Sobre el extractivismo - La técnica del fracking

Idioma Español
País Argentina

"A diferencia de la fractura hidráulica usada por largo tiempo en pozos convencionales, la nueva fractura hidráulica usa volúmenes enormes de agua, arena y productos químicos, lo cual produce una degradación del suelo, el aire y el agua, así como daños irreversibles en el ecosistema. La única razón para implementar esta técnica extractiva es, lisa y llanamente, que en el mundo ya no quedan reservorios de hidrocarburos convencionales, pese a lo cual se insiste en profundizar una matriz energética basada en la extracción y el consumo masivo de combustibles fósiles."

Domingo, 16 de noviembre de 2014

En las páginas de Cash se está desarrollando un interesante intercambio entre Vladimir Cares y Miguel Teubal sobre las nuevas tecnologías aplicadas a la explotación de materias primas.

 

Por Miguel Teubal *

 

Celebro de que Vladimir Cares haya contestado mi anterior nota porque en lo esencial contribuye a un debate que creo que nos debemos respecto del auge que está teniendo el extractivismo en nuestro medio, con importantes consecuencias para el país. Tal como destaco en mi nota anterior, “son precisamente los críticos del extractivismo los que señalamos diversos aspectos vinculados con la problemática socioeconómica y ambiental involucrada en estos procesos que ponen en cuestionamiento su presente y futuro, en todo tipo de sociedad, tanto capitalista como no capitalista. Y no sólo porque contribuyen a un enorme deterioro social y ambiental influyendo sobre las condiciones de vida de la población en su conjunto, sino también por su falta de sustentabilidad en el largo plazo”.

 

A partir de allí considero diversos extractivismos señalando que se trata, entre otras cuestiones, de “actividades en las que predominan grandes empresas transnacionales, que influyen en el entorno en el que se de-senvuelven”. Menciono tanto a la minería a cielo abierto como al predominio del “agronegocio” sojero, así como el fracking que atañe a la actividad petrolífera. Después me concentro en el agronegocio sojero, las tecnologías involucradas en ese contexto y sus enormes consecuencias sociales y ambientales, objeto de numerosos trabajos e investigaciones que hemos realizado en décadas pasadas. Hacia el fin de la nota me refiero al fracking, una nueva tecnología criticada (y debería haber dicho también prohibida) en muchos países del mundo, que también es resistida por los enormes pasivos sociales y ambientales que genera, entre otras razones, por el uso masivo del agua y la contaminación de las napas freáticas.

 

El quid de la cuestión tiene que ver con el análisis y los vínculos entre los aspectos “técnicos” y “sociales” o socioambientales involucrados en estas actividades. Traigo a colación esta cuestión porque cuando Cares critica las “acciones llevadas a cabo por diversos colectivos, asambleas ciudadanas y ONG”, señala que éstos ponen “en el centro del análisis el artefacto, la máquina, sin asumir la complejidad de las relaciones entre la tecnología y el sistema económico y social real imperante”. Y es precisamente este aspecto el que falla en su propio análisis, pues, a mi entender, aparentemente da por sentado que cualquier maquinaria o tecnología nueva contribuye indefectiblemente al “progreso”, más allá de toda consideración sobre los efectos que pudiera tener en el sistema económico y social real imperante, tanto en el corto como en el largo plazo.

 

Querría aclarar de entrada que, si yo afirmo que analizar los vínculos entre los aspectos técnicos y sociales o ambientales “no parece ser el fuerte de Cares”, esto no tiene nada que ver con que sea ingeniero en petróleo o porque yo hubiera “caído preso de un añejo prejuicio”. Nada de esto se me cruzó por la cabeza. Vandana Shiva, la gran cientista social hindú crítica del extractivismo, es una destacada física. Cuántos ingenieros y contadores han sido economistas, e incluso el economista académico más destacado de nuestro país, Julio H. G. Olivera, es abogado en cuanto a su formación académica. Si yo afirmé lo anterior se debe precisamente a que en ningún momento Cares aborda la problemática socioeconómica y política que acompaña a los extractivismos en general, y menos aún al fracking. Y tampoco lo hace en su réplica a mi nota anterior. Además, cabe destacar que en las asambleas, ong y en el entorno a este vasto movimiento que se va gestando tanto en nuestro país como en el mundo participan profesionales, científicos y ciudadanos comunes pertenecientes a las más diversas especialidades, incluyendo ingenieros, biólogos, químicos, antropólogos, geógrafos, sociólogos, economistas, periodistas, productores agropecuarios, empleados públicos.

 

Los argumentos que se plantean son múltiples, y tanto o más “científicos” que los que sostienen determinados miembros de los establishments científicos nacionales o internacionales. El saber científico en esta materia no es, por cierto, unidimensional, patrimonio de aquellos colonizados por las ganancias de las corporaciones o directamente empleados de ellas.

 

El grueso de la respuesta de Cares a mi nota anterior se remite a aclarar que la técnica del fracking tiene larga data y, por consiguiente, como sostiene el autor, “se podrá decir cualquier cosa del fracking, con mayor o menor énfasis descalificatorio, pero sostener a esta altura que se trata de una nueva tecnología o una técnica experimental (algo que yo no dije) después de más de 60 años de sistemática utilización es un soberano sinsentido”. Cares además intenta descalificar mi afirmación acerca de que se trata de una técnica que tuvo un gran auge a partir del neoliberalismo. Nadie puede negar que ahora comienza a utilizarse esta tecnología en nuestro país. Si bien se la pudo haber conocido y fuera aplicada desde hace muchos años en otros países, para nosotros es una tecnología nueva. Una tecnología transformada en una nueva adopción tecnológica cuyas bases legales e institucionales aparentemente serían establecidas y luego adecuadas por el proyecto de ley de hidrocarburos (existen cientos de ejemplos de innovaciones tecnológicas que son adoptadas como novedades después de varios años de su creación, demos un ejemplo sencillo en nuestro país: la cosechadora de caña integral). Como lo señalan diversos autores que escriben en el libro de reciente aparición 20 mitos y realidades sobre el fracking (Pablo Bertinat, Eduardo D’Elia, Observatorio Petrolero Sur, Roberto Ochandio, Maristella Svampa y Enrique Viale, Editorial El Colectivo, Buenos Aires, 2014), “a diferencia de la fractura hidráulica usada por largo tiempo en pozos convencionales, la nueva fractura hidráulica usa volúmenes enormes de agua, arena y productos químicos, lo cual produce una degradación del suelo, el aire y el agua, así como daños irreversibles en el ecosistema. La única razón para implementar esta técnica extractiva es, lisa y llanamente, que en el mundo ya no quedan reservorios de hidrocarburos convencionales, pese a lo cual se insiste en profundizar una matriz energética basada en la extracción y el consumo masivo de combustibles fósiles”. Este auge se manifiesta claramente a partir del capitalismo neoliberal, porque no podía ser de otro modo.

 

* Economista. Investigador superior del Conicet, profesor de la UBA.

Fuente: Página 12

Temas: Petróleo

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