Recorridos por el castillo de Kafka

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"Tenemos que buscar los ámbitos de reproducción, esos vilipendiados porque “no contribuyen a la multiplicación explotadora del capital”, y desde ahí trabajar intensamente. Todo lo que hace que los colectivos se mantengan y refuercen los vínculos, los entendimientos, las visiones, los panoramas y nuestro bienestar común."

Por Ramón Vera*

(armados con el hilo de Ariadna, aunque venga de otra historia)

El clima político generalizado vira hacia la derecha. Hay mayor intolerancia, persecuciones concretas se activan contra poblaciones particulares. Hay crímenes de odio en todas las ciudades contra los y las “diferentes”, contra quienes se niegan, contra quienes miran, atestiguan y expresan su desconcierto o su rechazo. Las guerras vigentes son innombrables.

La gente en las regiones se mira desconcertada. Qué significa organizarse. ¿Será la única opción aquella partidista, obedeciendo la línea de las clases políticas que ya treparon tanto en la escalinata del poder que ya no guardan una relación con las personas pertenecientes a la llamada organización?

Decía Franz Fanon: “No, no queremos emparejarnos con nadie. Lo que queremos es transitar todo el tiempo, de noche y de día, en compañía de la gente, en compañía de todas las personas. La caravana no debe extenderse demasiado, porque en tal caso será difícil que cada quien vea a aquellos que le precedieron; y las personas que ya no se reconocen unas a otras se reúnen menos y menos, y hablan unas con otras menos y menos…”

Mientras más procesos y mediaciones existan menos entendemos lo que sigue, y pese a la supuesta “legitimidad” o claridad iluminada de los o las dirigentes hay pocos pensamientos que se conviertan en palabras, hay pocas palabras que tengan una correspondencia con las acciones o que las acciones no sufran consecuencia alguna.

Ya Iván Illich habló en extenso, como antes de él Hannah Arendt y el propio Marx, sobre la producción desmedida de procesos y mediaciones, verdadera Torre de Babel que nos aplasta con el peso de lo inentendible.

Si todo lo que nos ataca tiene esa lógica, una lógica industrial, también las organizaciones establecidas, los movimientos, los partidos sobre todo, se han empeñado en copiar esa lógica como si fuera la única posible, y al emular lo que nos preda contribuyen como un factor más en la predación —cuando que supuestamente eran una propuesta de salida del enjaulamiento real o virtual, físico o imaginativo al que nos tienen sometidos gobiernos, corporaciones, organismos multilaterales y toda esa gama de virus que son los cárteles de la delincuencia, que nunca podemos mirar totalmente diferenciados de la gente a la que afectan.

Todas las estructuras de gobierno son ese virus (y no), dependiendo del momento, la circunstancia, el hueco por donde se coló el contrato, el manifiesto de impacto ambiental, la concesión mal asignada, el bono que no merecen, el embute para abrir la carretera, el gasoducto, la mina, los sicarios que alguien encargó, el mando militar o policiaco que sí obedeció la vileza de la ejecución y el montaje de la escena del crimen.

Pero también hay virus en la descalificación de un o una militante, en la “pureza” asignada a cada actitud por cuadros inmaculados, autocomplacientes para sí mismos y ultra estrictos contra los otros, “los que no entienden”, los “tibios”, los “no suficientemente comprometidos”.

En realidad el tejido de la vida, todo, está lastimado. Muy lastimado.

No se trata de una nostalgia por el pasado y relaciones idílicas. Ha habido un cambio muy brutal y se nota en todo. Ese quiebre, esa ruptura, que también es rotura, ocurrió no hace tanto.

Comenzó con el neoliberalismo, que es un esfuerzo orquestado por que todas las estructuras de gobierno (públicas o privadas), las estructuras de mando, administración, logística, sistematización, organización, obedezcan a un mismo esquema universal encaminado a promover la irresponsabilidad propia (de estas instancias, y de cada integrante “autorizado”). El neoliberalismo, y sus reformas estructurales, son la búsqueda de mecanismos para evadir la responsabilidad que entraña una relación vinculante y efectiva en la triada palabras-acciones-consecuencias.

Esas reformas estructurales prefijaron para el mundo esquemas de evasión de la responsabilidad de empresas y gobiernos (no se diga cárteles criminales, para nada excluidos sino parte consustancial). Entonces se redactaron y pusieron en vigor todo tipo de normas, públicas, privadas y mixtas para abrirle margen de maniobra a estas instancias y cerrarle a la gente la posibilidad de defenderse por la vía legal o institucional de todos los horrores que nos diseñaron configurando lo que llamamos desvío de poder: el delito de privilegiar la economía por encima de las normas sociales, por encima del derecho, es decir de las leyes con sus mecanismos de pacto social. El pacto social no está roto (lo desaparecieron como a miles de personas a diario).

