Argentina: un paraíso perdido de manzanas ajenas

Idioma Español
País Argentina

Desde las puertas de la Patagonia siempre salieron manzanas y frutas para el mercado argentino y otras partes del mundo. En los años 90 empresas multinacionales se instalaron en la zona presionando a los chacareros a vender tierras y producción, generando abandono y pobreza.

En el kilómetro 1031 de la Ruta Nacional 22 un cartel verde fluorescente con letras negras indica la entrada al pueblo: “Coronel Belisle”. Hacia la derecha, piquillines y jarillas crecen sobre las bardas marrones. A la izquierda, un pequeño caserío solloza en silencio abrazado por grandes sauces llorones.

Al bajar de la ruta, la calle principal está dividida por un boulevard de farolas adornadas con banderines blancos y celestes. El césped chamuscado por el frío y los baldíos blancos, cubiertos de salitre, dan una bienvenida sumisa a los visitantes.

En la garita de la ruta hay una mujer, paro para preguntarle la dirección de Willams Ruffini, un pequeño productor frutícola del Valle Medio de la Provincia de Río Negro. Me indica el camino y le pido que me cuente dónde está la gente.

- Acá a la siesta no anda ni un alma- dice mientras se agarra un mechón de pelo exaltado por el viento.
- En serio, -acota su hijo - acá, a ésta hora, no andan ni los perros.

Les agradezco y me voy, pienso que ambos están equivocados; a las dos de la tarde en Belisle los únicos que deambulan por las calles son las almas y los perros.

Es 25 de mayo y el país celebra el bicentenario. En el centro de jubilados unos diez abuelos juegan a la lotería por veinticinco centavos la vuelta, toman chocolate y comen tortas fritas. Willams y Cuqui, su mujer, están ahí.

Williams se para y abandona su cartón lleno de maíces. Camina lento y se sienta en una mesa alejada. Por la ventana de vidrios empañados, el frío seco de la Patagonia pinta el paisaje de la calle vacía. Cuenta que vive en Valle Medio desde los cinco años, que sus abuelos llegaron allí por el año 33. Venían de una corta estadía en Santa Fe en la que habían trabajado como peones tras su llegada de España. Los ahorros juntados les dieron la posibilidad de comprar algunas hectáreas en Belisle y allí comenzaron a plantar un monte frutal.

- Mis abuelos no sabían nada acerca de la producción de la manzana, ellos venían de España, ahí trabajaban la vid, sin embargo en poco tiempo la pusieron en producción. Trabajaba toda la familia, yo con cinco años era el encargado de los animales, igual era un privilegiado, hacía todo a caballo- ríe con picardía mientras recuerda ese chancho manso que montaba mientras alimentaba la granja.

Tiene ochenta años y habla bajito, como contando en secretos la historia de su vida, una vida similar a la de cualquier productor de la zona.

Río Negro es el lugar donde nace la Patagonia. Los pueblos que forman la provincia comienzan a aparecer por el año 1879. Terminada la “Campaña del Desierto”, cuando pocos indios quedaban por matar, fueron surgiendo asentamientos en torno a los viejos fortines. Coroneles, generales, se repartieron grandes extensiones de esa tierra que conquistaron derramando sangre india. Así fue que surgieron localidades como Coronel Belisle, General Godoy o ciudades como General Roca, junto a otras que reivindicaron a los vencidos como Choele Choel, Chimpay, palabras mapuches que sobrevivieron.

Todos aquellos pueblos nacían a la vera del Río Negro, allí se instalaban sistemas hídricos para producir y desde el Alto Valle hasta el Valle Medio, con los años florecieron miles de familias productoras, en esas tierras áridas, regadas por canales y acequias. La producción de alfalfa y otras pasturas, horticultura, vid, y fruticultura principalmente, fue durante mucho tiempo el sistema de vida de la gente de aquel lugar.

Pero con el paso del tiempo las cosas fueron cambiando, los chacareros por los años noventa fueron testigos de la instalación de grandes empresas nacionales y extranjeras de la cadena agroalimentaria. Con ellas llegó el progreso, la tecnología, las nuevas variedades de fruta, el empleo para ciento de obreros rurales, junto con la imposibilidad de competir del pequeño productor, la caída de su calidad de vida, hasta el abandono o la pérdida de sus pocas hectáreas.

