretendieron avanzar considerablemente en la fundamentación, de las peligrosas tecnologías de manipulación global del clima.

 

Eso hizo que un grupo importante de organizaciones de todo el mundo, días antes de esa reunión, le enviaran una carta al presidente del IPCC, expresándole, en uno de sus puntos, lo siguiente: “El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático tiene el mandato de ser “relevante en políticas” y también “neutral en políticas”, y debería ser muy cuidadoso de no echar a perder su credibilidad con la geoingeniería, un tema que está ganando auge precisamente en momentos en que hay muy poco o nulo avance real en mitigación y adaptación.

 

La forma en que el IPCC anuncia esta reunión de expertos, sugiere que la geoingeniería tiene ya un lugar en el portafolio de respuestas legítimas al cambio climático (un argumento altamente contestable), y que el papel del IPCC es definir cuál es ese lugar. Permítanos enfatizar que eso no es una cuestión científica, sino una cuestión política. Organizaciones internacionales de campesinos, pueblos indígenas y movimientos sociales han expresado claramente su oposición a tales medidas, que denuncian como soluciones falsas a la crisis climática.”

 

Otra prueba más elocuente de que la falta de fondos no ha preocupado mucho a los círculos más poderosos de las naciones industrializadas, la tuvimos al enterarnos que cuatro universidades británicas y el concesionario militar Marshall Aerospace, tenían previsto entre el 6 y 23 de octubre de este año, en una pista aérea militar, probar el equipo del proyecto SPICE (Inyección de Partículas Estratosféricas para la Manipulación Climática), que buscaba, ahora usando solamente agua, --más tarde será con aerosoles-- desde una manguera de un kilómetro de largo y suspendida desde un globo, rociar el cielo para supuestamente enfriar el planeta.

 

Es evidente que con este tipo de proyectos o con el disparatado de hasta situar un parasol gigante en el espacio, no se persigue salvar ningún clima global, lo que en definitiva sí buscan estas propuestas tecnológicas, es ir directamente a salvar el capitalismo como sistema de acumulación, despojo y explotación irracional, tanto de los seres humanos como de la Naturaleza.

 

He allí la verdadera razón por la que se rehúsan a admitir, que nuestra civilización sólo podrá perdurar, con una transformación radical de nuestros patrones y comportamientos culturales dominantes, con un cambio urgente en nuestros modelos de producción, transportación, consumo y comercio; que conlleva naturalmente una reducción significativa del consumo y extracción de combustibles fósiles y el diseño de un nuevo y más justo sistema alimentario; toda vez que el actual proceso agrícola e industrial de los alimentos, es el responsable de casi la mitad de las emisiones contaminantes.

 

La Humanidad arriba en el 2012, al vigésimo aniversario del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático. En Durban se decidirá a fines de éste, si este convenio sobrevive o muere, junto con las esperanzas de más del 99 % de los seres humanos. Allí estará nuevamente presente una sentencia que nació en la cumbre de Copenhague en el 2009, durante el discurso del presidente Hugo Chávez en el Centro de Convenciones Bella Center de esa ciudad: “Si el clima fuera un banco, ya lo hubieran salvado”. Esperemos que sólo por esta vez, Chávez y el resto de la Humanidad, se equivoquen rotundamente y que esta Cumbre que tendrá lugar precisamente en la cuna de nuestra especie, marque la recuperación necesaria, urgente y sostenida, de nuestro deteriorado clima.

 

Fuente: moc.liamtoh@85AREVIRORDEP

Temas: Crisis climática

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