Entretanto, estamos ante la ausencia de una reflexión política amplia. Esta ausencia de discusión real entre la izquierda hace creer que el monopolio de la organización lo tienen las grandes y dinosáuricas organizaciones sociales, gremiales, barriales, políticas o militares convencionales.

O en el otro campo todas las estructuras de gobierno o de mediación internacional —que van de la ONG chiquita pero demasiado dependiente de presupuestos mediatizados hasta el organismo multilateral tira líneas y con mucho dinero como el Fondo Monetario Internacional, la OMC y varias etcéteras.

Las corporaciones, ahora con la idolatría tan desmedida hacia el supuesto libre mercado, son casi el modelo para todo, y con el neoliberalismo van asumiendo más y más funciones de lo público, al punto de no sólo sustituir aspectos de las instituciones sino de plano ejercer gran parte de las funciones que en algún momento fueron del gobierno.

Ya se ejercen mediante empresas privadas muchos bienes y servicios en algunos países o lugares de Centroamérica y África o Asia: servicios de agua y alcantarillado, servicios administrativos, vigilancia pública, servicios de inteligencia, mediaciones técnicas sin fin, todas tercerizadas, servicios financieros, generación, instalación y mantenimiento y cobro de la luz, transporte público e incluso policía.

Las prisiones privadas en Estados Unidos son un caso extremo de esta sustitución con flagrante impunidad para ejercer una esclavitud y condiciones inhumanas de trabajo con fines de ganancia. Nos debe quedar claro que casi todas esas prisiones están relacionadas con la migración. La institución público-privada parece decir: “¿Quieren venir a trabajar? Yo les doy trabajo, previo arresto, y fijo las condiciones para lucrar de esos flujos migratorios que digo que no quiero pero aprovecho en las peores condiciones para los que sufren estas vulneraciones básicas de lo que es ser humano”.

Lo anterior son ejemplos, mínimos, de algo mucho más vasto y descompuesto que va configurando un futuro que ya no es lo que era, como dijo Novalis.

Los tratados de libre comercio están diseñados expresamente como instrumentos de desvío de poder, de tal modo que los mecanismos de disputa entre empresas y gobierno ya están “reguladas” por una serie de “legislaciones” totalmente a modo, amañadas, que para sorpresa de todo mundo han llegado a ser más importantes que las reales legislaciones nacionales o incluso internacionales. Las normas de operación de muchos niveles e instancias del gobierno están también diseñadas fuera de los marcos del legislativo o el mismo ejecutivo de una nación como México, y la Suprema Corte se la vive entre justificar mejor “los usos y costumbres” de la corrupción generalizada o hacerle caso a los pueblos.

Este cuadro, aparentemente caótico y sin foco, es así porque el entrevero entre todo eso y la supuesta organización que se le opone, en realidad produce una amalgama muy abigarrada donde todo tiene un correlato en “el otro bando”. Algunas organizaciones sociales, políticas y de la sociedad civil se entreveran con corporaciones y gobiernos, hasta con crimen organizado a veces, en muchas mareas entrecruzadas muy siniestras algunas, muy ingenuas otras.

Hay organizaciones y partidos, por no decir ONG y organizaciones de la sociedad civil, que en realidad terminan siendo tan co-funcionales o co-dependientes como los familiares de un alcohólico que golpea, regaña, mata, desaparece, criminaliza y violenta.

Resumiendo, los dos polos que se atraen y participan conjuntamente en este entramado jurídico-político-militar que llamamos Estado-nación, excluyen de su lógica y reflexión al país realmente existente, con sus regiones e historias porque (y cuando) no provienen de ese universo omnipresente.

El país que habitamos, si buscamos afanosos, aflora todo otro universo paralelo que ocupa los mismos espacios pero casi no se miran —y si lo hacen es para denostarlo.

De ahí la pertinencia enorme de la propuesta del Congreso Nacional Indígena y los zapatistas. Indagar abajo y aflorar, con propuestas, ese México Profundo, para qué ya veremos, tras demostrar lo incómodo que resultan para muchos sus declaraciones de tener también derecho de ser elegibles.

Ese vasto universo invisible es el espacio de la gente, de las personas realmente existentes, con sus luchas reales, ésas que son impostergables, ésas que no están sujetas a una decisión de un grupo o una cúpula, por alivianada que sea, sino que se deben a la defensa urgente contra el robo del agua, contra los tractos carreteros, contra la “intensificación agrícola y ganadera”, contra el despojo en cualquier forma, contra la violencia caciquil o del narco y la delincuencia, contra el acaparamiento de tierras, contra la vulneración de los espacios y ámbitos comunes, de los órganos de decisión como la asamblea, pero sobre todo contra la vulneración de lo sagrado como ocurrió en Cherán, o la vulneración de la cotidianidad y la tranquilidad como ocurrió en Ostula, como ocurre en los linderos de la zona zapatista bajo el ataque y hostigamiento de los paramilitares. Como ocurre también en territorio yoéme (yaqui), en la Tarahumara o las sierras Norte y Negra en Puebla, o en Xochicuautla, Tlanixco, Tepoztlán.