- Antes todo era diferente, nosotros producíamos como queríamos, sacábamos buena fruta y la traíamos a la estación, la cargábamos en el tren y se la mandábamos a un comprador que teníamos en Bahía Blanca. La chacra te daba para vivir bien, pero ahora, desde que llegaron estas empresas todo cambió. Imaginate que acá en el pueblo somos los únicos que quedamos produciendo fruta… y no se por cuanto tiempo más.

Williams habla con dolor en la voz, mientras se refriega las manos callosas por debajo de la mesa; a los ochenta años, sigue trabajando como a los cinco, en la misma tierra y por más que su vida haya pasado se preocupa por el futuro de su hijo, que siguiendo sus pasos, los de su abuelo y bisabuela, apuesta a la chacra, pero cada vez con menos fuerzas y posibilidades.

- Yo ya estoy, hice mi vida, pero ya me estoy retirando. Todavía voy a la chacra y en algo ayudo, no me puedo quedar en la casa porque qué vas a hacer ahí, mientras pueda voy a seguir. Pero Dante, mi hijo, es el que se encarga de todo.

El pueblo está compuesto por cuarenta manzanas, la mayoría de las casas fueron construidas por el Instituto Provincial de la Vivienda (IPPV). Durante varios gobiernos radicales, la adjudicación de viviendas fue el mayor caballito de batalla de los políticos. En una de ellas, cerca del colegio secundario, vive Dante.

Golpeo tres veces la puerta y sale a recibirme; en el aire flota el sonido de los pájaros que tiene enjaulados en su patio. Estaba por bañarse me dice, tiene el sueño de la siesta en la cara. En el día de la patria no fue a trabajar, me explica que no es por el feriado, que en la chacra no existen los feriados ni las vacaciones, es que terminaron con toda la cosecha el mes pasado y el mes que viene largan el trabajo de la nueva temporada, así que estos son los días de descanso.

Tiene los rasgos de su madre pero habla como Williams, con un tono bajo y tranquilo, sin apuros ni sobresaltos. Dante es joven, tiene una mujer, dos hijos y las mismas manos callosas de su padre. Comienza a hablar de su trabajo, de la chacra, de los problemas de los productores, sus palabras dibujan un sentimiento raro. Pareciera que me contara los síntomas de un enfermo terminal, de alguien que se está muriendo, y a quien quiere mucho.

- No hay nada para el pequeño productor. Acá en la zona ya casi no quedan y en mi caso estoy viendo para qué lado arrancar. Este año hubiera sido bueno por el precio que se pagó, pero se me heló. Siempre pasa algo y te digo la verdad, uno va perdiendo las ganas, porque es mucho esfuerzo, son muchos los costos y vos ves que esto no anda, te va mal un año y al siguiente lo arrancás con todo y te va mal de nuevo, y así… hasta que no das más.

Me cuenta los ciclos de la producción, los problemas del clima. En su chacra todo el trabajo lo hacen él y su padre.

- Todo lo hacemos nosotros, yo y mi viejo. Cuando el productor es chico no podes contratar a gente porque la chacra no te da. Y de poner a alguien en blanco ni hablar. Por ejemplo nosotros para la cosecha contratamos seis personas y tres o cuatro para la poda y el raleo, pero no podés contratar en blanco por tres meses.

Dice que antes había más productores en la zona, que estaban los Morgado, los Campetella, pero que ahora no quedan más que ellos. En el pueblo vecino, en Chimpay, dice que pasa la mismo, que antes la colonia Santa Genoveva estaba llena de pequeños productores, pero que algunos han abandonado las chacras y otros se las han vendido a las grandes empresas.

Mientras Dante me cuenta, recuerdo el verano en casa de mis padres, cuando en el canal de la provincia pasaban a un productor del Alto Valle parado al costado de la Ruta 22, con cajones y cajones de manzanas regalando su producción, llorando ante las cámaras para contar que la empresa no le había recibido la fruta, que había perdido todo, que debía cubrir los costos de la producción y no podía venderla.

Postales pasadas de un modelo productivo que privilegia la llegada de capitales multinacionales como símbolos de la modernización, pero que a los chacareros les fue secando las ganas de habitar este paraíso perdido.

 

Fuente: APM

Temas: Agronegocio, Soberanía alimentaria

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