El Salvador: Sabiduría ancestral para cultivar la tierra

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Prácticas agroecológicas incluyen utilización de semillas nativas, abonos orgánicos, control biológico de plagas, rotación de cultivos y respeto de los ecosistemas. No hay atajos para llegar a la sabiduría. Tampoco hay una fórmula mágica para conservarla y hacerla llegar a otras generaciones. El Salvador empieza a entender esto ahora que ve contaminado su suelo y contagiados con químicos sus alimentos.

Pero en la dinámica incierta que existe en la producción de alimentos en el país centroamericano, paralelamente se mueven otros mecanismos amigables con la tierra y con la cosecha que esta da. Esto viene tras retomar la herencia ancestral, el respeto al ciclo de los ecosistemas y de la voluntad de hombres y mujeres que buscan la soberanía alimentaria a través de la agroecología.

“Los procesos ancestrales los hemos aplicado gradualmente. Nuestros ancestros no practicaban el monocultivo, por eso buscamos plantar yuca, elote (maíz), pipianes (calabacín), loroco. La gente hasta dejó de sembrar flores en sus parcelas. Por eso nuestros suelos antes eran riquísimos y por eso queremos recuperar toda esa tradición que incluía también la siembra de hierbas como la mora”, le explica a Noticias Aliadas Juan Pablo Pérez, del Programa de Campesino a Campesino, impulsado por los propios agricultores y que se basa en el trueque de los productos que cultivan sus integrantes.

Esta iniciativa data de 1984 y tiene a países como México y Nicaragua como precursores, pero en El Salvador el esfuerzo ha fluctuado en el tiempo, desde 1994 hasta tener una dinámica constante y sólida a partir del año 2000.

Pérez es un agricultor del céntrico departamento de Cuscatlán. Cultiva granos básicos, hortalizas y frutas. Trabaja con abonos orgánicos para proteger la siembra. Utiliza plantas aromáticas para repeler a los depredadores y evitar hongos. Su método logra mantener a raya a la mosca blanca en cultivos como chile (ají), tomate, espinaca, frijol rojo y maíz criollo.

“Lo que hacemos nosotros es preparar sustancias fuertes que huelan mal para ahuyentar a las plagas o insectos. Una de ellas es a base de chile, ajo y cebolla. O hacemos un jabón con semillas de aceituno. La masa de este producto se pone en un galón de agua y se fumiga el follaje de las plantas”, asevera Pérez.

“Para nosotros, en una parcela agroecológica, todos los insectos deben de estar ahí: orugas, lombrices, hormigas. Debe de haber un equilibrio para una buena producción”, añade.

Reemplazando los agroquímicos

Pérez tiene estrecho vínculo con la no gubernamental Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES), que busca nuevas alternativas para enfrentar los daños que causan los agroquímicos y el cambio climático.

“Las prácticas agroecológicas tienen un procedimiento totalmente diferente a las tradicionales en el tratamiento de la producción de alimentos que se ha implementado desde la ‘Revolución Verde’ en el mundo. Esto tiene que ver con productos orgánicos para la producción que se vuelven sustentables [para la tierra, los agricultores, el país] porque no necesitan de los agrotóxicos o el uso de semillas híbridas ni mejoradas”, explica Mercy Palacios, del área de Incidencia en Políticas Públicas en Soberanía Alimentaria de la UNES.

Palacios comentó a Noticias Aliadas que en San Julián, municipio ubicado en el occidental departamento de Sonsonate, son los mismos líderes de las comunidades quienes han retomado estos conceptos ancestrales con los que gradualmente han sustituido a los agroquímicos.

El esfuerzo del Programa de Campesino a Campesino y de la UNES ahora tienen un ingrediente vital de su parte: la Asamblea Legislativa prohibió el 5 de setiembre la importación, exportación, distribución y comercialización de 53 agroquímicos. La acción del Órgano Legislativo ha creado un efecto dominó desde los empresarios, pasando por los trabajadores de la tierra hasta llegar al gobierno, pues este último tiene dos años para buscar los sustitutos de estos agentes.

La prohibición de estos químicos tiene su origen en las 60 muertes, todas por insuficiencia renal, ocurridas entre enero y setiembre del 2013 en San Luis Talpa, departamento de La Paz, en el centro sur del país. Los pobladores de la zona culparon a la contaminación que surgió a través del uso de agrotóxicos.

“Uno de los obstáculos que hay que derrotar es que sin pesticidas no se puede sembrar y esto [creencia] es debido a las noticias de los medios de comunicación y a la propaganda de engaños. Esto impide que haya un reconocimiento de las técnicas y sabiduría de antaño”, enfatiza Palacios.

Pero la voz de la UNES también reconoce que los agricultores son quienes por voluntad propia y fe ciega buscan los agroquímicos y hasta rebasan su uso en la tierra.

“Hay un acomodamiento de muchos agricultores por las viejas prácticas y por el otro lado, la tierra está altamente contaminada”, afirma Palacios.

Para devolverle la salud a la tierra, agrega, hay que “pensar agroecológicamente” y “empezar por la descontaminación del suelo a través de la semilla nativa”, porque “esta se puede volver a producir año con año en la misma comunidad” sin necesidad de acudir a un agroservicio.

El rol protagónico de las mujeres

Si de legado se trata, el protagonismo que tiene la mujer en la agricultura ancestral pervive hasta hoy. Sonia Brito, de la Asociación Agropecuaria “Mujeres Produciendo la Tierra”, es un ejemplo. No sólo es una integrante trascendental en la institución, también cultiva la tierra.

“Siembro en un terrenito que tenemos con mi esposo y mi familia y hacemos barreras efectivas con zacate de vetiver [pasto]. Estamos totalmente organizados con mi familia para el mantenimiento y conservación de nuestra parcela”, describe Brito a Noticias Aliadas.

Ella siembra rábano, tomate, chile dulce. También ha empezado a cultivar café en su terreno del cantón Talcomunca, caserío Buena Vista del municipio de Izalco, en Sonsonate, un lugar con fuertes raíces indígenas, esfuerzo que verá sus frutos en tres años.

Su labor no llega hasta ahí, también ella transmite su saber. Junto con la asociación cuida los pasos de 12 grupos de mujeres de los departamentos de Sonsonate y Santa Ana. La agroecología que ella conoce la enfoca por áreas: organización, formación, provisión, incidencia y salud comunitaria. Hay frutos, tardan en verse, pero los hay.

“La tierra está muy contaminada y no podremos combatir esto de la noche al día. Hemos realizado prácticas que han resultado muy lentas, pero sí hemos tenido cambios, muchos cambios. Hay algo que ya no se debe de permitir y es la tala de los árboles y estos son los que nos ayudan en esta zona tan lluviosa del país, parece simple pero es una defensa contra el cambio climático”, manifiesta desde su experiencia Brito.

La agricultora está contenta por la prohibición que hizo la Asamblea Legislativa sobre los pesticidas, aunque reconoce que “usamos agroquímicos, pero ese es nuestra gran apuesta también, dejar de usarlos. Ya tenemos un 35% de reducción. Es una lucha la que tenemos con ese tema”.

Para Palacios, el Estado debe implementar “un marco jurídico que permita crear la soberanía alimentaria que necesita el país. Necesita echar a andar un programa de semillas nativas que excluya los fertilizantes químicos y que agregue oportunamente las asesorías técnicas a los agricultores. Y lo más importante: que empiece el rescate del conocimiento de nuestros ancestros”.

Fuente: Noticias Aliadas

Temas: Agricultura campesina y prácticas tradicionales

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