O en la Península de Yucatán donde todas las políticas públicas encaminadas al despojo ahora quieren activarlas sistémicamente, coordinada e integralmente, con el aval de muchas ONG y organizaciones sociales que no han entendido la gravedad de la financiarización de la naturaleza, la perversión de los servicios ambientales y REDD+, la perversión de la palma aceitera o cualquier agricultura industrial, de los derechos de propiedad intelectual y los “repartos de beneficios”.

O como ocurre en ámbitos donde las mujeres o quienes se asuman diferentes por cualquier razón son vulneradas, violadas, violentadas, desaparecidas como personas y como conceptos o nociones.

Hoy, una de nuestras responsabilidades es reconectar, mostrar, todo ese universo de luchas reales, y procurar conectar cada rincón, uno con otro. Un primer paso que también proviene de Fanon, via John Berger, es que “debemos dejar de juzgarnos con los criterios de nuestros opresores”, sean dependencias de gobierno, corporaciones, coyotes intermediarios, caciques de horca y cuchillo, capataces de mierda, zares de la mafia, organismos multilaterales u ONG. Debemos zafarnos también del juicio debido al verticalismo excluyente de ciertos cuadros de las organizaciones.

Tenemos que insistir en que la deshabilitación más extrema es pensar que la desigualdad es natural, que es normal la condición a la que nos somete quien sojuzga. En particular el capitalismo y las relaciones de explotación y sumisión que establece (entre ellas el patriarcalismo y el llamado colonialismo).

Tenemos que salir del lenguaje administrativo, logístico o retórico de mucho del discurso de cierta izquierda. Tenemos que volver a privilegiar la subjetividad y la intuición de las personas, y entender que su experiencia directa conecta con los efectos más terribles de la opresión. ¿Por qué no entender cómo están golpeadas?

Tenemos que buscar los ámbitos de reproducción, esos vilipendiados porque “no contribuyen a la multiplicación explotadora del capital”, y desde ahí trabajar intensamente. Todo lo que hace que los colectivos se mantengan y refuercen los vínculos, los entendimientos, las visiones, los panoramas y nuestro bienestar común.

Nuestro discurso debe dejar de ser discurso volviendo a las conversaciones: coherentes, cuidadosas, disciplinadas por sistemáticas sí, pero honestas, constantes, humanas, éticas, cariñosas, amigables, necesarias, consecuentes, sanas, ordenadas, afectivas, emotivas, que construyan con las y los demás. Conversaciones reales y sensibles a las otras personas, que no promuevan ni fomenten la corrupción ni el sectarismo. Tenemos que ser firmes y flexibles. Reconocer nuestra fragilidad, es decir el alcance de nuestra fuerza. Tenemos que privilegiar todo lo que promueva que busquemos entender juntas las personas. Todo lo que refuerce la búsqueda común de entendimiento mutuo (valga la redundancia). Ésta es la gran prueba del ácido, lo que nos puede mostrar si nos están usando o no.

Regresar a una lucha a partir de los cuidados de lo que sí somos, siempre fomentando colectivo.

Es decir, tenemos que ir más allá de la fractura, más allá de la cicatriz, más allá de la herida. Cuanto más grande sea la organización están más lejos la reproducción y sus cuidados, entonces tenemos que buscar acercar cada paso.

Como dice Camila Montecinos “ver las cosas desde un punto de vista que nunca antes se nos hubiera ocurrido, pero que en el momento que se nombra nos damos cuenta que es algo indispensable, hasta obvio, que nunca se nos ocurrió”.

Y como dijera José Godoy: “creerle al valor de la brega, de la talacha cotidiana, como potenciador de todos los pensamientos, las conexiones y lucideces. Entender que en los quehaceres más físicos y cotidianos está la lucidez agazapada”, por tanto como dice Carlos Vicente: “para que la honestidad profesional sea la misma que la honestidad personal, porque no debe haber una diferencia entre la una y la otra”.

Y con esos hilos conductores recorrer este oscuro castillo que ya necesita que abramos, a manotazos, ventanas y ventanas.

*Editor, investigador independiente y acompañante de comunidades para la defensa de sus territorios, su soberanía alimentaria y autonomía. Forma parte de equipo Ojarasca y Grain.

Fuente: Desinformémonos

Temas: Crisis capitalista / Alternativas de los pueblos

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